Teatro: La Celestina – El Renacimiento – Poesía Lírica Religiosa

Teatro: La Celestina

La Celestina es una obra clave (dramática, no es teatro realmente) ‘imposible de representar sin cambiarla’ de transición entre el mundo medieval y feudalista y el renacentista. Presenta problemas textuales relacionados con la autoría, las ediciones, el género literario o la intención.

‘La Celestina’ no es su título original. La primera versión de Burgos en 1499 con dieciséis actos, se titula Comedia de Calisto y Melibea. En la de 1500 y 1501 se añade la ‘Carta del autor a un su amigo’. Hasta la de 1502, hoy perdida, se titula Tragicomedia de Calisto y Melibea con veintiún actos (añade cinco actos entre el XIV y el XV).

En la ‘Carta del autor a un su amigo’, aquel afirma que estando en Salamanca de vacaciones cayó en sus manos el primer acto de la obra escrito por un desconocido (se sospecha que puede haber sido escrito por Juan de Mena o Rodrigo Cota). Lo correcto es considerar a Fernando de Rojas, judío converso nacido en la Puebla de Montalbán y bachiller en Leyes, que murió en 1541, como autor de toda la obra excepto el primer acto.

La Celestina ha planteado también problemas en cuanto al género, era lo que se denominaba una comedia humanística.

En cuanto a la intención, Rojas parte de las convenciones del amor cortés que, una vez rotas por los amantes, desembocan en tragedia. También se explica el daño causado por el desorden social que se está formando.

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El Renacimiento

El término renacimiento (volver a nacer) fue usado por primera vez en el siglo XVI por el historiador del arte italiano Giorgio Vasari. Este movimiento llega a España más tarde que al resto de Europa.

CARACTERÍSTICAS:

Hay un carácter idealizado, son recurrentes motivos la belleza de la mujer y la naturaleza idílica (locus amoenus). Esta ideología estética se basa en la griega del S. XIV a.C. ‘belleza clásica’. El barroco va a destrozar esto.

Hay una expansión cultural por la invención de la imprenta y otros grandes descubrimientos de la época. Debido a la religión, Europa queda dividida en dos.

Partiendo de estas causas, podemos enumerar una serie de características que definen los principales cambios de este periodo.

Auge de la burguesía: El crecimiento de la actividad comercial lleva a la burguesía a ser una clase social muy poderosa, para los que prima el individualismo, el esfuerzo personal y la propiedad privada.

Expansión por Europa y América: Interés por el género histórico ‘Historia de las Indias, de Bartolomé de las Casas’.

Aprecio al pasado grecolatino: El Renacimiento tiene como base lo clásico, al que se imita. Se decía que la Edad Media fue una época oscura, sin libertad, por lo que se vuelve a lo clásico. Se trata de la imitación propia del individualismo renacentista, en la que prevalecen el estudio y la experimentación pero se cuidan la belleza formal, el equilibrio y la simetría. En la literatura se tratan temas de la Antigüedad clásica. Homero autor fundamental.

Valoración del concepto de ‘gentil-hombre’: Se impone el ideal del individuo culto, que reúne amplios conocimientos sobre saberes diferentes. Los nobles se convierten en burgueses, ya que empiezan a ser parte del mundo de los negocios.

Importancia de la ciencia y la razón: Se piensa que la razón y la ciencia deben explicarlo todo. Surge el florecimiento de las ciencias en las que destacan científicos como Galileo Galilei o Leonardo Da Vinci.

Antropocentrismo: El hombre será considerado el centro del universo y medida de todas las cosas.



Poesía Lírica Religiosa. Ascética y Mística
Fruto de la Contrarreforma y del aislamiento político practicado en el reinado de Felipe II, se originan en la
segunda mitad del siglo XV dos corrientes espirituales: la ascética y la mística. La ascética defiende un camino
de perfeccionamiento íntimo a través de la oración y el sacrificio en dos fases o momentos: la vía purgativa,
por medio de la cual el alma se libera, se purga de los placeres mundanos, que tanto nos atan a lo material,
a lo terrenal; y la vía iluminativa: una vez liberada de ese lastre, el alma, tras purificarse, asciende y se acerca
a Dios, hasta llegar a contemplar o intuir su luz. Al final de este camino está la mística, que ya no es un
proceso, sino un estado de perfección espiritual, una experiencia en la que Dios se une a esa alma en la vía
unitiva. Surge así una lírica que utiliza la nueva forma de hacer poesía para abordar temas religiosos.
Destacan dos poetas, fray
Luis de León, en la corriente ascética, y san Juan de la Cruz, en la mística.

Fray Luis de León (ascética)
La obra de fray Luis de León abarca tanto la prosa no ficcional como el verso, así como una amplia labor
traductora de textos bíblicos (hecho por el que fue acusado y condenado); sin embargo, destaca por su
poesía, que fue publicada de forma póstuma, por Quevedo, en 1631. Comprende un total de veintitrés
poemas en los que predominan las estrofas que usan el endecasílabo y el heptasílabo. De entre todas sus
composiciones, destacan las odas, que siguen el modelo clásico de Horacio, en las que se vale de la lira, para
expresar su tema más recurrente: el ansia de paz en una vida retirada en la que poder acercarse a Dios.



San Juan de la Cruz
(mística)
Para este poeta, la poesía es un medio que permite nombrar lo inefable: la unión mística con Dios.
Su producción poética es breve, pero bastan tres poemas, escritos en liras, para situarlo en la cima
de nuestra poesía:
– Cántico espiritual, donde la esposa, que simboliza el alma, busca al esposo, símbolo de Dios, en la
naturaleza; este, tras ver su insistencia, se deja ver y se une a ella. Esta unión entre amado y amada representa la unión mística del alma con Dios.
– Noche oscura del alma, poema que se refiere a las tres fases de la experiencia mística: la muchacha, símbolo del alma, abandona su casa (el cuerpo) para encontrarse con su amado, Dios (vía purgativa);
una vez fuera, aunque es de noche, la muchacha es guiada por la luz de su amor al amado (vía iluminativa), al que finalmente se une (vía unitiva).
– Llama de amor viva, un poema de júbilo y exaltación por la unión mística del alma con Dios.