La Restauración Borbónica en España (1874-1898): Claves de un Régimen Político

En 1874, con el reinado de Alfonso XII, comenzó en España el período de la Restauración, marcado por la vuelta de los Borbones y el dominio político e ideológico de la oligarquía, que había sido desplazada del poder durante el Sexenio Democrático. El nuevo sistema político tuvo sus orígenes en la abdicación de Isabel II en su hijo Alfonso XII como forma de devolver el prestigio a la dinastía, y en la labor de Cánovas del Castillo, quien dio a conocer la figura de Alfonso XII a través del Manifiesto de Sandhurst. El pronunciamiento de Martínez Campos propiciaría finalmente la proclamación de Alfonso XII.

Las Bases Ideológicas y Políticas del Sistema de la Restauración: La Constitución de 1876

Cánovas sentó las bases del nuevo sistema político, que se basó en varios principios teóricos. Basándose en la idea de una Constitución interna, se creó una Comisión de Notables encargada de elaborar la nueva Constitución de 1876. Esta Constitución establecía la soberanía compartida entre Cortes y Rey, así como una declaración de derechos y libertades. La religión católica era la oficial del Estado. Las Cortes estaban compuestas por senadores nombrados por el Rey y diputados elegidos por la Nación. El Rey conservaba amplios poderes.

Cánovas se inspiró en un modelo donde dos partidos se alternaban pacíficamente en el poder, evitando así el recurso a los pronunciamientos militares o los levantamientos populares. Cánovas creó el Partido Conservador y Sagasta fundó el Partido Liberal. Estos partidos, conocidos como dinásticos, eran los únicos capacitados para gobernar al aceptar la Monarquía y la dinastía. Ambos partidos se identificaban con los intereses de la oligarquía. Pero ambos aceptaban el juego político y garantizaban con su alternancia la estabilidad política. El presidente del Gobierno debía contar con la doble confianza del Rey y las Cortes.

En la práctica, sin embargo, el sistema se veía manipulado. El Rey convocaba las elecciones y el Ministro de Gobernación elaboraba la lista de diputados que debían ser elegidos. Daba las instrucciones a los caciques, personas de poder económico que ejercían la extorsión, el chantaje y la manipulación. Este sistema aseguró la estabilidad política en una España predominantemente rural.

El Reinado de Alfonso XII y la Regencia de María Cristina de Habsburgo

Cánovas del Castillo gobernó durante la mayor parte del reinado de Alfonso XII y logró someter al ejército al poder civil, poniendo fin a la Tercera Guerra Carlista y a la Guerra de Cuba con la Paz de Zanjón. Limitó los derechos y libertades y restauró el sufragio censitario con la Ley Electoral de 1878. En 1881 se produjo la primera alternancia y Sagasta accedió al Gobierno.

Con la muerte de Alfonso XII en 1885, se abrió una crisis política que se solucionó mediante la regencia de su esposa, María Cristina de Habsburgo, quien daría a luz a Alfonso XIII. Cánovas y Sagasta, a través del Pacto de El Pardo, acordaron facilitar la alternancia, y Cánovas, que estaba en el Gobierno, cedió el poder a Sagasta. Las elecciones posteriores, manipuladas mediante el caciquismo, otorgaron una mayoría liberal en el Congreso de los Diputados. Se consolidó así el turnismo, la alternancia pacífica en el poder.

Durante el Gobierno de Sagasta, se emprendió un programa para liberalizar el sistema creado por Cánovas. Se aprobó una ley de imprenta más permisiva, la Ley de Asociaciones, la Ley del Jurado y en 1890 se restauró el sufragio universal masculino.

La Oposición Política y Social al Régimen de la Restauración

El aspecto más significativo de este período fue el desarrollo de movimientos de oposición al sistema. Destacó la oposición del carlismo, firme en la defensa del catolicismo, que se dividió entre una corriente integrista que rechazaba radicalmente el sistema y otra corriente posibilista dispuesta a llegar a acuerdos con los conservadores de Cánovas.

El movimiento republicano se caracterizó por su debilidad, fruto de la división interna y de la pérdida del apoyo de las masas populares. Hubo tres partidos republicanos: los posibilistas de Emilio Castelar, los radicales de Ruiz Zorrilla y los federales de Francisco Pi i Margall. Los republicanos conseguirían obtener algunos diputados en las diferentes elecciones al Congreso.

Surgieron movimientos nacionalistas y regionalistas en los territorios periféricos. En Cataluña, el nacionalismo surgió a partir del movimiento cultural conocido como la Renaixença, y tuvo sus primeras manifestaciones en el Memorial de Greuges y la obra de Valentí Almirall. Fue un movimiento conservador e integrador, con su principal apoyo entre la burguesía industrial. Prat de la Riba, en las Bases de Manresa, sentó las bases del catalanismo político que defendía la autonomía política, la oficialidad del catalán y la ocupación de los cargos por ciudadanos de Cataluña. En 1901, surgió la Lliga Regionalista como principal partido del nacionalismo catalán.

En Vizcaya, el nacionalismo vasco surgió, concretándose en la industrialización, la llegada de inmigrantes procedentes de otras regiones españolas, la difusión de ideologías obreras y la abolición de los fueros. Sabino Arana plasmó este sentimiento en un movimiento católico y conservador, de tintes racistas, violentos y antiespañol, que tuvo su apoyo sobre todo entre el campesinado, la pequeña burguesía y las clases medias. En 1894, se creó el PNV como principal partido del nacionalismo vasco.

En Galicia, surgió un nacionalismo de menor implantación a partir del movimiento cultural conocido como O Rexurdimento.

Crecieron las dos grandes corrientes del movimiento obrero, beneficiadas por el desarrollo de la clase obrera. El anarquismo fue la corriente mayoritaria, con fuerte apoyo entre el proletariado catalán y los jornaleros andaluces. La influencia de los partidarios de la propaganda por el hecho de Kropotkin favoreció el recurso al atentado, como el que costó la vida a Cánovas. El socialismo fue la corriente minoritaria, con sus principales apoyos en Vizcaya, Asturias y Madrid. Pablo Iglesias fundó en la clandestinidad el PSOE y el sindicato UGT como principales organizaciones socialistas.

El Desastre de 1898: La Pérdida de las Últimas Colonias y el Auge del Regeneracionismo

Este período estuvo marcado por la pérdida del reducido imperio colonial español, justo cuando las grandes potencias creaban sus propios imperios. Este hecho provocó entre los españoles una profunda crisis de conciencia.

En 1895, con el Grito de Baire, comenzó la Segunda Guerra de Cuba contra el dominio español. Este conflicto se vio influenciado por la Paz de Zanjón y por la labor de José Martí, quien fundó el Partido Revolucionario Cubano. En 1896, comenzó una insurrección en Filipinas, dirigida por José Rizal, quien sería ejecutado por los españoles. La política represiva del Gobierno español provocó un deterioro de su imagen.

La situación se complicó por la intervención de Estados Unidos. Estados Unidos tenía además interés en intervenir antes de que Cuba se independizara. La política represiva de España hacia los cubanos fue utilizada por la prensa norteamericana para crear un sentimiento antiespañol. En 1898, el Gobierno norteamericano envió a La Habana el acorazado “Maine” para proteger los intereses de Estados Unidos en Cuba. El acorazado sufrió una explosión y la prensa y el Gobierno norteamericano culparon a España. Estados Unidos pidió la cesión de la isla y declaró la guerra a España.

El Gobierno y el ejército eran conscientes de que la guerra estaba perdida. España aceptó ir a la guerra. En las batallas de Cavite y Manila, se hundió la flota del Pacífico, y en la batalla de Santiago, se perdió la flota del Caribe. España anunció su rendición. El mismo 1898, se firmó la Paz de París, que puso fin a la guerra. España reconoció la independencia de Cuba y cedió Puerto Rico a los Estados Unidos. También se cedieron las Filipinas a Estados Unidos a cambio de una indemnización. Cuba seguiría ocupada por Estados Unidos hasta 1902. Tras la Paz de París, España solo mantuvo en el Pacífico los archipiélagos de Marianas, Carolinas y Palaos, que fueron vendidos a Alemania.

Los intelectuales de la Generación del 98 fueron portavoces de esta crisis. Surgió el regeneracionismo, una corriente intelectual que creía necesario regenerar la vida política para iniciar una modernización económica y social. Hubo un regeneracionismo moderado. Desde el punto de vista económico, la crisis del 98 provocó una repatriación de capitales y la búsqueda en Europa de mercados alternativos a los perdidos en Cuba.