Contexto Histórico de la Literatura Española en los Años 60
Tras la Guerra Civil, España se sumergió en cuatro décadas de dictadura que alejaron a la sociedad de los modelos propios de los países de su entorno. Desde finales de los años 50, se generalizó la oposición laboral y universitaria. Se empezaron a plantear propuestas políticas de democratización, respaldadas incluso desde sectores de la Iglesia.
Los nacionalismos retomaron sus reivindicaciones tanto por la vía pacífica como mediante el terrorismo. La crítica situación económica de la posguerra se fue suavizando; la ayuda norteamericana y la inclusión de España en el circuito capitalista resultaron esenciales para que la economía española emprendiera un período de recuperación que, en esta década, ya estaba bastante avanzado. Se abandonó la autarquía y se inició la verdadera industrialización, con el impacto que ello conllevó al acrecentarse los contrastes entre las zonas rurales y las urbanas.
Todo esto fue posible gracias a que el franquismo atenuó su política represiva y depuró sus cuadros de Gobierno de elementos identificables con el fascismo para así lograr la aceptación internacional. La producción cultural descendió significativamente en este período y siguió existiendo una parte importante de intelectuales y artistas en el exilio. A partir de los 50, se hizo evidente un despertar intelectual crítico con el régimen. Pese a la censura, España no permaneció ajena a las doctrinas que estaban de moda en Europa. El existencialismo y el marxismo penetraron clandestinamente en el país para inspirar muchas de las propuestas culturales surgidas en este momento.
El Teatro de la Década de los 60: Influencias y Renovación
Desde los años 60 y, sobre todo ya en los 70, la tímida apertura de la censura franquista permitió paulatinamente la entrada de corrientes europeas. Estas influencias fueron fundamentales para la creación de obras que intentaron oponerse a los cánones establecidos, no solo por sus contenidos, sino también por las técnicas de la puesta en escena. Entre las corrientes destacadas se encuentran:
- El teatro de Bertolt Brecht.
- El teatro del absurdo de Ionesco o Beckett.
- El teatro de la crueldad de Artaud.
- El teatro pobre de Grotowski.
Fernando Arrabal y el Grupo Pánico
Uno de los mayores representantes de esta renovación en España fue Fernando Arrabal, creador del Grupo Pánico junto a Alejandro Jodorowsky y Roland Topor. Este grupo pretendía conciliar lo absurdo con lo cruel y lo irónico, teniendo en el grupo teatral andaluz La Zaranda un claro reflejo en el panorama teatral actual.
Dramaturgo nacido en Melilla, Arrabal recibió el pleno aplauso internacional por su vasta obra:
- Obra Dramática: Un centenar de obras (ejemplos: Pic-Nic, El cementerio de automóviles y El triciclo).
- Obra Narrativa: Once novelas.
- Obra Poética: Un centenar de libros ilustrados por artistas como Dalí, Magritte o Saura.
- Obra Cinematográfica: Seis largometrajes.
Arrabal sufrió desde niño por la misteriosa desaparición de su padre, condenado a muerte y después fugado. A causa de este traumatismo, el conocimiento que aporta Arrabal está teñido de una luz moral que es inherente a su arte. Escribió su famosa Carta al General Franco en vida del dictador. Su teatro completo, en dos volúmenes de más de dos mil páginas, acaba de aparecer en la Colección Clásicos Castellanos de Espasa.
Francisco Nieva: Represión y Escenotecnia
Francisco Nieva, catedrático de Escenotecnia de la Real Escuela Superior de Arte Dramático y miembro de la Real Academia Española (desde 1986), es otra figura importante de la época. El tema más frecuente en sus creaciones es la imposibilidad del desarrollo pleno del ser humano a consecuencia de la represión social y espiritual. Nieva optaba en sus obras por una estructura en piezas cortas y división cinematográfica. Además de dramaturgo, ejerció una fecunda labor como director de escena hasta su muerte, llevando a escena textos propios como Pelo de tormenta.
La Poesía de los 60: Del Compromiso Social a la Experiencia Personal
En la década de los sesenta, un grupo de poetas partió de la poesía social y, tras superarla, se interesó principalmente por el hombre, creando una poesía de la experiencia personal sin caer en patetismos gratuitos. El agotamiento de las fórmulas del realismo social y su fracaso como medio de transformación condujeron a una línea poética donde la solidaridad y el compromiso social se transformaron en un compromiso ético con el ser humano.
Se buscó no solo la comunicación con los otros, sino también indagar en el conocimiento de la realidad humana a partir de la propia experiencia. En esta corriente, a menudo, aparece el inconformismo ante las circunstancias, el escepticismo y la ironía. Estos poetas trataron la intimidad con un lenguaje más cuidado e introdujeron la crítica social, la ironía y el simbolismo. Entre ellos destacan:
- Jaime Gil de Biedma
- Ángel González
- J. Ángel Valente
- Claudio Rodríguez
Figuras Clave de la Poesía de la Experiencia
José Hierro, nacido en Madrid en 1922, fue detenido y encarcelado por pertenecer a una “organización de ayuda a los presos políticos”. Su poesía no es social al uso, y esta diferencia desencadenó, con anticipación de años, los mecanismos superadores de un realismo que amordazaba a la poesía española. Su obra Cuaderno de Nueva York es considerada una de las obras maestras de la poesía española contemporánea.
Claudio Rodríguez, profesor universitario y uno de los poetas más singulares de su generación, escribió Conjuros, otra de las grandes obras de la época, bajo la inspiración de los poetas románticos ingleses.
Jaime Gil de Biedma, nacido en Barcelona, unió su polémica biografía a una poesía que arrancó en una temática social tamizada por su ironía y escepticismo, progresando hacia los temas íntimos de su obra posterior. Su producción se reúne bajo el título Las personas del verbo.
La Narrativa de los Años 60: Renovación y Experimentación
El agotamiento de las fórmulas del realismo social, la renovada preocupación por el lenguaje, la influencia de los grandes escritores europeos y americanos (Kafka, Proust, Joyce, Faulkner), y el boom de la novela hispanoamericana, dieron paso a la novela existencial, marcada por la publicación de Tiempo de silencio de Luis Martín Santos.
Los escritores exploraron las posibilidades del lenguaje y la figura del narrador a través de diversas técnicas:
- La elipsis y el desorden cronológico.
- La fragmentación en secuencias y el discurso interrumpido.
- El monólogo interior y el estilo indirecto libre.
Habitualmente, el protagonista es un individuo que vive en conflicto con su entorno y consigo mismo.
Luis Martín Santos y la Novela Existencial
Luis Martín Santos es uno de los grandes renovadores de la narrativa española de la época. Su obra Tiempo de silencio cumple muchos de los rasgos mencionados, presentando un proceso degradante de la realidad que hunde sus raíces en el esperpento de Valle-Inclán, con una temática cercana a lo social y al existencialismo.
Otros nombres importantes en esta renovación literaria son Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa), Juan Benet (Volverás a Región) y Juan Goytisolo. Sin embargo, Cela y Delibes, que escribieron en esta década parte de sus novelas más importantes, son los narradores esenciales del momento.
Camilo José Cela: El Tremendismo y la Experimentación
Camilo José Cela es el máximo responsable del tremendismo, una fórmula literaria que combina humor, ternura, horror, desenfado verbal y léxico escatológico. Cela fue una figura pública polémica y cercana al régimen franquista, con una ideología conservadora que contrastaba con sus ansias de reformular las bases de la literatura. Este esfuerzo desembocó en el Premio Nobel de Literatura que recibió en 1989.
Defendía una concepción abierta de la novela y experimentó con acierto con diferentes técnicas narrativas, abriendo nuevos caminos de expresión en cada una de sus obras, entre las que destacan:
- La colmena
- La familia de Pascual Duarte
- Viaje a la Alcarria
Miguel Delibes: Crítica Social y Mundo Rural
Miguel Delibes, nacido en Valladolid en 1920, conjugó su labor de periodista con la de escritor prolífico. Entre los motivos recurrentes de su obra destacan la ironía frente a la pequeña burguesía, la denuncia de las injusticias sociales, la rememoración de la infancia (por ejemplo, en El príncipe destronado y El camino), y la descripción de los hábitos y el habla propia del mundo rural, recuperando muchos de sus términos y expresiones para la literatura.
Aunque no es un escritor experimental, salvo en honrosas excepciones, Delibes es uno de los grandes novelistas españoles del siglo XX, con obras fundamentales como La sombra del ciprés es alargada, Los santos inocentes o Cinco horas con Mario.