Demócrito, Protágoras y el método de la antilogía, Gorgias

DEMÓCRITO 

Demócrito de Abdera (-460 a -370 en la cronología más extendida) supone un extraño caso en el panorama filosófico de la Grecia del momento: mientras todos los autores pasan por Atenas, y allí hacen o confirman su fama, parece que él estuvo en la ciudad pero no tuvo ninguna intención de ser reconocido ni de crear allí una escuela, permaneciendo en la ciudad durante poco tiempo. El atomismo democríteo es un intento de rescatar la realidad del mundo físico, y su cognoscibilidad, de los efectos de la lógica de Parménides sin, por ello, renunciar a la racionalidad del conocimiento. Si el mundo físico está formado por unidades éstas sólo pueden ser unidades de una naturaleza física sólida. Los átomos son partículas de materia, separados unos de otros por un vacío (un no-ser material, por tanto) que permite el movimiento y, al mismo tiempo, pensar la discontinuidad esencial de la physis. Por su movimiento, los átomos chocan unos con otros y, en función de sus formas y tamaños chocan y se unen (o se separan) dando lugar, por su composición,a los distintos cuerpos que hay en la naturaleza. El movimiento de los átomos es pues puramente “mecánico”, y el universo entero puede ser explicado plenamente atendiendo a “causas” mecánicas sin suponer ningún orden (trascendente o inmanente) y ninguna diferencia cualitativa.. Las diferencias cualitativas que percibimos, de este modo, no son nada propio de los objetos, sino diferentes maneras que tenemos de ser afectados por los objetos exteriores en función de nuestra propiacomposición material: la percepción, en tanto que forma de relación con el mundo, es el origen de todo conocimiento; sin embargo, el conocimiento racional va más allá de la simple percepción: la razón nos hace notar que, en realidad, todas las cosas son determinada forma de estar compuestos los átomos y el vacío. Desde este “materialismo” fundamental, para el que nada se crea ni nada desaparece en la nada, para el que nada sucede sin causa, Demócrito elabora toda una explicación física que recupera el movimiento de rotación del universo -de mundos, ya que no hay razón para pensar en uno solo-, dando una explicación en la que no hay huella de animismo o teleología. 

PROTÁGORAS Y EL MÉTODO DE LA ANTILOGÍA

El más famoso y el más celebrado de los sofistas fue Protágoras, nacido en Abdera en la década que va desde el -491 al -481, y fallecido a finales de ese mismo siglo. Viajó por toda Grecia y pasó varias temporadas en Atenas, donde logró un gran éxito. Fue apreciado por los políticos (Pericles le confió el encargo de preparar la legislación destinada a la nueva colonia de Turi, en el 444). Su obra principal son Las antilogías, de la cual sólo poseemos algunos testimonios. La proposición básica del pensamiento de Protágoras consistió en el siguiente axioma: “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en aquello que son, y de las que no son en aquello que no son” (principio del homo mensura). Protágoras entendía por “medida” la norma del juicio, mientras que “todas las cosas” abarcaban todos los hechos y todas las experiencias en general. Tal axioma se convirtió en celebérrimo y ha sido considerado -y lo es, en efecto-casi como la carta magna del relativismo occidental. Mediante este principio Protágoras quería negar la existencia de un criterio absoluto que discrimine entre ser y no-ser, verdadero y falso. El único criterio es el hombre, el hombre individual: “Las cosas son para mí tal como se me aparecen, y son para ti tal como se te aparecen a ti.” Por ejemplo, este viento que sopla, ¿es frío o cálido? La respuesta, de acuerdo con el criterio de Protágoras, sería la siguiente: “Para quien tenga frío, es frío, y para el que no, no.” Entonces, si las cosas son así, nadie estaría en la falsedad, sino que todos estarían en la verdad (en su verdad). El relativismo que se expresa a través del principio del homo mensura es profundizado de una forma adecuada mediante la obra ya mencionada, Las antilogías, en la que se demostraba que “acerca de cada cosa hay dos razonamientos que se contraponen entre sí”. En otras palabras, con respecto a cada cosa es posible decir y contradecir, esto es, se pueden aducir razones que se anulan recíprocamente. En esto consistió precisamente el núcleo central de las enseñanzas de Protágoras: “Se trata de enseñar a criticar y a discutir, a organizar un torneo de razones contra razones.” La virtud enseñada por Protágoras consistía exactamente en la habilidad de hacer prevalecer cualquier punto de vista sobre su contrario. El éxito de sus enseñanzas estriba en el hecho de que los jóvenes, aprovechando esta habilidad, consideraban que se abrirían camino en las asambleas públicas, en los tribunales y en la vida política en general. Para Protágoras, pues, todo es relativo: no existe una verdad absoluta y tampoco existen valores morales absolutos (bienes absolutos). Existe, empero, algo que es más útil, más conveniente y en consecuencia más oportuno. El sabio es aquel que conoce aquello relativo que es más útil, más conveniente y más oportuno, y que sabe convencer a los demás para que también lo reconozcan y lo pongan en práctica. Lo útil según Protágoras era un concepto relativo. Por lo tanto afirmaba que su sabiduría consistía en saber reconocer aquello que es nocivo o que es útil para la convivencia ético-política de los hombres, y en saber demostrarlo a los demás, convenciéndolos de ello. Sin embargo, según los testimonios que nos han sido transmitidos, es evidente que Protágoras no supo decir sobre qué bases y sobre qué fundamentos puede reconocer el sofista lo que es útil o desde un punto de vista socio-político. Para lograrlo hubiera debido profundizar más en la esencia del hombre y determinar la naturaleza de ésta. Tal será la tarea que históricamente corresponderá a Sócrates. 

GORGIAS

Gorgias renuncia también a la posibilidad del conocimiento objetivo (saber, ciencia), y apuesta decididamente por la creencia. Este maestro de oradores, que vivió en la segunda mitad del siglo -V y murió ya avanzado el siguiente, postuló el nihilismo en las tres tesis recogidas por Sexto Empírico: Primero, nada existe; segundo, si algo existe, no se puede conocer por los hombres; tercero, si se puede conocer, no se puede comunicar y explicar a los demás. Convencido de la inexistencia de verdades firmes y absolutas apeló al poder de la retórica, a la que define como el arte de la persuasión por medio de las palabras y que versa sobre los más importantes asuntos humanos: defenderse ante los tribunales y participar con acierto y eficacia en la Asamblea. En el “Elogio de Helena”, pieza clásica de la oratoria antigua, en la que trata de mostrar que sobre un mismo aspecto se pueden construir discursos contradictorios igualmente válidos, dice que la palabra es: “un poderoso soberano que con un pequeñísimo y muy invisible cuerpo realiza empresas absolutamente divinas como eliminar el temor, suprimir la tristeza, infundir la alegría, aumentar la compasión”. En el campo de la ética, Gorgias opina que la formulación de leyes y principios en un 
sentido universal no es de recibo. La moral no es objeto de ciencia, sino sólo un don de la naturaleza, una especie de sentido que permite a los hombres que de él gozan poder discernir en cada caso lo que es o no conveniente. Desde esta perspectiva se comprende que para Gorgias no existe la virtud, sino virtudes humanas y políticas diferentes, que en modo alguno se pueden concretar en normas válidas para todos los hombres, pues son el resultado de las circunstancias de cada hombre o comunidad. En el plano político, Gorgias sostiene que cada ciudadano es un producto de las leyes positivas que existen en su ciudad; por tanto no es algo derivado de la naturaleza, sino de la convención. Por ello no hay razón suficiente para que alguien esté orgulloso de pertenecer a tal o cual ciudad. Existen pocos testimonios sobre su pensamiento político, pero a juzgar por el Elogio, parece que fue un hombre tolerante, de acuerdo con su filosofía. Sí se sabe con seguridad que fue político de profesión, demócrata convencido e impulsor del ideal panhelenista como medio de frenar las invasiones extranjeras. La reacción fente al relativismo y nihilismo de los sofistas, fundantes del
convencionalismo y utilitarismo en lo ético y en lo político, no se hizo esperar. Los principales exponentes de la contestación fueron Sócrates y Platón, que veremos a continuación.