El Reinado de Fernando VII: Restauración, Liberalismo y Crisis Sucesoria
La Restauración del Absolutismo (1814-1820)
Los liberales desconfiaban de la predisposición del rey para aceptar el nuevo orden constitucional. Por ello, dispusieron que viajara directamente a Madrid para jurar la Constitución. Pero los absolutistas se organizaron rápidamente para demandar la restauración del **absolutismo** a través del **Manifiesto de los Persas**. Fernando VII traicionó sus promesas, anuló la **Constitución de 1812** y las leyes de Cádiz, y anunció la vuelta del **Antiguo Régimen**.
Inmediatamente, fueron detenidos o asesinados los principales dirigentes liberales, mientras que otros huyeron hacia el exilio. Se procedió a la restauración de todas las antiguas instituciones del régimen señorial y de la Inquisición. Era una vuelta al **Antiguo Régimen** en un contexto internacional favorable, marcado por el **Congreso de Viena** y la creación de la **Santa Alianza**, que garantizaba la defensa del absolutismo y el derecho de intervención en cualquier país para frenar el avance liberal.
Así, Fernando VII y su gobierno intentaron un objetivo imposible: rehacer un país destrozado por la guerra, con la agricultura deshecha, el comercio paralizado, las finanzas en bancarrota y todas las colonias luchando por su independencia. Todo ello, a partir de la restauración del **Antiguo Régimen**. La guerra en las colonias exigió enormes gastos militares y, además, impidió la llegada de nuevos ingresos.
Los acontecimientos sucedidos entre 1808 y 1814 habían cambiado la mentalidad de muchos grupos sociales. El campesinado había dejado de pagar las rentas señoriales; la libertad de fabricación y de mercado había permitido el desarrollo de empresas y negocios más allá de la rígida reglamentación gremial; y gran parte de la burguesía urbana reclamaba la vuelta del régimen constitucional. La integración de jefes de guerrilla en el ejército originó un sector liberal que protagonizaría en el futuro numerosos **pronunciamientos**.
Los **pronunciamientos militares liberales** (como los de Mina, Lacy, Porlier, Vidal), las algaradas en las ciudades y los amotinamientos campesinos evidenciaron el descontento. La represión fue la única respuesta del régimen.
El Trienio Liberal (1820-1823)
El coronel **Rafael del Riego**, al frente de soldados acantonados en la localidad de Las Cabezas de San Juan (Sevilla), pendientes de embarcar para combatir en las colonias americanas, se sublevó, proclamando la **Constitución de 1812**. Obligaron al rey Fernando VII a aceptar la Constitución. Inmediatamente, se formó un nuevo gobierno que proclamó una amnistía y convocó elecciones a Cortes.
Se restauraron gran parte de las reformas de Cádiz, como:
- La libertad de industria y la abolición de los gremios.
- La supresión de los señoríos jurisdiccionales y de los mayorazgos.
- La venta de tierras de los monasterios.
- Reformas en el sistema fiscal, el código penal y el ejército.
- Liberalización de la industria y el comercio, con la eliminación de las trabas a la libre circulación de mercancías.
- Modernización política y administrativa del país, de acuerdo con el modelo de Cádiz.
Se reconstruyó la **Milicia Nacional** con el fin de garantizar el orden y defender las reformas constitucionales. Fernando VII había aceptado el nuevo régimen forzado por las circunstancias y, desde el primer momento, paralizó cuantas leyes pudo, recurriendo al **derecho de veto** que le otorgaba la Constitución, y conspiró contra el gobierno mediante la intervención de las potencias absolutistas de Europa.
Sin embargo, las nuevas medidas liberales del Trienio provocaron el descontento de los campesinos, ya que se abolían los señoríos jurisdiccionales, pero no les facilitaban el acceso a la tierra. Podían ser expulsados de las tierras si no pagaban; la monetarización de las rentas y los diezmos, antes pagados con productos agrarios, obligaba a los campesinos a conseguir dinero con la venta de sus productos. En una economía todavía de autosuficiencia, resultaba muy difícil vender a buen precio los productos y reunir la cantidad de dinero necesaria.
La nobleza tradicional y la Iglesia impulsaron la revuelta contra los gobernantes del Trienio. Los propios liberales se dividieron en dos tendencias: los **moderados**, partidarios de reformas limitadas que no perjudicasen a las élites sociales, y los **exaltados**, que planteaban la necesidad de reformas radicales, favorables a las clases medias y populares.
La Década Ominosa (1823-1833)
El fin del régimen liberal fue provocado por la acción de la **Santa Alianza**, que, atendiendo las peticiones de Fernando VII, encargó a Francia la intervención en España. Unos **100.000 soldados** (conocidos como **Los Cien Mil Hijos de San Luis**), al mando del duque de Angulema, irrumpieron en territorio español y repusieron a Fernando VII como monarca absoluto. Las potencias restauradoras consideraban necesarias algunas reformas moderadas, proclamar una amnistía y organizar una administración eficaz. Fernando VII no se avino a estas peticiones y, de nuevo, se produjo, como en 1814, una feroz represión contra los liberales. Se depuraron las administraciones y el ejército y, durante toda la década, se persiguió a los partidarios de las ideas liberales. Este periodo es conocido como la **Década Ominosa**.
La otra gran preocupación de la Monarquía fue, de nuevo, el problema económico. Las dificultades de la Hacienda se agravaron por la pérdida definitiva de las colonias americanas. A partir de 1825, el rey, acuciado por los problemas económicos, buscó la colaboración del sector moderado de la burguesía financiera e industrial de Madrid y Barcelona. Los **ultraconservadores** se agruparon alrededor de **Carlos María Isidro**, hermano del rey y su previsible sucesor, dado que Fernando VII no tenía descendencia masculina.
El Conflicto Dinástico y el Inicio del Carlismo
El sector más ultraconservador, los **carlistas**, se negaron a aceptar la nueva situación creada por la Pragmática Sanción, que permitía la sucesión femenina. Estos enfrentamientos no constituían solo una disputa acerca de si el legítimo rey era el tío o la sobrina, sino que se trataba de la lucha por imponer un modelo u otro de sociedad. Alrededor de Carlos se agrupaban las fuerzas más partidarias del **Antiguo Régimen**; por el contrario, **María Cristina** (regente y madre de la futura **Isabel II**) comprendió que, si quería salvar el trono para su hija, debía buscar apoyo en el liberalismo.
Nombrada regente durante la enfermedad del rey, María Cristina formó un nuevo gobierno de carácter reformista. En 1833, Fernando VII murió, reafirmando en su testamento a su hija, de 3 años, como heredera del trono y nombrando gobernadora a la reina María Cristina hasta la mayoría de edad de Isabel. El mismo día, Don Carlos se proclamó rey, comenzando así la **Primera Guerra Carlista**.