Evolución de la Poesía Española: Del Franquismo a la Transición (1936-1975)

La Poesía Española: Del Franquismo a la Transición (1936-1975)

Acabada la Guerra Civil española, el régimen franquista llevó a cabo una férrea represión: fueron suprimidos los derechos de reunión y el de asociación, se promovió la Ley de Prensa que estableció la censura previa y la Ley de Responsabilidades Políticas, la cual permitió represaliar a los que habían apoyado la República. El país se vio sumido en la pobreza y aislado internacionalmente mientras que sus intelectuales, profesores y artistas se vieron abocados al exilio o al silencio. Será a partir de los años 60, época del desarrollismo, del turismo y de la inmigración, factores que permitieron unas mejores condiciones de vida y una apertura al exterior, cuando España se fue abriendo a las tendencias literarias foráneas y la censura se fue debilitando.

Así pues, tras el conflicto bélico, la Generación del 27 se disolvió. Muerto Lorca, los demás poetas debieron elegir entre el exilio interior y el exterior. El exilio llevó la poesía de Pedro Salinas a la nostalgia y a temas de profunda espiritualidad (El contemplado). Rafael Alberti se abrió a tendencias más variadas y, durante un tiempo, se centró en la poesía social (El poeta en la calle). Luis Cernuda expresó su nostalgia y su decepción. El optimismo de Jorge Guillén en Cántico se convirtió en un Clamor contra la miseria, la guerra y la muerte.

Años 40: Miguel Hernández, Poesía Arraigada y Desarraigada, Grupo Cántico y Postismo

La obra de Miguel Hernández parte de la unión entre poesía pura, vanguardia, tradición popular y clasicismo que alentaba a la Generación del 27, pero pronto encontró su propio camino literario. Es difícil hallar en un poeta una técnica tan depurada y un sentimiento tan vehemente, arrebatado y sincero. El rayo que no cesa es un conjunto de poemas, casi todos sonetos amorosos, muy fuertemente influidos por los clásicos. El hombre acecha es un libro lleno de amargura, en el que se presiente la derrota de los valores políticos y sociales que el autor defendía. En Cancionero y romancero de ausencias, al dolor del poeta por la derrota y por la cárcel se le sumó la muerte de su primer hijo y la situación de pobreza que afrontaban su mujer y su otro hijo.

Los poetas de ideología más cercana al falangismo triunfante constituyeron una corriente que suele denominarse “poesía arraigada” o formalismo, puesto que daban mucha importancia a la forma del poema y solían recurrir a la métrica clásica. Publicaban en las revistas Escorial y Garcilaso. Su poesía abordaba temas como el amor, la patria o la religión. Luis Rosales fue evolucionando progresivamente hacia el versículo y recibiendo influencias surrealistas, como vemos en La casa encendida.

A mediados de los 40 surgió el Grupo Cántico, formado por poetas como Pablo García Baena, que intentaron retomar la poesía pura y la senda de la Generación del 27. Por esas fechas, un grupo de pintores y poetas, entre los que destacó Carlos Edmundo de Ory, elaboró el manifiesto del postismo, que pretendía recuperar el espíritu del surrealismo y la irracionalidad.

Frente a esta poesía, se escribió otra, atormentada, cargada de angustia, de contenidos existencialistas, a la que suele llamarse “poesía desarraigada”, que apareció en la revista Espadaña. Su principal iniciador fue Dámaso Alonso, integrante de la Generación del 27. En Hijos de la ira la poesía se convirtió en el medio por el que el ser humano expresaba su dolor. Con su léxico coloquial, sus versículos violentos, sus metáforas agresivas de sabor surrealista y su forma voluntariamente antirretórica, transmitió toda la angustia del absurdo de la vida, de la maldad del hombre, del miedo al vacío, a la soledad y a la muerte.

Años 50 y 60: Poesía Social y Grupo de los 50

Blas de Otero se convirtió en una de las voces imprescindibles de la poesía desarraigada. En Ángel fieramente humano, un Dios lejano y oscuro, al que el poeta gritaba en busca de consuelo, respondía con silencio, porque el sufrimiento humano le resultaba indiferente. En Pido la paz y la palabra los problemas existenciales, sin llegar a desaparecer, fueron sustituidos por otros asuntos: la denuncia de la injusticia y de la ausencia de libertad, la invitación a la solidaridad, la esperanza en el ser humano para solucionar sus propios problemas sin necesidad de Dios.

El léxico de Gabriel Celaya era especialmente vehemente, agresivo, violento. Aplicó a los temas existenciales y sociales la fuerza del surrealismo en Tranquilamente hablando.

José Hierro fue un poeta tan original que resulta muy difícil de clasificar. Son muy característicos de su poesía el verso cortado y los incesantes encabalgamientos. Inventó dos subgéneros poéticos: el reportaje, que es narrativo, contiene historias cotidianas, es racional y realista; y la alucinación, que es irracional, sonámbula, visionaria. En Tierra sin nosotros predominan los temas existenciales; en Cuanto sé de mí estos problemas se proyectan sobre la colectividad de los hombres y se desarrolla el tema social.

Formaron el Grupo de los 50 creadores nacidos tras 1925. Así, Ángel González en Tratado de urbanismo mantuvo el compromiso social, pero se inclinó por el humor corrosivo y por la ironía, que manifestaban el desencanto y la crítica ante el franquismo. Adoraba los juegos de palabras, el prosaísmo y el tono conversacional. Representó una poesía social que no renunciaba a la belleza, ni al humor, ni al sarcasmo, que inspeccionaba dentro de la propia conciencia y que dejaba espacio a lo personal y lo familiar. Otros autores representativos de este momento serían Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, Claudio Rodríguez o Francisco Brines, autores en los que predominó el afán de investigar y ahondar en el lenguaje, así como el deseo de incorporar a la lengua poética desde el coloquialismo hasta el cultismo más exagerado.

Los Novísimos, o Generación del 70, tomaron su nombre de una antología de José María Castellet: Nueve novísimos poetas españoles. Nunca formaron un grupo, aunque sí compartían la idea de que la poesía debía buscar la creatividad y la originalidad, y alejarse del tono conversacional, que derivó en falta de calidad y técnica. Veían con desconfianza la poesía de posguerra y se remontaron a otras tendencias anteriores para usarlas como modelo. A menudo emplearon su poesía para hablar de la poesía (metapoesía). Recibieron influencia de la música rock y pop, del cómic, del cine… En sus versos, Pere Gimferrer, Ana María Moix o Leopoldo María Panero, o el cartagenero José Mª Álvarez, exhibieron sus conocimientos culturales.

Años 80 y 90: Diversidad de Tendencias Poéticas

En los años 80 y 90 surgieron tantas líneas poéticas que resulta imposible cuantificarlas o clasificar en ellas a los distintos autores que, además, suelen resistirse a ser encasillados bajo un rótulo. Se siguió cultivando la poesía vanguardista y apareció una tendencia neosurrealista. Los autores de la poesía de la experiencia, como Luis Alberto de Cuenca y Ana Rossetti, buscaron la esencia poética en la vida cotidiana, en la anécdota personal y en la experiencia íntima. Emplearon un lenguaje sencillo, con algún toque culto, a veces para crear humor. Los temas eran urbanos y próximos: los bares, las relaciones con los amigos, la experiencia de leer un libro o de ver una película. Poetas como Jorge Riechmann escribieron poesía de la conciencia. Expresaron un fuerte compromiso ideológico, consideraron el mundo actual inhabitable y estimaron que la poesía debía constituir el arma para cambiarlo. El poeta debía permanecer vigilante ante los problemas asociados al neoliberalismo y la obsesión por el consumo. Hubo una constante preocupación por el dolor ajeno, por la ecología y por la enajenación del hombre moderno.

En conclusión, la Guerra Civil y la Dictadura franquista abortaron una de nuestras generaciones poéticas más prometedoras, la Generación del 27, y condenaron a España al aislamiento. La poesía se concentró en la expresión de inquietudes existenciales y sociales y descuidó la técnica. La llegada de la Democracia supuso la apertura a la influencia exterior y la aparición de una enorme variedad de tendencias.