El Barroco
Concepto y origen del término
Los inicios de este término tuvieron un carácter despectivo, ya que los pensadores del siglo XVIII consideraban al siglo anterior una época oscura y recargada que no se regía por los dictados de la razón y el buen gusto.
Características
El siglo XVII se caracteriza por ser una época de crisis en toda Europa, con guerras, cerrazón social (a causa de la división entre católicos y protestantes), una tendencia política hacia el absolutismo y un empobrecimiento generalizado. A esta crisis se une en España el fracaso de la burguesía y el resurgimiento de la nobleza.
En cuanto al arte y la literatura, el Barroco no supone el desprecio de las formas renacentistas, sino su continuación y evolución. Aunque el artista barroco admira el arte del Renacimiento, su realidad y su visión del mundo son distintas, de ahí que se exprese de forma diferente. La generación barroca amplía los campos de interés artístico, ya que actúa por acumulación, pues todo puede convertirse en un objeto artístico. Una de las características fundamentales del Barroco es el contraste, que podemos encontrar en las obras debido a esta acumulación de elementos.
Además del cambio de mentalidad y de visión del mundo, el agotamiento por la repetición de los mismos recursos, imágenes y tópicos hace que estos pierdan fuerza y lleva al artista a buscar nuevas formas de expresión.
La mentalidad barroca
La principal actitud del hombre barroco es el desengaño, causado por dos razones fundamentales: las adversas condiciones sociopolíticas de la época y la voluntad de las clases dominantes de impedir la movilidad social.
El desengaño, a su vez, causa la depreciación de la realidad, de la que derivan motivos temáticos recurrentes:
- La dialéctica ser/parecer: la realidad que percibimos no es la realidad verdadera o no es tal y como aparenta.
- El tema de la locura, estrechamente relacionado con el punto anterior.
- La concepción de la vida como sueño o como teatro.
- El uso del disfraz y los juegos de engaño como manifestaciones de esta percepción.
- El gusto por los juegos de ingenio propios del conceptismo, como forma de alejarse del reflejo fiel de la realidad.
- La oscuridad del culteranismo, que se distancia de la mediocridad del lenguaje usual como reflejo de una realidad desagradable.
Por último, esta crisis de la realidad deja al hombre del siglo XVII desamparado, solo y en lucha consigo mismo, lo que desemboca en el estoicismo, una corriente de pensamiento cercana al catolicismo que considera que debemos soportar los males que conlleva la existencia. Este pensamiento está muy ligado al pesimismo y a los temas de la muerte y del paso del tiempo (tempus fugit). Sin embargo, junto a esta corriente aparece otra que consiste en encontrar la felicidad a partir de los pequeños placeres de la vida, denominada epicureísmo (carpe diem).
Los conflictos sociales y religiosos
Desde la expulsión de los judíos en 1492, se implantaron en España los estatutos de limpieza de sangre, un mecanismo legal que discriminaba a los conversos frente a los «cristianos viejos», quienes gozaban de privilegios sociales. La culminación de esta política tuvo lugar en 1609 con la expulsión de los moriscos.
En la literatura del siglo XVII se refleja claramente tanto la tragedia de ser converso como el odio antisemita. Cabe destacar que el protagonista de las comedias de honor es siempre un villano (campesino), pero «cristiano viejo», para satisfacer así la vanidad del público que se identificaba con el humilde ultrajado por el poderoso.
A pesar de la importancia de esta mentalidad, en la práctica, los árboles genealógicos que demostraban ascendencia «cristiana vieja» se compraban o incluso se regalaban como muestra de amistad.
La lengua literaria: Conceptismo y Culteranismo
La lengua literaria del siglo XVII supuso una revolución frente al estilo del siglo XVI.
La naturalidad renacentista se convirtió en dificultad y artificio para los escritores del Barroco. Por otro lado, la armonía y el equilibrio entre contenido y forma se descompensaron en esta época. Los temas y figuras retóricas son los mismos que en el Renacimiento, pero se presentan acumulados, deformados o exagerados, lo que corresponde a una visión más pesimista del mundo. A ello contribuyeron dos grandes movimientos estéticos: el conceptismo y el culteranismo.
El Conceptismo
Según Baltasar Gracián, su principal teórico, el concepto es un «acto del entendimiento que expresa la correspondencia que se halla entre los objetos». El conceptismo, por tanto, es un movimiento que busca establecer relaciones ingeniosas entre ideas u objetos aparentemente inconexos.
Así pues, la concisión es la característica más evidente del estilo conceptista, que enriquece la lengua con la creación de neologismos o la reutilización de voces del registro informal y de la germanía. Los conceptistas consideraban que la dificultad debía residir en el pensamiento y no en la forma.
El Culteranismo
En cambio, el culteranismo busca un arte deliberadamente elitista, un «paraíso cerrado para muchos». Para conseguirlo, este movimiento se vale de recursos como:
- Contrastes sensoriales y conceptuales de todo tipo.
- Uso abundante de perífrasis, alusiones y circunloquios para evitar nombrar la realidad directamente.
- Hipérbatos muy forzados para alterar el orden lógico de la frase.
- Abundancia de cultismos (latinismos y helenismos) que enriquecen y a la vez complican el lenguaje.
- Creación de un universo de alusiones mitológicas complejas.
- Uso de metáforas e imágenes audaces y sorprendentes.
Con todos estos recursos, el culteranismo logra crear un universo estético alejado de una realidad que se percibe como desagradable y depreciada.
Es importante señalar que el culteranismo parte de una base conceptista. Los juegos de ingenio son comunes a la mayoría de los escritores del Barroco, y es sobre esta base sobre la que los culteranos construyen su estilo particular, centrado en la ornamentación formal.