Evolución de la Poesía Española: De la Posguerra a la Actualidad (1939-2000s)

La Poesía Española en las Tres Décadas Posteriores a la Guerra Civil (1939-1970)

Al término de la Guerra Civil se impuso en España la dictadura del general Franco, quien había ganado la contienda. Se inició así una nueva y difícil etapa en la sociedad y en la cultura españolas.

1. La Poesía de la Inmediata Posguerra

En los años anteriores a la Guerra Civil, la poesía española había alcanzado altos niveles de creatividad con Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez o los poetas de la Generación del 27, y con otros poetas más jóvenes como Miguel Hernández, Luis Rosales o Leopoldo Panero.

La Guerra Civil supuso un corte profundo en la evolución natural de la literatura española y, por supuesto, de la poesía. Esta había tenido un papel destacado durante la guerra, pues había sido utilizada como arma propagandística por los dos bandos con un carácter combativo y bélico. Sin embargo, tras la contienda, la ruptura fue evidente. A ello contribuyó la muerte de algunos de los poetas más destacados, como Antonio Machado, el fusilamiento de Federico García Lorca, el exilio de muchos de los autores del 27 y el encarcelamiento y muerte posterior de Miguel Hernández, y sobre todo el inicio de la dictadura franquista que marcó un nuevo tiempo presidido por el aislamiento internacional y la censura.

En la literatura, y en la poesía en particular, solo hay dos caminos: aprobar la nueva situación o reflejar la desesperanza en el presente y en el futuro. Estas posturas son definidas por Dámaso Alonso como literatura arraigada y literatura desarraigada, respectivamente.

1.1. La Poesía Arraigada

Esta poesía, cultivada por autores de la llamada Generación del 36, complacientes con el régimen de Franco, adoptó una forma clasicista, alejada de cualquier innovación formal, y ofreció una visión optimista de la realidad que contrastaba con la pobreza y la desilusión diarias que vivía la mayoría. Se trató de una poesía intimista que cantaba el amor, el paisaje y el sentimiento religioso. Entre los poetas más destacados se encuentran Luis Rosales, Leopoldo Panero y José García Nieto.

1.2. La Poesía Desarraigada: Miguel Hernández

Esta poesía, al contrario, reflejó la vivencia individual del ser humano en tiempos de angustia, dolor y falta de fe en el futuro, mostrando su disconformidad con el mundo circundante. Trataba temas como la muerte, la tristeza, la búsqueda de la fe o el amor. Rechazaba el afán formal de la poesía arraigada y utilizaba imágenes tremendistas, así como un tono desgarrador y apasionado. Frente al mundo armonioso de los poetas arraigados, los existencialistas mostraron el desajuste entre el individuo y la sociedad en la que vivían. En esta tendencia se podría incluir la obra de Miguel Hernández, escrita tras la Guerra Civil, Cancionero y romancero de ausencias, publicado póstumamente, que supuso una evolución del poeta hacia la intimidad.

Miguel Hernández (1910-1942) alternó, a lo largo de su trayectoria poética, versos de apurado estilo con otros que expresaban la fuerza del grito y el desgarro. Así, de su primera etapa, anterior a la guerra, vanguardista o gongorina (Perito en lunas, 1934), pasó a una poesía humanizada (El rayo que no cesa, 1936), que trataba sobre el amor, la vida y la muerte. La producción de su última etapa, escrita durante la guerra, supuso un antecedente de la poesía social de los años 50 (Viento del pueblo, 1937 y El hombre acecha, 1939), así como el mencionado poemario Cancionero y romancero de ausencias, publicado póstumamente.

2. La Década de los Cincuenta: La Poesía Social y Blas de Otero

Hacia mediados de siglo, la literatura existencialista desembocó en el llamado realismo social. Los autores de esta etapa intentaron presentar con objetividad la vida española y sus conflictos hasta alcanzar un tono enérgico de protesta o denuncia de la situación social. Entendieron la poesía como comunicación con la “inmensa mayoría” de la que hablaría Blas de Otero, como testimonio de la realidad y como herramienta para transformar la sociedad. Los temas tratados fueron la marginación, el paro y la falta de libertad, entre otros. En lo que se refiere al estilo, emplearon un lenguaje transparente, a veces coloquial, como forma de llegar a todos los lectores. Entre los poetas sociales destacaron Victoriano Crémer, José Hierro, pero sobre todo Gabriel Celaya, para quien “la poesía es un arma cargada de futuro”, un instrumento para cambiar la realidad, y Blas de Otero.

Blas de Otero (1916-1979) es considerado el gran poeta de su época y su obra resume la evolución de la poesía española desde 1939 hasta su muerte. Se distinguen en su obra tres etapas que coinciden con las de la poesía española del momento:

  • La primera, existencialista, de tono desgarrado, centrada en la búsqueda angustiosa de Dios, del amor y del sentido de la existencia. A esta etapa pertenecen Ángel fieramente humano (1949) y Redoble de conciencia, publicados más tarde bajo el título global de Ancia.
  • La segunda etapa significó su entrada en la poesía social, en el compromiso y la solidaridad testimonial con los problemas colectivos de España, en los libros Pido la paz y la palabra (1955) y Que trata de España (1964).
  • La tercera etapa supuso un cambio importante en la forma, casi cercana al experimentalismo, en Hojas de Madrid (1968-1979).

3. La Década de los Sesenta (Generación del 50): La Poesía como Conocimiento y Gil de Biedma

La Generación del 50 o Generación del medio siglo estuvo conformada por un grupo de poetas que comenzó a publicar a finales de la década de 1950. Algo más jóvenes que los poetas sociales, compartieron con ellos una visión crítica de la realidad y una similar atención a los temas de la colectividad: conflictos del hombre con el medio adverso, el inconformismo y la denuncia, las referencias realistas a la vida cotidiana y el sentido de la solidaridad y el compromiso. En el plano formal, sin embargo, pretendieron dignificar el lenguaje poético, alejándolo del prosaísmo que tanto se había criticado a los poetas sociales. En los contenidos, además de los temas señalados, volvieron a los motivos eternos como la intimidad, el paso del tiempo, la niñez, la soledad o la muerte. En el plano estilístico mostraron un gran rigor expresivo y formal y usaron la ironía y cierto aire conversacional. En métrica predominó el verso libre, aunque no abandonaron completamente las formas clásicas. Entre los poetas más destacados se encuentran: Ángel González (Palabra sobre palabra), José Ángel Valente (A modo de esperanza), Claudio Rodríguez (Don de la ebriedad), Francisco Brines, José Agustín Goytisolo (Palabras para Julia y otras canciones), Antonio Gamoneda y sobre todo Jaime Gil de Biedma.

Jaime Gil de Biedma (1929-1990) fue un poeta muy influyente en las generaciones actuales, sobre todo en los poetas de la llamada poesía de la experiencia. Su poesía irónica, sincera, cercana a lo cotidiano, pretendió desenmascarar las contradicciones de la burguesía y de su propia experiencia. Mostró un cierto escepticismo y una visión negativa de la realidad. Entre sus libros sobresalen: Compañeros de viaje (1959), Moralidades (1966) y Las personas del verbo (1975).

4. La Poesía Española desde los Años 70 hasta la Actualidad

En los años 70 se produjo una poesía experimental. Surgieron los Novísimos o Generación del 68, presentados como un movimiento de ruptura vanguardista con la poesía social. Entre los autores más representativos se encuentran Pere Gimferrer (Arde el mar, 1966) y Guillermo Carnero (Dibujo de la muerte, 1967).

A partir de los años 80, la poesía se caracterizó por la multiplicidad de tendencias. En esta década, podemos hablar principalmente de dos: la Poesía del silencio, que reivindicó las vanguardias, con autores como Clara Janés u Olvido García Valdés, y la Poesía de la experiencia, de corte realista, que abordó la vida cotidiana, con autores como Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes y Eloy Sánchez Rosillo. Otras tendencias poéticas fueron el Neosurrealismo (de Blanca Andreu), el Erotismo (de Ana Rossetti), el Neoexistencialismo (de Luisa Castro) o el Neorrealismo (de Fernando Beltrán). Hacia el siglo XXI, entre los poetas comenzó a manifestarse un rechazo hacia el relativismo moral de las tendencias predominantes, a favor de un mayor compromiso social. Son ejemplo de esta poesía “entrometida” El hombre de la calle (2001) de Fernando Beltrán, El día que dejé de leer El País y Poesía desabrigada (2006) de Jorge Riechmann, y La voz de los relojes (2000) de Ana Merino. En definitiva, la poesía más reciente se mueve en muy diversos frentes y las diferencias, incluso dentro de cada grupo, son enormes. La continua aparición de textos y autores, y sobre todo la cercanía en el tiempo, dificultan su sistematización.



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