La poesía española desde 1937
El final de la Guerra Civil llevó al exilio a numerosos poetas; sus obras reflejan una evocación nostálgica de España y la huella de la Guerra Civil. Figuran algunos grandes poetas de la etapa anterior, como Juan Ramón Jiménez y muchos miembros de la Generación del 27. Se suman otros poetas, como León Felipe o Juan Gil-Albert.
Poesía de posguerra (década de 1940)
La poesía de posguerra se vio condicionada por las enormes penurias materiales y las imposiciones del régimen franquista. Se desarrollan dos tendencias poéticas principales:
- Poesía arraigada, desarrollada en torno a las revistas Escorial y Garcilaso. Poetas como Leopoldo Panero y Luis Rosales practican una lírica de corte clásico para expresar una visión del mundo optimista, con temas patrióticos y la exaltación del pasado histórico.
- Poesía desarraigada, expresiva de la disconformidad con la realidad, la angustia existencial y los primeros síntomas de cierta protesta social.
En el desarrollo de esta tendencia intervienen tres acontecimientos del año 1944:
- La publicación de Sombra del paraíso, que incorpora la angustia propia de la posguerra en la evocación del pasado paradisiaco.
- La aparición de Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, que rompe con los moldes clasicistas.
- La aparición del primer número de la revista Espadaña.
La poesía en los años 50: la poesía social
En la década de 1950 predomina la poesía social. Sus características principales son:
- Se concibe como herramienta para la transformación de la realidad.
- Reivindica una literatura destinada a la inmensa mayoría.
- Emplea un lenguaje sencillo y coloquial.
Principales representantes: Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro. Puede incluirse parte de la obra de los poetas de la promoción poética del 60, también llamada Generación del medio siglo.
La poesía en los años sesenta
La llamada promoción poética del 60 agrupa a autores nacidos en la década anterior a 1936. Aunque sus obras son muy diferentes, comparten algunos rasgos:
- Se produce una transición: de la poesía entendida como comunicación del realismo social a la poesía del conocimiento.
- La experiencia subjetiva se convierte en tema poético a través de la memoria personal o la reflexión íntima. Esto no excluye la presencia de un compromiso ético con la realidad.
- Presencia de la ironía y del humor.
- Gran atención al lenguaje. Se busca una expresión exigente pero natural, a veces cercana al registro conversacional.
- El verso libre convive con estrofas clásicas.
- Influencia de poetas extranjeros hasta entonces poco conocidos en España, como T. S. Eliot, Ezra Pound o Cavafis. Es relevante también el magisterio de Luis Cernuda.
El teatro español a partir de 1939
El teatro durante la posguerra (década de 1940)
Tras la Guerra Civil, la escena española pierde a sus autores más innovadores por muerte (Federico García Lorca, Ramón María del Valle-Inclán) o por exilio (Max Aub, Alejandro Casona). En España, las duras condiciones materiales y políticas condicionan el tipo de teatro comercial que triunfa, basado en la alta comedia burguesa. Es un teatro conservador, ideológica y formalmente, que solo aspira a entretener al público. Destacan autores como José María Pemán y Juan Ignacio Luca de Tena.
Junto a estos autores sobresalen dos dramaturgos que realizan un teatro de humor distinto, basado en situaciones disparatadas y absurdas, con un lenguaje original e ingenioso. Sus comedias reflejan el esfuerzo por armonizar el éxito comercial con la originalidad: Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura.
El teatro en la década de 1950: el teatro social
En la década de 1950 aparece un teatro que manifiesta una disconformidad crítica con la realidad social y política del momento. Con una estética realista, los autores del teatro social aspiran a transmitir la falta de libertad, la corrupción moral, la injusticia social, etc.
Estos propósitos chocaron con dos circunstancias:
- La labor de la censura, que obligaba a alterar los textos o prohibía directamente su representación.
- Los gustos mayoritarios del público, que condenaron al fracaso comercial a este tipo de obras y redujeron su influencia a un circuito muy minoritario; mientras tanto, en las grandes salas triunfaba el teatro de Pemán, Luca de Tena o Alfonso Paso.
Los dos grandes autores del teatro social son:
- Antonio Buero Vallejo. Es el dramaturgo más importante de su tiempo. Su obra muestra una constante preocupación por la injusticia, el sufrimiento, la búsqueda de la libertad y de la esperanza. En su trayectoria se distinguen tres etapas:
- En su primera etapa escribe obras dominadas por las preocupaciones existenciales.
- Una etapa social en la que, para eludir la censura, la denuncia se expresa a través de dramas ambientados en el pasado histórico.
- Una última etapa que aborda sus preocupaciones habituales con una estética renovada.
- Alfonso Sastre. Es el principal impulsor, tanto teórico como práctico, del teatro comprometido. El fuerte componente ideológico de sus obras y su voluntad de renovación explican sus problemas con la censura y su desconexión con el público contemporáneo.
El teatro en la década de 1960: el teatro experimental
En esta década los autores del teatro social continúan escribiendo y representando obras nuevas. También continúa produciéndose un teatro comercial en el que ahora sobresale Antonio Gala. A lo largo de estos años aparecen obras que revelan la búsqueda de una renovación del lenguaje teatral, ya con la influencia de grandes innovadores europeos (Artaud, Beckett, Ionesco).
En general se trata de un teatro opuesto al realismo que reduce el peso del texto y potencia todos los elementos de la representación. La acción dramática pierde importancia y, a veces, se sustituye por simples situaciones de carácter simbólico. En cuanto a los temas, sigue predominando la actitud de protesta frente al poder establecido. Algunos autores sociales, como Alfonso Sastre, se suman a esta tendencia.
Surgen además figuras nuevas, entre las que destacan:
- Fernando Arrabal: ligado al denominado teatro pánico, con rasgos cercanos al surrealismo y al expresionismo valleinclanesco.
- Francisco Nieva: autor de un teatro vanguardista, con elementos surrealistas y fantásticos y gusto por la espectacularidad escenográfica; por ello no pudo ver representadas muchas de sus obras hasta la llegada de la democracia. Entre sus títulos destaca La carroza de plomo candente.
Hay que destacar también el protagonismo de los grupos de teatro independiente, que hicieron posible la representación del teatro social y del experimental. Destacan compañías como Los Goliardos, Els Joglars y Els Comediants. Este panorama teatral se puede extender a la década de 1970.
El teatro anterior a 1939: autores, tendencias y obras principales
En el primer tercio del siglo XX pervive un teatro comercial, ideológica y estéticamente conservador, que satisfacía los gustos del gran público y las exigencias de los empresarios teatrales. Se pueden distinguir diversas tendencias:
- La alta comedia, representada por Jacinto Benavente. Su teatro desvela los vicios y miserias de la alta burguesía.
- El teatro poético, conectado con el Modernismo. Suele tratarse de obras en verso, de tema histórico y compuestas en un estilo retórico.
- El teatro costumbrista, que continúa el sainete decimonónico: visión pintoresca de la realidad, humor fácil, lenguaje y tipos populares.
- El astracán, fórmula teatral creada por Pedro Muñoz Seca, caracterizada por situaciones y personajes disparatados.
Junto a estas tendencias conviven diversos intentos de renovación dramática. Entre ellos cabe señalar el teatro de algunos escritores de la Generación del 98, como Azorín y Unamuno. A estos nombres hay que añadir autores vinculados a las vanguardias y a la Generación del 27, como Max Aub, Alejandro Casona o Rafael Alberti. En esa nómina merece especial mención Enrique Jardiel Poncela.
Dentro de este teatro innovador hay dos autores fundamentales: Ramón María del Valle-Inclán y Federico García Lorca.
El teatro de Ramón María del Valle-Inclán
El teatro de Valle-Inclán es una de las aportaciones más sólidas y renovadoras del teatro europeo contemporáneo. Tras sus inicios en un teatro poético, cercano al Modernismo, ensayará fórmulas dramáticas alternativas en el transcurso de dos etapas:
- Etapa mítica o primitivista: crea un mundo mítico e intemporal cuyos personajes se mueven por la fuerza irracional de la lujuria, la brutalidad y la avaricia.
- Etapa de los esperpentos: el esperpento es una técnica cercana al expresionismo que consiste en deformar y distorsionar la realidad para mostrar la imagen real que se oculta tras ella. Valle utiliza la parodia, humaniza los objetos y los animales, y animaliza o cosifica a los seres humanos. Con los esperpentos, el teatro español alcanza la plena modernidad, gracias a rasgos definitorios como la visión crítica de la sociedad, la oposición al realismo y una nueva concepción de los personajes y de la dramaturgia.
El teatro de Federico García Lorca
El teatro de García Lorca es esencialmente poético. El lenguaje de los personajes está lleno de imágenes y resulta deliberadamente alejado del habla cotidiana; muchas escenas tienen una ambientación simbólica; abundan los soliloquios líricos, así como las canciones y fragmentos en verso que ralentizan la acción para condensar el tema central.
Los temas clave del teatro lorquiano giran en torno al conflicto entre la libertad y la realización personal frente a fuerzas externas (normas sociales, tabúes). El resultado es casi siempre la frustración personal del protagonista (casi siempre femenino).
La obra teatral de Lorca presenta una gran variedad. Incluye piezas en verso modernista (Mariana Pineda), teatro de marionetas (Retablillo de don Cristóbal), farsas como La zapatera prodigiosa y, en especial, sus tres tragedias de ambientación rural: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. Las dos primeras son tragedias de sabor clásico: mezclan verso y prosa, utilizan coros para comentar la acción y manejan elementos simbólicos y míticos. La casa de Bernarda Alba supone la máxima depuración de los elementos líricos en beneficio de la acción dramática y articula el conflicto entre libertad y autoridad, instinto y represión. Además, constituye una reflexión sobre el poder ejercido en la vida privada: Bernarda, la madre, al impedir la satisfacción de los deseos de sus hijas, representa el ejercicio tiránico de las imposiciones morales de toda una sociedad.