Filosofía de Immanuel Kant
Epistemología Kantiana
Kant busca responder a la pregunta: ¿Qué podemos conocer como seres humanos? Para ello, propone una “revolución copernicana” en la filosofía: en lugar de pensar que el conocimiento se adapta a los objetos, Kant afirma que los objetos se adaptan a nuestras estructuras mentales. Es decir, el sujeto no es pasivo, sino activo en la construcción del conocimiento. No conocemos las cosas tal como son “en sí” (noúmeno), sino tal como aparecen a nosotros (fenómeno), moldeadas por nuestras propias facultades.
Kant distingue entre diferentes tipos de juicios (formas del conocimiento):
- Juicios analíticos a priori: el predicado está contenido en el sujeto. No aportan nueva información. Son necesarios y no requieren experiencia (ej. “El triángulo tiene tres lados”).
- Juicios sintéticos a posteriori: el predicado añade información nueva. Son contingentes y se basan en la experiencia (ej. “La mesa es de madera”).
- Juicios sintéticos a priori: el predicado añade información y no proviene de la experiencia, pero es universal y necesario. Aquí se basa el conocimiento científico (ej. “La línea recta es la más corta entre dos puntos”).
- Juicios analíticos a posteriori: Kant no los acepta, ya que no tienen sentido lógico ni valor epistemológico claro.
El conocimiento, según Kant, se da gracias a la unión de experiencia sensible y estructura racional. Así, intenta superar la oposición entre empirismo (todo viene de la experiencia) y racionalismo (todo viene de la razón).
Para explicar cómo conocemos, Kant divide nuestras facultades de conocimiento en tres niveles:
- Sensibilidad (estética trascendental): es la capacidad de recibir datos del exterior mediante los sentidos. No pensamos aquí, solo percibimos. La sensibilidad tiene dos formas a priori: espacio (para las percepciones externas) y tiempo (para las internas y externas). Estas formas no están en los objetos, sino en nosotros, y organizan toda percepción. La ciencia que depende de esta facultad es la matemática.
- Entendimiento (analítica trascendental): es la capacidad de pensar lo que la sensibilidad nos da. Opera con categorías (conceptos puros a priori), como la causalidad, la unidad o la pluralidad. Las categorías ordenan los datos de los sentidos y permiten construir conocimiento objetivo. Gracias a ellas se puede realizar ciencia empírica como la física.
- Razón (dialéctica trascendental): es la facultad más alta. Busca la totalidad del conocimiento unificando los conceptos del entendimiento. Produce ideas puras (a priori) que no derivan de la experiencia: Yo, Mundo y Dios. Estas ideas no pueden conocerse como objetos, porque no se originan en la experiencia. No obstante, son necesarias como guías del pensamiento. Aquí aparece el concepto de ilusión trascendental: el error de la razón cuando intenta conocer las ideas como si fueran objetos reales. Ejemplo: decir “Dios existe” como si fuera demostrable empíricamente.
Kant llama a todo este sistema idealismo trascendental, porque el conocimiento se basa en las estructuras mentales del sujeto (idealismo) y porque estudia las condiciones universales que hacen posible el conocimiento en general (trascendental). No debe confundirse con “trascendente”, que se refiere a lo que está más allá de toda experiencia y por tanto es incognoscible.
Finalmente, Kant concluye que la metafísica tradicional (que intenta conocer lo que está más allá de la experiencia, como el alma, el mundo como totalidad o Dios) no puede considerarse ciencia, porque sus juicios no se basan ni en experiencia ni en categorías aplicables. En cambio, una metafísica crítica sí es posible, como análisis de las condiciones de posibilidad del conocimiento.
Política Kantiana
En Hacia la paz perpetua, Kant analiza la historia como un proceso racional con un plan natural de fondo que busca la realización de las disposiciones racionales del ser humano (autonomía, justicia, libertad, etc.). Aunque los individuos y los pueblos no sean conscientes, la humanidad progresa como especie hacia ese fin. No se trata del desarrollo del individuo concreto, sino del conjunto racional de la humanidad. Sin embargo, este avance no está garantizado, pues el ser humano es libre, pero también limitado por su naturaleza material.
Kant explica este desarrollo mediante la “insociable sociabilidad”: el ser humano desea vivir en sociedad pero también quiere seguir su propio camino. Esta contradicción genera conflictos, pero paradójicamente impulsa el progreso, porque obliga a crear estructuras sociales y políticas más racionales que permitan armonizar la libertad individual con el orden común. Así se va formando poco a poco el Estado de derecho, donde se puede desarrollar mejor la racionalidad y moralidad humanas.
El Estado ideal es aquel donde la libertad de cada uno es compatible con la de todos. Por ello, Kant defiende un sistema basado en la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) y en tres principios fundamentales:
- Libertad (base de la moral, el derecho y la política).
- Igualdad (todos iguales ante la ley).
- Autonomía (cada ciudadano como legislador junto con los demás).
El objetivo final es alcanzar la paz perpetua, no solo dentro de un Estado, sino entre los pueblos. Para ello propone una confederación internacional de Estados libres, basada en principios racionales que eviten la guerra. Las tres condiciones para lograr esta paz son:
- Constitución civil republicana (representativa y racional).
- Federación pacífica de Estados libres.
- Derecho internacional cosmopolita basado en la hospitalidad universal, en la que todo extranjero sea tratado como ciudadano del mundo.
En lo religioso, Kant defiende una religión racional, que consiste en cumplir los deberes morales como si fueran mandamientos divinos. Rechaza toda religión basada en milagros, dogmas o autoridad externa. Para él, la auténtica religión es una comunidad ética de personas que actúan por deber. Esta religión ilustrada debe estar dentro de los límites de la razón, ya que si se basa en la fe irracional, puede violar los principios de la autonomía moral.
Ética Kantiana
Kant se pregunta cómo debe comportarse el ser humano. A diferencia de su teoría del conocimiento (razón teórica), aquí desarrolla la razón práctica, que guía nuestra conducta moral. La ética debe basarse en un principio supremo, que no dependa de la experiencia sino de la razón pura.
Kant distingue dos tipos de ética:
- Ética material: basa la moral en fines externos a la voluntad (como la felicidad o el placer). Es empírica y variable, ya que lo que motiva la acción depende de deseos personales. Sus normas son imperativos hipotéticos, es decir, mandatos condicionados (“si quieres ser feliz, haz esto”). Estos no pueden considerarse morales porque dependen de condiciones subjetivas o cambiantes.
- Ética formal: se basa en la voluntad como razón pura y autónoma, que se da sus propias leyes. La única motivación válida es actuar por deber, sin buscar recompensas ni evitar castigos. Aquí surge el imperativo categórico, la ley moral que se impone por sí misma, sin condiciones, y que es válida para todos los seres racionales. Es universal, necesario y a priori (no depende de la experiencia). Tiene tres formulaciones fundamentales:
- Fórmula de la ley universal: “Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley universal”. Es decir, actúa como si tu norma pudiera ser válida para todos.
- Fórmula del fin en sí mismo: “Obra de tal manera que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de los demás, siempre como un fin y nunca solo como un medio”. Toda persona tiene valor en sí misma y debe ser respetada.
- Fórmula del legislador universal: “Obra como si por tu máxima pudieras ser legislador en un reino universal de fines”. Todo ser racional debe verse a sí mismo como autor de la ley moral que sigue.
Actuar moralmente, para Kant, significa ser libre en sentido profundo: ser autónomo, es decir, darse a uno mismo la ley mediante la razón. La libertad es condición de posibilidad de la moral. Sin libertad, solo actuaríamos por causas externas o naturales y no podríamos ser responsables.
Como actuar por deber puede ser difícil en la vida real, Kant introduce tres postulados de la razón práctica, necesarios para sostener la moral aunque no se puedan demostrar:
- Dios: garantiza que el bien y la felicidad puedan coincidir al final. Aunque en la vida ser virtuoso no asegura ser feliz, postulamos a Dios como esa justicia ideal.
- Inmortalidad del alma: el perfeccionamiento moral total es un ideal imposible en esta vida. Se postula la inmortalidad para seguir progresando hacia el bien supremo.
- Libertad: sin ella no puede haber moral. Debemos suponer que somos libres para poder actuar por deber.
Kant distingue dos mundos: el fenoménico, donde todo está determinado por leyes naturales, y el inteligible, donde actúa la libertad. Aunque no podamos demostrar la libertad con la razón teórica (porque solo capta lo empírico), la razón práctica debe suponerla como base de la responsabilidad moral.
En conclusión, Kant construye una ética universal, racional y autónoma, donde lo moral no depende de lo que queremos o sentimos, sino de lo que debemos hacer simplemente porque es lo correcto, y porque somos libres para elegirlo.
Filosofía de Friedrich Nietzsche
La Realidad según Nietzsche
En sus obras finales, especialmente en Así habló Zaratustra, Nietzsche realiza una crítica feroz a la filosofía occidental que comenzó con Sócrates y Platón, la cual construyó la metafísica basada en una visión racional del mundo y la afirmación de que existe un mundo más verdadero, más allá del mundo sensible. Nietzsche, por el contrario, defiende que la única realidad existente es el mundo sensible, fenoménico, donde todo está en constante cambio, y cuya fuerza vital es la voluntad de poder, la voluntad de ser más y sin límites.
Tomando el concepto de voluntad de Schopenhauer, Nietzsche lo interpreta como el impulso vital que anima a todos los seres, y lo identifica con la fuerza de la vida y el devenir, es decir, el constante cambio hacia la superación. La voluntad de poder es el motor fundamental de la vida, que busca dominio y crecimiento sin límites. La tarea moral del hombre es crear nuevos valores que promuevan una vida afirmativa y que favorezcan la autosuperación, lo cual lleva a la figura del “superhombre”, el hombre futuro que es capaz de transvalorizar todos los valores establecidos y crear una moral de la tierra, centrada en la vida y el poder.
Nietzsche explica esta transformación del espíritu humano mediante tres metáforas en Así habló Zaratustra: el camello, que simboliza al hombre sumiso a valores universales; el león, que representa al hombre que destruye los valores decadentes; y el niño, que es el hombre futuro, capaz de crear sus propios valores y vivir con inocencia y alegría.
En cuanto al concepto de eterno retorno, Nietzsche propone una visión cíclica del tiempo, en la que todo vuelve a ocurrir infinitamente. Aceptar esta idea es abrazar la vida tal como es, con todo su dolor y su alegría, y decir sí al destino (amor fati), lo cual implica una aceptación radical de la vida en su totalidad, sin aspiraciones trascendentes.
Por último, en El crepúsculo de los ídolos, Nietzsche critica la distinción entre el mundo aparente y el mundo real impuesta por Platón, que originó una moral basada en ideales trascendentes. Esta distinción perduró en la filosofía occidental, pero Nietzsche cree que solo el superhombre, con su inocencia y voluntad de poder, podrá abolirla y aceptar la vida tal como es, sin dividirla en dos mundos.
Teología en Nietzsche
En La Gaya Ciencia, Nietzsche introduce la célebre expresión “Dios ha muerto” para referirse al progresivo abandono de la visión religiosa cristiana que predominó en la cultura europea, fenómeno conocido como la secularización. Este proceso comenzó en el Renacimiento, con el antropocentrismo que reemplazó el teocentrismo medieval, y continuó en la Ilustración con la crítica a la religión. A la secularización se sumó el avance de las ciencias naturales (como la física, la química y la biología), que ofrecieron explicaciones del mundo natural sin necesidad de recurrir a la existencia de Dios.
Para Nietzsche, la muerte de Dios significa la liberación de un peso que ha esclavizado al ser humano, pues Dios ha sido considerado como una figura que limita la vida. Según él, solo con la muerte de Dios se abre la posibilidad de construir nuevos valores que coloquen a la Tierra, la Naturaleza y la Vida como los nuevos principios fundamentales, valores propios del “superhombre”. Esta liberación, sin embargo, también da paso al nihilismo: la idea de que nada tiene valor trascendente ni fundamento. El nihilismo, para Nietzsche, es la manifestación decadente de la civilización occidental, cuyos orígenes remontan al platonismo y que, por tanto, representa el “destino de Europa”.
A pesar de que los propios hombres han matado a Dios, muchos no son conscientes de ello. Nietzsche distingue dos formas de afrontar este nihilismo: la primera, pesimista, es la de aquellos que reconocen la ausencia de un fundamento trascendental, pero se resignan y no proponen una alternativa. La segunda forma es más optimista y vitalista, adoptada por quienes, al reconocer el vacío dejado por Dios, se proponen crear nuevos valores morales que sean afirmativos de la vida.
En sus obras posteriores, como Así habló Zaratustra, Nietzsche desarrolla más estas ideas, utilizando la metáfora de las etapas del espíritu humano (camello, león, niño y superhombre) para ilustrar la transformación necesaria hacia un nuevo modo de vivir. También introduce el concepto de eterno retorno y la idea de amor fati, un profundo aprecio por el destino y por la vida tal como es, sin rechazarla. Para Nietzsche, el reto es superar la moral decadente y abrazar una existencia afirmativa que construya nuevos valores a partir de la aceptación radical de la vida.
Ética Nietzscheana
En Más allá del bien y del mal, Nietzsche aborda la distinción entre dos corrientes filosóficas fundamentales: la racionalista de Sócrates y la vitalista de Heráclito. Según Nietzsche, Sócrates es el responsable de someter la vida a la razón, promoviendo la disolución de lo apolíneo (racional) y lo dionisíaco (vital) que, en la cultura antigua, coexistían de manera complementaria. Esta transformación, iniciada por Sócrates, provocó una cultura occidental basada en la separación entre el mundo real, dinámico y sensible, y el mundo ideal y estático de las Ideas platónicas. Para Nietzsche, Platón y su teoría de las Ideas crearon el mayor error filosófico: la idea de un bien absoluto y un mundo ideal que divide la realidad en dos mitades. Esta separación subordina la vida a una razón abstracta, alejándose del mundo sensible, y promueve la visión de que lo racional es lo virtuoso, llevando a la gente a buscar la felicidad en un mundo suprasensible y perfecto, en lugar de aceptar la vida tal como es.
Nietzsche critica la moral racionalista por ser antinatural, ya que rechaza los instintos humanos y considera peligrosos los impulsos vitales, en favor de valores como la igualdad, la obediencia y la humildad. Según Nietzsche, esta moral de la debilidad fue impuesta por los más débiles para defenderse de los fuertes, creando una moral que teme y reprime lo poderoso, lo instintivo y lo superior. A partir de esto, Nietzsche distingue dos tipos de morales: la moral de señores, activa y vitalista, que celebra la fuerza, la autosuperación y la creación de valores, y la moral de esclavos, pasiva y sumisa, que promueve valores como la igualdad y la obediencia, rechazando todo lo que sea superior o diferente.
La moral de esclavos, vinculada al cristianismo y al platonismo, para Nietzsche, es una moral de resentimiento, que favorece a la mayoría y oculta el miedo y la envidia hacia los poderosos. En contraste, la moral de señores se basa en la afirmación plena de la vida, aceptando la lucha, el conflicto y la superación personal. Nietzsche ve en la moral de señores la verdadera afirmación de la vida, mientras que la moral de esclavos representa una negación de la vitalidad humana y un rechazo a la individualidad.
Filosofía de Hannah Arendt
Antropología Arendtiana
En La condición humana, Hannah Arendt examina la situación existencial del ser humano, enfocándose en los límites y posibilidades que definen su existencia en el mundo. Para Arendt, la pluralidad es la condición esencial de la humanidad, ya que es la coexistencia de personas lo que hace posible el pensamiento y la acción. Arendt también subraya la natalidad como una condición aún más primordial que la pluralidad, ya que cada nuevo ser humano trae consigo la posibilidad de comenzar algo nuevo, lo que contrasta con la visión de su maestro Heidegger, quien veía al ser humano como un ser destinado a la muerte. Arendt defiende que los seres humanos nacen para comenzar, no para morir.
A lo largo de la obra, Arendt desarrolla una genealogía que distingue tres ámbitos de interacción social: el privado, el público y el social. En la antigüedad, el ámbito privado estaba asociado a las necesidades de supervivencia, mientras que el público estaba ligado a la acción política. En la modernidad, estos ámbitos se mezclan debido a la intervención del Estado, que pone en riesgo la función crítica del espacio público.
Arendt también distingue tres actividades humanas fundamentales:
- Labor (animal laborans): Esta actividad satisface las necesidades biológicas y naturales, como la agricultura o la procreación, sin crear objetos permanentes.
- Trabajo (Homo faber): Aquí, los seres humanos crean artefactos útiles que perduran temporalmente, como herramientas o arte.
- Acción: Es la actividad política, el espacio donde los seres humanos se relacionan y se comunican a través del discurso. Solo en la acción se manifiesta la verdadera libertad humana, ya que es independiente de las condiciones externas.
Arendt hace referencia a dos modelos vitales que se transforman a lo largo de la historia: la vita contemplativa, que se refiere a la reflexión aislada del mundo, y la vita activa, centrada en la acción transformadora del mundo. En la modernidad, especialmente con la revolución galileana, se produce una inversión de estos modelos, donde la vida contemplativa se traslada al ámbito científico y se convierte en una actividad práctica, abstracta y desconectada del significado humano. Además, la vita activa se disloca y se somete a la técnica y a la utilidad científica, y la acción política se despolitiza, dejando a pocos individuos el control del poder político.
Arendt concluye que la política no es una actividad secundaria en la vida humana, sino que es constitutiva de la humanidad. Retoma la concepción aristotélica del ser humano como zoon politikon, pero sustituyendo la noción de naturaleza humana por la de condición humana, que depende de la pluralidad y la posibilidad de actuar y pensar en conjunto con otros. Para Arendt, la política precede incluso a la moral y es fundamental para la existencia humana.