T.1 Modernismo y Generación del 98
Contexto Histórico
Entrado el siglo XX, Europa vivirá una profunda crisis de valores caracterizada por una falta de fe en la ciencia, el progreso y la razón. Además, el surgimiento de movimientos obreros de base socialista y anarquista contribuirá a generar una mayor inestabilidad. Es lo que se conoce como la «crisis de fin de siglo». En el caso de España, esta crisis es doble, pues a la ya mencionada se añade un sentimiento de derrota nacional con la pérdida de las últimas colonias transatlánticas, conocido como el «Desastre del 98». En este clima, se producirá una reacción estética y literaria que pretende una renovación de las letras al tiempo que denuncia la fatuidad de las nuevas sociedades industriales burguesas.
Introducción
Este afán de renovación quedará enmarcado en dos corrientes literarias contrapuestas en no pocos aspectos: el Modernismo y la Generación del 98. Los escritores modernistas buscarán la renovación por la vía de la evasión estetizante, conectada con las corrientes simbolistas y parnasianistas francesas y las nuevas propuestas poéticas procedentes de América. Como dirá su principal representante, Rubén Darío: «Yo detesto la vida y el mundo que me ha tocado vivir». Por el contrario, los escritores del 98 pretendieron la renovación por el derrotero del compromiso histórico y social con el país. Este camino fue, primero, regeneracionista, conectado con las nuevas ideas del marxismo, anarquismo o krausismo; después, siguió la senda de un pesimismo histórico, de carácter germanófilo y más bien nihilista, muy ligado a la recepción de filósofos como Nietzsche, Schopenhauer o Kierkegaard en España. Si los modernistas expresaron su repulsa ante la realidad huyendo hacia el Arte en el sentido más puro, los del 98 lo hicieron enfrentándose a ella en busca de una explicación que permitiera la regeneración del país. Como dirá Unamuno: «Me duele España».
Modernismo
El Modernismo surgió en Hispanoamérica de la mano del poeta nicaragüense Rubén Darío. Se trata de un movimiento antiburgués, antirrealista y antivulgar, nacido del inconformismo. Se busca la idealización de la realidad, la belleza absoluta y la perfección formal. Recibe la influencia de movimientos poéticos franceses como el Parnasianismo, del que asimila el postulado de «el arte por el arte», el exotismo, la ornamentación o las referencias mitológicas; del Simbolismo, su gusto por las sensaciones (sinestesias) y la búsqueda de los valores musicales de la palabra; del Romanticismo, su imaginación y melancolía.
Temas del Modernismo
- El hastío y el tedio.
- El escapismo y la evasión, nutridos por el exotismo de la elegancia parnasianista.
- El cosmopolitismo parisino (verdadero epicentro de sus ideales artísticos).
- El amor erótico y el tópico de la mujer fatal.
- Temas hispánicos en busca de las raíces de la propia identidad.
Etapas del Modernismo Español
- Primera etapa (1892-1903): Desde el primer viaje de Rubén Darío a España hasta 1903, caracterizada por su mayor adhesión a los postulados preciosistas del Parnasianismo.
- Segunda etapa (1903-1916): Desde 1903 hasta la muerte de Rubén Darío en 1916, más contenida en su expresión y más cercana a una reflexión íntima e, incluso, existencialista.
La primera etapa quedaría representada por las obras Azul… (1888) y Prosas Profanas (1896); la segunda, por Cantos de vida y esperanza (1905). Las principales manifestaciones del Modernismo en España son Manuel Machado (Alma, 1902), Antonio Machado (Soledades. Galerías. Otros poemas, 1907) o Juan Ramón Jiménez (Arias tristes, 1902; Jardines lejanos, 1904).
Renovación Lingüística y Métrica
El Modernismo supuso una importante renovación en la lengua poética española a través de recursos caracterizados por su alto valor ornamental:
- Recursos ornamentales: Aliteraciones, sinestesias o metáforas.
- Léxico: Introducción de arcaísmos, cultismos o extranjerismos.
- Métrica y musicalidad: Nuevos ritmos basados en metros eneasílabos, dodecasílabos o alejandrinos, bien conocidos en la poesía francesa pero poco cultivados en la española.
La Generación del 98
Paralelamente a los escritores modernistas, surge un grupo de escritores adscritos a lo que se ha llamado Generación del 98. Su caracterización, tanto formal como temática, es muy compleja dada su gran heterogeneidad. Al contrario que en el Modernismo, donde la figura de Rubén Darío parece iluminar todo el movimiento, en el caso del 98, resultaría un tanto temerario pretender lo mismo con la figura de Unamuno, o Azorín, o, tal vez, Baroja. Lo que les une es una actitud regeneracionista, primero, y más bien pesimista, después. En este sentido, suele hablarse de una «juventud del 98» frente a una «madurez».
Diferencias Clave entre Modernismo y Generación del 98
- Mientras la literatura modernista busca la Belleza, la del 98 busca la verdad.
- Los precursores del Modernismo eran los poetas franceses; los del 98, ideólogos.
- El cosmopolitismo caracterizaba a los herederos de Rubén Darío; en el 98, España y, particularmente, Castilla, como depositaria de los valores nacionales, es el paisaje y eje central de sus obras.
- Si la literatura del Modernismo es una literatura de los sentidos, la del 98 apunta, más bien, a las ideas.
Así las cosas, no es de extrañar que, frente al Modernismo, los géneros predilectos de estos escritores fueran la novela y el ensayo. De su producción novelística podemos destacar las aportaciones de Unamuno, Baroja y Azorín.
La Novela en la Generación del 98
- Unamuno: Para Unamuno, la novela fue un medio para expresar sus inquietudes filosóficas. Excepto en su primera novela, Paz en la guerra (1897), localizada en Bilbao, y la última, San Manuel Bueno, mártir (1931), no encontraremos en ellas grandes descripciones, ni datos circunstanciales. Apenas hay en ellas planteamiento ni desenlace, pues son puro nudo, conflicto en personajes agónicos. De aquí que el propio Unamuno rebautizara su particular concepción del género como «nivola».
- Azorín: Por su parte, Azorín hizo una propuesta novelística audaz: preciosista en la forma y sin apenas acción narrativa; a veces, lindando con la pura descripción o ensayo. Suyas son, por ejemplo, La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) o Las confesiones de un pequeño filósofo (1904).
- Baroja: Por último, Baroja es el más vehemente. Sus técnicas novelísticas son de inspiración impresionista; en ellas, todo es pura acción sin apenas descripciones ni grandes introspecciones psicológicas. De su extensa producción podemos citar, por ejemplo, El árbol de la Ciencia (1912), La busca (1920) o Zalacaín, el aventurero (1909).
El Ensayo en la Generación del 98
Junto a la novela, el ensayo constituirá otra de sus preferencias literarias. Acorde con sus principios estéticos, el ensayo les sirvió para expresar sus ideas.
- Destaca, principalmente, Unamuno, con títulos como En torno al casticismo (1902), donde desarrolla el concepto de la intrahistoria; Del sentimiento trágico de la vida (1913), donde trata el problema de la fe y la libertad; o Vida de Don Quijote y Sancho (1905), donde describe el paisaje castellano.
- Castilla y su paisaje también están presentes en otros ensayos de los del 98, como en Castilla (1912) de Azorín.
Poesía y Teatro en la Generación del 98
No obstante, la poesía y el teatro también fueron géneros cultivados por estos escritores.
- En poesía, destaca la aportación de Antonio Machado en Campos de Castilla (1912), tras su primera etapa modernista; o Unamuno, con El Cristo de Velázquez (1920), donde desarrolla sus inquietudes existenciales y religiosas.
- También al teatro llevó Unamuno estos mismos conflictos en una propuesta llamada «teatro desnudo», como por ejemplo en Fedra (1910).
- Pero es Valle-Inclán quien arriesga más en su propuesta teatral conocida como el «esperpento», por ejemplo en Luces de Bohemia (1921).
Conclusión
En conclusión, la literatura de estos años y, en especial, la del 98, define una serie de principios estéticos pero, sobre todo, ideológicos que, todavía hoy, están presentes en nuestra sociedad. Buena parte de sus reflexiones sobre España y la hispanidad siguen estando presentes en los foros públicos de la actualidad.
T.2 Teatro de España del Siglo XX hasta 1933
El drama nacional del siglo XX se inicia con el estreno de Realidad de Galdós. Este periodo se divide en tres etapas, en función de la producción dramática y la historia política, social y económica.
Etapas del Teatro Español (1892-1936)
1. Institucionalización del pacto restauracionista (1892-1917)
2. Génesis de la ruptura del pacto (1917-1921)
3. Ruptura definitiva del pacto (1921-1936)
Es un proceso de radicalización ideológica de las tendencias que caracterizan a cada una de las tres conciencias sociales:
Conciencias Sociales y Tendencias Teatrales
- Conciencia conservadora: Clases dirigentes (aristocracia y alta burguesía).
- Conciencia liberal: Clase media (burguesía y clase media).
- Conciencia progresista: Clase trabajadora.
Cada una de estas tendencias encontrará en el teatro el vehículo de expresión idóneo para la transmisión de sus valores sociales y su visión ideológica del mundo. Las tendencias teatrales se radicalizarán tanto ideológica como estéticamente.
A. Tendencias Teatrales de Conciencia Conservadora: El Teatro Modernista
Ha tenido muchas denominaciones, como teatro histórico, poético y épico, pero al final se terminó denominando «Teatro Modernista». Existe una conexión con el teatro simbolista europeo bajo influencia de representantes como Meyerhold, Gordon Craig, Fort o Appia. Se observa un intento de superación de los límites propios del teatro realista del siglo XIX.
Solo en el caso de Valle-Inclán anterior a 1920 podemos hablar de una auténtica asimilación del espíritu simbolista europeo, en títulos como El Marqués de Bradomín (1906). El resto de dramaturgos seguirá el dictado tradicional del teatro romántico de Zorrilla (expresión en verso y temática patriota de carácter histórico o épico).
Destacaron aquí autores como Miguel Echegaray (Gigantes y cabezudos, 1898) o Muñoz Seca (La venganza de don Mendo, 1918).
B. Tendencias Teatrales de Conciencia Liberal: El Teatro de Ideas y el Teatro de Humor
La conciencia liberal difundirá la visión del mundo de una burguesía industrial y comercial a través de unas tendencias teatrales que, en general, asumirán la estructura formal de un realismo innovador que trata de integrar las nuevas técnicas europeas que irán apareciendo durante el transcurso de estos años.
Estamos, en realidad, ante lo que se ha dado en llamar un teatro burgués, en el que podemos distinguir dos variables:
Tipos de Teatro Burgués
- El teatro de ideas (o de salón).
- El teatro de humor.
El gran referente del primero es Jacinto Benavente (Los intereses creados, 1907), quien supera el realismo del teatro de Echegaray y moderniza la fórmula teatral de Galdós. En este sentido, hay quien vincula a Benavente con el espíritu del 98 y lo integra en esta generación, con quienes compartiría pequeños rictus antiburgueses.
El teatro del humor, por su parte, es un producto genuinamente burgués que incluso ahonda más en unas expectativas de evasión y de corte más popular. Se trata, pues, de humor simple que suele buscar la mera carcajada del espectador. Representantes típicos de esta tendencia son, por ejemplo, los hermanos Álvarez-Quintero, autores de un sinfín de títulos como Mariquilla Terremoto (1930); Pilar Millán Astray (La tonta del bote, 1925); o Jacinto Benavente (La malquerida, 1913).
C. Tendencias Teatrales de Conciencia Progresista: El Esperpento de Valle-Inclán y la Tragedia de Lorca
La conciencia progresista denunciará y romperá con la alianza establecida entre la nobleza y la alta burguesía, al tiempo que defiende un nuevo pacto entre las clases medias y el proletariado. A diferencia de la conciencia liberal, creerá en la necesidad de cambios profundos en la sociedad hacia nuevos modelos. En el terreno de la creación dramática, este radicalismo se expresará tanto en la adopción de nuevas técnicas teatrales (inspiradas, muchas veces, por las vanguardias europeas como el expresionismo en el caso de Valle-Inclán, el surrealismo en el caso de Gómez de la Serna, o el cubismo en el caso de Lorca), así como en la adopción de nuevos planteamientos ideológicos de carácter progresista y, por lo tanto, orientados al compromiso social e, incluso, político en los últimos años de la década de los 30 (como el teatro de Miguel Hernández, por ejemplo, con Teatro en la guerra, 1937).
Este tipo de teatro acogió una gran diversidad de tendencias que quedaron reducidas a meras propuestas sin desarrollo, como por ejemplo Miguel de Unamuno (El otro, 1926) o Gómez de la Serna (Los medios seres, 1929).
El Esperpento de Valle-Inclán
En el caso de Valle-Inclán, su propuesta más interesante es la conocida como el esperpento. Sus inquietudes se aproximan a la Generación del 98 (después de 1920). Su nueva residencia madrileña y el conocimiento directo de los problemas del país lo empujaron hacia nuevas posturas de compromiso social. Su intento de retratar esa nueva realidad cobró forma en la propuesta teatral del esperpento. El esperpento consiste en una deformación grotesca de la realidad que retrata y denuncia una realidad que de por sí es intrínsecamente grotesca. La técnica de la deformación grotesca de Valle es un mecanismo de distanciamiento crítico que, a través del humor, reubica al espectador en el tuétano de la realidad; todo lo contrario que veíamos en el teatro de humor burgués.
La Tragedia de Lorca
En el caso de Lorca, la renovación vino, sobre todo, de la mano de la tragedia. Lorca combinó elementos muy dispares tanto de la tragedia clásica, como el teatro barroco o las vanguardias, para reactualizar este género, al que impregnó de su poderosa personalidad poética. Lorca aprovechó el teatro poético de conciencia conservadora existente, desideologizándolo y proyectando en él un nuevo sentido de compromiso humano con los más débiles y desfavorecidos, alcanzando esta vez el éxito comercial. Este teatro lorquiano está formado por la trilogía de Bodas de Sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936). Esta última representa una clara alusión a la realidad social del país en el que el «¡Silencio!» de Bernarda anticipa el triste desenlace de una contienda bélica que impondría con su censura otro silencio de otros 40 años.
T.3 Novecentismo y Vanguardias
Entre la Generación del 98 y la del 27 surgió en España una nueva generación de escritores e intelectuales que responden a la denominación de Generación del 14 y que reconoce en la figura del filósofo Ortega y Gasset su principal referente. La alusión cronológica se refiere al inicio de la I Guerra Mundial. Años previos a la guerra, los movimientos artísticos y culturales fueron acallados por el conflicto. En España las cosas fueron distintas, ya que su neutralidad permitió que esta actividad artística e intelectual no cesara, desarrollándose a través de esta nueva Generación del 14 y acogiéndose, en líneas generales, a una nueva estética que llamamos Novecentismo.
Autores como Ortega y Gasset, Eugenio D’Ors, Manuel Azaña, Juan Ramón Jiménez y Gómez de la Serna empezaron a hacerse muy conocidos en esta época tan convulsa. A diferencia de la Generación del 98 o del 27, esta no solo contaba en sus filas con artistas de la literatura o de las artes pictóricas, sino que también contaba con intelectuales de otros ámbitos como la ciencia, la política e, incluso, hubo una gran presencia de mujeres como Victoria Kent, Clara Campoamor…
Fue Eugenio D’Ors quien bautizó el movimiento con el nombre de «Novecentismo», en alusión a los intelectuales de 1900, ya que todos ellos nacieron a finales del siglo XIX pero publicaron sus primeras obras a partir del nuevo siglo. Su objetivo principal era renovar estéticamente la literatura y el arte de la época para conseguir una estética más moderna y propia del siglo XX. Todos los escritores de esta generación tenían una sólida formación intelectual. De aquí su gusto por las obras elaboradas y reflexivas y la búsqueda de una plenitud formal en ellas. En este sentido, hablan de un arte puro dirigido a minorías cultas.
Características del Novecentismo y las Vanguardias
Para entender sus propuestas estéticas, conviene revisar el ensayo orteguiano La Deshumanización del arte (1924), donde Ortega y Gasset expondrá algunas de las características que, a su juicio, definen el nuevo arte.
1. Racionalismo
- Apostaban por un tipo de textos en los que predomine la razón y la sistematización. Los escritores tienen una gran formación intelectual y escriben con un afán claro de comunicar y de transmitir ideas.
2. Literatura Urbana
- La generación precedente, la del 98, se refugió en los paisajes irreales y bucólicos para crear sus obras. En esta generación, su interés volvió a las ciudades y a los valores civiles y civilizadores.
3. Interés por Europa
- Entre los intelectuales empieza a resurgir un interés por la cultura europea y, por ello, comienzan a analizar los problemas de España desde un punto de vista europeo.
4. Modernizar el País
- Debido al modelo europeo en el que se empiezan a inspirar los intelectuales, empieza a surgir un gran interés en modernizar España de manera intelectual.
5. Activismo para Transformar el País
- Buscan transformar España de manera oficial, llevando a cabo diferentes acciones. Las propuestas no se quedan limitadas al papel escrito, siendo esencial que las clases poderosas se unan a la propuesta transformadora.
6. Rechazo al Sentimentalismo
- Apostaban por un análisis más racional de la vida y el arte.
7. Deshumanización del Arte
- Expresión lanzada por Ortega y Gasset que resume claramente la estética de la Generación del 14. Concepto muy unido al movimiento de las vanguardias artísticas en las que se investigaba sobre las posibilidades del arte (desvincularlo de la experiencia humana). El arte solamente debe realizarse para satisfacer una necesidad estética.
8. Clasicismo
- Se regresa a los modelos clásicos, ya que permiten una serenidad y mayor claridad de todo lo que se quiere expresar.