El Reinado de Fernando VII (1814-1833)
Introducción
Fernando VII, conocido como «el Deseado», recuperó el trono de España en 1814 entre muestras de fervor popular y gran prestigio. Era el símbolo de los seis años de resistencia contra la invasión napoleónica y encarnaba grandes expectativas de cambio. Sin embargo, el monarca buscó acercarse a los círculos más reaccionarios del país, y los absolutistas aceptaron la restauración del Antiguo Régimen, volviendo a la situación anterior a 1808.
Sexenio Absolutista: La Restauración del Antiguo Régimen (1814-1820)
A finales de 1813, Napoleón negoció con Fernando VII el Tratado de Valençay, por el que el emperador devolvía el trono al monarca español. El 22 de marzo de 1814, Fernando VII regresaba a España, llegando hasta Valencia. Allí encontró el apoyo del general Elío y de un grupo de diputados absolutistas que le animaron a restaurar el Antiguo Régimen mediante el Manifiesto de los Persas. Fernando VII anuló toda la obra legislativa de las Cortes de Cádiz mediante el Real Decreto de 4 de mayo de 1814, restaurando así el ideario absolutista.
Al restaurarse el absolutismo, todos los partidarios del modelo constitucional fueron declarados traidores a la monarquía. No obstante, algunos oficiales de ideología liberal intentaron obligar al monarca a asumir la Constitución de 1812. Aparte del malestar político y social, se unía la grave situación económica que atravesaba el país, empobrecido después de dos décadas de guerra. Cada vez fue siendo más evidente que el sistema absolutista era inviable.
Trienio Liberal (1820-1823)
Esta situación se vio empeorada por el hecho de que las colonias americanas habían iniciado sus propias guerras de independencia. Fue entonces cuando un cuerpo del ejército, dirigido por el teniente coronel Rafael del Riego, que iba a ser embarcado para sofocar la insurrección de las colonias, se sublevó en 1820 y proclamó la Constitución de Cádiz. Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución.
La discusión sobre las reformas que debían emprender las nuevas Cortes provocó la ruptura del bloque liberal en dos facciones: los doceañistas o moderados, partidarios de reformas graduales; y los exaltados, más radicales. A pesar de los obstáculos, se pudieron aprobar importantes medidas liberales, como la supresión de la Inquisición, la libertad de imprenta, entre otras. El régimen constitucional tuvo que enfrentarse a grandes dificultades, especialmente la oposición de los absolutistas, que trataron de boicotear cualquier tipo de reforma.
Las tensiones se iban agravando y en 1823, un ejército enviado por Francia a las órdenes del duque de Angulema, los llamados Cien Mil Hijos de San Luis, entraron en España, restaurando el absolutismo bajo los principios de la Santa Alianza. Fernando VII retornó de nuevo al absolutismo y se inició una dura represión con la ejecución de liberales capturados (como Riego, Torrijos y Mariana Pineda).
Década Ominosa: Vuelta al Absolutismo (1823-1833)
Los diez últimos años del reinado de Fernando VII serían recordados por la dura represión y la inestabilidad política. La Inquisición no fue restablecida, pero sí el viejo sistema de privilegios. Sin embargo, la difícil situación económica de España hacía precisa una política de reformas. Frente al absolutismo intransigente y la represión, Fernando VII optó por una «vía intermedia», que solo permitió llevar a cabo intentos reformadores en el plano económico. Pero el Estado carecía de fondos para financiar estas reformas.
Quedaba patente la incapacidad de remediar los problemas de la nación con los instrumentos del Antiguo Régimen. Además, dos graves amenazas se cernían sobre su reinado: por un lado, los liberales exaltados, siempre dispuestos a preparar levantamientos; y por otro, los realistas puros o ultras, que le acusaban de transigir demasiado con los liberales. El descontento de estos se identificó con la figura del hermano del rey, Carlos María Isidro, su supuesto heredero ante la falta de descendencia real.
Final del Reinado: La Cuestión Dinástica
La cuarta esposa de Fernando VII, María Cristina de Borbón, le dio una heredera, la princesa Isabel. Antes de que naciera, su padre publicó la Pragmática Sanción de 1830, por la que se abolía la Ley Sálica y se restablecía la sucesión tradicional de la monarquía hispana, permitiendo reinar a las mujeres. La exclusión del trono de Carlos María Isidro significaba un triunfo para los liberales.
Los partidarios de Carlos no se resignaron y, aprovechando la grave enfermedad del Rey, obtuvieron en 1832 un nuevo documento en el que se derogaba la Pragmática Sanción. Sin embargo, al recuperarse Fernando VII, confirmó los derechos sucesorios de su hija Isabel. En septiembre de 1833, Fernando VII falleció. Su viuda, María Cristina, asumió la regencia en nombre de su hija, la futura Isabel II. Sin embargo, Carlos María Isidro también reclamó la corona, apoyado por los últimos defensores del Antiguo Régimen, conocidos como los Carlistas.
Conclusión
El reinado de Fernando VII representó el último intento por mantener el Antiguo Régimen en España. Esta política supuso un enfrentamiento constante con aquellos que, desde el liberalismo, habían luchado contra los franceses y por el regreso del propio rey. De ahí la tragedia de un reinado que traicionó a una parte de los españoles, no supo retener las colonias americanas y, al final, terminó cediendo el poder a aquellos contra los que había luchado.