Aristóteles y la Naturaleza de la Polis: El Hombre como Animal Político

Comentario de Aristóteles: Política, Libro I, 1252a–1253a

Aristóteles (384-322 a.C.) fue uno de los pensadores más importantes de la Antigüedad y una de las figuras más influyentes de toda la historia de la filosofía. Nació en Estagira y fue discípulo de Platón en la Academia de Atenas, aunque acabó apartándose de su maestro en aspectos fundamentales. Mientras Platón sostenía que la realidad se dividía entre el mundo sensible y el mundo de las Ideas, Aristóteles defendía que la auténtica realidad se encuentra en las cosas concretas, compuestas de materia y forma. Su pensamiento abarca prácticamente todos los campos del saber: lógica, física, metafísica, biología, ética y política. En esta última, reflexionó sobre la naturaleza social del ser humano y sobre el propósito de la vida en comunidad.

Contexto de la Obra

El fragmento pertenece al Libro I de la Política, obra en la que Aristóteles estudia las distintas formas de organización humana y busca descubrir cuál es el fin último de la vida política. Para él, la política es una continuación natural de la ética: mientras la ética se ocupa del bien individual, la política se orienta al bien común. Su método parte siempre de la observación de la realidad tal como es, intentando comprender la naturaleza y finalidad de las comunidades humanas.

El Origen de la Polis y el Bien Supremo

En este texto, Aristóteles explica el origen natural de la ciudad y define al ser humano como un “animal político” (zôon politikón). La idea principal es que la ciudad —la polis— es la comunidad más completa y natural, ya que permite al hombre alcanzar su fin propio: vivir bien. El filósofo comienza recordando que toda comunidad existe con el objetivo de lograr algún bien, pues todas las acciones humanas se orientan hacia lo que se considera bueno. Si todas las comunidades buscan un fin, la ciudad, que es la más perfecta, debe tener el fin más elevado: el bien supremo. La polis abarca todas las demás comunidades —la familia y la aldea— y las integra en una unidad superior.

La Evolución Natural de la Sociedad

La ciudad no surge artificialmente, sino que es el resultado natural del desarrollo de comunidades más pequeñas:

  • La familia: Nacida de la unión del hombre y la mujer para asegurar la supervivencia y la reproducción.
  • La aldea: Formada por la agrupación de varias familias para cubrir necesidades más amplias.
  • La ciudad (Polis): Surge cuando varias aldeas alcanzan la autosuficiencia (autarkeia), es decir, la capacidad de bastarse a sí misma.

La ciudad nace “para vivir”, pero existe “para vivir bien”. Su objetivo no es solo garantizar la vida, sino posibilitar una existencia plena, justa y virtuosa.

La Ciudad como Realidad Natural

Aristóteles sostiene, por tanto, que la ciudad es una realidad natural. No es el resultado de un pacto o acuerdo, como propondrán siglos después los filósofos del contractualismo (Hobbes, Locke o Rousseau), sino la culminación natural de la tendencia humana a la sociabilidad. En la filosofía aristotélica, la naturaleza de cada cosa se define por su fin: y como la ciudad es el fin de las comunidades previas, representa la realización plena de su naturaleza. Por eso, la ciudad es anterior al individuo, ya que solo en ella el ser humano puede alcanzar su perfección. Quien vive aislado, fuera de la comunidad, es —dice Aristóteles— o una bestia o un dios.

El Hombre como Animal Político y el Lógos

Aquí aparece una de sus afirmaciones más famosas: el hombre es por naturaleza un animal político. Esto significa que el ser humano solo puede desarrollarse completamente viviendo en sociedad. Su tendencia a convivir con otros no es una simple necesidad práctica, sino una característica esencial de su naturaleza. El hombre posee razón y palabra (lógos), y gracias a ellas puede comunicar no solo placer o dolor —como hacen los animales—, sino también lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo. De este modo, la comunidad humana se funda en la comunicación racional y moral, basada en la deliberación sobre el bien común.

La Dimensión Ética de la Política

La ciudad es, por tanto, el espacio donde el hombre puede desplegar plenamente su dimensión racional y moral. No es una asociación para satisfacer necesidades materiales, sino una comunidad ética y política orientada hacia la vida buena. La familia atiende a las necesidades básicas; la aldea, a las de subsistencia; pero solo la ciudad permite alcanzar una vida plena, en la que se puedan practicar la justicia y la virtud.

Aristóteles afirma que todo ser o cosa se define por su función. Cuando algo deja de cumplir su función esencial, deja de ser lo que es. Así, el hombre, cuya naturaleza es ser político, deja de ser verdaderamente humano si vive aislado, ya que su esencia consiste en participar en la vida social y política. La ciudad es anterior y superior al individuo, del mismo modo que el todo es anterior a sus partes: una mano o un pie separados del cuerpo dejan de ser lo que eran.

La Necesidad de la Ley y la Justicia

Aquel que no puede vivir en sociedad o que no la necesita por ser completamente autosuficiente —dice Aristóteles— es una bestia o un dios. Una bestia, porque carece de razón y moralidad; un dios, porque está por encima de las limitaciones humanas. El ser humano, en cambio, ocupa un punto intermedio y solo alcanza su pleno desarrollo dentro de la comunidad política.

La política, para Aristóteles, es natural porque responde a la inclinación humana hacia la vida en común. Quien fundó la primera ciudad fue, según él, el autor de los mayores bienes para la humanidad. Gracias a la ciudad, el hombre puede vivir de acuerdo con la virtud y la justicia, convirtiéndose en el mejor de los seres vivos. Sin ley y sin justicia, sin embargo, se convierte en el peor de todos, ya que posee razón y fuerza, pero puede emplearlas para el mal. Las mismas capacidades que lo elevan sobre los animales pueden hacerlo más destructivo si carece de virtud. Por eso, la ley y la justicia son indispensables para la vida política.

La justicia es, según Aristóteles, el principio que ordena la comunidad y hace posible la convivencia. La política tiene como finalidad determinar lo que es justo y organizar la vida común de acuerdo con la razón y la virtud. La ciudad existe para que los hombres vivan bien, y vivir bien significa vivir conforme a la justicia.

Resumen de la Visión Aristotélica

En resumen, este fragmento presenta una visión naturalista y teleológica de la política. La ciudad es el fin natural de las comunidades humanas y el ámbito en el que el hombre realiza su esencia racional y moral. Por naturaleza, el ser humano tiende a vivir en sociedad, porque solo en ella puede desarrollar el lenguaje, la deliberación, la virtud y la justicia. La política, en consecuencia, es la culminación de la vida ética y el medio por el cual el hombre alcanza su perfección.