Literatura Española Contemporánea: Teatro y Narrativa Post-Franquismo

El Teatro Español: De la Transición a la Actualidad

Tras la desaparición del régimen franquista, la escena española experimenta una considerable transformación: desaparece la censura, se recupera a los autores exiliados, así como los premios literarios y los festivales de teatro. Se establece un Centro de Documentación Teatral y un Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas, y se recuperan numerosas salas teatrales. Todo ello contribuye, sin duda, a una mejora del espectáculo, que ahora debe competir ya no solo con el cine o los musicales, sino con otras propuestas de masas (conciertos, eventos deportivos…) y con las plataformas de contenidos audiovisuales que ofrece internet. En general, para analizar el desarrollo de este género en nuestro país, hay que tener en cuenta las siguientes consideraciones:

  • El desarrollo de los teatros de titularidad pública, como la Compañía Nacional de Teatro Clásico o el Centro Dramático Nacional, que reponen obras clásicas o que permiten estrenar todas aquellas que habían sido objeto de la censura (el caso de las obras de Lorca o Valle-Inclán).
  • Gusto por un teatro costumbrista o popular, de baja calidad pero de gran éxito, vinculado a actores o actrices populares, humoristas, y con el apoyo de la televisión (el caso de Lina Morgan, Raúl Sénder, Arturo Fernández…).
  • Las producciones privadas de obras nuevas, de autores españoles de diversas generaciones, que en ocasiones tienen éxito y que dependen de la afluencia del público para subsistir.
  • Compañías independientes de pequeño formato, en salas alternativas, y para un número limitado de espectadores, donde se reivindica un teatro de vanguardia (como los inicios de La Fura dels Baus).
  • El éxito constante de los musicales, con grandes producciones que revitalizan los espacios escénicos pero que hacen sombra a espectáculos más modestos (El Rey León, Billy Elliot).

Tendencias de Finales del Siglo XX en el Teatro

No es fácil estudiar las tendencias del teatro de estas décadas por la falta de perspectiva histórica, pero se puede decir que, en líneas generales, continúan las dos corrientes que hemos estudiado a lo largo del siglo XX: un teatro comercial, centrado en los intereses del público, y otra faceta más innovadora y experimental. Para tratar de concretar más, hablaremos de cuatro tendencias:

Comedia Burguesa Renovada

En los años 70 y 80 surge con fuerza una nueva comedia burguesa que bebe de los tópicos benaventinos (ambientes de clase media-alta, relaciones personales) y que recibe el beneplácito del público. Su finalidad es el entretenimiento y mezcla formatos como la comedia, el musical, la farsa o el vodevil. De estructura tradicional, aborda en ocasiones temas sociales de la época, pero sin mayor compromiso. Entre los autores destaca Ana Diosdado que, aunque en su primera obra, Olvida los tambores, critica a la burguesía y la falta de libertad, tras la muerte de Franco evoluciona hacia un teatro más comercial y obtiene un gran éxito con Los ochenta son nuestros. También podemos recoger en este grupo a nombres como Antonio Gala (Anillos para una dama) o Adolfo Marsillach.

Teatro Innovador

Comienza en torno a 1965 y puede decirse que sigue vivo, pero en salas alternativas, no comerciales. La experimentación, que deja la trama en un segundo plano, requiere un público con capacidad crítica que busque en el teatro algo más que evasión o diversión. Los dos autores principales de esta tendencia de los años 70 y 80 siguen siendo Fernando Arrabal (El cementerio de automóviles, Pic-nic, El triciclo…) y Francisco Nieva (La carroza del plomo candente). A estos se añaden otros nombres como Manuel Martínez Mediero o José Ruibal. Debemos citar también a Antonio Buero Vallejo, que continúa su trayectoria con una propuesta que combina aspectos experimentales con un mensaje de carácter social. Son de este periodo Jueces en la noche o Lázaro en el laberinto, ambas con buena acogida por parte del espectador.

Teatro Independiente

Continúan hasta hoy con la trayectoria que habían iniciado en los 60 diferentes compañías, muchas vinculadas al mundo universitario. Sin duda, el grupo más veterano y referente para todos es Els Joglars, con la dirección de Albert Boadella. En su puesta en escena, determinante en los últimos años del Franquismo, predomina la pantomima, lo visual, los efectos sorprendentes, así como su visión crítica del poder, como se aprecia en títulos como Operación Ubú y Ubú president, sobre la corrupción política en Cataluña, o Zenit, sobre la labor informativa de los medios de comunicación.

Con la llegada de la democracia, buena parte de estos grupos independientes se hacen estables gracias a subvenciones públicas y aparecen nuevas propuestas como Dagoll Dagom (Scaramouche), Els Comediants y la famosísima y siempre controvertida La Fura dels Baus. Serán, de hecho, estos últimos los más transgresores, llegando a cuestionar el texto como origen del propio espectáculo teatral, incluyendo al espectador dentro de la obra y reelaborando textos clásicos como Fausto, La Metamorfosis o Las Troyanas. Dentro de este grupo también tenemos que nombrar a La Cubana, una compañía nacida en Sitges en los 80 con vocación amateur y que se ha convertido en una de las compañías españolas más prestigiosas de comedia. Sus mayores éxitos comerciales (Cómeme el coco, Negro o Cegada de amor) han catapultado a actores como Santi Millán, Yolanda Ramos o José Corbacho.

Teatro Neocostumbrista

Esta tendencia aúna renovación y carácter comercial en obras que, sin renunciar a la calidad, llegan a un público amplio. Podemos decir que esta forma de entender el teatro queda inaugurada en 1985 con el gran éxito de Bajarse al moro, de José Luis Alonso de Santos, de quien hablaremos en la parte final del tema. También contribuyen a la consolidación de esta línea José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!) o Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano). Estos autores tienen en común que anteponen la historia a la experimentación formal y el interés del público frente a la crítica, que sin ser su finalidad, sigue estando presente en ligeras dosis y tamizada por el filtro del humor. Además, los temas están extraídos de la vida cotidiana y se reflejan con un lenguaje coloquial en el que se dejan ver dialectalismos y jergas.

El Teatro Más Joven: Del 2000 en Adelante

Los dramaturgos más jóvenes empiezan a publicar o a escribir a finales de los 90 y principios de los 2000. Ya sea por una cuestión generacional o por el cambio de paradigma comunicativo que supone la irrupción de internet, lo cierto es que se aprecia en ellos unas características diferenciadoras con respecto a los anteriores autores. En general, recurren a una escritura con fórmulas eclécticas y beben de diferentes fuentes, ya sea el cine o la televisión o, incluso, la música o el fútbol. Algunos críticos hablan de “pastiche” para definir la manera en la que construyen una obra sumando estas aportaciones.

Al margen de lo estético, en lo temático se ven atraídos por lo marginal y tienen una visión pesimista de la sociedad contemporánea. Sus personajes suelen ser anónimos y representan la despersonalización de una sociedad posmoderna que reduce al individuo a un mero número. La soledad, el racismo o el totalitarismo son algunos de los motivos que se escenifican a través de planos superpuestos envueltos en fantasía, ironía y escepticismo.

Juan Mayorga es el autor más representativo de esta generación, con un teatro imaginativo y onírico en el que sobresale la palabra culta llena de connotaciones. Colabora con el grupo teatral Animalario. Entre sus obras destacan Más ceniza, El traductor de Blumemberg, Cartas de amor a Stalin y El chico de la última fila. También podemos citar a Paloma Pedrero, con temas contemporáneos y estética realista (El pasamanos) o Jordi Galcerán (El método Grönholm).

Uno de los campos más destacados del teatro actual es el llamado teatro-documento, donde se presentan con crudeza hechos destacados de la actualidad. Dos nombres destacan aquí: Burundanga de Jordi Galcerán o Jauría de Jordi Casanova, donde se reflejan respectivamente el tema de los abusos con drogas sintéticas o el fenómeno de las violaciones grupales.

En los últimos años, junto a eventos ya consagrados como el teatro de calle (TAC de Valladolid) o los grandes festivales (Mérida, Almagro) han crecido los bares y las salas independientes que proyectan obras transgresoras donde se interconecta el debate social, el monólogo, el microteatro y el teatro de ‘impro’. Destacan La Cuarta Pared, Sala Pradillo o La Casa de la Portera en Madrid; o Microteatro por Dinero o Átic 22 en Barcelona. La crisis derivada de la pandemia de 2020 crea incertidumbres en el futuro de las salas comerciales o independientes, aunque muchas de estas compañías se han reinventado para ofrecer obras en streaming.

La Novela Española: De la Transición a la Actualidad

Tras la desaparición del régimen franquista, la vida cultural y literaria española experimenta una considerable transformación: desaparece la censura, se recupera a los autores exiliados, se produce una apertura hacia la literatura extranjera, la creación en lenguas españolas diferentes al castellano recibe un fuerte impulso y se consolidan importantes grupos editoriales y de comunicación, como PRISA, Planeta o RBA. A partir de ahí, la novela estará marcada por el predominio de lo económico en el mundo editorial, la enorme variedad temática y estética de los escritores, la falta de perspectiva histórica para juzgar el valor de los nuevos títulos y, en los últimos años, el papel de internet y de las redes sociales.

Para entender el desarrollo de estas décadas hay que tener en cuenta también que se solapan diferentes generaciones, pues a los autores consagrados durante la dictadura se añaden los que empiezan a escribir y los que vuelven del exilio. Para tratar de simplificar el estudio de estas décadas, realizaremos un análisis en tres bloques:

  • En los años 70, predominio de la experimentación formal, condicionada por Tiempo de silencio y por las tendencias europeas y americanas.
  • Tras el fin de la dictadura y el inicio del nuevo siglo, pérdida de interés por la experimentación y vuelta a un realismo renovado, aunque con alternancia de diferentes estéticas.
  • A partir del 2000, multiplicidad de tendencias, aunque con prevalencia de lo real. Se puede destacar también la importancia de internet y las redes sociales.

La Primera Promoción de los Años 70 en la Novela

La primera promoción de los 70 está muy condicionada por el experimentalismo narrativo de Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos. Hay que decir que el clima cultural era propicio para ello, pues autores de la posguerra en activo se incorporan a los experimentos narrativos, como ocurre con Delibes (377A madera de héroe), Cela (Cristo versus Arizona) o Torrente Ballester (La saga/fuga de JB). Además, muchos son ensalzados por la crítica a través de Premios como el Nadal o el Planeta y por sus frecuentes apariciones en televisión. Es el caso de Francisco Umbral, tertuliano y columnista, que en esos años ganaría el Premio Nadal con Las ninfas, en un claro homenaje a la Lolita de Nabokov.

Por otra parte, el conocido como ‘boom’ de la novela hispanoamericana llegará también a España, así como la influencia del nouveau roman francés y la gran novela norteamericana y europea del siglo XX, con nombres como Proust, Joyce, Kafka o Faulkner.

Los autores que publican sus primeras obras entre finales de los sesenta y principios de los setenta abrazan estos experimentos, como José María Guelbenzu, Julián Ríos, José Leyva o Juan Benet. Cultivan una novela minoritaria y culturalista, hermética y experimental, cuya preocupación es el lenguaje. Lo más importante no es contar una historia, de ahí que el relato no sea lineal, sino que se fracciona y se funde en reiterados contrapuntos.

Las técnicas narrativas que despliegan habían aparecido algunas ya en el período anterior. El monólogo interior, caótico, acaba perdiendo el sentido. De forma sistemática se usa en la narración la segunda persona, se reclama el efecto expresivo de la tipografía, se añaden páginas en blanco, se prescinde de los signos de puntuación o se echa mano del collage; se usa reiteradamente el perspectivismo, el behaviorismo (técnicas objetivistas) y tratamientos espaciotemporales diversos. Se habla de antinovela y metaliteratura para clasificar títulos como La primavera de los murciélagos (1974), de José Leyva, y Larva, de Julián Ríos, que trata de seguir el modelo del Ulises de Joyce. No obstante, el autor de fama más perdurable dentro de esta tendencia es Juan Benet, que en 1967 publica Volverás a Región, con la que cosechó gran éxito.

Realismo Renovado en la Novela

Tras la muerte de Franco y la llegada de la democracia, hacia 1975, empieza a publicar una nueva promoción. Se habla de Realismo renovado y la obra clave de esta nueva perspectiva será La verdad sobre el caso Savolta (1975), de Eduardo Mendoza. Frente a los anteriores autores que juegan con los elementos de la narración, ahora se vuelve a reivindicar el placer clásico de narrar: un relato con intriga y aventura.

Algunos títulos relevantes son: Los delitos insignificantes (1986), de Álvaro Pombo; Luna de lobos (1985), de Julio Llamazares; La ciudad de los prodigios (1986), de Eduardo Mendoza, o Bélver Yin (1986), de Jesús Ferrero. Estas novelas ponen al descubierto los atributos del ser humano de hoy, la confusión del hombre moderno obligado a reflexionar sobre la realidad que lo rodea, a buscarle un sentido porque ha perdido la fe en aquellos valores que garantizaban y explicaban el mundo.

En consonancia con lo anterior, se pone de moda la novela histórica, en parte, gracias al éxito comercial de El nombre de la rosa del italiano Umberto Eco. En este tipo de obras se recrean personajes y espacios históricos que se reproducen junto con elementos de ficción en los que la historia es el pretexto para ahondar en la condición humana. Destacan autores como Antonio Gala, con El manuscrito carmesí; Terenci Moix con No digas que fue un sueño, sobre la historia de Marco Antonio y Cleopatra; Torrente Ballester, con Crónica del rey pasmado, sobre Carlos II el Hechizado; Juan Eslava Galán, con En busca del unicornio; la famosa saga de Alatriste de Pérez Reverte; o la biografía novelada de Ana María Moix sobre la emperatriz Sissi, Vals negro. Mención aparte merecen las novelas que pretenden recuperar la historia reciente: la Segunda República, la Guerra Civil y la inmediata posguerra. Se aprecia esta necesidad en Juan Benet (Herrumbrosas lanzas), Adelaida García Morales (El Sur) o Julio Llamazares (Luna de Lobos).

Dentro de la estética realista de estos años, podemos hablar de una rama particular, la novela policíaca y negra, que no se había desarrollado mucho hasta el momento en castellano pero que gozaba de un público que leía títulos traducidos del inglés o del francés. Poco a poco, y con el impulso de los medios de comunicación, se convirtieron en grandes éxitos editoriales, como lo atestigua el detective Pepe Carvalho, creado por la mano de Manuel Vázquez Montalbán, en novelas como Los mares del sur o El hermano menor y, por supuesto, la narrativa de Eduardo Mendoza, como el ya comentado La verdad sobre el caso Savolta, que estudiaremos al final del tema. Otras novelas, sin llegar a ser detectivescas, se despliegan como una investigación o el esclarecimiento de una trama de intriga como Queda la noche, de Soledad Puértolas.

Por último, podemos hablar del llamado ‘realismo sucio’. Dos hechos históricos sirven para acotar esta tendencia, pues se desarrolla fundamentalmente entre la caída del muro de Berlín (1989) y los atentados del 11-S del 2001. El eje temático se articula en torno a la conducta de los jóvenes de la época, retratados por escritores conocidos como Generación X. Las salidas nocturnas por grandes ciudades, el abuso de las drogas, el sexo y la música son el telón de fondo para unos títulos que tienen en Historias del Kronen de José Ángel Mañas (1994) su máximo referente. Ray Loriga también contribuye a engrandecer el elenco de personajes con Héroes, mientras que Lucía Etxebarría se centrará en un universo femenino que lucha por vivir su sexualidad con la misma libertad que los hombres: Beatriz y los cuerpos celestes o Nosotras que no somos como las demás.

Junto a estas tendencias, pervivirán otras obras en la que el autor reflexiona sobre los aspectos teóricos de la narración, que suele trasladar a la ficción como tema o motivo del relato. Es la conocida como metanovela, donde podemos incluir títulos como La orilla oscura, de José María Merino; Juegos de la edad tardía de Luis Landero; Antagonía, de Luis Goytisolo; o La soledad era esto, de Juan José Millás.

Últimas Tendencias en la Novela Española

Con la llegada del nuevo milenio, las tendencias de carácter realista que se habían impuesto en los años 80 y 90 continúan de rabiosa actualidad, si bien los límites entre géneros se van diluyendo para dar lugar a obras en las que se mezclan, casi a partes iguales, reportaje, documento y memorial personal. La labor comercial de las editoriales, unida al desarrollo de internet y las redes sociales, han multiplicado el número de lanzamientos anuales, así como el número de autores, por lo que cada vez se hace más difícil hablar de grupos o tendencias, si bien durante unos años tuvo éxito el apelativo de Generación Nocilla o Afterpop, para referirse a autores como Agustín Fernández Mallo (Nocilla Dream), que empiezan a escribir a principios de los 2000.

Novela Policíaca y de Misterio

En este epígrafe podemos nombrar a autores muy conocidos por el público como Juan Manuel de Prada, que obtuvo el Premio Planeta por su primera novela seria, La tempestad, o el recientemente desaparecido Carlos Ruiz Zafón, que se había estrenado en los 90 en la literatura juvenil (Trilogía de la Niebla) y que se consagró definitivamente con La sombra del viento, un best-seller con más de quince millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. También merece la pena mencionar a autores como Lorenzo Silva (La niebla y la doncella), el vallisoletano Pérez Gellida (Memento Mori, La suerte del enano), Javier Sierra (El fuego invisible) o el éxito cosechado por Carmen Mola, pseudónimo bajo el que se esconden los tres escritores que publicaron la trilogía de La novia gitana y que desvelaron su identidad, con cierta polémica, al ganar el Premio Planeta de 2021 con La bestia.

Novela Histórica

Heredera de los autores que empiezan a rescatar el pasado allá por los 80, llama la atención la línea que explora la intrahistoria de la Guerra Civil. En ese sentido, es conmovedor Los girasoles ciegos de Alberto Méndez, articulado como cuatro relatos breves por los que transitan personajes marcados por la derrota. También Javier Cercas, a través del ‘faction’ o autoficción, ofrece su visión del conflicto en Soldados de Salamina, sobre la vida del padre del escritor Rafael Sánchez Ferlosio, Rafael Sánchez Mazas, falangista que sobrevivió a un fusilamiento gracias a la ayuda de un grupo de republicanos. La mirada de personajes concretos es la que ofrece también Andrés Trapiello en Ayer no más y, de la mano de la serie Episodios de una guerra interminable, Almudena Grandes, fallecida a finales del pasado 2021, y que se había dado a conocer a finales de los ochenta por la novela erótica Las edades de Lulú, abre una ventana al mundo de la posguerra. Recientemente, autores como Fernando Aramburu se han atrevido a ofrecer su particular visión de otro conflicto, en este caso, el vasco, en la aclamadísima Patria, que incluso ha sido llevada a la ficción en forma de miniserie, y algo parecido ha hecho Cercas con Terra alta e Independencia, sobre el nacionalismo catalán.

Novela de Pensamiento

Cercana al ensayo, se trata de un tipo de narrativa en la que se pierden las fronteras entre narración y pensamiento. Claros ejemplos son Sefarad, de Muñoz Molina, y Negra espalda del tiempo, de Javier Marías.

También podemos incluir en este grupo los diarios que lleva realizando Andrés Trapiello desde hace más de quince años, recogidos bajo el título genérico de Salón de pasos perdidos.

Novela Neorrealista y Comprometida

Aunque no es la estética más dominante, se aprecia una corriente preocupada por la realidad social y la denuncia de injusticias. El amante lesbiano de José Luis Sampedro explora las relaciones de sumisión y dominación que se establecen entre hombres y mujeres; el tema de la corrupción urbanística alcanza su cénit en Crematorio, de Rafael Chirbes, llevada también a la pequeña pantalla. Por otra parte, Cristina Morales, galardonada con el Premio Nacional, aborda en Lectura fácil el desamparo institucional de las personas con discapacidad intelectual y Jesús Carrasco sitúa la historia de Intemperie en esa España vaciada de la que tanto se habla. Por otro lado, la diversidad cultural, fruto de la inmigración de las últimas décadas, se revela en la presencia de autoras como Najat El Hachmi, de origen marroquí. Ganadora del Premio Nadal 2021 con El lunes nos querrán, El Hachmi desarrolla un relato en el que reflexiona sobre el hecho de ser inmigrante, musulmana y mujer. También es destacable la aparición de varias obras de carácter costumbrista que reivindican el valor de las identidades locales como Feria, de Ana Iris Simón, que se centra en la infancia de la autora en un pueblo de La Mancha, y Panza de burro, de Andrea Abreu, que reivindica sin complejos el léxico y la pronunciación del español de Canarias.

Junto al desarrollo novelístico como tal, hay que destacar que en estos años se ha producido un auge del cuento y del relato corto. Al magisterio clásico de autores de anteriores generaciones (Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Rosa Montero…) hay que añadir ahora la presencia de nuevas voces como Sara Mesa (Un amor), así como aforismos, nanorrelatos y publicaciones en redes sociales. Es paradigmático el caso de Benjamín Prado a través de Twitter y tampoco podemos olvidar otros nombres conocidos por los internautas como el periodista Juan Gómez-Jurado (Reina Roja), uno de los autores más vendidos en formato electrónico, según las estadísticas de Amazon, o Eloy Moreno, que captó la atención de Espasa tras vender más de 3000 ejemplares de su novela autoeditada El bolígrafo de gel verde y continúa siendo éxito de ventas con Invisible. En esa misma línea de autoedición y apoyo de las redes sociales (más de 300.000 fans en Instagram), Javier Castillo situó su thriller El día que se perdió la cordura entre las tres novelas más vendidas en nuestro país en 2020.