Nietzsche: Convergencias y Divergencias Filosóficas

NIETZSCHE-KANT

Del pensamiento epistemológico de Kant, Nietzsche toma la idea de que el noúmeno (la libertad, el alma y Dios) sea imposible de aprehender por el ser humano, pero radicaliza este planteamiento afirmando que todo conocimiento está determinado por las características del sujeto cognoscente (psicológicas, sociales, físicas, etc.).

Nietzsche enriquece la corriente gnoseológica que Kant revolucionó en su momento con la introducción del lenguaje. Nietzsche defiende que la obsesión de la filosofía por la metafísica (con su aprehensión del ser y su esencia y su teoría de la causalidad) está enraizada en el carácter sustancialista de la gramática, en la que predominan las estructuras sujeto-predicado y el verbo ser. Aunque coincide con él en reclamar una moral autónoma hecha por el hombre mismo desde su libertad, Kant cree en la moral universal, aceptada por todos puesto que nace de la racionalidad y del deber. Para Nietzsche, sin embargo, lo bueno y lo malo no están en las cosas sino en las personas que las valoran.

Nietzsche también arremete contra la ética formal de Kant, que tacha de contranatural al actuar esta como reprimida de los instintos naturales y de las pasiones humanas. Nietzsche llegó a referirse a la moral de Kant, como moral de esclavos, basada en el miedo, la debilidad y el resentimiento. En su lugar, reivindicó la moral de los señores, nacida del afán de vivir, de la fortaleza y propia del superhombre. La propia intencionalidad de la voluntad del superhombre estaba más allá del bien y del mal: la moral debía ser individual y no estar supeditada a las intenciones de los demás; desbancando así el carácter universal de la moral kantiana y socrática.


NIETZSCHE-SIMONE DE BEAUVOIR

En su crítica a la metafísica, Nietzsche negaría la existencia real de una esencia común a todos los seres vivos. Este sería el punto de partida del existencialismo: la existencia supera a la esencia; el ser humano llega a este mundo y se hace así mismo; el ser humano posee la libre voluntad de hacer y deshacer, de realizarse o destruirse. Sin embargo, Simone de Beauvoir, gran filósofa existencialista, aseguraría que, aún siendo la esencia un artefacto antinatural, existe una jerarquía de poder que impide a la mujer alcanzar su verdadera identidad.

El concepto de “eterno femenino” cristaliza la idea de esencia femenina de Beauvoir; simboliza todas aquellas cualidades que se asocian con la mujer: la dulzura, el sacrificio, la pureza. La filósofa resuelve que estos atributos no son naturales en la mujer, sino meros constructos sociales. Frente a la mujer pasiva, se halla el hombre activo, ensalzado por demostrar valentía, temeridad y heroísmo. Para ilustrar mejor esta situación, Beauvoir emplea una metáfora afín con la nietzscheana (y la original hegeliana): la moral del amo y del esclavo.

Apartada siempre a segundo puesto, condenada a ser el segundo sexo en una sociedad que ofrece la prioridad al hombre, predestinada a ser eternamente la “Otra”, la única forma que tendría la mujer de librarse de sus cadenas sería a través de su propia voluntad de poder. Si Nietzsche culpaba a los valores judeocristianos por corromper la verdadera naturaleza del hombre, Beauvoir atacaba en contra de ellos por ser la cuna del patriarcado, responsable de que la mujer cayera en el olvido.


NIETZSCHE-HERÁCLITO

Ambos comparten el relativismo y el escepticismo (imposibilidad de conocer la verdad absoluta respecto a nada), propios de los sofistas y aplaude a Heráclito por situarse en contra de las ideas metafísicas.

Frente a las concepciones elatas de que el ser es una unidad fija, inamovible y sustancial, Heráclito afirma que el ser es un perpetuo devenir y que el mundo se halla en un movimiento constante. A pesar de que Heráclito llegaba a esto a través de la razón, de la dialéctica, algo que Nietzsche critica puesto que defiende la fe en la sensibilidad y nuestra realidad corporal.

Nietzsche toma de Heráclito su idea del ser como entidad maleable y cambiante y, por tanto, carente de esencia (el ser no posee características comunes) para justificar su rechazo a la metafísica y a la ciencia en general. El filósofo alemán critica la propensión humana a conceptualizar y categorizar el mundo, pues no solo da lugar a conocimiento irreal, sino que limita la realidad material. También hereda la lucha de contrarios de Heráclito para elaborar su célebre distinción entre lo apolíneo y lo dionisíaco.

No obstante; Nietzsche también critica el logos, racionalidad que rige lo real de Heráclito como fuerza que guía el devenir de las cosas: el cambio hay que aceptarlo, no es menester encontrarle explicación. Para Nietzsche la realidad es puro cambio, devenir, caos.


NIHILISMO

Para este filósofo toda cultura que crea en la existencia de una realidad absoluta, realidad en la que se sitúan los valores objetivos de la Verdad y el Bien. La muerte de Dios significa negar todos los valores supremos en los que se creía, y ser consciente de haber vivido en una gran mentira. La consecuencia de esta aceptación trágica es la desorientación y la pérdida del sentido de la vida.

El nihilismo tiene dos momentos: un momento negativo, pesimista, y otro afirmativo, activo.

El primer momento hace referencia a la situación de frustración y miedo en el que queda el individuo ante la falta de respuesta a las preguntas fundamentales. Para Nietzsche este nihilismo hay que considerarlo más bien como un tránsito que un término final.

El segundo momento surge de la aceptación del nihilismo negativo para convertirse en nihilismo activo y positivo: la filosofía de Nietzsche da un paso de una etapa destructiva y crítica a otra de creación y afirmación. La gran afirmación de Nietzsche será la vida. La vida tiene sentido si se entiende la existencia como un tiempo para hacer efectiva la libertad del ser humano: la vida hay que vivirla con optimismo, fuerza e ilusión por construirla por la voluntad de crear de cada ser humano (voluntad de poder o inocencia del devenir).


TRAMUTACIÓN DE VALORES

Nietzsche hace referencia a la necesidad de reemplazar los valores tradicionales (en concreto los valores cristianos y burgueses) por una tabla de valores centrada en esta vida y en el deseo de vivirla plena e intensamente. Frente a la moral resentida de la tradición occidental, defiende una moral fuerte y creativa, que parte de la afirmación de la vida y confiere un valor supremo a la afirmación y la realización del hombre. La moral de los débiles ha de ser sustituida por la moral de los fuertes, la religión ha de ser eliminada, la única fe posible ha de ser depositada en el propio ser humano. La nueva moral se basará en la exaltación de las fuerzas primarias de la vida. Esto es, lo que pide los instintos y en estos instintos se debe basar la moral superior. Estos cambios no se van a dar a nivel colectivo, sino simplemente a nivel individual, aquellos que se atrevan a distanciarse del rebaño y a adentrarse en el camino de la libertad.


APOLÍNEO Y DIONISIACO

Derivan de los dioses griegos Apolo (dios del sol, símbolo de la mesura, la armonía y la serenidad) y Dionisio (Dios del vino, símbolo de la pasión y la sensualidad, del ansia de vivir y de la creación artística), a los que Nietzsche contrapone como facetas distintas del espíritu humano. Con el concepto “apolíneo” Nietzsche hace referencia al componente armónico, luminoso y sereno del espíritu griego, en oposición con Dionisio como irracional. Dionisio es el dios de la embriaguez y del entusiasmo, el desenfreno pasional. Apolo representa el orden; Dionisio, a lo que desborda al orden. vivirlo. La vida es orden y es caos; el orden se desborda y viene el caos y el caos se calma y vuelve el orden, así transcurre la vida, ese es el cambio constante en que consiste el devenir. La vida es mesura y equilibrio, y también es desmesura, en la que se experimenta mucho placer y también mucho dolor. Pero el dolor es vida, no es un mal del que huir o del que preservarse a costa de cercenar una importante faceta humana. Nietzsche dice incluso que la dicotomía u oposición entre placer y dolor es falsa, pues tanto uno como otro son manifestaciones de una misma fuerza que es la vida.