La Revolución Poética de Rubén Darío y el Modernismo Español

La trayectoria poética de Rubén Darío

Efectivamente, la poesía española cambió con Rubén Darío. No hubo nadie, desde los presidentes de las repúblicas sudamericanas hasta los poetas de aquí y de allá, que no quedara fascinado por el talento de aquel joven que en diez o quince años iba a contagiar con su nueva manera de hacer a todo el continente y a la Península.

Influencias y primeras obras

Las influencias que recibe son, en primer lugar, la de los románticos, y muy especialmente la de Víctor Hugo. Más adelante, y con carácter decisivo, llega la influencia de los parnasianos. Y, por último, su admiración por los simbolistas, y entre ellos, por encima de cualquier otro autor, Paul Verlaine.

Sus primeros libros, Azul y Prosas profanas, fueron una sorpresa y una revelación. Sus poemas sonaban a otra cosa. Eran versos enjoyados, bizantinos, exóticos. «Lo que yo veo precisamente en usted —le dirá Unamuno—, es un escritor que quiere decir en castellano cosas que ni en castellano se han pensado nunca ni pueden, hoy, con él pensarse». Hasta entonces todo era demasiado frívolo y decorativo. La publicación de Cantos de vida y esperanza lo cambiaría todo. Iba a conmocionar los cimientos de la lírica castellana y de todo cuanto se hacía en América.

Análisis de sus obras principales

Azul (1888)

Su obra poética arranca con Azul (1888), poemario con abundancia de temas exóticos donde destaca su poema al héroe Caupolicán. Incluye también cuentos breves. El libro recrea un mundo de hadas, cisnes, princesas y centauros. El léxico, poblado de elementos exóticos, la exquisitez aristocrática y el culto parnasiano implican un rechazo a la realidad burguesa. En esta obra, desconcertó más la prosa que el verso. El propio título, Azul, revela su implicación modernista en el uso del símbolo. Azul es el color del ensueño, del arte, color helénico y oceánico. Otro de los símbolos presentes en este libro es el cisne, que condensa elementos paganos y sensuales. Es emblema de lo blanco, la pureza, lo ideal… La curva de su cuello es un signo misterioso de interrogación.

Prosas profanas (1896)

En 1896 publica Prosas profanas, su libro más claramente esteticista: ambientes refinados, motivos exóticos, tiempos pasados… Deslumbró tanto por sus innovaciones métricas como verbales. Sorprendió el título por la confusión deliberada con el uso litúrgico del vocablo prosas (himnos que se cantan en misas solemnes tras el Evangelio).

La renovación del lenguaje poético

Desde el punto de vista estilístico, Rubén Darío destaca por la renovación del lenguaje poético, visible en varios aspectos:

  • Léxico: Se caracteriza por el uso de campos semánticos que connotan refinamiento, como el de las piedras preciosas, materiales de lujo, animales exóticos, cultismos, neologismos, personajes y elementos de la mitología griega y latina, y lugares exóticos.
  • Recursos literarios: Emplea abundantemente la sinestesia y los símbolos, como el cisne, el centauro o el color azul.
  • Métrica: Buscaba el ritmo y la musicalidad empleando versos ya en desuso, como el eneasílabo, el dodecasílabo y el alejandrino. También adaptó este último a estrofas y poemas para los que tradicionalmente se empleaba el endecasílabo, tales como el cuarteto y el soneto.

Por todo ello, Rubén Darío está considerado como el gran renovador de la poesía en lengua española, tanto en los temas como en la métrica (practicó todas las estrofas clásicas, con importantes innovaciones) o el lenguaje.

La repercusión del Modernismo en España

La crisis de fin de siglo en España, provocada por la pérdida de las colonias (el desastre del 98), dio lugar a dos movimientos: el Modernismo y la Generación del 98. Mientras algunos críticos estiman que esa diferenciación es innecesaria, otros entienden que, aunque ambos pertenecen a una misma generación histórica, el Modernismo se asocia con la preocupación estética y el refinamiento artístico, mientras que la Generación del 98 se decanta por una orientación más intelectual y filosófica, precursora del existencialismo.

El Modernismo llegó a España gracias a Rubén Darío. Entre los jóvenes poetas que integraban el núcleo modernista madrileño estaban Francisco Villaespesa, los hermanos Machado, Rafael Cansinos Asséns y el propio Juan Ramón Jiménez. Helios fue la más importante revista del modernismo español. El panorama poético necesitaba un cambio. El lenguaje prosaico y moralizador de la generación anterior mostraba una tradición gastada; solo el intimismo de Bécquer constituía una excepción. Nuestros poetas mostraron rasgos singulares. Darío insistía en que cada poeta buscara su camino: «Yo no tengo literatura mía… mi literatura es mía en mí, quien siga mis huellas perderá su tesoro personal».

Como resultado del contexto histórico e ideológico, los rasgos del arte nuevo están determinados por los sentimientos de soledad, de marginación histórica y de impotencia. Se retorna a la vaguedad del símbolo y España se constituyó en un simbolismo decadentista.

Autores destacados

Antonio Machado

Se considera a Antonio Machado –junto a Unamuno– como el gran poeta del 98, es decir, un poeta de los primeros años del siglo XX, inmerso por tanto en el ambiente y la sensibilidad modernistas. Su lengua poética, su estilo, se forjó en esa época de búsqueda de un nuevo lenguaje poético, y las huellas de ese punto de partida no desaparecerán nunca de sus poemas. De todos modos, igual que Juan Ramón, con el correr del tiempo fue depurando su expresión hasta alcanzar un alto grado de sobriedad expresiva y una densidad excepcional. Todo ello fruto de la voluntad antirretórica que comparte con varios escritores de su época. Se trata de decir lo esencial con las palabras esenciales. La sencillez y la claridad como lemas, sin olvidar la profundidad. «La poesía es palabra esencial en el tiempo», definió en 1931; esto es, la poesía, según Machado, debe captar la esencia de las cosas y a la vez su fluir temporal.

Su obra comenzó con el libro Soledades (1903), que luego modificaría y titularía Soledades, galerías y otros poemas (1907). Son libros de un modernismo más intimista y sobrio que la generalidad, y en los que aparecen, sobre todo, tres temas: el tiempo, la muerte y Dios. Resumiendo, se trata en ellos del problema de la condición humana. También aparecen la evocación de la infancia, el paisaje y un amor que parece más soñado que vivido. Se ha destacado en esta primera etapa de su poesía el peso del simbolismo. Se repiten con insistencia motivos como los de la tarde, el agua, la noria, las galerías, etc., que constituyen símbolos o metáforas de realidades profundas, de obsesiones íntimas. Por ejemplo, el agua es símbolo de vida cuando brota, o de la fugacidad cuando corre –como los ríos de Jorge Manrique o de Heráclito–, o de la muerte cuando aparece estancada o quieta. Del simbolismo y del modernismo le vienen también a Machado la preferencia por ciertos tipos de ritmo. Abundan en estos primeros poemas los versos dodecasílabos y los alejandrinos y la alternancia de la rima consonante y asonante.

Después, con la publicación de Campos de Castilla (1912), Machado se convierte en el poeta del 98, por lo que lo estudiaremos en ese otro tema.

Manuel Machado (1874-1947)

Como su hermano Antonio y Juan Ramón Jiménez, Manuel Machado renunció en sus versos a lo decorativo y suntuoso, en busca de una poesía interior. La influencia modernista se aprecia en su primer poemario, Alma (1900), donde aparecen paisajes exóticos, erotismo y amor por lo hispánico, entre otros motivos poéticos. Pero ese tono modernista se funde en sus versos con un andalucismo en el que se combinan el gusto por las formas populares del folclore andaluz (coplas, soleares, malagueñas…). Otras obras suyas son El mal poema, influido por Baudelaire y Verlaine, o Cante hondo. Escribió además algunas obras teatrales en colaboración con su hermano Antonio (La Lola se va a los Puertos).

Juan Ramón Jiménez (1881-1958)

Aunque su obra completa es objeto de otro tema, aquí destacaremos la poesía de su primera etapa, a la que él mismo denominó etapa sensitiva (1898-1915), en la que a su vez podemos distinguir dos fases:

  • Poesía sencilla e inocente (1898-1907): Con influencia de Bécquer, destacan obras como Ninfeas, Almas de violeta, Rimas, Arias tristes, Jardines lejanos, Pastorales y Baladas de primavera. Se caracteriza por la sencillez de formas, sentimientos de soledad, melancolía, el paso del tiempo y la muerte, contemplados desde un intimismo simbolista con ciertas notas modernistas (sinestesias, léxico musical). Son versos octosílabos con rima asonante, lenguaje sobrio y musicalidad tenue.
  • Etapa plenamente modernista (1908-1915): Obras como Elegías, La soledad sonora, Poemas májicos y dolientes, Sonetos espirituales y Platero y yo. Se caracteriza por la utilización del color, la adjetivación brillante, los versos largos (endecasílabos y alejandrinos) y el intimismo. De esta etapa son los poemas «El viaje definitivo» y «Primavera amarilla», que presagian la inminente depuración de su lenguaje poético.

Estío (1916) supone el cambio hacia la segunda etapa de Juan Ramón. El poeta se aleja del Modernismo en busca de una mayor depuración de la palabra. Desaparecen los ambientes nostálgicos, evocados y soñados, en favor de una realidad más concreta.

Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936)

Ramón María del Valle-Inclán, viajero y bohemio de figura inconfundible, se dedicó por entero a la literatura y destacó en el género teatral con obras que van desde lo mítico y rural hasta los esperpentos, más vinculados con las ideas noventayochistas. Pero también escribió novelas y poesía. Ejemplo de modernismo en prosa serían las Sonatas, que muestran un mundo aristocrático y decadente y un lenguaje cuidado y musical. Son cuatro: Sonata de otoño (1902), Sonata de estío (1903), Sonata de primavera (1904) y Sonata de invierno (1905). Narran las memorias del marqués de Bradomín, un don Juan «feo, católico y sentimental», cínico y seductor. En poesía modernista cabe destacar Aromas de Leyenda, El Pasajero y Claves Líricas. En el primer libro de poemas, el espacio poético donde Valle-Inclán enmarca el desarrollo de los motivos líricos del modernismo no es la Grecia clásica ni la Francia del siglo XVIII, sino su Galicia natal.

Miguel de Unamuno (1864-1936)

Su obra poética (Poesías, Rimas de adentro, Romancero del destierro, entre otras) fue anómala en el panorama de fin de siglo: quiso liberar la lengua del énfasis retórico del romanticismo, pero no se dejó influir tampoco por el modernismo más sonoro y colorista, de cuya preocupación por la musicalidad se siente alejado. Sin embargo, Rubén Darío reconoció en sus primeros libros poéticos una voz singular, honda, íntima y modernísima. Busca, como los mejores contemporáneos suyos (el propio Rubén, Antonio Machado, Juan Ramón), la belleza y la verdad. La poesía de Unamuno tiene toda ella el mismo tono: intimista, amistoso, cotidiano, prosaísta se podría decir. En este sentido, rompía con el modernismo imperante.