Dilemas Contemporáneos: Ciencia, Arte, Ética e Identidad Cultural

La Ciencia y la Búsqueda de la Verdad: Hacia la Posciencia

La verdad científica es un consenso temporal de la mayoría de los expertos de un período histórico, alcanzado según los conocimientos de esa época. Esto significa que el paso de los años puede modificar el conocimiento científico, por lo que su objetividad quedaría comprometida. Por otro lado, gran parte de la actividad de lo que consideramos ciencia supera los límites de lo que estrictamente se considera método científico. Por último, pensar que la ciencia está libre de los intereses y prejuicios humanos es un error, ya que gran parte de la actividad científica está patrocinada por empresas con intereses diversos. Por ejemplo, es normal que empresas contraten a científicos para que busquen cualidades saludables de sus productos y utilizarlas como estrategia publicitaria. Esto plantea el problema de que la información derivada de la actividad científica puede estar sesgada.

En una sociedad en la que los riesgos de la actividad humana son más grandes que nunca, Funtowicz y Ravetz proponen el modelo científico de la posciencia o ciencia posnormal. En este modelo, los proyectos que entrañen un riesgo fuera del laboratorio deberían ser analizados por todos los expertos de las disciplinas afectadas y, finalmente, por los ciudadanos potencialmente afectados. Estos ciudadanos deberán contrastar información científica de diversas fuentes para poder elegir si aceptan o rechazan el proyecto. En conclusión, siendo el método de conocimiento más útil para entender y transformar el mundo, el saber científico no está exento de interrogantes y riesgos, ante los cuales es crucial mantener la alerta.

El Arte como Fuente de Conocimiento y Reflexión

El arte puede ser un método de conocimiento. Por un lado, la contemplación de una obra de arte puede abrirnos un diálogo interno del que podemos extraer conclusiones sobre cómo nos enfrentamos a diversas realidades (amor, muerte, etc.). Por supuesto, este es un proceso subjetivo; no todos extraeremos las mismas conclusiones de la misma obra de arte. No obstante, es cierto que el pensamiento dominante puede reflejarse en la mayoría del arte que consumimos, por lo que, sin darnos cuenta, el arte estaría enseñándonos una particular manera de entender el mundo. El arte romántico y patriota anterior a la Primera Guerra Mundial contrasta con el arte que retrataron los soldados que regresaron de las trincheras. En ambos casos, el arte ofrecía una perspectiva para entender e interpretar la guerra y la muerte.

Demencia y Responsabilidad Penal: Un Dilema Ético

La clave de esta cuestión radica en determinar si esta persona fue o no libre de elegir. Si entendemos que la demencia que padece ha distorsionado su conciencia de la realidad y, a su vez, su capacidad para pensar y prever las consecuencias de sus acciones, concluiremos que no pudo elegir libremente, por lo que no sería responsable de sus actos (de hecho, no se consideraría un asesinato, sino un homicidio). Así, esta persona debería ingresar en un centro psiquiátrico, y no en una prisión, ya que no tuvo la capacidad de actuar de otra manera.

Por otro lado, si entendemos que, a pesar de la demencia, esta persona tuvo la opción de no cometer el acto, sería responsable de sus acciones y, aunque quizás con atenuantes, debería ingresar en prisión.

Los Condicionamientos Sociales y la Construcción de la Identidad

La familia, la escuela, la religión, los medios de comunicación, la cultura en general, el cine, la televisión, los amigos, entre otros, moldean nuestra forma de pensar. No es lo mismo nacer aquí que en Indonesia. Incluso los determinismos ineludibles, como el sexo o la raza, tienen consecuencias distintas, tal como señalaba Maalouf, dependiendo del lugar de nacimiento. No es lo mismo ser mujer en Donostia que en Kabul. Todos los elementos mencionados nos enseñan, a menudo de forma inconsciente, cómo debemos ser: chicos, chicas, donostiarras, jóvenes, etc. Así, las elecciones que tomamos a menudo están fuertemente influidas por estos condicionamientos (por ejemplo, qué profesión elegir, la forma de vestir, etc.). Nos enseñan a ser, pero no necesariamente a descubrir nuestra propia identidad.

El problema surge cuando algunos individuos no se sienten a gusto con lo que la sociedad espera de ellos. El miedo a ser excluidos, o el hecho de serlo, puede hacer que el elemento que provoca la discriminación se convierta en central en su identidad, construyendo una identidad acomplejada que, en algunos casos, puede incluso radicalizarse y provocar actitudes violentas, como se observa en los guetos marginales franceses.

Para evitar estos problemas, tanto Haraway como Bornstein proponen que el individuo debe tener espacio para construir su propia identidad sin complejos, ya sea al no adherirse al “pack” de sexo-género-orientación que propone la sociedad tradicional, o al autoconstruir su propia identidad al modo del cyborg de Haraway. Una sociedad donde los individuos puedan desarrollarse sin los límites de las etiquetas de raza, género, etc., tendrá menos riesgo de enfrentarse a problemas entre grupos raciales o de género.

Relativismo y Universalismo Cultural: Casos Prácticos y la Perspectiva Kantiana

El relativismo cultural defiende que las nociones del Bien y del Mal son fruto de la cultura en la que nacemos, por lo que valorar si lo que otra cultura hace está bien resulta imposible. Por tanto, en ambos casos (el hiyab y la ablación), el relativismo cultural se abstendría de juzgarlos y los aceptaría como una tradición cultural.

El universalismo plantea que todas las culturas deben respetar unos mínimos derechos humanos y que es necesario combatir aquellas tradiciones que vulneren esos derechos. El desafío del universalismo radica en dónde establecer esos mínimos. ¿Dónde comienzan los derechos humanos y dónde termina la tolerancia cultural? ¿Prohibir el velo islámico es defender los derechos humanos o una falta de comprensión cultural?

Kant puede ofrecernos una perspectiva para abordar este dilema. Teniendo en cuenta sus imperativos, podríamos deducir que, siempre que una persona haya decidido en total libertad y con la información suficiente practicarse una ablación o llevar el velo, deberíamos respetarlo, por mucho que no estemos de acuerdo e intentemos luchar para cambiar esas realidades. En el caso de los menores de edad, debemos entender que no tienen la madurez suficiente para tomar una decisión que marcará toda su vida, como la ablación, por lo que esta práctica no debería permitirse. En el caso del velo, si las manifestaciones religiosas están permitidas en el centro educativo, deberíamos permitirlo, ya que no es una decisión que marque de por vida a las menores. Si, por el contrario, se establece que no debe haber manifestaciones religiosas en el centro, entonces no.