La Ética en David Hume: Sentimiento, Razón y Juicio Moral
Para comprender la singularidad de la propuesta ética de David Hume, es útil contrastarla con las ideas de otros pensadores de su tiempo. Por ejemplo, para John Locke, los seres humanos en estado natural son libres e iguales entre sí. Locke no coincide ni con Jean-Jacques Rousseau («los hombres son naturalmente buenos») ni con Thomas Hobbes («los hombres son naturalmente malos»). Para Locke, la naturaleza humana se caracteriza por una dualidad:
- Los hombres pueden violar los derechos de los demás (lo que indica que no son inherentemente buenos).
- Pero poseen la ley moral descubierta por la razón (lo que sugiere que tampoco son inherentemente malos).
Al mismo tiempo, el ser humano posee derechos inalienables, en concreto, el derecho a la propiedad. Para salvaguardar este derecho, la existencia del Estado se vuelve indispensable, ya que el hombre:
- Es incapaz por sí solo de repeler las agresiones.
- Puede excederse al repelerlas, generando nuevos conflictos.
La conclusión de Locke es que la organización política es de derecho natural: su fundamento reside en el consenso de todos los ciudadanos, materializado en el pacto político. A través de este pacto, los individuos renuncian a una parte de su libertad para poder gozar de ella con mayor seguridad.
El Proyecto Filosófico de David Hume: Una Ciencia del Hombre
La ambición central de David Hume fue construir una ciencia del hombre, tal como lo refleja el título de su obra principal, Tratado acerca de la naturaleza humana. La teoría del conocimiento, que es una parte fundamental de su pensamiento, se complementa con su profunda doctrina moral. Esta última puede dividirse en dos secciones principales: en la primera, examinaremos su crítica al racionalismo moral; en la segunda, exploraremos el emotivismo moral, es decir, la concepción del sentimiento como fundamento esencial de los juicios morales.
Crítica al Racionalismo Moral
La Ética, o moral, puede definirse como «el conjunto de juicios sobre la bondad o malicia de las acciones humanas». Si toda ciencia se ocupa de juicios, la moral se ocupará específicamente de juicios morales. Un juicio moral nos indica, por ejemplo, que matar es malo o que ayudar a los demás es bueno.
La pregunta fundamental que ha inquietado a los filósofos desde la antigüedad griega es: ¿Cuál es el fundamento de esos juicios? ¿En qué se basan? Tradicionalmente, la respuesta ha sido que el fundamento reside en la razón. Se creía que la razón conoce la naturaleza del hombre y, a partir de ese conocimiento, deduce lo que va en contra de la naturaleza —y por tanto es malo— y lo que es conforme a ella —y por tanto es bueno—.
La Refutación de Hume: La Razón No es el Fundamento de los Juicios Morales
Hume argumenta que la razón no puede ser el fundamento de los juicios morales por varias razones clave:
- Los juicios morales determinan nuestro comportamiento: Cuando afirmamos que una acción es buena, esa afirmación nos impulsa a realizarla. De manera similar, al declarar que una acción es mala, lo hacemos para evitar llevarla a cabo. Los juicios morales, por lo tanto, tienen una función práctica: determinar nuestro comportamiento para obrar siempre correctamente.
- La razón no puede determinar nuestro comportamiento: El conocimiento intelectual por sí mismo no tiene la capacidad de impulsarnos a realizar una acción o a evitarla. Según Hume, el conocimiento se clasifica en dos tipos:
- Conocimiento de relaciones entre ideas: Por ejemplo, las matemáticas. Este tipo de conocimiento es puramente intelectual y, por sí mismo, no genera impulsos para la acción.
- Conocimiento de hechos: Los hechos son simplemente hechos, no juicios morales. Un hecho en sí mismo, como un crimen, no es un juicio. El juicio se forma en el interior de uno mismo, en el sentimiento. Es allí donde se reprueba el crimen o se alaba la virtud. Mientras no se active el sentimiento, no ha habido un juicio moral.
Conclusión de Hume: La razón no es el fundamento de los juicios morales.
El Sentimiento como Fundamento de la Moralidad
En su obra Investigaciones sobre los principios de la moral, Hume profundiza en la idea de que el fundamento de la moral reside tanto en la razón como en el sentimiento. Ambas facultades son necesarias, y el desafío radica en comprender en qué medida cada una interviene en las decisiones morales.
El Juicio Moral como Obra del Corazón
Hume sostiene que «la aprobación o la censura que se sigue no puede ser obra del juicio, sino del corazón; y no es una proposición especulativa, sino un sentir activo o sentimiento».
Argumento: La virtud posee la propiedad de ser amable, mientras que el vicio, por el contrario, es aborrecible. La razón es incapaz de decidir en la aplicación de estos predicados, ya que esta tarea corresponde a la esfera afectiva del ser humano. Pertenecen más a una peculiar facultad de sentirlos que a su entendimiento.
Las Decisiones Morales Pertenecen al Sentimiento
Hume enfatiza que «…por la rectitud de nuestra disposición experimentamos sentimientos para los que él estaba endurecido por la lisonja y una larga perseverancia en los más enormes crímenes. En esos sentimientos, por tanto, y no en el descubrimiento de relaciones de cualquier tipo, consisten todas las determinaciones morales».
Otro pasaje relevante de la misma obra ilustra esta idea:
«Lo que es honorable, lo que es bueno, lo que es decoroso, lo que es noble, lo que es generoso, toma posesión del corazón y nos estimula a abrazarlo y mantenerlo. Lo que es inteligible, lo que es evidente, lo que es probable, lo que es verdadero, solicita tan solo el frío sentimiento del entendimiento, y al satisfacer una curiosidad especulativa, pone fin a nuestra investigación. Extíngase todo cálido sentimiento… y la moralidad no será ya un estudio práctico ni tendrá ya tendencia alguna a regular nuestras vidas y acciones».
La Moralidad y el Sentimiento de Complacencia
Hume establece una comparación entre la belleza natural y la belleza moral, señalando una cierta semejanza entre ambas. La estética no depende de un juicio de razón ni de las facultades intelectuales; se trata, por tanto, de «experimentar un sentimiento de complacencia o de gusto» que produce la contemplación de la belleza, ya sea natural o moral.
Los Fines Últimos y el Juicio del Sentimiento
«Parece evidente que los fines últimos de las acciones humanas no pueden ser explicados, en ningún caso, por la razón, sino que se recomiendan por entero a los sentimientos y afecciones del género humano, sin dependencia de las facultades intelectuales».
La percepción moral no es una cuestión del entendimiento, sino del sentimiento; es propia de cada situación particular, no de principios generales o de la razón. No se puede demostrar que algo es bueno o malo por la razón, mediante una argumentación racional: la razón no es la maestra de las pasiones o de los sentimientos. Si existe alguna relación entre pasiones y razón, es que esta última es esclava de las pasiones.
Las pasiones provienen de la experiencia: placer, dolor, miedo, esperanza, aversión, entre otras. De cualquier modo, los juicios de aprobación o reprobación —bueno o malo— de las pasiones, son juicios de hechos particulares y, por lo tanto, no son necesarios.
Hume y la Religión
Las verdades religiosas, según Hume, no pueden demostrarse por la razón. Él rechaza tanto el espiritualismo como el materialismo, y descarta toda prueba a priori, aceptando únicamente las pruebas derivadas de la observación directa.
El orden del mundo es una prueba a posteriori, es decir, se deriva de la experiencia y, por tanto, es una prueba convincente y persuasiva.
La ética de Hume no puede clasificarse estrictamente como teísta, atea o agnóstica. El juicio de Ferrater Mora en su Diccionario de Filosofía ofrece un excelente resumen de su postura:
«Su actitud es a menudo agnóstica y, por así decirlo, moderadamente teísta; pero en ningún caso dogmáticamente teísta o atea».