El Teatro Español de 1939 a 1975: Principales Tendencias y Antonio Buero Vallejo
Introducción
El teatro en los primeros años de posguerra se limitó a insistir en fórmulas heredadas de otras promociones; salvo en contadas excepciones, fue un teatro con escaso valor. El escenario teatral quedó marcado por el exilio de algunos autores como Max Aub, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Casona…; por la muerte de otros como García Lorca, Miguel Hernández o Valle-Inclán; y el declive de famosos dramaturgos como Benavente y Arniches.
Los condicionamientos del teatro fueron de tipo comercial e ideológico. Las compañías, en general, seguían dependiendo de los intereses de unos empresarios que, a su vez, se sometían a la demanda de un público burgués de gustos dudosos. Junto a esto, las limitaciones ideológicas ejercidas por una censura férrea impuesta a toda la producción literaria determinaron la ausencia de contenidos críticos y afectaron profundamente al teatro, ya que se revisaban los textos y el montaje de todas las obras dramáticas.
El Teatro en los Años 40: La Comedia Amable
Se desarrolló un teatro amable, dirigido a un público burgués, que tomó como modelo las obras de Benavente (evolución de la alta comedia de la segunda mitad del siglo XIX). Fue un teatro estéticamente convencional e ideológicamente conservador que pretendía entretener al espectador y en el que apenas había referencias ni a la Guerra Civil ni a las circunstancias sociales o políticas de la época. Presenta algunas cualidades formales por las que ha merecido la denominación de teatro “bien hecho”. El tema principal es la búsqueda de la felicidad, la infidelidad y los celos, la oposición entre lo español y extranjero, el triunfo de los buenos sentimientos y el autoengaño como forma de evitar el sufrimiento. Algunos de estos autores escribieron también dramas morales o de tesis. Entre los autores de esta tendencia podemos citar a Ignacio Luca de Tena.
La Década de los Cincuenta: Búsqueda de Nuevos Caminos
A principios de los años 50 continuaron las tendencias tradicionales junto a las que se advirtió una búsqueda de nuevos caminos, sobre todo de corte existencial. Podemos señalar tres líneas principales:
Persistencia de la Alta Comedia o Comedia Benaventina
Siguió triunfando un teatro de corte tradicional y evasionista situado en ambientes burgueses, de temática trivial y entretenida, a veces humorística y otras de tesis o en forma de drama serio. Sus autores más destacados fueron José María Pemán (Los tres etcéteras de Don Simón), Juan Ignacio Luca de Tena («¿Dónde vas, Alfonso XII?»), Joaquín Calvo Sotelo (Una muchachita de Valladolid), Víctor Ruiz Iriarte (Juego de niños), Edgar Neville (El baile) y Alfonso Paso (Cena de matrimonios).
El Teatro Humorístico Innovador
Estuvo representado por Enrique Jardiel Poncela (Cuatro corazones con freno y marcha atrás, Eloísa está debajo de un almendro) y Miguel Mihura (Tres sombreros de copa), quienes se propusieron renovar lo humorístico introduciendo lo inverosímil y lo absurdo como elementos esenciales.
El Teatro Realista y Social
Mediados los años 50, apuntó un teatro realista y social, con propósitos de testimonio y denuncia hasta donde toleraba la censura. Se caracterizó por su compromiso con la realidad inmediata de la sociedad española, de cuya situación quiso dar testimonio desde una actitud crítica y política, con el objetivo de mostrar la verdad e intervenir en la vida española y hacer reflexionar al espectador.
Con Antonio Buero Vallejo (con Historia de una escalera, 1949) y Alfonso Sastre (con Escuadra hacia la muerte, 1953) nació el drama realista, que buscó hacerse hueco frente a lo trivial o lo convencional, creando un teatro comprometido con los problemas de España.
El Teatro Experimental de los Años Sesenta y Setenta
Al final de la década de los sesenta, los dramaturgos consideraron que el drama social había agotado sus posibilidades expresivas e iniciaron nuevas líneas teatrales basadas en la experimentación. Dentro de esta corriente innovadora podemos destacar tres tendencias predominantes:
Teatro Vanguardista
Recogió las influencias vanguardistas de la dramaturgia extranjera, y su producción supuso una ruptura con la forma de concebir el teatro que afectó más a la estética que al contenido; se buscó lo grotesco, lo onírico, los elementos surrealistas y satíricos (degradación, animalización o robotización de los personajes, de la acción y del lenguaje), se acudió a recursos extraverbales (sonoros, visuales, corporales, etc.) propios de la comedia musical, la revista, el mimo, el circo… Este teatro recibió influencias surrealistas del teatro del humor de esta época, y, al mismo tiempo, entroncó con la herencia del teatro realista de los años cincuenta; por ello, adoptó una actitud crítica respecto a la sociedad contemporánea. Pero la diferencia estuvo en que esta crítica se realizó de manera alegórica, y no realista: se utilizaron símbolos (metáfora) para hablar de la situación social, moral y política de la España del momento. Para comprender y valorar este teatro es imprescindible la representación, puesto que sus autores confiaron a la puesta en escena la aclaración de muchos aspectos del llamado subtexto. Concibieron el teatro como espectáculo y experimento colectivo y a menudo se trató el escenario y la sala como un único espacio escénico con el fin de hacer participar al público en la acción del drama. Los autores más destacados son:
Fernando Arrabal
Desde sus primeras obras se apartó del Realismo manifestando su talante innovador. Su trayectoria caminó desde el teatro del absurdo (Pic-nic, El cementerio de los automóviles) hasta el teatro del pánico (El arquitecto, El emperador de Axiria). El contenido crítico y la audacia formal de sus obras lo alejaron de los escenarios convencionales y, tras el fracaso de su teatro en España, optó por continuar su obra en Francia (y en francés), donde alcanzó gran reconocimiento.
Francisco Nieva
Dramaturgo, pintor y escenógrafo, tuvo dificultades para ser aceptado en la escena española. Su compleja escenografía y su carga de inmoralidad perturbaban a los organismos oficiales. Con antecedentes en el postismo, fusionó el surrealismo con el teatro del absurdo. Él mismo marcó tres líneas dramáticas: teatro furioso (Pelo de tormenta y Coronada y el toro), teatro de farsa y calamidad (Malditas sean Coronada y sus hijas) y teatro de crónica y estampa (Sombra y quimera de Larra).
El Teatro Poético y Simbólico
Conocidos como “nuevos autores” (siguieron en la búsqueda de nuevas formas), estos dramaturgos se lanzaron a una renovación de la expresión dramática que supuso la superación del Realismo. Los rasgos más importantes son: siguió siendo un teatro de protesta y denuncia; el tema dominante fue el poder opresor, la injusticia y la alienación; se rechazó el enfoque realista para sustituirlo por enfoques simbólicos (el drama es una alegoría que hay que descifrar); emplearon elementos provocadores, como la presencia de la sexualidad; mezclaron un lenguaje vulgar y agresivo con otro de carácter poético; utilizaron recursos extraverbales sonoros, visuales, corporales, etc.
Antonio Gala
Se distinguió por el empleo de un lenguaje poético-simbólico, la reflexión sobre temas humanos intemporales, una visión de la realidad cercana a lo mágico y una cierta intención crítica de la sociedad. Escribió Los verdes campos del Edén, ¿Por qué corres, Ulises?, Petra Regalada… Otros autores destacados fueron José Ruibal (La máquina de pedir), Manuel Martínez (El último gallinero) y Luis Riaza (Retrato de dama con perrito).
El Teatro Independiente
En la búsqueda de nuevas formas de expresión dramática hay que destacar el importante papel ejercido por los grupos de teatro independiente, es decir, los que actuaron al margen de las cadenas comerciales, procurando vencer inercias y limitaciones. Crearon espectáculos provocadores atacando las instituciones políticas, sociales, religiosas… Siguieron modelos inconformistas, en especial el Living Theatre de Nueva York, fundado en EE. UU. en 1946, con espectáculos agresivos y callejeros de propósito crítico y transformador. Se dirigieron a amplios sectores de público, actuando no solo en salas, sino en calles, plazas y pabellones. Crearon espectáculos sin texto preciso, donde se improvisaba un acontecimiento con la participación del público. Mermaron los elementos verbales en favor de los visuales y acústicos (con carácter provocador): gestos, música.
Antonio Buero Vallejo (1916-2000): Legado y Evolución
Estudiante de Bellas Artes, condenado a muerte e indultado tras la Guerra Civil, recibió el Premio Lope de Vega en 1949 por su obra Historia de una escalera y, desde entonces, se dedicó al teatro, convirtiéndose en uno de los autores más significativos del teatro español.
El teatro de Buero es una lúcida indagación sobre los aspectos trágicos de la condición humana, un análisis de la sociedad en la que el ser humano está sometido a fuerzas alienadoras y lucha constantemente por buscar la verdad. Su finalidad es conmover al espectador, invitarle a reflexionar y pensar, y, en definitiva, hacerle tomar conciencia sobre los conflictos individuales y colectivos.
Temática y Personajes
Las obras de Buero giran en torno al anhelo de realización humana y a sus dolorosas limitaciones: la búsqueda de la felicidad, de la verdad, de la libertad, se ve obstaculizada -y a menudo rota- por el mundo concreto en el que vive el ser humano. Esta es la base del aliento trágico de su obra.
Pero esta temática ha sido enfocada por Buero en un doble plano:
Un Plano Existencial
Meditación sobre el sentido de la vida, sobre la condición humana, en la que se entretejen ilusiones, fracasos, soledad… Esta meditación, que puede alcanzar dimensiones metafísicas, se halla, sin embargo, situada siempre en contextos muy concretos.
Un Plano Social y Político
Denuncia de las injusticias concretas que atañen a las estructuras de la sociedad, a las formas de explotación o a los mecanismos de un poder opresivo.
Sus personajes viven en un eterno interrogante, pero apoyados en la esperanza.
Etapas de su Obra
Etapa Existencial
Se compone de Historia de una escalera (1949), que refleja un mundo gris de vecinos con ilusiones y frustraciones, una vida inútil y llena de fracasos; y En la ardiente oscuridad (1950), obra simbolista que trata por primera vez el tema de la ceguera. En ella plasmó el inconformismo humano ante las propias limitaciones.
En cuanto a la técnica teatral, las obras se ajustaron a una estética realista y a lo que el propio autor denominó «construcción cerrada» (espacio escénico tradicional, progresión clásica de la acción).
Etapa Social
Su etapa social se inició con Hoy es fiesta (1956). Se adentró en el teatro de tema histórico con Un soñador para un pueblo (1958), sobre la figura de Esquilache; Las Meninas: fantasía velazqueña en dos partes (1960), sobre Velázquez y la libertad intelectual frente al poder; El concierto de San Ovidio (1962), El tragaluz (1967), La doble historia del doctor Valmy (1967) y Llegada de los dioses (1971), dos dramas que investigan la condición trágica de la tortura.
En su producción se desplazó del tratamiento psicológico del ser humano, como individuo, al ser humano como integrante de una sociedad.
En cuanto a la técnica teatral, esta etapa supuso un giro en el arte dramático de Buero Vallejo. Él mismo señaló en 1960 el paso de la «construcción cerrada» a una «construcción abierta», lo cual supuso una superación de la escenificación “realista”. Sus principales novedades fueron:
- Sustitución del espacio escénico realista por un escenario múltiple capaz de evocar lugares distintos mediante técnicas de decorado y luminotecnia.
- Construcción más compleja de la acción, que se fragmenta en cuadros o secuencias con creciente soltura, incluso con rupturas en el desarrollo temporal (elipsis, saltos atrás…).
- Recursos de participación que intentan acercar e introducir al espectador en el drama. Buero abordó ciertos procedimientos que permiten penetrar en la conciencia o las obsesiones de los personajes (efectos de inmersión), como por ejemplo el ruido del tren en El tragaluz.
Etapa de Renovación Formal
Antonio Buero Vallejo continuó con sus preocupaciones ideológicas, pero introdujo algunos elementos renovadores: La Fundación (1973), Caimán, relato escénico en dos partes (1981), Diálogo secreto (1985) y Las trampas del azar (1994). En esta última obra ya aborda temas como el vacío ideológico, la cultura de la estafa consentida y el conflicto generacional de una época diferente a aquella en la que el autor empezó a escribir.
En cuanto a la técnica teatral, Buero avanzó con mayor audacia por la vía de las novedades escénicas iniciada en la etapa anterior. Un rasgo primordial es el desarrollo que alcanzan los efectos de inmersión (recursos de sonido, de luz o de tramoya que permiten al espectador «ver» u «oír» tal como lo hace o imagina el personaje). Con tales recursos el teatro logra expresar la subjetividad, lo escondido en la conciencia de los personajes, sus obsesiones, incluso sus trastornos psíquicos. Y, a la vez, se propicia una participación más intensa del espectador.