El Reinado de Carlos IV y la Guerra de Independencia (1788-1814)
El reinado de Carlos IV estuvo condicionado por la Revolución Francesa (1789). Tras un momento de neutralidad, se inició una contienda que finalizaría con la Paz de Basilea (1795). En 1796, se firmó el Tratado de San Ildefonso, estableciendo una política de colaboración entre España y Francia. La derrota de Trafalgar (1805) significó el hundimiento de España como potencia marítima.
Godoy firmó con Napoleón un pacto por el cual se permitía a las tropas francesas su paso por España para conquistar Portugal. El objetivo era dividir Portugal en tres partes. Napoleón dispuso sus tropas en distintas partes de España, mientras Godoy intentó trasladar a la familia real a Andalucía. En marzo de 1808, estalló el Motín de Aranjuez, lo que llevó a Carlos IV a destituir a Godoy y abdicar a favor de su hijo, Fernando VII.
Las Abdicaciones de Bayona y el Inicio de la Guerra
Napoleón logró atraer a Bayona a Carlos IV y Fernando VII, obligándolos a abdicar la corona en su persona. Posteriormente, Napoleón cedió la corona a su hermano José Bonaparte, quien, con el nombre de José I, se convirtió en rey de España y promulgó el Estatuto de Bayona.
El 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid se amotinó contra la ocupación francesa. Surgieron dos grupos principales: los afrancesados (partidarios de José I) y la resistencia. Dentro de la resistencia, que luchaba en nombre de Fernando VII, se distinguían dos facciones: los liberales (que buscaban establecer una monarquía constitucional) y los absolutistas (que defendían el Antiguo Régimen y a Fernando VII como monarca absoluto).
La Resistencia y la Constitución de 1812
Para controlar la situación y organizar la resistencia, se crearon Juntas locales, con delegados que se unieron en la Junta Central Suprema en septiembre de 1808. Esta Junta General Suprema, posteriormente, convocó a Cortes que darían lugar a la Constitución de 1812.
En junio de 1808, un ejército francés se adentró en España, pero la inesperada resistencia desbarató los proyectos de Napoleón. Hasta noviembre de 1808, la resistencia obtuvo algunas victorias, como la de Bailén. La situación cambió en la primavera de 1812, cuando Napoleón necesitó efectivos en el frente ruso, lo que facilitó la victoria del general Wellington. En 1813, Wellington ganó la Batalla de San Marcial y, a finales de ese año, se firmó el Tratado de Valençay, por el que Napoleón reconocía a Fernando VII como rey de España, poniendo fin a la Guerra de Independencia.
El Reinado de Fernando VII: Absolutismo y Liberalismo (1814-1833)
Fernando VII, prisionero en Francia, regresó a España en un contexto donde el pueblo había redactado la Constitución de 1812. Esta Constitución ponía fin al Antiguo Régimen y recortaba los poderes del rey, aunque su representatividad se limitaba a los diputados.
El Sexenio Absolutista (1814-1820)
Tras su liberación por el Tratado de Valençay en 1814, Fernando VII llegó a Valencia. Allí, un grupo de diputados le hizo entrega del Manifiesto de los Persas, un documento que le animaba a restaurar el Antiguo Régimen. Fernando VII declaró nula la Constitución de 1812 y todas las leyes de las Cortes de Cádiz. Sin embargo, la vuelta al Antiguo Régimen ya no era completamente posible, por lo que Fernando impuso un despotismo ilustrado en el que el rey gobernaba con la ayuda de sus ministros. Esto generó descontento tanto entre los absolutistas más radicales como entre los liberales, lo que llevó a una serie de pronunciamientos militares, la mayoría fracasados, que intentaban acabar con el sistema absolutista.
El Trienio Liberal (1820-1823)
En 1820, Rafael del Riego inició un alzamiento en Cabezas de San Juan en defensa de la Constitución de 1812. Fernando VII se vio obligado a capitular y, en marzo, juró la Constitución. La victoria de esta revuelta supuso la vuelta al régimen constitucional de 1812 durante tres años, conocido como el Trienio Liberal.
Este periodo se caracterizó por una constante agitación pública y la oposición al gobierno liberal. Por un lado, el propio rey conspiraba y se crearon partidas guerrilleras organizadas por la aristocracia y el clero. Por otro lado, los liberales se dividieron en dos grupos: los moderados (dispuestos a introducir reformas más graduales) y los exaltados (que querían mantener la Constitución de 1812 sin cambios y buscaban una política más progresista).
Los miembros de la Santa Alianza se reunieron en Verona y encargaron a Francia la intervención militar. El 30 de septiembre de 1823, Fernando VII fue liberado y la Constitución abolida, finalizando así el Trienio Liberal.
La Década Ominosa (1823-1833)
Comenzó así la Década Ominosa (1823-1833), que se extendió hasta el año de la muerte de Fernando VII. Durante este periodo, se impulsó nuevamente el régimen absolutista y se inició una fuerte represión contra los liberales. En 1830, nació la primera hija de Fernando VII y María Cristina, Isabel, lo que tendría importantes consecuencias para la sucesión al trono.
Las Regencias de Isabel II: Hacia el Estado Liberal (1833-1843)
El reinado de Isabel II marcó el paso definitivo al liberalismo burgués en España. Se consolidó una monarquía constitucional basada en los principios del liberalismo político, una economía capitalista y la desaparición de la antigua sociedad estamental. Sin embargo, la burguesía española era escasa y débil, lo que obligó a la monarquía a apoyarse en los militares liberales.
El Inicio de la Regencia de María Cristina y la Primera Guerra Carlista (1833-1839)
En 1833, tras la muerte de Fernando VII, su esposa María Cristina asumió la regencia hasta la mayoría de edad de Isabel. Los partidarios de Carlos María Isidro (absolutistas), conocidos como carlistas, no aceptaron esta situación, lo que desencadenó la Primera Guerra Carlista, que finalizaría en 1839 con el Convenio de Vergara.
Las consecuencias de esta guerra fueron significativas:
- La inclinación de la monarquía hacia el liberalismo.
- El creciente protagonismo político de los militares.
- La implementación de reformas clave, como la Desamortización de Mendizábal.
La Alternancia Política: Moderados y Progresistas
Durante este periodo, se estableció una alternancia en el gobierno entre dos grandes facciones liberales:
- Moderados: Liderados por Narváez, se apoyaban en terratenientes, la alta burguesía y la clase media-alta. Defendían la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, un sufragio censitario muy restringido y un Estado centralizado.
- Progresistas: Con figuras como Espartero, representaban a la pequeña y mediana burguesía y a las clases medias. Defendían la soberanía nacional (residiendo en las Cortes), que limitaba el poder del rey, un sufragio más amplio y mayores libertades.
La Primera Regencia: María Cristina (1833-1840)
La minoría de edad de Isabel II transcurrió bajo dos regencias. La primera, la de María Cristina (1833-1840), tuvo como principal instrumento el Estatuto Real (1834), una carta otorgada que se centraba en la reforma de las Cortes. Estas pasaron a ser bicamerales con función legislativa, aunque eran convocadas, suspendidas y disueltas por el monarca, y solo podían deliberar sobre asuntos planteados por él.
En 1835, se produjeron sublevaciones de milicias urbanas que exigían una ampliación de las libertades políticas, del sufragio y la entrega del poder a políticos progresistas. En 1836, una revuelta contra la regente obligó a María Cristina a aceptar de nuevo la Constitución de 1812, aunque duró poco. Inmediatamente, se redactó la Constitución de 1837, que establecía la soberanía nacional, amplios derechos para los ciudadanos y la separación de poderes (legislativo, judicial y ejecutivo). Se promulgaron algunas leyes progresistas, como la supresión del pago de diezmos a la Iglesia y la eliminación de aduanas interiores.
La Desamortización de Mendizábal (1837) consistió en la venta por subastas de tierras expropiadas a la Iglesia. Sus objetivos principales eran sanear la Hacienda Pública y financiar la Guerra Carlista. La suspensión de una ley de ayuntamientos que suprimía el derecho de los ciudadanos a elegir alcaldes y la decisión de suspender las Cortes provocaron la renuncia de María Cristina, siendo asumida la regencia por Espartero.
La Segunda Regencia: Espartero (1840-1843)
Espartero gobernó hasta 1843 de manera dictatorial, reprimiendo a los moderados y sin someterse al Parlamento, lo que le granjeó el rechazo de todos. En 1843, se inició una sublevación encabezada por Narváez que hizo caer al gobierno de Espartero. Las Cortes, para evitar una nueva regencia, adelantaron la mayoría de edad de Isabel II a los 13 años.