Literatura Española de Posguerra: Poesía y Teatro (1939-Actualidad)

Panorama de la Literatura Española tras la Guerra Civil

La Guerra Civil deja un panorama desolador en las letras españolas. La rica vida cultural de los años treinta da paso a unos duros años en los que los mejores autores están muertos (Lorca, Unamuno, Valle-Inclán) o exiliados (Alberti, Guillén, Cernuda, León Felipe…) o en el denominado exilio interior (Aleixandre). A esa dolorosa ruptura hay que sumar el aislamiento internacional en que nos sumergimos y la censura, no demasiado férrea en el caso de la poesía, para completar un panorama realmente triste.

La Poesía Española de Posguerra

Tendencias Iniciales: Poesía Rehumanizadora y Neovanguardista

Tras la Guerra Civil, surgen distintas tendencias. La primera de ellas es una poesía rehumanizadora en la que hay dos tendencias: la poesía arraigada y la poesía desarraigada. La primera, también llamada “garcilasista” pues recuperan formas clásicas como el soneto, trata temas tradicionales desde un punto de vista optimista. Entre estos escritores aglutinados en torno a la revista Escorial, destacan Luis Rosales (La casa encendida) o Leopoldo Panero (La estancia vacía).

La poesía desarraigada se difunde a través de la revista Espadaña. Hijos de la ira (1944), de Dámaso Alonso, inicia esta línea que muestra la angustia, el dolor y la falta de fe en el futuro con un lenguaje desgarrado y directo; también destaca Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre.

Junto a estas tendencias, aparece una poesía neovanguardista expresada en el Postismo, encabezado por Edmundo de Ory, y en el grupo Cántico que sigue la línea de Luis Cernuda con autores como Pablo García Baena (Rumor oculto, 1946).

La Poesía Social y la Generación de los Cincuenta

La poesía social, solidaria y de compromiso, aparece hacia 1955 como un instrumento de denuncia con carácter testimonial para mostrar las injusticias; el autor desaparece para ser la voz del pueblo. Destacan Blas de Otero (Pido la paz y la palabra, 1955) o Gabriel Celaya (Cantos íberos, 1955).

En esta década empiezan a escribir los poetas de la generación de los cincuenta como Jaime Gil de Biedma (Compañeros de viaje, 1959) o Ángel González que recoge su producción en Punto cero.

Los Novísimos y la Poesía Experimental

A mitad de los años 60, se alejan de esta tendencia para retomar la expresión de la subjetividad y la preocupación por la forma; sus temas estarán vinculados a la experiencia personal del poeta. En 1970, la publicación de Nueve novísimos poetas españoles recoge poemas de autores como Manuel Vázquez Montalbán, Guillermo Carnero, Pere Gimferrer…

Influidos por las vanguardias, la cultura de masas y las nuevas tendencias culturales, destacan por su carácter experimental. Muestran despreocupación hacia las formas tradicionales y rechazan el intimismo, evitando la expresión directa de los sentimientos. Destacan entre otros Pere Gimferrer (Arde el mar), Guillermo Carnero (Dibujo de la muerte) o Félix de Azúa (Cepo para nutrias).

La Poesía Actual

En la poesía actual coexisten muchas tendencias que rescatan el gusto por contar historias, la mezcla entre la tradición y la vanguardia, el espacio urbano, el lenguaje coloquial… Entre ellas, destacan la poesía de la experiencia que reivindica la vida cotidiana y la claridad expresiva como con Felipe Benítez Reyes (Los vanos mundos), la poesía minimalista o conceptual, donde se suprime la anécdota y muestra una expresión concentrada (José Ángel Valente).

El Teatro Español de Posguerra

Del Teatro Comercial al Teatro Social (1939-1955)

En cuanto al teatro, al acabar la Guerra Civil, el público que acude al teatro busca entretenimiento. Es un público burgués y el empresario intentará hacer un teatro comercial. Valle-Inclán y Lorca han muerto y otros dramaturgos, como Max Aub (San Juan) o Alejandro Casona (La dama del alba), se han exiliado. La censura condicionará la producción teatral, el aislamiento supondrá que no se propaguen las tendencias europeas y el cine comienza a ser una seria competencia.

Desde el final de la guerra hasta 1955, el teatro continúa la línea de comedia burguesa empezada años antes por Jacinto Benavente; por tanto, se continúa con los temas tradicionales con una suave crítica en obras de José María Pemán, Edgar Neville o Torcuato Luca de Tena. Junto a este teatro, aparece el teatro del humor. Esta línea se basa en la recreación de situaciones inverosímiles y absurdas, especialmente, en el uso de un lenguaje muy ingenioso. Destacan Enrique Jardiel Poncela con obras como Eloísa está debajo de un almendro, y Miguel Mihura con Tres sombreros de copa.

La trayectoria del dramaturgo Antonio Buero Vallejo arranca en esta época con Historia de una escalera, un teatro existencial y social que muestra la imposibilidad de unos vecinos por alcanzar sus sueños, tanto por la realidad que les rodea como por su poca ilusión e iniciativa de los protagonistas para lograrlo. Junto a él escribirá Alfonso Sastre con Escuadra hacia la muerte.

El Teatro Social y Experimental (1955-1970s)

A partir de 1955, se inicia una etapa donde predomina el teatro social. Un nuevo público, el universitario, hará que proliferen dramas con carácter comprometido y testimonial, donde predominan temas como la injusticia social o la desigualdad. La denuncia muchas veces aparece encubierta. Buero Vallejo escribirá en esta época obras inspiradas en otros momentos históricos para reflejar su mundo; destacan obras como El concierto de San Ovidio, Las Meninas.

Alfonso Sastre estrenará La mordaza (1954), una obra de corte antifranquista que durará muy poco en cartel.

En la siguiente década, predomina un teatro que busca renovarse a través de la experimentación. El teatro se basa en el espectáculo, donde se da importancia a la música, la escenografía, la mímica y menos a las palabras. La influencia de Bertolt Brecht o Antonin Artaud fue decisiva. Fernando Arrabal sigue esta tendencia con fuertes influjos surrealistas. Destacan obras como Picnic o El cementerio de automóviles.

Buero Vallejo sigue esta línea con La fundación (1974), drama que lleva al espectador de la mano de su protagonista, mostrándole una realidad que va cambiando a medida que el personaje recobra la cordura. Este teatro como espectáculo culminará en los siguientes años con compañías teatrales como el TEI (Teatro Experimental Independiente), Els Joglars, La Cuadra, La Fura dels Baus, La Cubana…

Regreso al Realismo en el Teatro Actual

Finalmente, a mitad de los años 70, tras años del dominio del teatro experimental, se va volviendo a la estética realista. Desde un punto de vista social y testimonial, los autores se interesan por temas de la vida contemporánea y cotidiana, como la repercusión de la economía, la marginación, las drogas. Esto no excluye los elementos oníricos que se mezclan con la tradición. Destacan obras como Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán Gómez (1984) o Bajarse al moro (1985), de José Luis Alonso de Santos.