Racionalismo y Descartes: Pilares del Conocimiento Moderno

Características Fundamentales del Racionalismo

El racionalismo defiende que nuestro conocimiento de la realidad puede ser construido a partir de principios evidentes, y que estas ideas son innatas. Sus características principales son:

  1. Admiración por las matemáticas como ciencia modélica

    Las matemáticas nos proporcionan conocimientos exactos, universalmente admitidos y verdaderos. Este saber procede según un método que se pliega perfectamente a la estructura lógica de nuestra mente: el método racional deductivo. El entendimiento deduce con necesidad lógica el edificio del saber matemático sin recurrir, en absoluto, a la experiencia.

  2. El método matemático como paradigma universal

    El método matemático se propone como procedimiento paradigmático extrapolable a los demás ámbitos del saber.

  3. La razón es única y universal

    Universalizar el método matemático requiere admitir que la razón es única, es decir, permanece idéntica en su funcionamiento por muy dispares que sean las realidades a cuyo conocimiento se aplique.

  4. Concepción unitaria del saber

    La concepción unitaria de la razón implica, recíprocamente, una concepción unitaria del saber. Si la luz ilumina objetos, la diversidad de objetos se integra en un mismo acto de visión. Para la filosofía racionalista, todos los saberes se integran en un único saber a modo de un todo orgánico con múltiples ramificaciones.

  5. Isomorfismo entre pensamiento y realidad

    Si el funcionamiento de la razón se amplía también al ámbito del conocimiento empírico, entonces la doctrina racionalista se ve obligada a asumir el isomorfismo entre pensamiento y realidad: la estructura lógica del pensamiento se corresponde exactamente con la estructura óntica de la realidad. La realidad es tal como la piensa la razón y no tal como la muestran los sentidos.

  6. Innatismo de las ideas claras y distintas

    Recurrir a la experiencia para explicar el origen de las evidencias primeras, esas ideas claras y distintas, equivaldría a limitar nuestro conocimiento, reduciendo lo metafísico a meras conjeturas. Por tanto, las ideas claras y distintas son innatas, previas a la experiencia, concebidas por el entendimiento desde sí mismo.

  7. El recurso a Dios como garante de la armonía

    Si el innatismo de las ideas permite a la razón operar desvinculada de toda experiencia sensible, es porque entre pensamiento y mundo externo no hay dependencia mutua y ambas realidades son sustancialmente distintas: pensamiento y extensión son sustancias independientes. Si existe isomorfismo entre ellas, no se debe a que ambas sustancias se influyan mutuamente, sino a Dios, la sustancia infinita que, como creador, preestableció desde el principio tal armonía. El recurso a Dios para garantizar la correspondencia entre el orden del pensamiento y el orden de la realidad es también característico de todos los filósofos racionalistas.

El Pensamiento Cartesiano: Fundamentos de la Filosofía Moderna

Buen conocedor y admirador de las matemáticas, pero desalentado ante la parcelación de los saberes naturales y la controversia permanente entre los distintos sistemas metafísicos, Descartes intuye la posibilidad de levantar una ciencia universal sobre la base del modelo matemático. No se trata tanto de descubrir nuevas verdades, sino de fundamentar sólidamente la autenticidad de los conocimientos e integrarlos armónicamente en un saber unitario.

Convencido de que la razón es una en su funcionamiento, y de que no existe un mecanismo racional teórico y otro práctico (moral), Descartes se propone diseñar el método que le permita acceder al conocimiento de la realidad con absoluta certeza. Para clarificar la estructura racional de la mente, Descartes distingue dos modos de conocer:

  • Intuición: Operación racional mediante la que el entendimiento concibe las naturalezas simples (ideas o conceptos) con tanta claridad (evidencia) que es imposible dudar (certeza) de la verdad pensada en ellas.
  • Deducción: Operación por la que el entendimiento reconoce con evidencia las relaciones entre las intuiciones simples y construye a partir de ellas ideas complejas.

La dinámica interna de la razón en el proceso cognoscitivo ha de consistir en análisis (resolución de lo complejo en lo simple) y síntesis (composición de lo simple en lo complejo). Este método analítico-sintético (resolutivo-compositivo) responde al momento del método en el que se ha de proceder a la búsqueda de aquellas primeras verdades desde las que pueda construirse la ciencia. Para ello, se plantea la duda metódica:

  1. Falacia de los sentidos: Desconfianza de la apariencia sensible, que lleva a dudar de que la realidad sea tal como la conocemos por la experiencia.
  2. Imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño: Duda sobre la existencia de la realidad extramental.
  3. Hipótesis del genio maligno: Sospecha de que nuestra mente esté tan distorsionada que ni la evidencia de los principios lógicos sea fiable.

Se puede dudar de todo menos del propio pensamiento. Si existe el pensamiento, existo YO (sustancia pensante). De ahí la célebre frase: «Pienso, luego existo».

Las Ideas Claras y Distintas en Descartes

Descartes llama claro a todo pensamiento con tal nitidez que no presenta ninguna duda. Lo distinto hace referencia a la cualidad por la que un pensamiento se diferencia de cualquier otro, de manera que no da lugar a la más mínima confusión.

Sigue vigente la remota posibilidad de que lo pensado como evidente resulte engañoso. Esta posibilidad solo se disipará si puede probarse la existencia de un Dios verdadero.

Hasta aquí, Descartes ha descubierto ya la primera realidad y cuenta con el siguiente balance provisional:

  1. La existencia indudable del Yo como actividad pensante.
  2. La existencia indudable del pensamiento como resultante de dicha actividad.
  3. Un criterio de certeza provisional: la evidencia.

Con este propósito, distingue en las ideas dos aspectos: su modalidad o materialidad y su objetividad o representatividad. Todas las ideas son indiferentes en cuanto a su modalidad (son actos mentales), pero en su objetividad o representatividad, las ideas difieren unas de otras, pues expresan contenidos distintos.

La diversa representatividad objetiva de las ideas tiene un origen distinto del solo pensamiento. Las ideas no pueden provenir indefinidamente unas de otras, lo que implica la existencia de una realidad eminente o formal, una realidad substante y no pensada.

La Existencia de Dios y el Mundo Externo

Aplicando el principio causa-efecto, la realidad objetiva de las ideas es causada bien por el sujeto que refleja en el pensamiento su propia realidad formal. Sin embargo, la idea de infinito que descubro en mi mente no puede ser causada ni por el sujeto pensante ni por un presumible mundo externo. Se sigue, entonces, la necesidad de admitir la existencia real de un ser infinito y sumamente perfecto (Dios). Se trata de una idea innata. Así, se afirma la existencia indudable de Dios como la sustancia infinita, constituyendo la segunda realidad o ámbito metafísico.

Afirmada la existencia de Dios, el criterio de certeza adquiere carácter definitivo. El camino para demostrar la existencia real del mundo externo queda expedito: Dios existe, es sumamente perfecto y no puede permitir que lo que mi entendimiento concibe como evidente resulte falso.

Descartes solo reconoce como ideas claras y distintas correspondientes al mundo externo la extensión y el movimiento. El mundo que nos presenta es un mundo descualificado, reducido a puras formas geométricas en movimiento.

Las Tres Sustancias Cartesianas

Descartes distingue tres ámbitos de la realidad:

  • Dios o la sustancia infinita.
  • El Yo o la sustancia pensante.
  • Los cuerpos (el mundo) o la sustancia extensa.

Define el concepto de sustancia como «una cosa que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra para existir». Dios es la sustancia infinita, subsiste por sí misma. Las sustancias pensante y extensa dependen de Él como creador. Sin embargo, las dos sustancias finitas mantienen su independencia mutua, no necesitando una de la otra para existir. Con ello, Descartes afirma la autonomía del alma con respecto al cuerpo.