Evolución Demográfica Española en el Siglo XIX
La población española creció de manera constante durante el siglo XIX: en el año 1800 España tenía aproximadamente 11.500.000 habitantes y en 1900 la cifra aumentó a 18.600.000 habitantes.
El Régimen Demográfico Antiguo
Se mantuvo el régimen demográfico antiguo, caracterizado por tasas de natalidad y mortalidad elevadas. La tasa de natalidad española, al terminar el siglo, era del 34 por mil, una de las más altas de Europa. Sin embargo, esta era insuficiente ante la alta mortalidad, que, aunque disminuyó a lo largo del siglo, al terminar este era del 29 por mil, la segunda más alta de Europa. La esperanza media de vida no llegaba a los 35 años.
Causas de la Alta Mortalidad
Las causas que explican esta alta mortalidad fueron varias:
- Crisis de subsistencia: Pervivieron las crisis de subsistencia propias de la época del Antiguo Régimen. Estas crisis se debieron, por un lado, a la meteorología, muy determinante para las malas cosechas, y por otro, al atraso técnico de la agricultura española, que generaba bajos rendimientos. Además, las carencias del transporte impedían llevar productos de las zonas excedentarias a las deficitarias.
- Epidemias y enfermedades: Otro factor muy importante fue el protagonizado por las periódicas epidemias de cólera (el cólera tuvo una gran extensión, con 5 brotes durante el siglo; la epidemia de 1854-55 fue la más mortífera de todas, la última se produjo en 1885), tifus y fiebre amarilla, así como por la persistencia de enfermedades endémicas como la tuberculosis, viruela, sarampión, escarlatina y difteria.
Las epidemias y las enfermedades incidían de forma brutal sobre una población muy debilitada por evidentes carencias alimenticias y por una deficiente atención sanitaria. La mortalidad, en todo caso, manifestó las claras diferencias sociales del siglo. El acceso a la medicina moderna, así como a viviendas con adelantos y requisitos de salubridad, solamente fue posible para las clases alta y media.
Estructura Demográfica por Sectores
La estructura demográfica por sectores económicos era arcaica y desequilibrada, con un importante predominio del sector primario (70%) frente al secundario y al terciario, con aproximadamente un 14% y un 20% respectivamente.
Los Movimientos Migratorios
A comienzos del siglo XIX existía una pequeña emigración que se dirigía hacia el norte de África (Argelia), América o Europa. Esta emigración era, en algunos casos, de carácter temporal en búsqueda de un trabajo agrícola mejor remunerado, o como consecuencia de la situación política, lo que provocaría importantes emigraciones, sobre todo durante la Década Ominosa (1823-1833).
A mediados de siglo, una serie de disposiciones anularon los obstáculos legales que se oponían a la emigración, incrementándose así la marcha de personas que buscaban mejores condiciones de trabajo y de vida hacia repúblicas de Sudamérica, el norte de África y Europa. La corriente migratoria se dirigía sobre todo a Argentina y Brasil, y en menor medida a Argelia y Francia.
Las guerras coloniales de 1897 a 1900 frenaron la tendencia, que se restableció a comienzos del siglo siguiente.
Emigración a Ultramar
En las décadas finales del siglo XIX, la tensión entre el aumento de la población y la falta de oportunidades de empleo obligó a muchos españoles a emigrar a ultramar. El destino más importante fue Latinoamérica, especialmente Argentina, Cuba, México y Brasil. Hasta el año 1860 se calcula que partieron 200.000 españoles hacia América, impulsados por las oportunidades del continente y por la facilidad del nuevo barco a vapor.
El contingente más amplio se registró entre 1853 y 1882, periodo en el que emigraron a América unos 325.000 gallegos, cifra que supuso el 60% de la población. Fueron importantes también las migraciones de asturianos, vascos y canarios a Iberoamérica, y de andaluces y murcianos a Argelia (colonia francesa).
También se incrementó el éxodo rural debido a dos motivos principales: el estancamiento del mundo agrario y las expectativas laborales que ofrecían las ciudades.
El Desarrollo Urbano
El éxodo rural tuvo como consecuencia el crecimiento urbano de ciudades que estaban en pleno desarrollo industrial. En el último tercio del siglo, el proceso de urbanización se aceleró de manera notable, aunque desigual. Crecieron ciudades como Bilbao, Barcelona, Valencia y Madrid.
El aumento de la población urbana supuso el desarrollo espacial de las ciudades, manifestado en dos fenómenos:
- Surgimiento de suburbios periféricos de barrios obreros, desordenados, sin servicios ni infraestructuras.
- Creación de áreas burguesas de urbanismo planificado, los denominados ensanches, cuyos mejores ejemplos fueron el de Barcelona (1860), diseñado por Cerdá, y el de Madrid (1861), planificado por Castro y financiado en parte por el marqués de Salamanca. También destaca la Ciudad Lineal, proyectada para Madrid por Arturo Soria.
A pesar de la creciente urbanización, a principios del siglo XX la mayoría de la población española continuaba siendo rural, y un 70% residía en núcleos de menos de 200.000 habitantes.
La Revolución Industrial en España
Características y Localización
La incorporación de España a la Revolución Industrial fue tardía, incompleta y desequilibrada con respecto a países como Reino Unido, Francia o Bélgica. La revolución, que se había iniciado en Gran Bretaña y se extendía a otras zonas del continente, solo afectó de forma muy localizada a las zonas de Cataluña y País Vasco.
Durante el siglo XIX, España experimentó un proceso de aceleración industrial concentrado en el sector textil de Barcelona y el metalúrgico de Bilbao y Oviedo-Gijón. El desarrollo industrial se centró en estas zonas costeras por su fácil accesibilidad por mar y su cercanía a los países europeos más avanzados económicamente (Francia y Reino Unido). El resto de España permaneció sin industrializar.
Causas del Retraso Industrial
Las causas del fracaso o retraso de la Revolución Industrial en España fueron:
- Escasez de carbón (de mala calidad) y de materias primas (como el algodón).
- Atraso tecnológico y dependencia del capital exterior.
- Inestabilidad política: Guerra de la Independencia, pérdida de los territorios americanos y guerras carlistas.
- Deficiente red de comunicaciones.
- Debilidad del mercado interior español, debido a la baja capacidad adquisitiva de gran parte de la población.
- Escasa competitividad en el mercado internacional de los productos nacionales, más caros y de menor calidad, debida al proteccionismo de los grupos industriales.
- Estancamiento de la agricultura, que no proporcionó mano de obra a la industria ni hizo aumentar el poder adquisitivo de los campesinos.
La Actividad Industrial por Sectores
La Industria Textil del Algodón
En 1855, la industria algodonera estaba totalmente mecanizada. La modernización de Barcelona se vio impulsada por este sector, que utilizaba mano de obra inmigrante de otras regiones españolas. La industria algodonera catalana se vio favorecida por la política proteccionista practicada durante la mayor parte del siglo XIX.
La Industria Siderúrgica
En 1831 se instaló en España el primer alto horno, el de La Constancia, en Málaga. Andalucía fue la primera región con siderurgia moderna. Sin embargo, la escasez de mineral y carbón la hizo inviable en tres décadas.
Desde mediados del siglo XIX se desarrolló la siderurgia asturiana con fábricas en Mieres y La Felguera. A finales de siglo, Vizcaya se convirtió en el centro de la siderurgia española por la abundancia de hierro y la actividad de la empresa Altos Hornos de Vizcaya.
El retraso de la siderurgia española se debió a dos motivos: el atraso de la agricultura, que no tenía una capacidad de demanda suficiente, y la Ley de Ferrocarriles (1855), que facilitó la importación de material extranjero.
Minería
Durante el Sexenio Democrático (1868-1874) se aprobó una legislación minera para la desamortización del subsuelo español. Todos los yacimientos mineros pertenecían al Estado, que los vendió en pública subasta. La mitad de ellos fueron adquiridos por compañías extranjeras, debido al déficit de la Hacienda.
Proteccionismo y Librecambismo
El comercio exterior creció durante el siglo XIX, pero se mantuvo deficitario. España exportaba materias primas e importaba productos elaborados, principalmente del Reino Unido y Francia.
Los gobiernos españoles apostaron por el proteccionismo para proteger la producción nacional elevando los aranceles sobre los productos extranjeros. Los grupos económicos que reclamaron esta política fueron los industriales catalanes del textil del algodón, los cerealistas castellanos y los siderúrgicos vascos.
Solo durante el Sexenio Democrático hubo cierto aperturismo del mercado español tras la aprobación del Arancel Figuerola (1869), que rebajó los aranceles y no prohibió la importación de artículos extranjeros.
El Sistema de Comunicaciones: El Ferrocarril
La construcción del ferrocarril en España estuvo regulada por la Ley de Ferrocarriles (1855), que subvencionó las inversiones, eximió de aranceles a los materiales importados y permitió la entrada de capitales extranjeros.
La construcción del ferrocarril alcanzó su máximo desarrollo entre 1855 y 1864, con una media de 430 kilómetros anuales. Curiosamente, el primer ferrocarril en los dominios españoles fue construido en Cuba en 1837 en el trayecto La Habana-Güines. Las primeras líneas ferroviarias peninsulares fueron Barcelona-Mataró (1848) y Madrid-Aranjuez (1851).
Problemas de la Red Ferroviaria Española
La implementación del ferrocarril supuso dos problemas destacados:
- Red radial centralista: La red radial en torno a Madrid respondía a la política centralista y no a las necesidades económicas, puesto que las zonas industriales se encontraban en la periferia.
- Ancho de vía: El ancho de vía, de 1,67 metros, era mayor que el europeo (1,44 metros). Esto se adoptó bajo la creencia de que las máquinas debían ser más potentes para salvar la difícil orografía española. Un ancho de vía distinto al europeo dificultó las comunicaciones ferroviarias con el resto del continente.
La construcción del ferrocarril se realizó con capital público y privado (sobre todo francés). El Estado subvencionó la construcción con la condición de que las líneas férreas construidas pasaran a ser de propiedad estatal transcurridos 99 años. Como consecuencia de las condiciones impuestas, las empresas utilizaron materiales de baja calidad que continuamente debían ser reparados, motivo por el cual no se obtuvieron apenas beneficios.
La industria española no se benefició de la construcción del ferrocarril, ya que gran parte del material fue comprado a empresas belgas, francesas e inglesas. No obstante, la expansión del ferrocarril contribuyó a la consolidación de un mercado nacional, conectando los diferentes espacios económicos, uniendo los centros productores con los centros de consumo y facilitando el traslado de alimentos, artículos industriales y materias primas.
La Aparición de la Banca Moderna
La única entidad bancaria al iniciarse el siglo XIX era el Banco de San Carlos, encargado de acuñar moneda y emitir deuda pública (fundado durante el reinado de Carlos III). Tras su quiebra, Fernando VII creó el Banco de San Fernando (1829), al que luego se unió el Banco de Isabel II.
Se comenzaron a adoptar medidas para desarrollar el sector financiero:
- Se creó la Bolsa de Comercio de Madrid (1831), para facilitar el crédito a las empresas.
- Ante las dificultades de la Hacienda estatal, agobiada por la Deuda Pública, se promulgó la Ley de Bancos y Sociedades de Crédito (1856), que inició la modernización del sistema bancario.
En 1856 se creó el Banco de España, que vino a sustituir al Banco Español de San Fernando. Otras entidades importantes fundadas fueron el Banco de Santander (1857), Banco de Bilbao (1857) y Banco Hipotecario (1872). Sin embargo, hasta los años treinta circulaban monedas distintas, obstaculizando el comercio.
En octubre de 1868, durante el Sexenio Democrático, se adoptó la peseta como nueva unidad del sistema monetario. En 1874, el Banco de España, como banco nacional, obtuvo el monopolio de la emisión de papel moneda.