Literatura española del siglo XX: Contexto histórico y movimientos literarios

Contexto:

1975 – 1980:

Muerte de Franco y Transición

Desde 1980:

  • Normalidad democrática
  • Integración completa en entorno europeo
  • Desarrollo de la sociedad de consumo y el capitalismo global

Narración en los años 70:

  • Continuación del experimentalismo
  • Persisten autores de la “generación del medio siglo”: Juan y Luis Goytisolo, Juan Benet…
  • Autores más jóvenes: Julián Ríos (Larva), Miguel Espinosa…
  • Vuelta a la narratividad: Eduardo Mendoza: La verdad sobre el caso Savolta (1975)

Narrativa “posmoderna”:

  • Rasgos generales: Mayor simplicidad de construcción, claridad argumental, incorporación de subgéneros populares (policiaca, aventuras…), fusión de lo culto y lo popular, variedad de orientaciones y estilos
  • Principales corrientes: Novela de intriga, novela histórica, metanovela, novela intimista, novela testimonial
  • Principales autores:
  • Los mayores, evolucionados: Cela, Delibes, Benet, Sampedro…
  • Promoción de los 70: Vázquez Montalbán, Juan José Millás, Javier Marías…
  • Autores posteriores: Arturo Pérez Reverte, Antonio Muñoz Molina, Rosa Montero, Almudena Grandes…

Modernismo y Generación del 98:

Modernismo y 98 abarcaron las dos facetas que parecían advertirse en los autores finiseculares: la estética y apolítica del Modernismo; y la comprometida e intelectual del 98. Fueron dos movimientos renovadores en la forma y el espíritu, en la preocupación por la intimidad y en la proyección social. Sus obras fueron una reacción contra los valores de la sociedad burguesa decimonónica tanto en su filosofía como en su organización social, sus creencias morales y las expresiones artísticas del XIX (Romanticismo y Realismo) por eso podemos incluir ambos movimientos en uno solo.
La generación del 98, muy nacional y profundamente marcada por la terrible crisis económica y política de España en 1898 y por la pérdida de las colonias, trata otros contenidos diferentes: el preocupante tema de España, la intrahistoria o las preocupaciones existenciales. Su lengua literaria tiene un exigente cuidado del estilo, aunque se centre en las ideas, los contenidos. Tienen un acendrado sentido de la sobriedad y gusto por las palabras terruñeras. Los géneros más utilizados son la novela y el ensayo. La novela se interesa por el mundo interior de los personajes; prefiere el narrador en 1a persona, y se desplaza el punto de vista. La coherencia de la trama puede romperse y dejar camino a la divagación intelectual, de modo que a veces aparecen límites difusos entre géneros. Los diálogos son a veces amplios, discursivos, y también el lenguaje está muy cuidado. El ensayo les sirve para reflexionar sobre sus ideas filosóficas, especialmente el tema de España.
A diferencia del 98, el Modernismo surge en Hispanoamérica. Los modernistas van a reaccionar contra la decadencia del lenguaje poético del Realismo. Cambian las influencias literarias: se apartan de las tendencias imperantes en España, aunque acaben fusionándose, y vuelven los ojos a las corrientes literarias europeas: a Francia: a Verlaine a Baudelaire, a Rimbaud, al Art Noveau. Los primero que proponen es volver a la belleza sensorial y rítmica de la poesía y para ello utilizarán la luz, el color, la musicalidad…Es especialmente llamativa la imaginería modernista: cisnes, libélulas, jardines, telas preciosas, escenarios suntuarios, que evidencian su exagerado esteticismo, su deseo de evasión, su opsicón moral a los valores burgueses y su aceptación de la nueva consigna europea: “El arte por el arte”, que parte de su melancólica aceptación de que el arte es incapaz de cambiar el mundo y que acabará derivando indirectamente hacia la poesía pura y las vanguardias de las generaciones posteriores En cuanto a métrica crean nuevos versos y se recuperan olvidados, juegan con las rimas, agudas y esdrújulas, con los ritmos y los acentos. Utilizan el versículo y la prosa poética. RUBÉN DARÍO es el principal autor del Modernismo, por no decir su creador. Desde su primera obra, que pone el color al movimiento Azul… a la última y más espiritualista: Cantos de vida y esperanza, muy cercana paradójicamente a los postulados del 98.
En cuanto a la prosa del periodo destacan diferentes autores. Miguel de Unamuno trata los temas del problema de España (Vida de Quijote y Sancho) y sus dudas existenciales (El sentimiento trágico de la vida). Su estilo es vivo y expresivo. Mezcla términos cultos con otros cotidianos, también jugará con la significación de las palabras, y ahondará constantemente en el tema de España y en el conflicto entre religión y filosofía (La agonía del cristianismo). Sus ensayos y sus artículos influyen en la realidad política española de la época, convirtiéndose en un destacado intelectual, bastante incómodo para todos los gobiernos, desde la Regencia o la dictadura de Primo hasta la República o la sublevación franquista. En novela, Unamuno busca nuevas posibilidades que se abren en la experimentación literaria y fuerzan los límites de la novela, como en Niebla, donde por primera vez se rompe el acuerdo con el lector y la realidad entra en la ficción rompiendo su cuarta pared y abriendo el camino a la experimentación narrativa que recorrerá casi todo el siglo XX.
El mayor novelista del momento fue Pío Baroja, que pretendía aproximar la novela a la vida, con una estructura abierta, fragmentaria e intencionadamente desordenada. Su estilo es sobrio, prefiere las frases cortas y el léxico sencillo, abundan diálogos y descripciones. Sus personajes son seres solidarios, inadaptados e inconformistas, pero al final acaban siendo seres sin esperanza, como en “El árbol de la ciencia”.
Otro autor importante fue Azorín. Su narrativa es fragmentaria y subjetiva, con un lenguaje cuidado, y se considera el mayor representante de la novela lírica en España. El lenguaje literario se sustenta sobre la frase breve y la sintaxis rota en oraciones simples o yuxtapuestas. Fue un magnífico ensayista de prosa depurada y un uso cuidado del lenguaje. Escribió Castilla. Como novelista destacan Antonio Azorín y Las confesiones de un filósofo.
También cabe destacar la narrativa de Ramón María del Valle-Inclán. A pesar de que es una figura fundacional del Teatro español del siglo XX, donde lo estudiaremos con más detenimiento, cultivó todos los géneros y los mezcló buscando el arte total. Dentro de la estética modernista escribió Féminas y las Sonatas. En las Sonatas empleó recursos poéticos en la prosa. Entre sus novelas destaca Tirano Banderas, en la que abre la línea a los futuros escritores del Boom hispanoamericano. Su aportación fundamental a la Literatura es fruto directo de la sensibilidad del 98: el Esperpento, un género dramático que parte de la farsa y de la tragedia y que presenta una grotesca visión de la realidad trágica de España y que culmina en una de las obras cumbres del teatro, Luces de Bohemia y cuyos avances aplica en su trilogía narrativa sobre España, El ruedo ibérico.
En cuanto a la lírica, el principal autor del 98 es Antonio Machado, aunque su importancia va más allá de su generación y se erige, junto a Juan Ramón Jiménez, en un modelo a seguir por las siguientes generaciones de poetas. Se vio influido por el simbolismo y el Modernismo, pero se aparta rápido del amaneramiento modernista y su poesía gira hacia lo esencial y la búsqueda de sí mismo y una reflexión permanente sobre el sentido de la vida, el tiempo y la muerte. El lenguaje poético de Machado era al principio modernista de tipo intimista pero la depuración estética le lleva a buscar una sobriedad, una densidad y una sencillez extraordinarias. Huirá de la metáfora, buscando una poesía densa y profunda. Al contrario de Juan Ramón, el poeta del yo, su poesía se abre hacia los otros y también hacia la reflexión sobre el paisaje, los personajes y las dificultades de la sociedad española. Esencia junto a temporalidad: la poesía, según Machado, es palabra en el tiempo. Trata como nadie uno de los temas fundamentales del 98: la visión de Castilla, cuyo paisaje ya no se puede interpretarse si no el auxilio de la obra de Machado. Escribió Soledades, Campos de Castilla, Nuevas Canciones en una obra en progreso que irá perfeccionando en cada edición de las Poesías Completas que irá publicando a lo largo de su vida. Muere en el sur de Francia, entre los refugiados de 1936, convirtiéndose en una referencia fundamental para la poesía española hasta la Transición.

Novecentismo:

Recibe el nombre de Novecentismo el grupo de autores que suceden a los de la Generación del 98 y adquieren su plenitud literaria en la segunda década del siglo XX. Este movimiento literario se caracteriza sobre todo por el intelectualismo, la preocupación por la regeneración de España y por la defensa del arte puro.
Si lo estudiamos por géneros literarios, el ensayo es el género más cultivado en el Novecentismo destacando a Ortega y Gasset con La deshumanización del arte, donde se recoge la idea de un arte libre de la retórica decadente del Modernismo y que pretende ser esencial y ajena a los conflictos sociales, y que derivará en la poesía pura y en la creación de las vanguardia.
La novela, por su parte, propone una renovación mediante la pérdida de importancia del argumento; destacando autores como Ramón Pérez de Ayala que cultiva una novela intelectual que apuesta por lo discursivo y la exposición de ideas con Belarmino y Apolonio. Por otra parte, con una novela más intimista, se encuentra la novela lírica de Gabriel Miró y su obra Nuestro Padre San Daniel.
La poesía es finalmente, el género del Novecentismo por excelencia gracias a Juan Ramón Jiménez que renueva la lírica del siglo XX. Se diferencian tres etapas en su poesía: de la poesía sensitiva destaca Arias tristes, de influencia modernista. Se aparta en su segunda etapa de la línea social de la poesía Machado y sigue la línea intelectual y esencialista de Diario de un poeta recién casado que sigue las líneas de la poesía pura y que es probablemente la obra lírica más importante del Novecentismo. En la tercera etapa, llamada suficiente o verdadera, sigue una línea más espiritual y mística y marcada por la necesidad de trascendencia, se agrupan libros escritos durante el exilio como Animal de fondo.
Vanguardias europeas:
Los movimientos de vanguardia, por su parte, surgen a principios del siglo XX; poco antes de la Primera Guerra Mundial como resultado de los ideales positivistas no alcanzados durante el Realismo. Las vanguardias viven su apogeo en los años 20, y desaparecen en la década de los 30. El nombre de “Vanguardia” aparece para designar una serie de movimientos artísticos que buscaban la renovación estética a partir de la ruptura con todo el arte anterior y que estallan como una declaración de guerra cultural de carácter iconoclasta, poniendo de moda incluso los manifiestos literarios. Estas corrientes literarias no destacan por su unidad, sino que están formadas por una gran cantidad de movimientos, cada uno de ellos con peculiaridades y técnicas propias, aunque todos los movimientos del vanguardismo se caracterizan por la experimentación y la renovación de las formas artísticas, por su carácter elitista y sobre todo por la defensa de la autosuficiencia del arte. Los movimientos de vanguardia fueron fundamentalmente europeos y buena parte de ellos mayoría tuvieron raíz francesa. En París se gestaron movimientos como el cubismo, el futurismo y el surrealismo.
El futurismo es un movimiento vanguardista de origen italiano encabezado por Marinetti que se dio a conocer en 1909 mediante la publicación del Manifiesto del futurismo. Dicho movimiento presenta temas como la velocidad, el riesgo o las fábricas. Análogamente se caracteriza por la destrucción de la sintaxis mediante la supresión del adjetivo, la utilización de signos matemáticos y la supresión del yo. Es importante destacar el rechazo de la estética simbolista.
El cubismo en artes plásticas es un movimiento vanguardista que surgió en torno al año 1907 con pintores como Picasso (Las señoritas de Avignon) o Braque. El cubismo literario apareció unos años más tarde y su máximo representante sería Apollinaire, creador del caligrama (pintura+literatura). Los rasgos más representativos del cubismo son la eliminación de los signos de puntuación, la espontaneidad y los temas coetáneos.
El dadaísmo tiene su origen en Zurich en 1916 donde se encontraban refugiados, durante la Primera Guerra Mundial, un grupo de artistas de distintas nacionalidades. Su principal promotor es el húngaro Tristan Tzara autor de Manifiesto Dadá. Los dadaístas querían destruir el arte, bueno o malo, incluyendo a la literatura. Asimismo aparece una defensa de lo absurdo y un gran desarrollo de la creatividad que supera las leyes de la semántica y la sintaxis.
El expresionismo se identifica frecuentemente con anticonformismo y sus exponentes fueron vistos como iconoclastas, aunque es tal vez el menos iconoclasta de los ismos, puesto que parte de los cánones de movimientos anteriores como el Naturalismo. El movimiento tiene sus momentos estelares durante la segunda década del siglo e inicios de la tercera pues se basa en la intuición, depura, intensifica e interpreta la realidad, pero nunca se aparta totalmente de ella. Y, por supuesto, es también irracionalista. Franz Kafka o Bertolt Brecht se consideran muy cercanos al expresionismo.
El surrealismo surge en Francia en 1924 con André Bretón aunque probablemente sus mejores manifestaciones proceden de artistas españoles (Salvador Dalí, Luis Buñuel, Lorca). El movimiento vanguardista, basado en las teorías de Freud y del marxismo, intenta superar el nihilismo destructivo dadaísta a través de la búsqueda de un nuevo lenguaje que permita la expresión del mundo subconsciente. Los surrealistas emplean el arte como medio de liberación de los sentimientos reprimidos y de las normas morales. Una de las técnicas empleadas es la escritura automática. Dicho movimiento trajo consigo una renovación expresiva pues propició la aparición de metáforas sorprendentes centrando la atención, de nuevo, en el individuo. De todos los ismos, es tal vez el más alejado de la deshumanización de la poesía pura.
En cuanto a las vanguardias hispánicas destaca el creacionismo y el ultraísmo. España está en consonancia con el resto de Europa en cuanto a la incorporación de los ismos a las letras, siendo el pionero e impulsor Ramón Gómez de la Serna, del que hay que destacar las greguerías creadas por Ramón Gómez de la Serna que son textos breves, de contenido filosófico, lírico o humorístico, en los que el autor establece relaciones insólitas entre dos objetos o conceptos.
El creacionismo es impulsado por el poeta chileno Vicente Huidobro y por los españoles Gerardo Diego y Juan Larrea. Se caracteriza por la eliminación de lo descriptivo y por la yuxtaposición de imágenes sorprendentes. Se impone la idea de que el poeta ha de ser el creador de nuevas realidades.
El ultraísmo movimiento que aparece en España en 1918, que recoge las aportaciones de las vanguardias europeas (futurismo, cubismo, dadaísmo) y de Ramón Gómez de la Serna. Se caracteriza por el rechazo del sentimentalismo, por el empleo del verso libre, la creación de neologismos y el protagonismo de la metáfora. El autor más destacado es Guillermo de Torre.
Gran parte de los hallazgos y de las características tanto de las vanguardias como del Novecentismo (recordemos que su maestro es Juan Ramón Jiménez) van a ser asumidos por el 27 y van a tener una importante continuidad en la lírica española de todo el siglo XX.

Poesía posterior a 1939:

La Guerra Civil deja un panorama desértico en las letras españolas. Los años 30 dan paso a unos duros años en los que los mejores autores están muertos (Lorca, Unamuno, Miguel Hernández) o exiliados (Cernuda, Salinas, Juan Ramón Jiménez). A esa dolorosa ruptura hay que sumar el aislamiento internacional y la censura para completar un panorama realmente triste.
Podemos clasificar la poesía de la posguerra de los años 40 en dos tendencias: la poesía arraigada y la desarraigada. A la arraigada pertenecen poetas conformes con el mundo que les ha tocado vivir y pertenecen a este grupo poetas falangistas como Luis Rosales, Dionisio Ridruejo o Leopoldo Panero. Utilizan formas clásicas de temas (amor, familia, patria) y estrofas para plasmar una visión del mundo coherente y ordenada. En la desarraigada, los autores se muestran disconformes con su mundo. La vida para ellos es dolor y angustia, pues el mundo es un caos. El estilo es menos cuidado: bronco, áspero y contribuye a la intensidad emocional. Destacan Dámaso Alonso, con Hijos de la ira y Vicente Aleixandre con Sombra del Paraíso.
La poesía de los años 50 se concibe como una herramienta que debe ayudar a la toma de conciencia social de los destinatarios para transformar la sociedad. En cuanto a los temas, el fundamental es la situación de España: se habla de la injusticia social, de la represión política, de la solidaridad con el proletariado. El estilo es el que corresponde a una poesía dirigida a la mayoría: se utiliza un tono coloquial, narrativo, prosaico, directo. Los poetas representativos de este realismo social son Blas de Otero (Pido la paz y la palabra) y Gabriel Celaya (La poesía es un arma cargada de futuro).
En los años 60, publican sus primeras obras una serie de poetas a los que se les conoce como Generación de medio siglo. Para estos nuevos autores la poesía va a ser un medio de conocimiento de la realidad. Conciben la poesía como experiencia. Aunque se perciben aún ciertas preocupaciones sociales, los poetas evolucionan hacia una poesía más intimista que poetiza la experiencia personal. Su estilo les aleja de los poetas sociales: mayor cuidado en la expresión lingüística, tono a menudo conversacional, antirretórico, con inclinación hacia lo narrativo. Se cuida la construcción de los poemas y predomina el verso libre. Los temas que más les interesan son la evocación de la infancia y adolescencia; el fluir del tiempo; el amor y la amistad. Forman parte de esta generación poetas como Jaime Gil de Biedma (Las personas del verbo), Ángel González, Claudio Rodríguez o José Agustín Goytisolo.
Hacia finales de los 60 y en los primeros 70 surge otro grupo de poetas que suponen un giro radical respecto de la generación anterior. Son conocidos como “los novísimos”, por la Antología de José María Castellet, “Nueve poetas novísimos”, en la cual, se pueden reconocer rasgos comunes como el culturalismo, el rechazo a lo confidencial e íntimo típico de los 60 (se cuenta la propia verdad a través de la transposición a personajes de otras épocas o lugares), el deseo de esteticismo (los poetas venecianos) y una vuelta a la experimentación vanguardista que se traduce en unos textos más herméticos y difíciles. Se trata de autores como Pere Gimferrer (Arde el mar), Leopoldo María Panero o Antonio Colinas (Sepulcro en Tarquinia). A partir de 1975, como sucedía con la novela y el teatro, en la poesía encontramos por un lado la continuación de las tendencias experimentales y culturalistas de los años anteriores y por otro una vuelta a una poesía más comprensible e inmediata.
A partir de los años ochenta y noventa se extiende la estética de la posmodernidad que asume los presupuestos artísticos transgresores de las vanguardias de inicios del siglo XX, pero sin manifestar la carga política anti-burguesa que las caracterizaba. El magisterio de Luis Cernuda, Vicente Aleixandre y de la poesía surrealista de Lorca propician el resurgimiento de una nueva corriente surrealista, en la que sobresalen poetas como Blanca Andreu o Leopoldo María Panero, considerado el mejor poeta de su generación. Otra tendencia inspirada en las vanguardias es la llamada poesía visual, que parte del dadaísmo y el cubismo y que por medio de palabras intenta reflejar imágenes siguiendo estructuras caligramáticas y jeroglíficas, con autores como Fernando Millán o José Carlos Beltrán. Es importante la aparición de la llamada poesía del silencio, que reivindica el magisterio de autores de los sesenta como José Ángel Valente, y que crea una poesía minimalista, reflexiva, breve y filosófica, donde se elimina la anécdota y lo circunstancial al modo de la poesía pura, y en la que destacaríamos la obra de Jaime Siles.