La Hispania Romana y la Monarquía Visigoda
La Hispania Romana
La presencia romana en la península ibérica se consolida con el inicio de la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.). Sagunto, ciudad aliada de Roma y situada al sur del río Ebro, fue atacada por los cartagineses, lo que quebrantaba el Tratado del Ebro (226 a.C.). Esto fue considerado por Roma causa suficiente para iniciar las hostilidades de forma directa en la península ibérica.
Los romanos desembarcaron en Ampurias y desplegaron sus legiones en la Península. Aníbal, ante las ofensivas romanas, atravesó los Pirineos y los Alpes con su gran ejército para llevar la guerra a Italia. Tras diversos enfrentamientos en la Península, el general romano Publio Cornelio Escipión (posteriormente conocido como Escipión el Africano) tomó Cartago Nova (209 a.C.) y para el 206 a.C. había expulsado a los cartagineses de la Península. A partir de ese momento se inicia la conquista romana de Hispania, la cual se desarrollará entre el 218 a.C. y el 19 a.C., y que se producirá desde la costa hacia el interior y desde el sureste hacia el norte. Podemos dividir este proceso en cuatro etapas:
Etapas de la Conquista Romana
Primera etapa (218-197 a.C.): Roma intentó consolidar en esta primera etapa el territorio conquistado a los cartagineses en la Segunda Guerra Púnica, estableciendo pactos con la población indígena. Sin embargo, la mala administración y la explotación por parte de algunos gobernadores romanos en los primeros momentos de dominación dieron lugar a importantes sublevaciones. La parte conquistada por los romanos se dividió en dos provincias: Hispania Citerior (con capital en Tarraco) e Hispania Ulterior (con capital en Corduba).
Segunda etapa (197-133 a.C.): Ante la explotación y la represión ejercida por los romanos, se produjeron importantes revueltas y dos grandes guerras de conquista. El primer conflicto tuvo lugar en la provincia Citerior, contra los celtíberos: la ciudad arévaca de Numancia resistió durante más de un año el asedio romano hasta que Escipión Emiliano tomó la ciudad. El segundo conflicto tuvo lugar en la provincia Ulterior, contra los lusitanos: Viriato y sus soldados consiguieron bloquear el avance romano, hasta que Roma persuadió a algunos de sus lugartenientes para que asesinaran a su líder. Este hecho se produjo en el 139 a.C., lo que puso fin a la resistencia y permitió continuar la conquista de Hispania. Según el historiador Apiano, Cayo Vetilio, junto a sus tropas, consiguió sorprender a los lusitanos, quienes, viéndose acorralados, quisieron pactar con él, pidiendo tierras cultivables a cambio de obedecer a Roma.
Tercera etapa (133-29 a.C.): A lo largo de esta etapa, Roma consigue extender sus conquistas hasta la cordillera Cantábrica. Sin embargo, el lento ritmo de conquista se debió también al desarrollo de varias guerras civiles de la República romana.
Cuarta etapa (29-19 a.C.): Tras el cambio político en Roma y el inicio del Imperio, será el primer emperador, Octavio Augusto, quien complete la conquista al derrotar a cántabros y astures en las Guerras Cántabras. Durante esta época tiene lugar la división de Hispania por Augusto en tres provincias: Tarraconensis, Baetica y Lusitania.
Romanización y Organización Administrativa
A lo largo de toda la conquista de la Península se produjo la romanización, proceso por el cual los pueblos conquistados fueron adoptando la organización política, social, económica y cultural de Roma. También adoptaron la cultura romana: desde el idioma (latín) hasta la religión. Figuras clave en el impulso de la romanización en Hispania fueron Julio César y, especialmente, Octavio Augusto.
En cuanto a la organización administrativa, Hispania pasó por diferentes fases. En el 197 a.C. se crearon dos provincias: Hispania Citerior e Hispania Ulterior. En el 27 a.C., Augusto reorganizó Hispania en tres provincias: Tarraconensis, Baetica y Lusitania. En el 298 d.C., con la reforma de Diocleciano, se establecieron cinco provincias: Gallaecia, Tarraconensis, Cartaginensis, Baetica y Lusitania (posteriormente se añadiría Balearica).
En el ámbito de la economía, Roma llevó a cabo una intensa explotación de los recursos peninsulares (minería, agricultura, pesca) para abastecer al Imperio. Hispania se integró plenamente en los circuitos económicos y comerciales romanos, facilitado por una extensa red de calzadas. La sociedad hispanorromana era jerarquizada y estaba compuesta por ciudadanos romanos (colonos, funcionarios, militares), población indígena que fue adquiriendo progresivamente la ciudadanía, y esclavos. Los hombres libres se dividían en órdenes sociales (senatorial, ecuestre, decurional) y, de forma más general, en honestiores (privilegiados) y humiliores (clases bajas). La religión romana era de carácter politeísta, aunque posteriormente el cristianismo se difundió ampliamente.
Tras la crisis del siglo III d.C., durante el Bajo Imperio, la sociedad experimentó cambios significativos. La población disminuyó como consecuencia de la crisis económica: el comercio y las manufacturas se vieron reducidas, la producción tendió al autoconsumo en las grandes villae y las ciudades fueron perdiendo población e importancia en favor del mundo rural. El número de esclavos se redujo notablemente, siendo sustituidos en parte por colonos.
La Monarquía Visigoda
Desde comienzos del siglo V fueron penetrando en la península ibérica los llamados pueblos germánicos (denominados ‘bárbaros’ por los romanos). Las causas de la llegada de estos pueblos son varias: la presión ejercida por otros pueblos como los hunos, el debilitamiento de las fronteras romanas (limes), y la búsqueda de nuevas tierras para asentarse y obtener riquezas.
Los visigodos llegaron a la Península a partir del 415 como federados (foederati) de Roma para combatir a otros pueblos germánicos (vándalos, suevos y alanos) ya asentados. Expulsaron a los vándalos y alanos, y contuvieron a los suevos en la Gallaecia. En un principio, los visigodos estaban asentados tanto en la Península como en buena parte del sur de Francia, en lo que se conoció como el reino visigodo con capital en Tolosa (actual Toulouse, Francia). En el 507, los visigodos fueron derrotados por los francos de Clodoveo en la batalla de Vouillé, lo que supuso la pérdida de la mayor parte de sus territorios en la Galia. Esto les obligó a replegarse hacia la península ibérica, estableciendo un nuevo reino con capital en Toledo, que perduraría hasta la invasión musulmana en el 711.
El nuevo estado visigodo consistía en una monarquía electiva, lo que a menudo generaba inestabilidad política y luchas por el poder. Contaba con dos instituciones principales: el Aula Regia (consejo asesor del rey) y los Concilios de Toledo (asambleas eclesiásticas con importante participación nobiliaria y funciones legislativas). El Aula Regia asesoraba al rey en asuntos políticos, militares y judiciales, pero sus decisiones no eran vinculantes para el monarca. Los Concilios de Toledo, inicialmente asambleas eclesiásticas, adquirieron un gran peso político. Sus decisiones, una vez ratificadas por el rey, obtenían carácter de ley y a menudo servían para que la nobleza y el clero influyeran en el gobierno y limitaran el poder real.
Procesos de Unificación
La consolidación del Reino Visigodo de Toledo se caracterizó por cuatro grandes procesos de unificación:
Unificación territorial: Leovigildo (568-586) conquistó el reino suevo en 585 y sometió a los vascones. Suintila (621-631) expulsó a los bizantinos, que se habían asentado en el sureste peninsular, completando la unificación territorial del Reino.
Unificación legislativa: Se culminó con la promulgación del Liber Iudiciorum (o Fuero Juzgo) por Recesvinto en el 654, un código de leyes único para visigodos e hispanorromanos, superando la dualidad jurídica anterior.
Unificación social: Leovigildo derogó la ley que prohibía los matrimonios mixtos entre visigodos (arrianos en su mayoría inicialmente) e hispanorromanos (católicos), fomentando la fusión de ambas poblaciones.
Unificación religiosa: Durante el reinado de Recaredo I, en el III Concilio de Toledo (589), se produjo la conversión oficial de los visigodos del arrianismo al catolicismo, lo que fortaleció la cohesión del reino y la alianza entre la monarquía y la Iglesia.
Las Campañas de Almanzor: El Califato de Córdoba y Santiago de Compostela
Este periodo se contextualiza en el Califato de Córdoba. Abderramán III se autoproclamó califa en el año 929, independizándose así de la autoridad religiosa de Bagdad y convirtiéndose en un monarca absoluto por derecho divino. Fortaleció las marcas fronterizas que limitaban con el área de poder cristiano: Badajoz, Toledo y Zaragoza, y amplió las fronteras de al-Ándalus. El mandato de su hijo, Alhakén II, fue la época de mayor esplendor cultural de al-Ándalus. A su muerte le sucedió su hijo Hisham II. Bajo este califa, cobró especial importancia el gobierno del hayib (primer ministro o chambelán) Muhammad ibn Abi Amir, conocido como Almanzor (“el Victorioso”).
Almanzor realizó numerosas razzias (rápidas expediciones de saqueo sobre territorio cristiano) que debilitaron el poder de los nacientes reinos del norte. Saqueó Zamora (981), Barcelona (985), Coimbra (987), Santiago de Compostela (997) y Pamplona (999). La campaña contra Santiago de Compostela fue especialmente destructiva, aunque se respetó la tumba del apóstol Santiago. Los habitantes de Santiago habían abandonado la ciudad ante la llegada de Almanzor, cuyas tropas continuaron sus campañas de conquista y saqueo.
Los Reinos Cristianos: Reconquista y Repoblación (Hasta el Siglo XIII)
Se entiende por Reconquista el proceso mediante el cual los núcleos cristianos del norte de la península ibérica se enfrentaron militar y políticamente a los musulmanes de al-Ándalus, expandiendo sus territorios hacia el sur entre los años 722 y 1492. Tras la Reconquista, se produjo la ocupación del territorio arrebatado a los musulmanes con población cristiana. Este proceso se denomina Repoblación.
La Formación de los Primeros Núcleos Cristianos
Los musulmanes invadieron la península ibérica en el año 711. Tras una rápida conquista, solo permanecieron focos de resistencia en el norte, destacando el Reino de Asturias y, posteriormente, la influencia carolingia en la Marcha Hispánica.
En la parte occidental
En la parte occidental de la península ibérica, el Reino de Asturias fue el primer núcleo cristiano de resistencia. Surge a partir de la batalla de Covadonga (722), donde Pelayo y su ejército consiguen derrotar a los musulmanes. Con Alfonso II se traslada la capital a Oviedo y se implanta el Liber Iudiciorum. Durante el reinado de Alfonso III la frontera del reino queda establecida en torno al río Duero y se traslada la capital a León (914), dando origen al Reino de León. Durante los siglos IX y X empiezan a conformarse dos zonas que tienden a diferenciarse del Reino Asturleonés: el Condado Portucalense, al oeste, y el Condado de Castilla, al este. El avance conquistador del Reino de León se ve frenado por las ofensivas musulmanas de Almanzor.
En la parte oriental
En la parte oriental de la Península surgirá la Marca Hispánica: una zona defensiva creada por los carolingios ante el dominio musulmán de la Península. En el año 778, una expedición de Carlomagno fue derrotada en Roncesvalles. A comienzos del siglo IX se consolidan tres núcleos de poder surgidos a raíz de la Marca Hispánica: son el Reino de Pamplona (posteriormente Navarra), los condados aragoneses (Aragón, Sobrarbe y Ribagorza) y los condados catalanes.
El Giro del Siglo XI
La disolución del Califato de Córdoba en 1031 en diversos reinos de taifas marca un momento importante en la Reconquista. A partir de ese momento la iniciativa militar pasa a los cristianos, que además imponen un sistema de parias (tributos) sobre las taifas musulmanas, lo que les permite enriquecerse económicamente.
En esta primera fase toma importancia el rey de Pamplona, Sancho III el Mayor, que logra unir bajo su hegemonía gran parte del territorio cristiano del norte de la Península mediante conquistas militares (Aragón), matrimonios (Castilla) o vasallaje (condados catalanes). A su muerte (1035) divide sus dominios entre sus hijos: Pamplona (para su hijo primogénito, García Sánchez III), Castilla (Fernando I, que lo convertiría en reino), Aragón (Ramiro I, primer rey de Aragón) y Sobrarbe y Ribagorza (Gonzalo I), que posteriormente se incorporarán a Aragón a la muerte de Gonzalo, mientras que los condados catalanes recuperaban su autonomía.
En el año 1035 Castilla se convierte en reino autónomo de León de la mano de Fernando I (nace oficialmente como Reino de Castilla en 1065 tras unirlo a León brevemente y luego separarlo para sus hijos). El hijo de Fernando, Alfonso VI, consiguió conquistar la taifa de Toledo en el año 1085, un hito crucial. Ante la amenaza cristiana, los musulmanes piden ayuda a los almorávides, que consiguen derrotar a los cristianos en Sagrajas (1086).
Por su parte, Aragón se había convertido en reino en 1035. Tras el asesinato de Sancho IV de Navarra, este reino queda unido al de Aragón hasta 1134. Alfonso I el Batallador retoma Zaragoza en 1118, lo que permite la conquista del valle del Ebro. A su muerte sin descendientes directos, Navarra y Aragón se separan. El hermano de Alfonso I, Ramiro II el Monje, hereda el reino de Aragón, pero acaba cediéndolo a su hija Petronila. En el año 1137 tiene lugar el matrimonio entre Petronila de Aragón y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona; es el nacimiento de la Corona de Aragón. En el siglo XIII destaca el reinado de Jaime I el Conquistador, que tomará las Islas Baleares y Valencia. A nivel político, la Corona de Aragón era una monarquía pactista: existía un único rey, que debía respetar las instituciones propias de cada uno de los territorios que la componían.
Desde comienzos del siglo XII hasta 1230, los reinos de Castilla y León entran en una situación de crisis y de enfrentamientos constantes, aunque también con periodos de unión. Portugal aprovecha este momento para lograr que se reconozca su independencia como Reino en 1143 (Tratado de Zamora). En esta época debemos destacar a Alfonso VIII de Castilla, que en 1177 logra conquistar Cuenca. Este avance cristiano hace que los musulmanes llamen a los almohades en su ayuda, los cuales logran derrotar al rey castellano en Alarcos (1195). Sin embargo, la cruzada impulsada por el Papa Inocencio III terminó con la decisiva victoria cristiana en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), que inició la decadencia del dominio almohade en la Península.
En 1230 nace la Corona de Castilla de la unión definitiva de los reinos de Castilla y León bajo Fernando III el Santo. Este monarca logra tomar todo el valle del Guadalquivir y del Segura (Murcia). El segundo monarca destacado de la Corona de Castilla es Alfonso X el Sabio, que logra una serie de transformaciones jurídicas, económicas y culturales.
Navarra continúa independiente, y desde 1234 el reino es dominado por diferentes casas francesas, hasta que Navarra sea anexionada por Castilla en 1512.
La Repoblación
La forma de ocupación de los nuevos territorios conquistados a los musulmanes de al-Ándalus varió según el momento y la velocidad de la conquista:
- Repoblación por presura (siglos VIII al XI): se desarrolló en el valle del Duero. Fue un tipo de repoblación libre, monacal, señorial y privada, donde la ocupación del territorio se realizaba mediante presura (apropiación) individual o colectiva.
- Repoblación concejil (de finales del siglo XI a mediados del XII): la repoblación al sur del valle del Duero hasta el valle del Tajo. El territorio queda dividido en grandes municipios o concejos. El monarca concede a las ciudades un conjunto de privilegios (fueros) para fomentar su ocupación. Ejemplo de ello son Toledo, Ávila, Segovia, Salamanca. La repoblación del valle del Ebro mezcló las dos fórmulas anteriores.
- Repoblación mediante órdenes militares (mitad del siglo XII hasta finales del siglo XIII): repoblación de los valles del Júcar, Turia y Guadiana mediante órdenes militares como las de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa (en Aragón). En esta zona se construyeron numerosos castillos y se concedieron grandes latifundios a las órdenes.
- Repoblación mediante repartimientos (dos últimos tercios del siglo XIII): se desarrolla en los valles del Guadalquivir y del Segura, así como en Valencia y Mallorca. Se concedieron grandes extensiones de tierra (donadíos) a la nobleza que había participado en la conquista y también se otorgaron tierras en propiedad a campesinos y otros pobladores.
Los Reinos Cristianos en la Baja Edad Media (Siglos XIV y XV): Evolución Política y Crisis
Evolución Política de la Corona de Castilla
A comienzos del siglo XIV, Alfonso XI de Castilla consiguió una importante victoria sobre los benimerines del norte de África en la batalla del Salado (1340). Su hijo, Pedro I, se enfrentó a una sublevación nobiliaria (en parte relacionada con el Libro Becerro de las Behetrías, que intentaba clarificar los señoríos), lo que desembocó en la Primera Guerra Civil Castellana (1366-1369) entre Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara. El conflicto terminó con la victoria de Enrique II, quien inició la dinastía Trastámara en Castilla.
Ya en el siglo XV, un nuevo conflicto sucesorio tuvo lugar en la Corona de Castilla. Enrique IV y su hermanastra Isabel se disputaron el trono. La presión de parte de la nobleza hizo que Enrique IV reconociese a Isabel como heredera mediante el Pacto de los Toros de Guisando (1468). Sin embargo, el matrimonio de Isabel con Fernando de Aragón (1469) llevó a Enrique IV a revocar el pacto y declarar a su hija Juana ‘la Beltraneja’ como heredera. A la muerte de Enrique IV en 1474, Isabel se autoproclamó reina de Castilla, desencadenando la Segunda Guerra Civil Castellana (o Guerra de Sucesión Castellana, 1474-1479), en la que finalmente vencieron Isabel y Fernando (los futuros Reyes Católicos).
En la Corona de Castilla el rey se apoyaba en un conjunto de instituciones políticas: El Consejo Real, que asesoraba al monarca en la toma de decisiones; la Audiencia (o Chancillería), encargada de administrar justicia; la Real Hacienda, para la recaudación de impuestos; y las Cortes, con funciones fiscales y legislativas limitadas (principalmente aprobar nuevos impuestos).
Evolución Política de la Corona de Aragón
La firma del Tratado de Almizra (1244) con Castilla delimitó las áreas de expansión de ambas coronas, quedando Murcia en la órbita castellana y Valencia para la aragonesa. Sucesivos monarcas expandieron la influencia aragonesa en el Mediterráneo: Pedro III el Grande conquistó Sicilia (1282); Jaime II incorporó Cerdeña (aunque la conquista efectiva fue larga); y compañías de mercenarios como los almogávares llegaron a fundar los ducados de Atenas y Neopatria en Grecia.
En 1410 murió sin descendencia Martín I el Humano, quedando el trono vacante hasta 1412, cuando, mediante el Compromiso de Caspe, se eligió como rey a Fernando de Antequera (Fernando I), lo que supuso la implantación de la casa de Trastámara también en Aragón. El rey Alfonso V el Magnánimo conquistó el Reino de Nápoles en 1442, consolidando el imperio marítimo aragonés. Bajo el reinado de Juan II tuvo lugar una larga Guerra Civil Catalana (1462-1472) con múltiples facetas: en el campo, enfrentó a señores y payeses de remensa; en la ciudad de Barcelona, a las facciones de la Busca (artesanos y mercaderes modestos) y la Biga (oligarquía urbana). Su hijo, Fernando II (posteriormente Fernando el Católico), se casó con Isabel I de Castilla, dando lugar a la unión dinástica de ambas coronas.
La organización política de la Corona de Aragón era más compleja que la de Castilla. La Corona estaba compuesta por varios territorios con sus propias instituciones (el Reino de Aragón, el Principado de Cataluña, el Reino de Valencia y el Reino de Mallorca, además de sus posesiones mediterráneas). Ante la imposibilidad de que el rey estuviera presente en todos los territorios, se hizo necesaria la figura del virrey o lugarteniente general, que representaba al monarca en cada uno. Además, el rey debía jurar y respetar las instituciones, leyes (fueros, usatges, etc.) y costumbres de cada reino (pactismo). Cada uno de los reinos peninsulares (Aragón, Cataluña, Valencia) tenía sus propias Cortes, con mayor poder legislativo y fiscal que las castellanas.
Los Otros Reinos Peninsulares
El Reino de Navarra, gobernado desde 1234 por dinastías francesas, mantuvo una precaria independencia mediante alianzas cambiantes con Castilla, Aragón y Francia, hasta que Fernando el Católico lo anexionó a la Corona de Castilla en 1512 (aunque conservando sus fueros e instituciones).
El Reino Nazarí de Granada vivió un cierto esplendor durante el siglo XIV, pero las luchas internas por el poder durante el siglo XV lo debilitaron, situación que fue aprovechada por los Reyes Católicos para emprender la Guerra de Granada (1482-1492), que culminó con su conquista.
El Reino de Portugal, independiente de Castilla desde el siglo XII (Tratado de Zamora, 1143), vivió en esta época la llamada ‘era de los descubrimientos’ bajo reinados como los de Juan II y Manuel I el Afortunado. Hitos importantes fueron el descubrimiento de la ruta marítima a la India por Vasco da Gama (precedido por Bartolomé Díaz, quien dobló el Cabo de Buena Esperanza) y la llegada de Pedro Álvares Cabral a Brasil.
Crisis Demográfica y Económica. Conflictos Sociales
El término Baja Edad Media (siglos XIV-XV) se asocia a un contexto de crisis y transformación del sistema feudal. Un acontecimiento trascendental fue la llegada de la Peste Negra en 1348. Entre 1348 y 1352, la epidemia se extendió por toda Europa, afectando gravemente a la península ibérica. La mortalidad fue muy elevada, estimándose entre un 20% y un 50% de la población según las regiones.
Muchas aldeas quedaron despobladas (despoblados), lo que provocó una grave carencia de mano de obra en el campo, una disminución de la producción agrícola y ganadera, y, consecuentemente, escasez de alimentos y un aumento alarmante de los precios. Ante la disminución de sus rentas, la nobleza y otros señores aumentaron la presión fiscal y jurisdiccional sobre los campesinos (reinstauración o endurecimiento de los ‘malos usos’ en algunas zonas).
Como consecuencia, se produjeron numerosos conflictos sociales. En las ciudades, surgieron tensiones y enfrentamientos. También se formaron Hermandades, asociaciones de municipios para defender sus derechos y mantener el orden frente a los abusos señoriales o la delincuencia. En el campo, destacaron las revueltas campesinas, como la de los payeses de remensa en Cataluña contra los ‘malos usos’, que fue uno de los componentes de la Guerra Civil Catalana (1462-1472). En Barcelona, el enfrentamiento entre la Busca (artesanos y pequeños comerciantes que buscaban mayor participación política y medidas proteccionistas) y la Biga (alta burguesía y patriciado urbano que controlaba el gobierno municipal) fue otro foco de tensión. El rey Juan II apoyó a la Busca en ciertos momentos para debilitar a la oligarquía. La Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486), ya bajo Fernando el Católico, puso fin al conflicto remensa, aboliendo los ‘malos usos’ mediante el pago de una redención.
En la Corona de Castilla, también se produjeron importantes revueltas antiseñoriales, como las Guerras Irmandiñas en Galicia (1431 y 1467-1469). También es destacable la revuelta foránea en el Reino de Mallorca, un conflicto social entre la ciudad y el campo.
Las tensiones sociales también se manifestaron en un aumento de la hostilidad hacia las minorías religiosas, especialmente los judíos. Estos fueron frecuentemente acusados de ser los causantes de las calamidades (como la peste) y su relativa prosperidad económica o su papel como prestamistas generaron envidias y resentimientos. Esto les convirtió en objeto de persecuciones, saqueos (pogromos), conversiones forzosas y matanzas. Uno de los episodios más graves fue el pogromo de 1391, que se inició en Sevilla y se extendió a muchas otras ciudades de Castilla y Aragón, como Córdoba y Toledo.
Hitos Clave de la Edad Moderna en España (Siglos XVI-XVIII)
- 1502: Conversión forzosa de los mudéjares de Castilla.
- 1512: Conquista e incorporación del Reino de Navarra a la Corona de Castilla.
- 1520-1522: Revuelta de las Comunidades de Castilla.
- 1556: Inicio del reinado de Felipe II.
- 1561: Establecimiento definitivo de la Corte en Madrid.
- 1568-1571: Rebelión morisca de las Alpujarras.
- 1571: Batalla de Lepanto.
- 1580: Unión dinástica con Portugal (Unión Ibérica).
- 1588: Desastre de la Armada Invencible.
- 1609-1614: Expulsión de los moriscos.
- 1621: Inicio del reinado de Felipe IV.
- 1640: Rebelión de Cataluña (Guerra de los Segadores).
- 1640: Independencia de Portugal.
- 1643: Batalla de Rocroi.
- 1648: Paz de Westfalia.
- 1659: Paz de los Pirineos.
- 1665: Inicio del reinado de Carlos II.
- 1700: Fin del reinado de Carlos II y muerte sin descendencia, inicio de la crisis sucesoria.
- 1701-1714: Guerra de Sucesión Española.
- 1704: Conquista británica de Gibraltar.
- 1713-1714: Tratados de Utrecht y Rastatt.
- 1716: Decreto de Nueva Planta en Cataluña (y anteriormente en Valencia y Aragón).
- 1733: Primer Pacto de Familia de los Borbones (España y Francia).
- 1749: Inicio del Catastro del Marqués de la Ensenada.
- 1766: Motín de Esquilache.
- 1767: Expulsión de los jesuitas.