Evolución del Pensamiento Occidental: De la Teología Medieval al Racionalismo Moderno

Filosofía Medieval: Fe y Razón

La filosofía medieval se desarrolló entre los siglos V y XV, y su principal preocupación fue la relación entre fe y razón. Esta época se distingue de la filosofía griega, que concebía la vida como un proceso cíclico y tenía un carácter politeísta, pues el cristianismo propone un proceso lineal con un inicio y un fin, y defiende la existencia de un único Dios.

Etapas de la Filosofía Medieval

La filosofía medieval se puede dividir en dos grandes etapas:

1. Patrística

Surge entre los siglos II y VII. Sus primeros pensadores, conocidos como apologistas, defendieron el cristianismo frente a las críticas del pensamiento helenístico.

San Agustín de Hipona

  • Consideraba que la filosofía preparaba intelectualmente para comprender y aceptar el cristianismo.
  • Para él, la fe era la primera y única verdad, superior a la razón.
  • Tomó como referencia el dualismo ontológico de Platón, afirmando que la realidad auténtica no se encuentra en el mundo sensible, sino en un mundo superior e inmutable.
  • El cuerpo pertenece a lo temporal y material, mientras que el alma pertenece a lo eterno.
  • Dios es la realidad suprema.
  • Frase clave: “Cree para entender”.
  • En su concepción, la razón debía servir a la fe, no demostrarla.

2. Escolástica

Surge en escuelas catedralicias y monasterios, y se caracteriza por la búsqueda de la relación entre fe y razón.

San Anselmo de Canterbury

  • Desarrolló el argumento ontológico, que busca explicar racionalmente la existencia de Dios.
  • Este argumento es a priori (no depende de la experiencia), deductivo (parte de principios generales para llegar a una conclusión) y propter quid (de la causa → Dios, a los efectos → humanos).
  • Su razonamiento parte de la idea de que Dios es perfecto; si se le quitara la existencia, dejaría de ser perfecto, por lo que Dios debe existir.

Santo Tomás de Aquino

  • Se interesó profundamente por la relación entre fe y razón, buscando conciliar la teología cristiana con la filosofía de Aristóteles.
  • Clasificó las verdades en tres tipos:
  1. Verdades de fe: Reveladas en las Sagradas Escrituras y no demostrables racionalmente.
  2. Verdades de razón: No reveladas y demostrables mediante la razón.
  3. Preámbulos de la fe: Verdades que son reveladas y, al mismo tiempo, demostrables mediante la razón; un ejemplo es la existencia de Dios.
Vías para demostrar la existencia de Dios (Santo Tomás de Aquino)

Santo Tomás aplicaba cinco vías para demostrar la existencia de Dios:

  1. Movimiento
  2. Causalidad
  3. Contingencia (algo que está y puede no haberlo)
  4. Grados de perfección
  5. Finalidad

Se caracteriza por ser a posteriori (después de la experiencia), quia (va del efecto (humanos) a la causa (Dios)), y es deductivo.

Transición a la Modernidad: René Descartes y el Racionalismo

Comentario sobre Descartes

René Descartes (1596-1650) nació en La Haye, en la Turena francesa, en el seno de una familia de la baja nobleza. Su educación jesuita y su formación en Derecho en la Universidad de Poitiers marcaron su desarrollo cultural. Sin embargo, Descartes se sintió insatisfecho con la enseñanza tradicional de su época, dominada por la escolástica, porque consideraba que no conducía al verdadero conocimiento.

Tras una etapa de viajes y experiencias militares, en 1619 tuvo una serie de sueños que interpretó como una revelación divina, la cual lo impulsó a dedicarse por completo a la filosofía y a la ciencia. Su fama le valió la atención de la reina de Suecia, quien lo invitó en febrero de 1649 para introducirla en su filosofía.

El contexto histórico y cultural del siglo XVII está marcado por el racionalismo, corriente filosófica que defendía la razón como la única fuente válida del conocimiento. Europa vivía una profunda transformación científica y cultural: el pensamiento medieval estaba siendo reemplazado por una nueva visión del mundo, influenciada por el desarrollo de la ciencia moderna (Galileo, Copérnico).

Descartes es considerado el padre de la filosofía moderna. Su obra más influyente es Discurso del método (1637). Otras obras relevantes son Meditaciones metafísicas, Principios de la filosofía y Las pasiones del alma.

El fragmento que se analiza pertenece a la parte II de Discurso del método, donde Descartes explica las bases de su método racional para alcanzar la verdad. El tema central del texto es la búsqueda de un método seguro para el conocimiento, inspirado en el rigor de las matemáticas. Descartes expone cuatro preceptos que constituyen su método: evidencia, análisis, síntesis y revisión.

Ideas principales del fragmento cartesiano

  • Descartes propone un nuevo método que combine las ventajas de los sistemas anteriores, excluyendo sus defectos.
  • Presenta las cuatro reglas del método cartesiano:
  1. Evidencia: no admitir como verdadera ninguna idea que no se presente de manera clara y distinta a la mente. Esto implica la duda metódica como punto de partida del conocimiento.
  2. Análisis: dividir cada dificultad en tantas partes como sea posible para entenderla mejor.
  3. Síntesis: ordenar los pensamientos de lo más simple a lo más complejo, siguiendo un proceso similar al de las matemáticas.
  4. Revisión: examinar cuidadosamente todo para asegurarse de no omitir ningún detalle.
Afirma que la razón humana, bien guiada, puede alcanzar verdades seguras.

El texto es filosófico y expositivo: Descartes no narra historias ni dialoga como Platón, sino que explica sus ideas de manera lógica y sistemática, con el propósito de enseñar y convencer racionalmente.

El Discurso del método marca el nacimiento de la filosofía moderna, al establecer una nueva manera de pensar basada en la razón individual. Descartes influyó profundamente en el pensamiento posterior, inspirando a filósofos como Spinoza, y sentó las bases del pensamiento científico moderno.

Éticas Clásicas en la Sociedad Contemporánea

El Jardín del Exceso: Placer y Vacío en la Sociedad del Desenfreno (Epicuro)

Según Epicuro, la ética epicúrea es hedonista, pues sostiene que la felicidad se alcanza mediante el placer y la evitación del dolor. Llamaba ataraxia al estado de tranquilidad del espíritu, necesario para satisfacer nuestros deseos naturales y necesarios. Para Epicuro, los placeres naturales y necesarios, como comer, beber o descansar, son esenciales para la vida y deben satisfacerse con moderación. Los placeres naturales pero no necesarios, como comer en exceso o buscar lujos innecesarios, no son indispensables para la felicidad. Por otro lado, los placeres ni naturales ni necesarios, como la riqueza, el poder o la fama, son prescindibles y muchas veces generan ansiedad.

En la sociedad actual se exalta el exceso y la búsqueda inmediata de placeres. Se confunde la felicidad con la posesión material, la popularidad o la gratificación instantánea, lo que provoca vacío en lugar de plenitud. Como decía Epicuro, “es mejor ser infeliz con sabiduría que feliz con ignorancia”. Su filosofía nos invita a reflexionar sobre nuestras prioridades, a valorar lo esencial y a encontrar la felicidad en las cosas simples del día a día, como la amistad, la naturaleza o el disfrute moderado de la vida.

Felicidad y Virtud en la Era del Consumo: Vigencia del Pensamiento Aristotélico

En la sociedad actual, dominada por el consumismo y la búsqueda de gratificación inmediata, la felicidad se interpreta a menudo como un placer efímero y dependiente de estímulos externos. Aristóteles, por el contrario, entendía la felicidad (eudaimonía) como un estado duradero que se alcanza mediante la práctica de la virtud y el ejercicio de la razón. La verdadera felicidad no consiste en acumular bienes ni en satisfacer deseos momentáneos, sino en desarrollar nuestras capacidades, actuar con prudencia y cultivar virtudes como la templanza, la justicia y la fortaleza.

El pensamiento aristotélico nos recuerda que los vínculos humanos, los proyectos significativos y la reflexión crítica son esenciales para una vida plena. La virtud se expresa en acciones equilibradas y deliberadas, orientadas hacia el bien auténtico y duradero. Por ello, incluso en una era de consumo y superficialidad, la ética de Aristóteles sigue vigente: nos enseña que la felicidad requiere esfuerzo, autoconocimiento y práctica constante de hábitos virtuosos, y que los placeres inmediatos, aunque atractivos, no conducen a una vida verdaderamente plena y significativa.