Contexto del Teatro Español de Posguerra
Teatro de la Inmediata Posguerra (Años 40)
El estreno de Historia de una escalera a finales de los años 40 se produjo en un momento en que los escenarios españoles estaban dominados por un teatro de evasión y de repetición de fórmulas constructivas, acompañado de reposiciones de obras que habían triunfado antes de la guerra, de autores como Arniches, Marquina y Benavente. Es el teatro que representaban dramaturgos como José María Pemán, Juan Ignacio Luca de Tena, José López Rubio, Joaquín Calvo Sotelo, entre otros. Estrenaban obras con una estructura pulcra y bien trabajada —«piezas bien hechas» al estilo benaventino—, con una leve crítica social, cierta dosis de humor y de elementos melodramáticos e invariablemente con finales felices. Esta corriente teatral permanecía ajena al desarrollo que el género iba alcanzando fuera de nuestras fronteras.
La obra de Buero Vallejo nada tenía que ver con este teatro evasivo por su clara apuesta por el compromiso social, que lo acercó a obras de otros géneros que siguieron este camino, como las novelas La familia de Pascual Duarte, La Colmena (ambas de Camilo José Cela) y Nada (Carmen Laforet), así como el libro de poemas Hijos de la ira (Dámaso Alonso).
Teatro de los Años 50: La Generación Realista
Esta perspectiva de compromiso social del teatro bueriano influyó indudablemente en la llamada «generación realista». Las obras que trataban de las penurias económicas y de todo tipo de injusticias que sufrían los seres más desfavorecidos de la sociedad fueron muy significativas en este período. Podemos citar entre otras:
- El grillo (Carlos Muñiz)
- La camisa y La pechuga de la sardina (Lauro Olmo)
- Muerte en el barrio y La cornada (Alfonso Sastre)
No obstante, Buero quiso desmarcarse de los presupuestos de aquel, para quien «lo social, en nuestro tiempo, es una categoría superior a lo artístico».
Antonio Buero Vallejo: Vida y Obra
Biografía de Antonio Buero Vallejo
Antonio Buero Vallejo nació en Guadalajara (1916) en el seno de una familia de clase media. Su padre era un militar con una mente abierta y talante liberal, profesor de matemáticas e inglés en la Academia de Ingenieros. Su madre nunca disimuló su escepticismo religioso. Buero, ya en su infancia y adolescencia, mostró unas claras inquietudes artísticas (especialmente por la pintura), con lo que, al terminar el bachillerato en 1934, la familia se trasladó a Madrid para que él pudiera estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Allí llegó con un amplio bagaje de lecturas, pues había leído muchos volúmenes de la biblioteca de su padre.
En la capital se sumó a la efervescencia cultural y social que vivía el país: se afilió a la FUE, se sintió atraído por el socialismo, asistió a las representaciones teatrales de grandes autores y no dejó de leer autores que dejarían una profunda huella en su obra (Galdós, Valle-Inclán, Machado…). Con el estallido de la Guerra Civil trabajó en la propaganda plástica de la FUE y perdió a su padre. En 1937 fue movilizado e intervino en varios frentes y después, en el Ejército de Levante, vivió la retirada de las tropas republicanas hasta marzo de 1939. El fin de la guerra lo sorprendió en la Jefatura de Sanidad de Valencia.
Fue recluido en la plaza de toros para pasar después casi un mes en el campo de concentración de Soneja, donde empezó a ver quebrantada su salud por las condiciones infrahumanas que hubo de soportar. Gracias a un salvoconducto colectivo, y con la condición de presentarse en comisaría al llegar, pudo regresar a Madrid. Una vez allí, decidió no presentarse, pero sí unirse a un grupo que intentaba la reorganización del Partido Comunista. Al cabo de dos meses, los integrantes de ese grupo fueron denunciados, detenidos, juzgados, acusados de «adhesión a la rebelión» y condenados a muerte. Buero Vallejo pasó ocho meses en la prisión de Conde de Toreno, con la angustia de que en cualquier momento pudiese ordenarse su ejecución inmediata. Fue en aquel momento y en aquel lugar donde coincidió con el poeta Miguel Hernández; entre ellos surgió una amistad.
Buero recorrió un buen número de prisiones. Durante ese tiempo no dejó de dibujar y de escribir notas y apuntes, casi siempre sobre pintura. Favorecido por sucesivas rebajas de condena, a principios de 1946 salió en libertad condicional, pero se le desterró de Madrid, por lo que decidió instalarse en Carabanchel Bajo y dibujar para diversas revistas a fin de subsistir. La experiencia carcelaria le hizo abandonar su intención inicial de dedicarse a la pintura y se decantó por las letras. Pensó en escribir una novela, pero enseguida se decidió por el teatro.
En tan solo siete días de agosto de 1946 redactó la primera versión de En la ardiente oscuridad y en agosto del año siguiente Historia de una escalera. Con esta obra logró en 1949 el premio Lope de Vega y su estreno. El estreno de Historia de una escalera se produjo el 14 de octubre de 1949 en el Teatro Español de Madrid y con él arrancó el mejor teatro español de posguerra. La obra obtuvo un éxito rotundo, que se materializó en tres meses ininterrumpidos en cartel con 189 representaciones.
Desde este momento ya no dejó de escribir y de estrenar a buen ritmo (en 1949, estrena Palabras en la arena y escribe El terror inmóvil y Aventuras en lo gris, labor que continúa durante cinco décadas hasta poco antes de su muerte con Misión al pueblo desierto (1999), su última obra) hasta llegar a ser considerado uno de los grandes dramaturgos españoles del siglo XX. Recibió un gran número de premios y distinciones:
- Premios Nacionales de Teatro: 1956, 1957, 1958 y 1980.
- Real Academia Española de la Lengua: Ingresó en 1972.
- Premio Miguel de Cervantes: 1986.
- Premio ONCE: 1986.
- Premio Nacional de las Letras Españolas: 1996.
- Premio de Honor en los Premios Max de las Artes Escénicas: 1999.
Concepción Teatral de Buero Vallejo
Buero Vallejo tuvo muy clara desde el principio la labor teatral que deseaba desarrollar; el autor quiso desmarcarse del teatro evasivo imperante e inscribirse claramente en la línea de la tragedia. La nueva concepción de la tragedia y del teatro histórico son dos de las claves de la renovación que supuso Buero para la dramaturgia española.
- Por un lado, cultiva una tragedia contemporánea, con personajes del aquí y el ahora correspondientes al momento de escritura de las piezas.
- Por otro lado, su visión nueva del teatro histórico, entendido como revisión del pasado más conflictivo para obtener lecciones aplicables al presente.
De esta manera, Buero contribuye al enlace de la dramaturgia española con la occidental y abre un camino que continuarán nuevas generaciones de escritores de los años 50.
Bases de la Dramaturgia Bueriana
Las bases de la dramaturgia bueriana se nutren de diversas fuentes:
- La tragedia griega.
- El realismo simbólico representado por Ibsen.
- El mundo de los sueños del teatro de Strindberg.
- La fragmentación de la personalidad que hallamos en las obras de Pirandello.
- La tradición española del siglo XVII.
Conviene, además, profundizar aún más en el concepto de tragedia desarrollado por el autor, que la entiende como género abierto o esperanzado por los efectos que puede provocar siempre en el espectador. Los finales esperanzados de las tragedias de Buero afectan, más que a los propios personajes, a los espectadores, a quienes pretende conmover y hacer reflexionar con las pasiones representadas en los escenarios. El autor, por tanto, reclama un público que deba implicarse al salir de los teatros, si cree que lo que allí ha sucedido debe cambiarse. Es este un rasgo de gran modernidad del dramaturgo, puesto que no solo no presenta problemas solucionados, sino que estos exceden el ámbito de la escena.
El Teatro Moral y Social de Buero Vallejo
Los rasgos expuestos nos llevan en buena lógica a considerar el teatro de Buero Vallejo como un teatro moral. Escribe ante todo dramas de conciencia sobre las responsabilidades humanas y las consecuencias de los actos de cada individuo. De ahí que las obras las suela plantear como un debate entre una actitud presidida por el egoísmo y otra dominada por la generosidad hacia los demás. Esta contraposición llevó a Ricardo Doménech a distinguir en los dramas buerianos entre personajes activos (actúan sin escrúpulos) y contemplativos (se refugian en los sueños y en la utopía).
- De un lado, aquellos sin prejuicios, introducen los subtemas de violencia, opresión, falsedad, mentira…
- De otro lado, los soñadores representan los valores opuestos de solidaridad, libertad, autenticidad, verdad…
Siempre como telón de fondo en sus obras se encuentra la necesidad de sustentar la vida en la verdad, y no en la mentira, pues una vida falsa siempre acaba derrumbándose. Es un teatro, a su manera, religioso: aunque el autor perdió la fe en 1931, mucho tiempo después retomó la cuestión, al preguntarse sobre el sentido de la vida.
De todas formas, el autor no está interesado únicamente por las actitudes individuales, sino en cómo estas repercuten en la sociedad. Se trata, por tanto, también de un teatro social. Buero combina en todas sus obras el plano individual y el plano social para demostrar que sin un cambio en el interior del ser humano resulta imposible un cambio de la sociedad. No obstante, con el término «social» no ha de adscribirse al teatro realista y social de los años 50 en España, pues Buero Vallejo nunca defendió la creación de obras sencillas y fáciles como truco para llegar a un público más amplio. Consideró la elaboración artística de obras con universos dramáticos muy trabajados, y con una renovación formal y técnica constante que se explica por su voluntad de apelar a la conciencia del espectador de manera más directa.
Buero Vallejo: Un Hombre de Teatro Total
Buero demostró desde la primera hasta la última obra ser un auténtico hombre de teatro, que no imagina textos, sino espectáculos; es un dramaturgo en constante evolución, creador de un teatro total que combina palabra y grito, gesto y máscara, realidad y alucinación… Una obra unitaria con las variedades que irá presentando a lo largo de su trayectoria.