La Novela Española: De la Posguerra a los Años 70 (1939-1970)
La novela española, a diferencia de la poesía, no se vio afectada por la Guerra Civil de la misma manera en sus inicios, ya que la narrativa de los años anteriores a la contienda no se encontraba en una situación tan favorable. Por el contrario, la novela experimentó un notable resurgimiento a partir de este momento y se consolidó como el género más apropiado para reflejar la terrible situación que el país acababa de vivir. Al igual que en otros géneros literarios, cada una de las décadas estuvo marcada por una tendencia dominante, producto de las circunstancias histórico-políticas y culturales del momento:
- En los años 40: destacó la novela existencial.
- En los años 50: predominó el realismo social.
- En los años 60: surgió la novela experimental.
La Novela en los Años 40: Existencialismo y Tremendismo
Los años 40 fueron una etapa difícil de posguerra y dictadura franquista, caracterizada por el aislamiento internacional, la pobreza, el hambre, la represión y una férrea censura. Como ocurrió en poesía, encontramos dos tendencias narrativas:
- Narrativa triunfalista y maniquea: Ligada al bando vencedor, dividía el mundo en “buenos” y “malos”.
- Novela existencial: La corriente verdaderamente interesante, que exploraba la angustia vital y la crueldad de la naturaleza humana.
En 1942, Camilo José Cela publicó una novela fundamental, La familia de Pascual Duarte, con la que se inauguró el llamado “tremendismo”. Este estilo se caracteriza por la descripción truculenta de lo más desagradable de la sociedad, con personajes que narran hechos violentos utilizando un lenguaje duro, propio de su medio degradado. En ella, Pascual Duarte, un preso sentenciado a muerte, escribe sus memorias y se duele del trágico destino que lo había empujado al asesinato.
Otra novela clave de esta década es Nada, de Carmen Laforet. Los temas predominantes en estas obras son la soledad, la inadaptación, la frustración y la muerte. Los personajes aparecen como seres marginados, violentos u oprimidos, a veces con taras físicas o psíquicas, que viven desorientados.
La Novela en los Años 50: El Realismo Social y la Denuncia
En los años 50, comenzó una tímida apertura al exterior, que coincidió con una cierta relajación de la censura, el éxodo rural y la consolidación de la clase media burguesa, así como los conflictos de clase y las protestas de universitarios y obreros contra el régimen. Los autores encontraron en la novela social su instrumento para la denuncia. En esta narrativa destacan los siguientes rasgos comunes:
- Preponderancia del personaje colectivo frente al individuo.
- Lenguaje claro y sencillo, plagado de coloquialismos, con predominio del estilo directo.
- Sencillez estructural, con cuadros de situaciones cotidianas y espacios y tiempos reducidos.
Pese a este panorama homogéneo, suelen reconocerse dos tendencias de realismo social:
Objetivismo
En el caso del objetivismo, se refleja fielmente la realidad, como a través de una cámara que recogiera conductas y diálogos de los personajes, sin mediar comentarios o interpretaciones del narrador. La novela objetivista por antonomasia es El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, que retrata fielmente la conducta y diálogos triviales de unos jóvenes obreros disfrutando de un día de ocio a orillas del Jarama. Los diálogos reflejan sus vidas huecas y vulgares.
Realismo Crítico
En el realismo crítico, la denuncia es mucho más explícita. Representativa de esta corriente es Central eléctrica, de Jesús López Pacheco, que critica las duras condiciones laborales de los obreros de una presa.
De todas formas, la novela más meritoria de esta década es La colmena, de Camilo José Cela, un retrato del Madrid de 1943 por el que desfilan trescientos personajes, la mayoría de clase media empobrecida por la guerra.
En el exilio, destacaron Ramón J. Sender, con Réquiem por un campesino español, y autores como Max Aub o Francisco Ayala. En general, las tramas de sus novelas giran alrededor de la Guerra Civil y sus consecuencias.
La Novela en los Años 60: La Experimentación Formal
Los años 60 fueron los del desarrollo económico, el crecimiento del turismo y un cambio de mentalidad. Aumentó la emigración y la oposición al régimen franquista. En literatura, se produjo un desgaste de la novela social y el interés se desplazó hacia la renovación lingüística y formal, aunque sin perder la intención crítica: se trata de la novela experimental.
La gran revelación fue Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. En ella, Pedro, un médico becado para investigar sobre el cáncer, conoce el mundo madrileño de las chabolas, de donde obtiene sus ratones de laboratorio. Se ve implicado en un aborto clandestino y es detenido. Aunque consigue demostrar su inocencia, su vida quedará marcada desde entonces por circunstancias trágicas.
Los principales cambios formales de la novela experimental son los siguientes:
- Organización estructural en secuencias en vez de capítulos.
- Punto de vista múltiple, que incluye monólogo interior, estilo indirecto libre y la segunda persona para hablar con uno mismo.
- Lenguaje experimental y culto: denso, recargado, salpicado de cultismos y brillantes recursos retóricos.
Cabe destacar también a Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa), Miguel Delibes (Cinco horas con Mario) o Juan Goytisolo (Señas de identidad).
La Novela en los Años 70: El Regreso a la Narración
En los años 70, el fervor experimental se fue moderando y se volvió a contar historias con la recuperación de géneros marginales y temas como el desencanto, las preocupaciones existenciales y los sentimientos íntimos. Destacan Eduardo Mendoza con La verdad sobre el caso Savolta y Manuel Vázquez Montalbán con Los mares del sur.
Repetición de Contenido: Rasgos y Obras Clave de la Novela Social (Años 50) y Experimental (Años 60 y 70)
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En esta narrativa destacan los siguientes rasgos comunes: preponderancia del personaje colectivo frente al individuo; lenguaje claro y sencillo, plagado de coloquialismos, con predominio del estilo directo; sencillez estructural con cuadros de situaciones cotidianas y espacios y tiempos reducidos. Pese a este panorama homogéneo que estamos presentando, suele reconocerse dos tendencias de realismo social: el objetivismo y el realismo crítico. En ambas hay compromiso social, pero en el caso del objetivismo se refleja fielmente la realidad, como a través de una cámara que recogiera conductas y diálogos de los personajes, sin mediar comentarios o interpretaciones del narrador, mientras que en el realismo crítico la denuncia es mucho más explícita. La novela objetivista por antonomasia es El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, novela que retrata fielmente la conducta y diálogos triviales de unos jóvenes obreros disfrutando de un día de ocio a orillas del Jarama. Los diálogos reflejan sus vidas huecas y vulgares. Representativa del realismo crítico es Central eléctrica, de Jesús López Pacheco, que critica las duras condiciones laborales de los obreros de una presa. De todas formas, la novela más meritoria es La colmena, de Camilo José Cela, un retrato del Madrid de 1943 por el que desfilan trescientos personajes, la mayoría de clase media empobrecida por la guerra. En el exilio, destacan Ramón J. Sender, con Réquiem por un campesino español, y autores como Max Aub o Francisco Ayala. En general, las tramas de sus novelas giran alrededor de la Guerra Civil y sus consecuencias. Los años 60 son los del desarrollo económico, el crecimiento del turismo y el cambio de mentalidad. Aumenta la emigración y la oposición al régimen franquista. En literatura se produce un desgaste de la novela social y ahora interesa más la renovación lingüística y formal, aunque no se pierda la intención crítica: se trata de la novela experimental. La gran revelación fue Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. En ella, Pedro, un médico becado para investigar sobre el cáncer, conoce el mundo madrileño de las chabolas, de donde obtiene sus ratones de laboratorio. Se ve implicado en un aborto clandestino y es detenido. Aunque consigue demostrar su inocencia, su vida quedará marcada desde entonces por circunstancias trágicas. Los principales cambios formales son los siguientes: organización estructural en secuencias en vez de capítulos; punto de vista múltiple, que incluye monólogo interior, estilo indirecto libre y la segunda persona para hablar con uno mismo; lenguaje experimental y culto: denso, recargado, salpicado de cultismos y brillantes recursos retóricos. Cabe destacar también a Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa), Miguel Delibes (Cinco horas con Mario) o Juan Goytisolo (Señas de identidad). Los años 70. De la novela experimental al regreso a contar historias. El fervor experimental se va moderando y se vuelve a contar historias con la recuperación de géneros marginales y temas como el desencanto, preocupaciones existenciales y sentimientos íntimos. Destacan Eduardo Mendoza con La verdad sobre el caso Savolta y Manuel Vázquez Montalbán con Los mares del sur.