Dualismo Platónico y Racionalismo Cartesiano: Alma, Ideas y Existencia Divina

La Antropología Platónica: Cuerpo, Alma y Conocimiento

La antropología y el estudio del ser humano han sido, desde el inicio de los tiempos, algunas de las grandes preocupaciones comunes a todas las épocas y sociedades. Muchos han sido los filósofos que han propuesto sus planteamientos y teorías en este ámbito, y entre ellos Platón no podría faltar. A continuación, planteamos las siguientes preguntas: ¿Qué es un ser humano? ¿Hay algo inmaterial en nosotros, o somos simplemente realidades biológicas que en nada se diferencian de animales y plantas? ¿Qué es para Platón el “alma” y qué relación guarda con nuestro cuerpo? ¿Es posible que exista cierto innatismo en nuestro conocimiento?

El autor da respuesta a todas estas preguntas mediante un punto de vista que, con notables diferencias, ha tenido numerosos apoyos a lo largo de la historia, como el cristianismo y el pensamiento de Descartes: el dualismo antropológico. Esto nos lleva a una concepción del ser humano como un compuesto de cuerpo y alma, y puede relacionarse con otros aspectos de la filosofía platónica, como la teoría de la reminiscencia.

El Dualismo Antropológico de Platón

Platón afirma que existen dos elementos que forman la realidad humana: cuerpo y alma; por lo tanto, el ser humano es la unión de cuerpo y alma. Hay que señalar que ambos elementos son heterogéneos y cuya unión es accidental. Y del mismo modo que el mundo de las Ideas tiene prioridad sobre el mundo sensible, también el alma tiene prioridad sobre el cuerpo.

Para comenzar, es importante aclarar que esta división entre cuerpo y alma que plantea el dualismo antropológico es vista por el autor como puramente accidental y presentada como un castigo en su diálogo Fedro, lo cual indica que Platón se vio influido por los pitagóricos. Cada parte posee sus características propias y contrapuestas.

La Concepción del Alma

En primer lugar, el alma, precisamente inmortal e inmaterial, tiene prioridad sobre el cuerpo. Para Platón, es nuestro “yo“, nuestro verdadero ser, llegando a afirmar incluso que “el ser humano es su alma” (lo cual implica un desprecio hacia el cuerpo). Siguiendo la tradición filosófica griega, el alma es considerada el principio vital que infunde vida y movimiento al cuerpo, pero en el caso de los humanos, es el principio del conocimiento, que es su función propia y específica, lo que hace que la racionalidad sea su rasgo más característico.

Además, constituye una realidad intermedia entre el mundo sensible y el inteligible, aunque su lugar propio y hacia el cual tiende es el mundo de las Ideas, en el que, según la teoría de la reminiscencia que explicaremos más adelante, ha preexistido. Platón se deja influir también por los pitagóricos en lo que a rasgos del alma se refiere (existencia anterior desligada del cuerpo, teoría de la reencarnación, necesidad del alma de llegar a la virtud y el conocimiento, inmortalidad e inmaterialidad).

Las Tres Partes del Alma

A todo ello cabe agregar que está dividida en tres partes:

  1. Parte racional (sede de la inteligencia y de la naturaleza divina y exclusiva del ser humano; localizada en la cabeza).

  2. Parte irascible (fuente de pasiones y emociones, que reside en el pecho).

  3. Parte apetitiva o concupiscible (fuente de los apetitos y deseos materiales, que se ubica en el bajo vientre).

La Concepción del Cuerpo

Por otra parte, el cuerpo es material y mortal, y Platón hereda la concepción pitagórica peyorativa del cuerpo, siendo la cárcel del alma que intenta liberarse, y suponiendo constantes apetitos y deseos: nos inclinamos a la posesión de lo material, al mundo sensible, y a sentimientos como la ambición que causan guerras.

En resumen, Platón afirma en el Libro VI de La República que el cuerpo arrastra al alma hacia lo sensible, donde nunca encontrará la virtud ni el conocimiento (“Mientras tengamos el cuerpo, y nuestra alma se halle entremezclada con semejante mal, no poseeremos suficientemente eso que deseamos, es decir, la verdad”). De todo esto se deduce que el desprecio que Platón siente hacia el cuerpo se debe al vínculo que lo une con el mundo sensible, de la misma manera que el aprecio que profesa al alma está estrechamente unido a su relación con el mundo inteligible.

La Teoría de la Reminiscencia o Anamnesis

Dicha relación es explicada por Platón a través de la teoría de la reminiscencia o anamnesis, que afirma que el alma ha preexistido en el mundo de las Ideas y ha llegado a contemplarlas, desarrollando su actividad propia, antes de haberse encarnado en un cuerpo, momento a partir del cual el alma olvida las Ideas, quedando solo una huella borrosa, confusa y olvidada de las mismas. Por eso, aprender y conocer las ideas no es otra cosa distinta a recordar lo que ya se sabe.

A pesar de que este mito no debe ser tomado como una explicación racional, a través de él, Platón quiere indicarnos que defiende un cierto innatismo del conocimiento; es decir, considera que desde nuestro nacimiento poseemos conocimientos específicos y nociones innatas sobre las ideas, pero son oscuros y confusos, y solo pueden cobrar claridad mediante una educación adecuada que nos encamine a la contemplación directa de las Ideas. Esto se ilustra claramente en su diálogo Menón, en el que un joven esclavo que nunca había recibido educación matemática es capaz de formular verdades como el teorema de Pitágoras, guiado por las preguntas adecuadas del maestro. Por eso, Platón considera que esas verdades eran en cierto sentido innatas.

Conclusión sobre la Antropología Platónica

En conclusión, podemos afirmar que la concepción dualista que Platón posee del ser humano se debe al obstáculo que es el cuerpo para llegar a la contemplación de las Ideas y a la práctica de la virtud, actividad que él considera propia de nuestra alma. Es esta misma alma la que nos diferencia de los animales y nos hace seres inteligentes y racionales, capacidades que hemos desarrollado mediante una educación adecuada.

La Filosofía de Descartes: Ideas, Dios y Sustancia

El Concepto Cartesiano de “Idea”

En esta sección se nos plantea el problema de cómo entiende Descartes el concepto de “idea” y los tipos que se distinguen. En este sentido, podemos preguntarnos: ¿Son ideas los pensamientos de los que somos conscientes? ¿Son las representaciones mentales de las cosas que conocemos? ¿Podemos estar seguros de su existencia? ¿Y de la existencia de las cosas que representan mentalmente? Estamos ante un problema complejo porque cada autor ha concebido el conocimiento humano de una forma específica, asignándole al término “idea” diferentes significados.

El primero en utilizarlo fue Platón, para quien constituye un modelo perfecto de las cosas, existentes en otro mundo. Los estoicos entienden las ideas como simples representaciones mentales de lo que percibimos, en contraposición a Platón. Descartes define las ideas como pensamientos que representan las cosas en nuestra mente (ideas adventicias), contenidos que inserta Dios (ideas innatas) o lo que inventamos (ideas facticias).

Esta sección se centrará en la explicación del concepto cartesiano de las ideas y los diversos tipos de ideas que, según el filósofo, existen, enfocándose en las ideas innatas, las cuales pertenecen a las ideas del cogito o idea de perfección, y a partir de esta última, la correspondencia entre sus ideas y una realidad objetivamente existente.

El Cogito: Una Idea Clara y Distinta

Como resultado de todo el proceso mental anterior, Descartes ha encontrado una base firme para construir su filosofía, una idea clara y distinta: el cogito. “Clara” porque se manifiesta sin oscuridad (sin dificultad) a la inteligencia que la intuye. “Distinta” porque está separada de cualquier otra idea, no contiene en sí otras ideas, es decir, es simple, elemental.

El Reto de la Realidad Extramental

Este descubrimiento no es suficiente, porque el ideal del método matemático que Descartes sostiene obliga a deducir nuevas ideas a partir de este primer principio indubitable. El reto que tiene que afrontar Descartes consiste en ser capaz de, partiendo de la idea de su propia existencia como realidad mental, romper el cerco de su propio pensamiento y salir a la realidad extramental, demostrando que existe algo más que únicamente su propia mente, que existe, además, el mundo externo, el mundo de los objetos. Así pues, el objetivo de Descartes será ahora abrirse a las cosas partiendo del yo, que es lo único que tiene seguro. Para demostrar la existencia de la realidad extramental, solo cuenta con las ideas que tiene.

Tipos de Ideas en Descartes

Descartes entiende por “idea” los objetos del pensamiento, los elementos con los que conformamos nuestros pensamientos. Así pues, decide someter sus ideas a un análisis cuidadoso para descubrir si alguna de ellas le sirve para romper el cerco de su propia conciencia. Al realizar este análisis de la naturaleza de las ideas, se da cuenta de que no todas son iguales y distingue tres tipos de ideas:

Ideas Adventicias

Ideas adventicias: Son las que parecen provenir de nuestra experiencia externa. Eso es lo que Descartes quiere demostrar, pero no puede hacerlo apoyándose en la existencia de las ideas adventicias, porque la hipótesis del sueño proporciona una explicación plausible para este tipo de ideas. Para poder afirmar que estas ideas se corresponden con un mundo exterior, habrá que demostrar la existencia de ese mundo por otra vía, pero no partiendo de ellas.

Ideas Facticias (o Ficticias)

Ideas facticias (o ficticias): Son las que provienen de nuestra imaginación y voluntad, y pueden construirse partiendo de estas dos facultades o de otras ideas. Estas ideas no tienen existencia real. Tampoco sirven para demostrar la existencia de ninguna realidad extramental porque son ideas construidas por el pensamiento, con lo que su validez como prueba de la existencia de alguna realidad objetiva es todavía menor que la de las ideas adventicias.

Ideas Innata

Ideas innatas: Son aquellas que el pensamiento posee en sí mismo. No se trata tanto de que los humanos nazcamos con ellas de manera innata, sino que aparecen en nuestra mente cuando nos ponemos a pensar. Por tanto, dichas ideas no las encontraríamos acabadas en la mente del niño, aunque estarían presentes virtualmente en su entendimiento, existiendo una predisposición natural a formarlas. Ideas innatas son, por ejemplo, la de “pensamiento” y la de “existencia“, que no son construidas por mí (facticias) ni proceden de experiencia externa alguna (adventicias), sino que las encuentro de manera natural cuando tomo conciencia de que estoy dudando o de que un genio maligno me puede estar engañando. La idea innata del “pienso, luego existo” le ha servido a Descartes para demostrar su propia existencia en tanto que ser pensante. De todo lo demás, duda.

Demostraciones de la Existencia de Dios

Demostración a partir de la Idea de Infinitud (o de Perfección)

Descartes descubre entre las ideas de su mente la idea de infinito, y a partir de ella intenta demostrar la existencia real de Dios. En el Discurso del método, este argumento aparece desarrollado con la idea de perfección, pero la esencia de la argumentación es la misma.

  1. El razonamiento que utiliza para demostrar que la idea de infinito es una idea innata que debe haber sido puesta en la mente por un Dios infinito es el siguiente: Precisamente porque dudo, piensa Descartes, me percibo como un ser limitado, imperfecto. Me contemplo a mí mismo como un ser finito.
  2. Pero no sería posible tener el concepto de lo finito sin la idea de lo infinito, puesto que lo finito es la negación de lo infinito. Al contemplarme como finito, lo estoy haciendo en relación con lo infinito.
  3. Luego, entre las ideas de mi mente se encuentra, como idea previa, la idea de infinito, a pesar de que yo soy un ser finito.
  4. La idea de infinito no es una idea adventicia, porque no poseemos experiencia directa de nada infinito.
  5. Tampoco es una idea facticia, es decir, no puedo haberla construido yo con mi imaginación, puesto que yo soy un ser finito y de lo finito no puede surgir la idea de infinito.
  6. Conclusión: como la idea de infinitud no es adventicia ni tampoco facticia, debe haber sido “puesta por una naturaleza más perfecta que yo“, puesto que la causa debe tener, por lo menos, tanta realidad como el efecto. La idea de lo infinito solo puede proceder, por tanto, del mismo ser infinito, de Dios. Luego, Dios existe.

Como ya habrás notado, este argumento puede ser utilizado, igualmente, con otras ideas descubiertas en la mente en referencia a Dios, como la idea de perfección.

Demostración a partir de la Propia Existencia

Este argumento puede considerarse una variante del anterior.

  1. Descartes constata que posee la idea de perfección en su mente, pero que él mismo es un ser imperfecto.
  2. ¿De dónde procede mi existencia imperfecta? No puede ser de mí mismo, porque en ese caso yo me habría dado las perfecciones que encuentro en la idea de Dios, pero de las que yo carezco como ser realmente existente.
  3. Tampoco soy yo el que me conserva instante tras instante, pues si yo tuviese ese poder, no dejaría de existir nunca.
  4. En consecuencia, tanto mi conservación como mi creación proceden de un ser que no soy yo, y ese ser, en función del principio de que debe haber una correspondencia cualitativa entre la causa y el efecto, tiene que ser perfecto y omnipotente, con lo que Descartes lo identifica con el Dios creador y providente en el que cree, el cual, al crearnos, ha impreso en mi mente su idea, como el artífice que pone su sello en su obra.

El Argumento Ontológico

Demostración a partir del concepto mental de Dios como el ser absolutamente perfecto: El argumento ontológico.

  1. El argumento parte del concepto que todos los hombres tienen de Dios como un ser tal que es imposible pensar otro mayor que él.
  2. Un ser definido mentalmente de esa manera ha de existir no solamente en nuestro pensamiento, sino también en la realidad, ya que en caso contrario sería posible pensar otro mayor que él: por ejemplo, uno que existiera realmente.
  3. En tal caso, caeríamos en una contradicción con el propio concepto mental que tenemos de Dios.
  4. Con lo que Dios debe existir no solo en el pensamiento, sino también en la realidad.

Formulado de una manera más sencilla, este argumento sostiene que, como la idea que tenemos de Dios es la de un ser que reúne todas las perfecciones posibles, es imposible que no exista en la realidad, ya que la existencia es un rasgo de perfección que debe estar presente en Dios. Luego, Dios existe, puesto que lo contrario sería un rasgo de imperfección.

Dios como Garantía de la Realidad Extramental

La existencia de Dios, la segunda realidad que Descartes ha sido capaz de demostrar, se convierte en la clave de bóveda del sistema cartesiano, pues la existencia del mundo es demostrada a partir de la existencia de Dios. El argumento es el siguiente:

  1. Dios existe y es perfecto, puesto que de lo contrario no sería Dios. Así que, como es perfecto, ha de ser bueno y veraz, con lo que no me puede engañar. La veracidad de Dios se demuestra por el argumento de que engañar es un signo de imperfección que no puede darse en un ser perfecto como es Dios.
  2. Pero Dios me engañaría si, teniendo nosotros una inclinación tan grande a creer en la existencia del mundo como causa de nuestras sensaciones, el mundo no existiese. Si las sensaciones que nosotros tenemos del mundo no correspondieran a un mundo objetivamente existente, Dios me estaría engañando, y entonces ya no sería Dios.
  3. Luego, si Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, y yo tengo ideas del mundo, es porque el mundo existe.

La hipótesis del genio maligno, el motivo de duda más radical de todos, ha quedado eliminada. Así pues, probada la veracidad divina, Dios se convierte en el sistema de Descartes en la garantía de que a mis ideas corresponde un mundo, una realidad extramental. Las ideas que perciba clara y distinta serán pues verdaderas, pues Dios respalda la aplicación del criterio general de certeza.

El Concepto de Sustancia en Descartes

En esta sección se nos plantea el problema del concepto de sustancia en Descartes y sus tipos; es decir, según Descartes, la palabra sustancia es una “cosa” existente que no requiere más que de sí misma para existir, o dicho de otro modo, la sustancia es lo que tiene existencia concreta e independiente. En relación con este problema, podemos plantearnos diferentes cuestiones como: ¿Qué es para Descartes la “sustancia“? ¿Cuántos tipos hay? ¿Existe Dios? Comenzaremos nuestra sección haciendo una breve introducción del contexto histórico y filosófico que vivió nuestro autor para continuar explicando qué es la sustancia, sus tipos y, finalmente, los argumentos de la existencia de Dios.