Siglo XVIII en Europa: El Siglo de las Luces y la Ilustración

Desde un punto de vista cultural, el siglo XVIII en Europa recibe el nombre de Siglo de las Luces o de la Ilustración. Los ilustrados consagran intelectualmente el predominio de la razón frente a otras fuentes de conocimiento, como la revelación o la autoridad de los antiguos. Promueven el desarrollo de la ciencia, sobre todo del experimentalismo, y orientan su actividad al progreso con el objetivo de conseguir la felicidad de los hombres. En Francia, estas ideas se plasmaron en la Enciclopedia.

En cuanto a la literatura, durante el siglo XVIII existen en España varias corrientes. Continúa el gusto por las manifestaciones estéticas del barroco, tanto en el teatro como en la poesía y la prosa de ficción. El movimiento más característico del clasicismo, que en España se desarrolla muy tardíamente, con autores renovadores que representan las nuevas ideas ilustradas, como Feijoo. Junto con el neoclasicismo surge también una nueva sensibilidad que anuncia el romanticismo, recibiendo el nombre de prerromanticismo.

Durante el siglo XVIII se desarrolla la prosa didáctica y en el género del ensayo encuentran los ilustrados su mejor vehículo para la infusión de sus ideas. El ensayo recibe en el siglo XVIII diversos nombres: discurso, memoria, informe, carta. Estos textos exponen opiniones personales sobre temas diversos con una finalidad de divulgación, buscando la claridad y huyendo de la erudición.

En la primera mitad del siglo XVIII destaca la figura de Benito Jerónimo Feijoo, autor de muchos ensayos reunidos en Teatro Crítico Universal y Cartas eruditas y curiosas. Destaca su modernidad en los variadísimos temas que trató, en un estilo que pretende ser claro y accesible. En la segunda mitad del siglo, además de jóvenes, destaca José de Cadalso, en su obra Noches Lúgubres, en la que destaca el sentimentalismo característico de la época, y Cartas Marruecas, que pueden considerarse ensayos en forma de epístolas. Gaspar Melchor de Jovellanos es el principal representante de la Ilustración, cuyas ideas reformistas le impulsaron a participar en la política y le acarrearon la persecución de los tradicionalistas. Cultivó la poesía y el teatro neoclásico, pero destacan sus obras en prosa: informes, cartas y ensayos de carácter ilustrado en los que reflejan sus ideas de la reforma. Escribió una memoria sobre espectáculos y diversiones públicas, en la que propone cambios en las diversiones populares, como la prohibición de espectáculos sangrientos. El informe sobre la ley agraria es una crítica del atraso del campo español, con propuestas muy novedosas. Sus ideas pedagógicas se manifiestan en su memoria sobre educación pública.

La novela española en la primera mitad del siglo XX: novelistas de la generación del 98

A principios del siglo XX, los escritores de la generación del 98 inician una renovación de la narrativa realista con obras caracterizadas por cierto subjetivismo. El autor no se limita a reflejar la realidad, sino que la interpreta. La renovación afecta también a las técnicas narrativas. Los principales novelistas del 98 son Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Azorín y Valle-Inclán.

Azorín rompe los moldes de la novela clásica, creando un género en el que el argumento carece de importancia y se integran elementos ensayísticos, con una preocupación especial por los temas del paso del tiempo. Su novela La voluntad renueva el género y contiene elementos autobiográficos. Valle-Inclán, su trayectoria novelística evoluciona, como en el resto de los géneros que cultivó, del esteticismo modernista a una literatura más personal y comprometida. Sus obras modernistas más importantes son las Sonatas, publicadas entre 1902 y 1905. La segunda etapa de Valle-Inclán inicia con Tirano Banderas, novela protagonizada por un dictador hispanoamericano. Ruedo Ibérico, teatro que ofrece una visión esperpéntica de la España del reinado de Isabel II. En estas novelas se critican todas las clases sociales.

La novela novecentista: los autores del novecentismo o generación de 1914 cultivan la novela intelectual y esteticista que propugna Ortega y Gasset y abandonan el realismo. Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró cultivaron ambas novelas. La vuelta al realismo: frente al arte deshumanizado de los novecentistas, se produce una vuelta al realismo. En esta tendencia de literatura destaca Ramón J. Sender.

Miguel de Unamuno (1864-1936)

Vivió su vida profesional en Salamanca como catedrático de griego y rector muchos años de su universidad. Participó activamente en la vida política de la España de la época, con posturas ideológicas cercanas al socialismo. En su juventud sufrió el exilio durante la dictadura de Primo de Rivera y, cuando estalló la guerra civil, tomó partido por el levantamiento. Fue arrestado por sus críticas en la apertura del curso universitario a los jefes militares, hasta que le propiciaron la muerte.

Los temas y preocupaciones de Unamuno aparecen en todos los géneros que cultivó: el tema de la regeneración de España y el sentido de la vida humana, un sentido trágico provocado por la angustia ante la muerte y el conflicto entre razón y fe. Unamuno renovó los procedimientos narrativos y era consciente de la originalidad de sus novelas. Escribió novelas de ideas en las que apenas hay descripción externa de los personajes. Su primera novela, Paz en la guerra, está ambientada durante el sitio de Bilbao por los carlistas. Su primera novela de ideas es Amor y pedagogía, que es una crítica de las ideas filosóficas del momento. Niebla (1914), su novela más reconocida, está protagonizada por Augusto Pérez y en ella se plantea la angustia existencial y el anhelo de inmortalidad. La tía Tula gira en torno al sentido de la maternidad y, por último, San Manuel Bueno, mártir trata el problema de la existencia de Dios y la obsesión unamuniana de la inmortalidad.

Pío Baroja (1872-1956)

Fue en su madurez un hombre solitario y pesimista, cuyas ideas religiosas, políticas y sociales se caracterizan por su radicalidad. Para Baroja, el mundo carece de sentido y el hombre no merece ninguna confianza. Cultiva una novela abierta en la que cabe todo. En su obra se refleja el carácter y las ideas del autor, que choca con su vida solitaria y rutinaria. Las novelas de Baroja se expresan mediante una prosa directa, con frases cortas y sin elementos superfluos. Su estilo se caracteriza por la espontaneidad y la despreocupación por la forma. Sus principales novelas se agrupan en trilogías: de la trilogía La Tierra Vasca destaca Zalacaín el aventurero. Las aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox pertenecen a la trilogía de la vida fantástica. La trilogía de la lucha por la vida ofrece una visión realista de las personas. El árbol de la ciencia es una novela de carácter filosófico, con muchos elementos autobiográficos, que se incluye en la teología de la raza. Las muertes de su hijo y de su mujer le llevarán al suicidio. La serie de 22 novelas que constituyen las memorias de un hombre de acción están protagonizadas por un antepasado del autor, Eugenio de Avinareta.

El Romanticismo en España

El Romanticismo es un movimiento de rebeldía que florece en Europa durante la primera mitad del siglo XIX, aunque tiene antecedentes en el siglo anterior. Las ideas románticas se manifiestan en el arte, la filosofía, la política, etc. Las claves fundamentales de la estética romántica son el individualismo, el sentimentalismo y la libertad del creador. El poeta romántico cultiva sobre todo los temas relacionados con la expresión de sentimientos, como el amor, la muerte, la desolación, la angustia vital, etc. El paisaje y la naturaleza son tratados como un reflejo del alma del artista. La evasión de lo contemporáneo lleva a ambientaciones exóticas. Los demás géneros se manifiestan fundamentalmente en dos géneros: la poesía lírica, de carácter sentimental e intimista, y la prosa narrativa, en la que se combinan el relato de hechos históricos y legendarios con la expresión lírica. En cuanto al estilo, la poesía romántica se caracteriza por su tono retórico y altisonante, con abundancia de exclamaciones. En la métrica destaca la intención innovadora, la pulida métrica y es frecuente el uso del romance, sobre todo en la poesía narrativa. El Romanticismo español se caracteriza por su tardío de su aparición. El momento de exclusión lo constituye el estreno de Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas. En cuanto a su desarrollo, podemos distinguir tres etapas: una primera de preparación hasta 1833, en la que la literatura neoclásica convive con las manifestaciones del sentimentalismo prerromántico. Se desarrolla una etapa de plenitud desde 1833 a 1844, y triunfan figuras como Espronceda y Zorrilla. En la etapa posromántica conviven románticos rezagados con los primeros escritores realistas. José de Espronceda es el principal representante del Romanticismo exaltado y cultiva una poesía sonora y apasionada. Es muy conocida su Canción del Pirata y sus largos poemas narrativos El estudiante de Salamanca y El Diablo Mundo. También destacan Jacinto Verdaguer y Rosalía de Castro. El nacionalismo romántico se manifiesta en el renacer de la literatura en otras lenguas peninsulares, principalmente catalán y gallego. En Cataluña se produce el movimiento de la Renaixença y en Galicia destaca Rosalía de Castro, que representa el resurgimiento.

Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

Es un romántico rezagado que escribe en pleno auge de la literatura realista. Destacan las Leyendas en prosa y las Rimas en verso. Las primeras son breves relatos ambientados en la Edad Media, de tono romántico y con elementos líricos. En ellas se tratan temas recurrentes como la búsqueda de la mujer ideal y el desengaño amoroso. Las Rimas, conjunto de poesías breves que fueron publicadas póstumamente en 1871, representan un romanticismo intimista, sencillo en la forma y sin ornamentos retóricos, de influjo alemán. Las Rimas aparecen organizadas por temas: la primera sección, en la que el poeta reflexiona sobre la poesía y la creación poética; el amor ilusionado, que surge de la contemplación de la belleza femenina; el fracaso amoroso, el conjunto más numeroso, pues ya es amar y dolientes; y el miedo a la soledad y a la muerte, que constituye el último apartado de las Rimas.