Maestros del Arte: Interpretación y Legado de Ingres y Delacroix

En el vasto universo de la creación artística, se observa un contraste fascinante en la aproximación a la representación. Mientras algunos artistas, como Ingres, persiguen una distribución armónica con el objetivo de la belleza clásica, otros exploran nuevas realidades estéticas a través de la deformación. Esta deformación, lejos de ser un error, se convierte en la búsqueda de un nuevo contenido estético, un camino hacia una expresión artística distinta.

La Gran Odalisca, 1814

Esta obra regresa a la deconstrucción estructural de la bañista y la lleva a sus últimas consecuencias. Presenta una gran voluptuosidad que se desliza sobre el conjunto de pinceladas, destacando una anatomía exuberante en sus curvas y un desmoronamiento de la forma sobre el fondo, traducido en música. La música resulta fundamental en este artista, ya que es una de las claves a través de la que es capaz de interpretar la belleza de lo no figurativo. Las deformaciones son tan musicales como la prolongación de los sonidos. El cuerpo se escurre a través de un brazo alargado. Ingres emplea el tiempo de contemplación de las formas como un método para interpretarlas; la figura es bella porque tardamos en recorrerla hasta llegar a sus pies. Abstracción pura. El personaje atrae al espectador hacia un universo irreal e imposible, pero plagado de seducción: por un lado, erótica (cuerpo desnudo) y, por otro, plástica (formas). Todo resulta contradictorio y sorprendente, como la masa oscura que se abre detrás de la figura. El cuadro nos involucra en sus contradicciones por medio de la seducción.

Retrato de Bertin, 1832

Es uno de los retratos más importantes de la Historia del Arte. El personaje era director de un periódico y, posteriormente, director general de Bellas Artes. Se trata de un retrato de carácter, asociado con un búho, con un gesto de ave rapaz caracterizado por sus manos en forma de garras. El propio óvalo crea un movimiento de inestabilidad que, sin embargo, la cabeza centra. Una energía bamboleante es sostenida por las manos y la cabeza. La mirada posee gran elocuencia; siempre procura diferenciar bien los ojos, habitualmente para crear una duplicidad de gestos. El raso de las vestiduras y el terciopelo de la levita absorben la luz. Bertin aparece sentado en una silla de respaldo cóncavo; uno de los extremos está oculto y genera una especie de anfiteatro espacial trasero. La figura está cortada por la sombra que se proyecta detrás. Llama la atención el reflejo de la ventana.

La Libertad Guiando al Pueblo, 1830

El 28 de julio de 1830, los revolucionarios liberales franceses derrocaron al rey Carlos X y provocaron la coronación de Luis Felipe de Orleans. Esta obra, con cierta dosis de alegoría, recoge un hecho contemporáneo. Es la obra más importante de Delacroix; el desbordamiento barroco se modera sin perder energía cinética, llegando a alcanzar un tono real. La mujer representa la libertad y muestra su torso en una retórica revolucionaria. La obra fue colgada en una sala lateral para degradar su presencia pública. Nos encontramos al otro lado de La Balsa de la Medusa; ahora el espectador avanza hacia la victoria colectiva, andando sobre sus propias víctimas. El barroco continúa, pero todo se envuelve por el fragor de la batalla. Los gestos, aun siendo exaltados, son reales. Las figuras aparecen envueltas en humo, con la ciudad de París en llamas como telón de fondo. Delacroix muestra la maestría de los grandes paisajistas.

Mujeres de Argel, 1834

En este año, Delacroix comienza a mostrar síntomas de una grave enfermedad. Es un cuadro maravilloso. El artista entiende el espacio como una mezcla de color, luz, penumbra, sombra y valores sexuales. Pocas veces el espectador puede sentirse tan envuelto por un lugar, no solo real, sino que invita a participar en él sensorialmente. Aparece lo exótico, no por la presentación de rarezas, sino por una traslación de espacios conocidos. La sexualidad global queda reflejada. Delacroix crea grupos para integrar el espacio. Cada personaje es todo un territorio de sensaciones y texturas diferentes. Todos los elementos del cuadro parecen estar sugeridos.

La Matanza de Quíos, 1824

Este suceso conmovió a toda Europa, ya que el imperialismo turco se caracterizaba por una crueldad extrema. La obra representa el drama de quien lucha por la libertad. Será un tema típico de la exaltación política del romanticismo, no necesariamente progresista. El paisaje denota cierta relación con Velázquez. En primer término, Delacroix ha seleccionado a una serie de personajes que representan el sufrimiento. El guerrero clásico con la espada rota será un elemento típico del romanticismo. Representa el abandono de la lucha porque el personaje ha caído bajo una fuerza gigantesca contra la que no puede luchar. Pero mantiene su dignidad interior. Los héroes aparecen con una voluptuosidad barroca y actitud implacable. La obra resulta compleja: la línea del primer plano parte de la cabeza del turco, y su cuerpo forma, junto al caballo, una vertical. En conjunto, forman un triángulo de base relativamente horizontal, ya visto en Gros. El uso de la luz es prodigioso: la luz que incide sobre el brazo o sobre el cuerpo desnudo femenino resulta artificiosa en su economía de distribución, pero tiene la capacidad mágica de articular la tridimensionalidad del espacio. Es algo que ya emplea Goya en La Familia de Carlos IV. Ese artificio tomado con libertad genera la transparencia del aire.