1. La Monarquía Absoluta de los Borbones
1.1. La Guerra de Sucesión
En 1700, el último monarca de la casa de Austria, Carlos II, murió sin descendencia directa. Los candidatos a ocupar el trono eran Felipe de Anjou y el archiduque Carlos de Habsburgo. El testamento de Carlos II designaba como sucesor a Felipe V. El acceso de Felipe V al trono español fortalecía la influencia de los Borbones en Europa. Gran Bretaña, Holanda y Portugal dieron su apoyo al candidato austriaco y entraron en guerra contra Francia y España. La sucesión al trono español pasó a ser un conflicto internacional.
En España, la cuestión sucesoria también había dividido los territorios peninsulares. Castilla se mostró fiel a Felipe V. En cambio, en la Corona de Aragón, especialmente en Cataluña, las instituciones (Generalitat) representativas de los diversos sectores sociales y las clases populares respaldaron al candidato austriaco.
La paz entre los contendientes se firmó en los Tratados de Utrecht y Rastadt (1713-1714). A cambio de importantes concesiones, Austria se quedó con el Milanesado, Flandes, Nápoles y Cerdeña, y Gran Bretaña recibió Gibraltar y Menorca como compensación.
1.2. La Imposición del Absolutismo Borbónico
La monarquía autoritaria de los Austrias ya había iniciado un proceso de concentración de poder en Castilla. Al instalarse los Borbones en el trono español, a principios del siglo XVIII, impusieron el modelo de absolutismo.
1.3. Centralización y Uniformidad
Felipe V y Fernando VI asumieron la tarea de unificar y reorganizar los diferentes reinos peninsulares. Felipe V, mediante los llamados Decretos de Nueva Planta, suprimió los fueros e instituciones propias de la Corona de Aragón e impuso las leyes e instituciones castellanas en todos los territorios de la monarquía. Se crearon instituciones centralizadas como:
- Las Cortes de España: Consideradas incompatibles con la autoridad del monarca, sólo se reunían a petición del rey y para jurar al heredero.
- Consejo de Castilla: Por encima de cualquier institución se situaba el poder del monarca, que intervenía y decidía en todos los asuntos del Estado. Su labor era auxiliada por las Secretarías.
La otra novedad se produjo en los intentos de reorganización de la Hacienda. La nueva administración comprendía que para el saneamiento de la economía era imprescindible que todos los habitantes pagasen en relación a su riqueza, incluyendo a los privilegiados. Aprobechando el derecho de conquista, intentaron esa experiencia en los territorios de la Corona de Aragón, donde se implantaron el equivalente y la talla en Valencia, la única contribución en Aragón y el catastro en Cataluña.
1.4. La Política Exterior
El reinado de los Borbones se inició con una importante pérdida de poder e influencia de la Corona española en el contexto internacional. La Paz de Utrecht, si bien supuso la pérdida de territorios, permitió liberar a la monarquía de la pesada carga militar y financiera, y mejorar la situación en el interior del país.
El siglo XVIII fue una centuria de relativa paz, aunque España se vio implicada en algunos acontecimientos bélicos. Los principales enfrentamientos se produjeron a causa del empeño de Isabel de Farnesio, la segunda esposa de Felipe V, en defender el acceso al trono de Nápoles de su hijo mayor, Carlos, y al trono de Parma y Módena de su otro hijo, Felipe. La llegada al trono de Fernando VI inauguró una época de neutralidad en la política exterior española, que se aprovechó para la reestructuración del ejército y de la flota.
2. Sociedad y Economía del Antiguo Régimen
La España de comienzos del s. XVIII estaba definida en lo político por el absolutismo monárquico, y en lo económico y social, por la pervivencia de la economía rural y señorial y por la jerarquización en estamentos, con muy pocas diferencias respecto a los anteriores.
2.1. Pervivencia de la Sociedad Estamental
La sociedad del siglo XVIII continuaba manteniendo la división en estamentos, la desigualdad jurídica y el inmovilismo. Los grupos privilegiados (nobleza y clero) eran dueños de la mayor parte de la propiedad territorial, no pagaban impuestos y ostentaban cargos públicos. El clero constituía poco más del 2% de la población, pero controlaba más del 40% de la propiedad territorial. La nobleza, el 5%, poseía extensas propiedades y detentaba numerosos señoríos.
El tercer estamento, o estado llano, estaba compuesto por campesinos, burguesía y sectores populares de la ciudad. Soportaba la mayor parte de las cargas económicas del Estado y se hallaba marginado de las decisiones políticas. Los campesinos, la inmensa mayoría de la población, continuaban sometidos a un régimen señorial que les obligaba a entregar la mayor parte de sus rentas agrarias.
2.2. Una Economía Agraria
La agricultura era la fuente esencial de riqueza, a la que se dedicaba más del 80% de la población. La tierra estaba amortizada, no podía comprarse ni venderse y debía transmitirse en herencia. La Corona, la nobleza y la Iglesia seguían siendo los titulares de los señoríos, y la inmensa mayoría de la población no podía acceder a la propiedad.
En Cantabria, Asturias, País Vasco y el norte de Castilla, la mayor parte del campesinado era arrendatario o jornalero. En Cataluña, la mayoría de las tierras era del señorío laico o eclesiástico, con contratos enfitéuticos. En Galicia y Asturias, los arrendamientos tenían tres subdivisiones: foros, subforos y minifundismo. Por último, en gran parte del sur de Castilla, Extremadura y Andalucía, enormes extensiones llamadas latifundios, estaban en manos de la nobleza y el clero, y los jornaleros dependían de un mísero salario.
2.3. La Debilidad de la Industria y el Comercio Interior
La industria tradicional estaba organizada en gremios. La escasez de la demanda y el poder de las jerarquías gremiales la mantenían intacta. El mercado interior era débil, escaso y limitado; los intercambios eran de tipo local o comarcal. Existían graves problemas de transporte, y el interior peninsular estaba aislado. Era una economía agraria casi de autoconsumo, donde las cosechas apenas alcanzaban para la compra de los productos más indispensables.
Como consecuencia de las reformas introducidas a lo largo del siglo, se permitió una reactivación de las transformaciones con América.
3. El Reformismo Borbónico: Carlos III
3.1. Las Nuevas Ideas Ilustradas
La nueva forma de pensamiento ilustrado, de origen esencialmente francés, se expandió rápidamente por Europa, hasta el punto de que al siglo XVIII se le conoce como el Siglo de las Luces. La característica básica del pensamiento ilustrado es la confianza en la razón. En resumen, los ilustrados creían que los hombres, conducidos por su inteligencia, podrían alcanzar el conocimiento, que constituía la base de la felicidad. Eran firmes partidarios de la educación y el progreso.
Con estas ideas, los ilustrados sometieron a crítica los principios en los que se basaba la sociedad estamental, negando la transmisión hereditaria de cualquier virtud o privilegio, y afirmando la igualdad y el derecho a la libertad. Por último, se enfrentaron al absolutismo monárquico, defendiendo la necesidad de un contrato entre gobernantes y gobernados. Montesquieu planteó la separación de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), y Rousseau defendió el principio de soberanía popular.
3.2. La Ilustración Española
La introducción y difusión de las nuevas ideas ilustradas en España fue lenta y difícil. A partir de 1750-1760, surgió una generación de pensadores entre los que destacaron Feijoo, Campomanes, Cadalso, Jovellanos, Aranda, Floridablanca, Olavide y Capmany.
3.3. El Despotismo Ilustrado: Carlos III
Carlos III (1759-1788) accedió al trono español al morir su hermanastro Fernando VI sin descendencia. El monarca ya había gobernado en Nápoles (1734-1759) y había entrado en contacto con las ideas ilustradas. En el inicio de su reinado, Carlos III tuvo que enfrentarse a la fuerte oposición de los grupos privilegiados a su programa de reformas. Así, en 1766 se produjo el motín de Esquilaches, una revuelta de causas complejas en la que se unieron el malestar de la población por la escasez y el elevado precio de los alimentos, el rechazo al excesivo poder de los altos cargos extranjeros (Grimaldi, Esquilaches…) y el descontento de los privilegiados.
Todo ello confluyó en una revuelta popular en Madrid contra las medidas de saneamiento y orden público tomadas por el ministro Esquilache: limpieza urbana, alumbrado y prohibición de los juegos de azar y del uso de armas, así como de utilizar sombreros chambergos y capas largas.
Para llevar adelante su programa, Carlos III contó con una serie de ministros y colaboradores españoles que, desde diversos puestos del gobierno, auxiliaron al monarca, y fueron, en realidad, los responsables de los esfuerzos reformistas. Entre ellos cabe destacar a Pedro Rodríguez Campomanes, al conde de Floridablanca y al conde de Aranda. Junto a ellos y desde otros puestos públicos, destacaron Pablo de Olavide, Francisco Cabarrús y Gaspar Melchor de Jovellanos.
3.4. La Legislación Reformadora
En el ámbito religioso, se puso énfasis en reformar el papel, el poder y la influencia de la Iglesia. Los ilustrados eran decididamente regalistas, es decir, defensores de la autoridad y las prerrogativas del rey frente a la Iglesia. Carlos III reclamó el derecho al nombramiento de los cargos eclesiásticos, al control de la Inquisición y a la fundación de monasterios, y combatió el intento de la Iglesia de constituir un poder dentro del Estado. En ese contexto hay que entender la expulsión de los jesuitas en 1766.
En la cuestión social, el pensamiento ilustrado se plasmó en el decreto de 1783 por el que se declararon honestas todas las profesiones, y se admitieron las actividades profesionales de alta utilidad pública como mérito para la consecución de la hidalguía.
En educación, se inició una reforma de los estudios universitarios y de las enseñanzas medias, pero muy especialmente se fundaron las escuelas de artes y oficios.
En el terreno económico, para intentar acabar con las trabas que inmovilizaban la propiedad, se establecieron las siguientes medidas:
- Limitación de los privilegios de la Mesta.
- Fomento de la libre circulación de mercancías en el interior de España, como la libre circulación de granos (1775).
- Apoyo a la actividad industrial, liberalizando gradualmente el proceso de fabricación y abandonando la gestión directa de las reales fábricas desde 1761. Se establecieron aranceles.
- Moderación en la política fiscal con el objetivo de fomentar la producción y limitar el gasto público.
Otra iniciativa importante fue la creación de las Sociedades Económicas de Amigos del País.
3.5. Los Límites del Reformismo Borbónico
El despotismo ilustrado de Carlos III presenta en conjunto un balance positivo. Ahora bien, los intentos de reforma agraria implicaban trastocar profundamente el poder de los privilegiados. En la España del siglo XVIII, enfrentarse con la nobleza, o menguar sus privilegios, significaba destruir la base de desigualdad civil en la que se asentaba la propia monarquía absoluta.
4. Los Efectos del Reformismo: Persistencias y Cambios
En Europa noroccidental, durante el siglo XVIII, se produjeron una serie de transformaciones económicas, científico-técnicas y sociales que abrieron el camino al capitalismo liberal y el ascenso de la burguesía. La Revolución Industrial inglesa y la Revolución Francesa fueron los fenómenos más conocidos y emblemáticos de este proceso. España, a pesar de las reformas del despotismo ilustrado, participó en escasa medida de estas transformaciones, aunque algunos signos evidenciaban el deseo y la necesidad de cambiar el orden socioeconómico del Antiguo Régimen.
4.1. El Crecimiento Demográfico
En el conjunto de Europa, el siglo XVIII presenció el inicio de un ciclo demográfico caracterizado por el crecimiento ininterrumpido de la población. Los monarcas, y especialmente los déspotas ilustrados, convencidos de que una elevada población era condición indispensable para promover el desarrollo de la agricultura y la industria, adoptaron políticas poblacionistas.
4.2. Las Tensiones del Sector Agrario
Las reformas puestas en práctica en el terreno agrario durante el reinado de Carlos III no pudieron resolver la creciente tensión provocada por el aumento de población y por las desfavorables condiciones climáticas y agronómicas del terreno español, con más de las tres cuartas partes de su superficie con un régimen de precipitaciones bajo y sobre todo muy irregular, especialmente en verano. Por otro lado, el incremento de la producción mediante el aumento de la superficie cultivada no era posible en gran parte de España. Más de la mitad de la tierra existente no podía, como hemos visto, ni venderse ni cultivarse. Sin embargo, esta situación general fue compatible con algunas mejoras agrarias.
4.3. El Impulso de las Manufacturas
Siguiendo el ejemplo francés, los Borbones fomentaron la creación de manufacturas, con la finalidad de superar el estrecho marco productivo gremial y aumentar la producción. De este modo se crearon las reales fábricas, como la de tejidos, en Guadalajara, las de tapices y porcelana, en Madrid, y la de cristal, en La Granja (Segovia). A pesar de la calidad de su producción, la escasez de mercado para dicho producto y la baja rentabilidad de las nuevas fábricas orientaron la política manufacturera hacia el impulso de talleres privados, como propuso el ministro ilustrado Campomanes. Las manufacturas se implantaron por todo el territorio español, pero tres zonas concentraron la mayor actividad: Valencia, País Vasco y Cataluña.
4.4. La Liberalización del Comercio Colonial
Los Borbones, y especialmente Carlos III, se preocuparon por reorganizar el comercio con América. A pesar de las dificultades consiguientes a la crisis económica del siglo XVII, las colonias seguían siendo una importante fuente de ingresos para la Corona. El comercio colonial mantenía, a principios del siglo XVIII, la estructura creada por los Austrias: dos puertos, el tradicional de Sevilla y el de Cádiz, monopolizaban el derecho al comercio americano, que se organizaba mediante el antiguo sistema de flotas que zarpaban periódicamente hacia las colonias y debían regresar a dichos puertos. Asimismo, la incapacidad de la industria y agricultura castellana había dado lugar a que gran parte del comercio estuviera en manos de comerciantes extranjeros.
En el siglo XVIII, a imitación de otros países, la Corona impulsó la fundación de compañías comerciales. Una de las más importantes fue la Guipuzcuana de Caracas. Durante el reinado de Carlos III, el gobierno acabó con el monopolio del comercio americano y estableció la libre comunicación de los puertos españoles. En 1765, se abrieron una serie de puertos al libre comercio y, en 1778, se decretó la libertad de todos los puertos para comerciar con América.