Platón y el mito de la caverna

Platón (427-347 a.C.) nace en Atenas en una familia aristocrática. Perteneciente a la Filosofía Antigua, fue discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles. Es el primero en crear un gran sistema filosófico en el que se recogen temas tradicionales con la Naturaleza, el conocimiento, el lenguaje, el ser humano, la Ética y la Política. Su filosofía tiene como objetivo sentar las bases del Estado, presidido por la justicia en el que no quepan las injusticias. Fundo la Academia.Interpretación platónica del Mito de la Caverna. Explica la simbología utilizada en el mismo y distingue dos mundos: el sensible y el de las ideas, en el que se sitúa la idea del Bien como fundamento del Ser, del conocer y del actuar.Habla de dos mundos separados e irreductibles, el mundo sensible (cosas: opinión-doxa) y el mundo inteligible (ideas: ciencia-epísteme, dialéctica); asociando la caverna con el mundo de las sombras y la luz con el sol, equivalente a la idea de Bien. Explica el mito de la caverna, con el ascenso del alma al mundo de las ideas, y como con gran esfuerzo finalmente alcanza la idea de Bien (Dialéctica).La idea de Dios es generadora de verdad y condición de posibilidad del conocimiento. El objetivo del conocimiento será pues llegar a la contemplación de la idea de Bien.Es necesario conocer la idea de Bien para actuar correctamente tanto a nivel ético como a nivel político.Este texto pretende explicar y mostrar las conclusiones que podemos sacar del Mito de la Caverna (expuesto anteriormente), dejando ya la narración simbólica. Comienza con la explicación del mito, mostrándonos la división entre los dos mundos: sensible e inteligible. Establece una serie de paralelismos, identificando lo que él llama morada-prisión con el mundo sensible o visible; la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; el sol con la idea del Bien, y las cosas de arriba con el mundo de las ideas. Paralelamente a la distinción mundo sensible-mundo de las ideas, Platón divide el conocimiento en sensible e inteligible, asociando el sensible al mundo sensible o visible y el inteligible al mundo de las ideas, y describe el conocimiento como un proceso ascendente y dificultoso que lleva hasta la contemplación de la idea del Bien (dialéctica), que es su objetivo último. Esta idea de Bien se caracteriza por ser, por un lado, la causa de las cosas bellas, y por otro lado, principio de verdad e inteligencia.Finalmente, termina afirmando la importancia que tiene la Idea de Bien para obrar con sabiduría, tanto en el ámbito privado como en el público. Una idea fundamental y la conclusión que pretende mostrar este fragmento sería la de mostrar la superioridad de la Idea de Bien como causa de todas las cosas y principio de verdad e inteligencia.Este fragmento perteneciente a la República nos muestra la realidad dual que expone Platón en su filosofía. Por un lado está lo que captamos por los sentidos, mundo sensible; y por otro lado lo que captamos mediante la razón o mundo inteligible. Para interpretar correctamente el mito, la cueva representa el mundo sensible, en el que los seres humanos viven en la sombra de la ignorancia, creyendo que lo que conocen es la verdad cuando son copias imperfectas de las ideas o esencias. Por su parte, el exterior de la caverna representa el mundo de las ideas, un universo de modelos perfectos, inmutables y eternos ordenados jerárquicamente. De abajo a arriba encontramos las ideas de objetos sensibles que sería la doxa u opinión, compuesta por las imágenes de objetos sensibles (eikasía) y los objetos sensibles (pístis); y más arriba la episteme o ciencia, con las ideas matemáticas (dianoia), y las ideas (noesis o dialéctica) en cuya cima esta la idea de Bien.La Teoría de las Ideas tiene una doble dimensión, ontológica y epistemológica, ya que se refiere tanto a la realidad como a las formas de conocerla. Al dividir Platón la realidad en dos mundos, simultáneamente hace referencia también a dos formas distintas de conocimiento.La idea de Bien es la idea suprema que se alcanza al final del costoso camino de superación del conocimiento filosófico, del ascenso dialéctico que orienta el alma desde la percepción de las cosas sensibles a la contemplación de las ideas y de la idea de Bien. El Bien constituye el origen de la luz del conocimiento y de la verdad. A él deben su existencia las demás ideas e, indirectamente, también las cosas sensibles que son copias imperfectas de ellas. Además, representa el grado más alto de conocimiento, de la ciencia (episteme), como nos ilustra el Símil de la Línea, frente a la mera opinión (doxa) variable que nos proporcionan los sentidos a partir de la percepción del cambiante mundo de las cosas sensibles. Si las ideas son inmutables y eternas, así la ciencia también lo es. En ellas consiste la verdad y hacia ellas debemos dirigirnos. Así queda salvada la posibilidad del conocimiento científico con la existencia de entidades estables. La ciencia es el conocimiento supremo y Platón la identifica con la dialéctica o conocimiento de las Ideas, es un conocimiento racional que no tiene en cuenta el conocimiento sensible, ya que éste no nos muestra la auténtica realidad, sino una realidad inferior que participa y es copia de aquella.Así pues, el ascenso del alma hacia el mundo inteligible, es decir, el proceso dialéctico, tiene un doble sentido, tanto el conocimiento superior, como el proceso que nos permite llegar al mismo, es decir al conocimiento de la idea de Bien. El alma humana se encuentra en el mundo sensible debido a su propia naturaleza, caracterizada por la triple composición de fuerzas: racional, irascible y concupiscible y que, por la inexperiencia de la parte racional en dominar a las otras dos, se ve precipitada del mundo de las ideas al mundo sensible. De esta manera, es necesario realizar un ascenso que libere al hombre del mundo de las sombras en que se encuentra sumido y sacarlo de la ignorancia. Este proceso dialéctico que consiste en mirar correctamente, es decir, orientar la mirada desde las cosas hasta las ideas, es facilitado por un proceso de educación que comienza con la liberación del alma de las tendencias corporales y de todo aquello que la hace tender hacia el mundo sensible para encaminarse hacia la luz de las Ideas. Las Ideas están jerárquicamente dispuestas, y en la cumbre de esa jerarquía se encuentra la Idea del Bien a la que compara con el Sol, pues, al igual que el Sol alumbra y da vida, la Idea del Bien daría, en cierto modo, el ser a todos los objetos de conocimiento. El Bien sería el principio unificador en el Mundo de las Ideas, sería esa Idea a la que todas las demás tienden, es la causa suprema de todas las cosas (bellas y rectas). Todo depende de la idea de Bien, porque todo participa de la idea de Bien.Finalmente aparece la dimensión práctica de la Teoría de las Ideas. La importancia del conocimiento dialéctico, y en concreto de la idea de Bien, no tiene el sentido único de estado permanente de contemplación de la misma, ya que si bien es éste el mejor estado al que pueden aspirar los hombres, no se pueden quedar en él, sino que teniendo presente este estado de conocimiento superior, deben ayudar a los demás en la organización política del Estado. De ahí que afirme, que hay que tener presente la idea de Bien para obrar con sabiduría, siguiendo la máxima socrática, quien conoce el bien lo realiza. Establece así las pautas a seguir tanto en la conducta individual como en la política, y refuta el relativismo cultural de los sofistas. El sabio no es sólo el que conoce, sino que también es un hombre bueno y justo. Bondad y saber están indisolublemente unidos: sólo el sabio es bueno puesto que conoce el bien (Intelectualismo moral). Los demás obran de modo azaroso guiados por la incierta opinión