El Giro Lingüístico en la Grecia Clásica
En el contexto de la Grecia clásica y la necesidad de convencer mediante el discurso en la asamblea, el lenguaje adquiere un gran nivel de importancia. El sofista defiende que la palabra no es solo la expresión de las ideas, sino también el instrumento inevitable del pensamiento. Su interés por la demostración mediante la palabra le lleva al estudio de las figuras del discurso, la retórica y la investigación científica del lenguaje, la gramática.
El desarrollo de la Retórica Sofista tiene su fundamento teórico, por lo tanto, en la relación que establecen entre el funcionamiento interno del pensamiento y la organización externa del discurso. La palabra, según ellos, no solo es la manifestación de las ideas, sino también la herramienta indispensable del razonamiento.
Según los sofistas, el hombre se define a sí mismo y se diferencia de los animales por el lenguaje. En este hecho se fundamenta la importancia académica que alcanza la retórica.
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Los Tres Dualismos en Platón: Explicación y Relación
Platón presenta tres dualismos principales en sus obras: el dualismo ontológico, el dualismo epistemológico y el dualismo antropológico.
Dualismo Ontológico
Existen dos tipos de realidad: el mundo sensible y el mundo inteligible. El mundo sensible es el mundo que percibimos a través de nuestros sentidos, caracterizado por el cambio y la imperfección. El mundo inteligible, por otro lado, es la realidad verdadera y eterna. Esta incluye las Ideas (o Formas), los conceptos y las formas universales, que son inmutables y perfectas.
Dualismo Epistemológico
Sostiene que hay dos tipos de conocimiento: el conocimiento sensible y el conocimiento inteligible. El conocimiento sensible se adquiere a través de los sentidos y se basa en la percepción de la realidad material, siendo por tanto, opinión (doxa). El conocimiento inteligible, por otro lado, se adquiere mediante la razón y la contemplación de las Ideas y formas universales, constituyendo el verdadero saber (episteme).
Dualismo Antropológico
También hay una dualidad en el ser humano, entre el alma y el cuerpo. El alma es la parte racional, inmortal y divina del ser humano, mientras que el cuerpo es la parte material, mortal y fuente de pasiones. Platón sostiene que el objetivo de la vida es alcanzar la perfección moral y espiritual, lo cual se logra cuando el alma domina al cuerpo.
Relación entre los Dualismos
Estos tres dualismos están intrínsecamente relacionados entre sí. El dualismo ontológico plantea la existencia de dos tipos de realidad (sensible e inteligible), mientras que el dualismo epistemológico se refiere a la posibilidad de conocer estas realidades de diferentes maneras (sensible e inteligible). El dualismo antropológico, por su parte, se basa en la idea de que la perfección moral y espiritual solo es posible a través del conocimiento y la comprensión de la realidad inteligible, permitiendo al alma liberarse de las limitaciones del cuerpo y ascender al mundo de las Ideas.
Monistas y Pluralistas: El Problema del Cambio
El cambio es uno de los problemas fundamentales de la filosofía, ya que implica la transformación de un estado a otro en el tiempo. El problema del cambio se relaciona con la naturaleza de la realidad y se ha abordado desde diferentes perspectivas filosóficas. Entre ellas, se encuentran las teorías monistas y pluralistas.
Los monistas consideran un único arjé o principio constitutivo de las cosas, mientras que los pluralistas aceptan una pluralidad de principios constitutivos.
Filósofos Pluralistas: Empédocles y Demócrito
Dos filósofos pluralistas que se ocuparon del problema del cambio son Empédocles y Demócrito.
Empédocles
Sostuvo que todo estaba compuesto por cuatro elementos básicos: agua, aire, fuego y tierra. Estos elementos se combinan y separan en ciclos eternos, lo que explica el cambio en el mundo. Empédocles también postuló la existencia de dos fuerzas cósmicas: el Amor (que une los elementos para crear cosas nuevas) y el Odio (que los separa y los destruye).
Demócrito
Sostuvo la existencia de átomos indivisibles como la realidad última de la materia. Según Demócrito, estos átomos existen en un vacío infinito y se mueven eternamente. El cambio en el mundo es el resultado de la combinación y separación de estos átomos. Demócrito también propuso una teoría del conocimiento basada en la percepción sensorial y en la idea de que todo conocimiento se basa en la percepción de estas partículas.
La Discusión sobre el Cambio: Parménides y Heráclito
La cuestión del cambio fue central en el pensamiento presocrático, generando posturas antagónicas entre Parménides y Heráclito.
Parménides: La Inmutabilidad del Ser
Parménides sostenía que el Ser es inmutable y eterno. Según él, el Ser es indivisible, no tiene principio ni fin y es el único objeto del pensamiento verdadero. Para Parménides, el cambio y el movimiento son imposibles, meras ilusiones de los sentidos. Por lo tanto, lo que percibimos es solo una ilusión, ya que solo el Ser verdadero es real y eterno.
Heráclito: El Flujo Constante
Heráclito, por otro lado, sostenía que el cambio y el movimiento son los principios fundamentales de la realidad. Heráclito afirmaba que «todo fluye» (panta rhei), que nada permanece idéntico a sí mismo y que el cambio es la ley universal del mundo. Según Heráclito, todo está en constante transformación, y el fuego es el elemento que simboliza este cambio constante y la unidad de los opuestos.
Implicaciones Filosóficas
Ambas posturas tienen implicaciones profundas en la forma en que entendemos la realidad. Parménides, al negar el cambio y el movimiento, establece una visión de la realidad como algo estático y eterno. Heráclito, por otro lado, establece una visión de la realidad como algo dinámico y cambiante, donde la contradicción es esencial para la existencia.
El Giro Antropológico en la Filosofía Griega Clásica
En la época clásica, hubo un cambio en la perspectiva filosófica al que se le ha llamado el “giro antropológico”. Así pues, la sofística se diferenció de la anterior filosofía griega por el objeto del que se ocupaba, a saber, el ser humano, su civilización y sus costumbres. Trataba del microcosmos (el mundo y orden humano), más bien que del macrocosmos (la totalidad de la naturaleza). Con esta actitud, el ser humano comenzaba a adquirir conciencia de sí y conciencia de la necesidad de repensar los problemas humanos y debatirlos.
El Mito de la Caverna de Platón
El Mito de la Caverna explica la condición del ser humano que no reconoce que, en este mundo material y físico, está viviendo de engaños aportados por los sentidos; la humanidad vive en un estado de ignorancia. Este mito ilustra el proceso de educación, es decir, el pasar de las falsas opiniones acerca del mundo sensible al conocimiento verdadero de la realidad metafísica, un conocimiento inteligible. Con la educación llega el proceso de la liberación, de purificación del alma a través del conocimiento, estableciendo así una máxima defendida por la Ilustración: «el conocimiento hará libre a la humanidad».
Relativismo y Escepticismo en los Sofistas
El relativismo y el escepticismo son dos de las principales corrientes de pensamiento que se asocian con los sofistas.
Escepticismo
El escepticismo afirma la imposibilidad de alcanzar un conocimiento verdadero de la realidad y de los valores morales que deben regir la vida humana, tanto pública como privada.
Relativismo
El relativismo, por su parte, afirma que los valores (morales, culturales, etc.) son relativos para cada cultura o individuo, pero que no son universales ni absolutos.
El Intelectualismo Moral
Frente al relativismo moral de los sofistas, en el que los valores morales son establecidos por cada cultura o por cada tipo de intereses (como el beneficio de los poderosos), Sócrates y Platón defienden que esos valores existen y son universales. Su conocimiento se vincula necesariamente con la acción; es decir, quien conoce el bien, actúa bien, y quien conoce la justicia, actúa de manera justa necesariamente. Así, las actuaciones injustas se deben a la ignorancia; nadie actúa mal a sabiendas. Esta teoría se llama intelectualismo moral porque vincula el intelecto y la acción moral.