El Dualismo Cartesiano: Pensamiento y Extensión en la Antropología de Descartes

1. Contexto Filosófico de la Modernidad

  • La filosofía moderna (siglos XVII-XVIII), iniciada por Descartes, se asentó en el terreno de la subjetividad, haciendo del problema del conocimiento el punto de partida de la reflexión filosófica. La revolución científica (de Copérnico a Galileo y Kepler), asociada al desarrollo de la Nueva Ciencia (Francis Bacon), provocó el derrumbe de la Escolástica (Tomás de Aquino), cuya influencia ya estaba en declive desde la exposición del nominalismo de Guillermo de Ockham. Se preparó el camino para la exigencia de una total autonomía de la razón, que se consumó con el proyecto de razón ilustrada, del que Kant fue adalid. Es en este contexto que situamos la teoría antropológica de Descartes.

  • Descartes es considerado uno de los filósofos más importantes e influyentes; su obra ocupa un lugar clave dentro de la historia de la filosofía. Con su filosofía racionalista, es el iniciador del pensamiento moderno. El racionalismo se caracterizó por la afirmación de que la certeza del conocimiento procede de la razón (existencia de ideas innatas, tesis presente en la metafísica platónica), desvalorizando el conocimiento sensible, única fuente de conocimiento para el empirismo (como Hume y Locke). Ya en el siglo XVIII, Kant formuló la síntesis de las dos corrientes, que superó desde el criticismo. Destacamos obras como el Discurso del método y las Meditaciones metafísicas.

2. El Método Cartesiano y la Búsqueda de la Verdad

En la filosofía de Descartes, la teoría del conocimiento, la metafísica y la antropología están profundamente relacionadas, ya que a partir de la duda metódica y de la evidencia del yo fundamentó la existencia de la realidad y su concepción del hombre como sustancia pensante y extensa. En su búsqueda de la verdad, consideró necesario «reconstruir el edificio del saber sobre bases firmes y seguras», verdad que solo encontró en la matemática (mathesis universalis), gracias al método que utilizó. Así, tomando como modelo de precisión y certeza el método matemático, expuso en el Discurso del método las cuatro reglas de su método: la regla de la evidencia, del análisis, de la síntesis y de la enumeración.

Prestará especial atención al primer principio, el principio de evidencia: «no admitir como verdadero nada que genere la menor duda, solo admitir como verdadero aquello que se presente a mi espíritu de manera clara y distinta», ya que a partir de él debemos deducir todo el conocimiento.

3. La Duda Metódica: Camino hacia la Certeza

Dudaremos de todo para encontrar algo claro y distinto, de lo que no podamos dudar; se trata de la llamada duda metódica, radical y universal.

¿Por qué debemos dudar de todo?

Por tres razones, expuestas en la Primera Meditación:

  1. Los sentidos son la principal fuente de nuestros conocimientos; sin embargo, los sentidos pueden engañarnos.
  2. Ni siquiera podemos distinguir con claridad la vigilia del sueño.
  3. La hipótesis de un genio maligno que nos engaña y nos hace equivocarnos en nuestros propios razonamientos.

4. El Cogito, Ergo Sum: La Primera Certeza

Viéndose obligado a dudar de todo, la duda cartesiana tropezó con una primera certeza de la que no es posible dudar: «puedo dudar de todo, pero no puedo dudar de que estoy dudando». Y, puesto que dudar es una de las múltiples manifestaciones del pensamiento, si dudo, es que pienso, y si pienso, existo; es decir, «Cogito, ergo sum», «Pienso, luego existo», aunque solo sea como sustancia pensante (res cogitans), con un precedente indiscutible en San Agustín: «Si me engaño, soy».

5. Las Ideas y la Demostración de la Existencia de Dios

¿Qué hay en el pensamiento?

Contenidos mentales, a los que Descartes llamó «ideas». La única forma de progresar deductivamente es, pues, analizando dichos contenidos mentales, es decir, analizando las ideas. Distingue tres tipos de ideas en cuanto a su origen:

  1. Ideas adventicias: dadas por la experiencia.
  2. Ideas facticias: producidas por la razón y la imaginación a partir de las ideas adventicias.
  3. Ideas innatas: ideas que el entendimiento parece encontrar en sí mismo, pero no proceden de la experiencia y no las produce la mente (como las de infinito o perfección).

Descartes analizó dos de esas ideas innatas: la de infinito y la de perfección. Recurriendo al argumento ontológico de San Anselmo de Canterbury, afirmó que no podían haber sido causadas por él, ya que si dudaba, era limitado e imperfecto; solo podían haber sido causadas por un ser infinito y perfecto: Dios. Una vez demostrada la existencia de Dios, quedó garantizado el principio de evidencia: Dios, en su infinita bondad, no permitiría que se equivocara al percibir la realidad, no permitiría que un genio malvado lo engañara constantemente. Dios es garante de que el mundo existe.

6. Las Tres Sustancias Cartesianas

Como resultado de la deducción, pudo estar seguro de la existencia de tres sustancias:

  1. Res cogitans (el yo): la sustancia pensante, de carácter no corpóreo, no extenso, inmaterial. Le corresponde el atributo del pensamiento.
  2. Res infinita (Dios): causa última de las otras dos sustancias. Le corresponde el atributo de la perfección.
  3. Res extensa (el mundo): las realidades corpóreas, cuya característica es la extensión. Le corresponde el atributo de la extensión.

7. El Dualismo Antropológico: Cuerpo y Alma

De ahí que Descartes entendiera al ser humano, por un lado, como sustancia pensante y, por otro, como sustancia extensa; es decir, como un compuesto de dos sustancias completamente distintas. No obstante, la interrelación entre ellas parece clara cuando se analizan los sentimientos, las pasiones, los dolores o el movimiento del propio cuerpo. En este sentido, el alma conoce todo lo que le sucede al cuerpo, por lo que el alma es conciencia. Por esta razón, los animales son puros autómatas, máquinas, porque carecen de alma. Ambas sustancias están íntimamente unidas a través de la glándula pineal.

La separación radical entre cuerpo y alma que estableció Descartes le creó problemas para explicar el origen de las pasiones, de qué manera influían en el alma y cómo se comportaba esta frente a ellas (cuestiones que trataría en su teoría moral, la moral provisional). El dualismo cartesiano separa el alma del cuerpo de manera mucho más radical que Platón, al considerarlas sustancias autónomas e independientes.