El Reinado de Isabel II y las Guerras Carlistas: Un Periodo de Transformación en España
La Década Moderada (1844-1854)
Bajo la presidencia de Narváez, el nuevo gobierno se propuso robustecer el poder de la Corona, mejorar el orden público y establecer una sólida administración centralizada. Entre sus reformas más destacadas se encuentran:
- La Milicia Nacional fue sustituida por la Guardia Civil (1844), un cuerpo militar diseñado para asegurar el orden y la propiedad.
- Los alcaldes pasaron a ser nombrados directamente por el gobierno, centralizando el poder local.
- Se implementó un estricto control de la prensa.
La Constitución de 1845, de carácter moderado, estableció la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, limitando el poder de estas últimas. Reconoció a la religión católica de manera más firme que la Constitución de 1837, reflejando la creencia moderada en la necesidad de pactar con la Iglesia para mantener el orden público.
Un hito fundamental fue la firma del Concordato con la Santa Sede en 1851, cuyo objetivo principal era resolver los desencuentros surgidos por la desamortización. Este acuerdo implicó:
- El Estado otorgó poder de influencia a la Iglesia en la enseñanza.
- El Estado se comprometió a reprimir otras doctrinas religiosas y restablecer la censura eclesiástica.
- A cambio, la Iglesia dejó de reclamar los bienes desamortizados y permitió la injerencia del Estado en el nombramiento de los obispos.
En cuanto a la organización administrativa, se redactó un proyecto de Código Civil basado en la defensa a ultranza de la propiedad privada (el único vigente hasta 1889) y se promulgó un Nuevo Código Penal en 1848. La centralización administrativa se consolidó con la figura clave del gobernador civil como principal instrumento de control.
También se llevó a cabo una reorganización del sistema educativo y una reforma fiscal, buscando modernizar el sistema impositivo y aumentar los impuestos directos. Sin embargo, esta reforma no tuvo mucho éxito debido al fraude y la evasión fiscal, lo que, sumado a la corrupción generalizada, generó un profundo descontento entre liberales progresistas, masas populares e incluso parte de los propios moderados, desembocando en una situación de crisis.
El Bienio Progresista (1854-1856)
Ante la creciente crisis, un nuevo pronunciamiento militar, la Vicalvarada (liderada por O’Donnell y apoyada por Serrano), y el posterior Manifiesto de Manzanares, lograron un amplio apoyo popular. La reina Isabel II se vio obligada a entregar el gobierno a los progresistas, eligiendo al general Espartero, figura histórica del progresismo.
Este periodo representó un intento de recuperar y llevar a cabo las reformas liberales progresistas. Sin embargo, el gobierno se encontró acosado tanto por la derecha como por la izquierda radical, que buscaba reformas democráticas más profundas, y carecía de apoyos sólidos en la calle.
Durante el Bienio, se redactó la Constitución de 1856 (que nunca llegó a estar vigente), la cual proponía:
- Soberanía nacional.
- Mayor control de la Corona.
- Tolerancia religiosa.
- Amplio reconocimiento de libertades.
- Alcaldes elegidos por los vecinos.
- Ampliación del censo de votantes.
- Reposición de la Milicia Nacional.
Entre las medidas de modernización más importantes se encuentran la Desamortización de Madoz (1855) y la Ley de Ferrocarriles. Este periodo también vio la ampliación de las corrientes políticas:
- A la izquierda del progresismo surgieron los demócratas (que acusaban a los liberales de corruptos) y los republicanos.
- Dentro de los republicanos, se distinguieron los socialistas (cuya aparición se remonta a los años 40, pero que se fortalecieron durante el bienio con el reconocimiento del derecho de asociación) y los federales.
La falta de apoyos, los problemas internos y la situación de crisis generalizada culminaron con el golpe de Estado de O’Donnell, poniendo fin al Bienio Progresista.
Las Desamortizaciones en España
Desamortización de Mendizábal (1836-1837)
Impulsada por Juan Álvarez Mendizábal, presidente del gobierno en 1835, esta desamortización buscaba instaurar definitivamente el Estado liberal. Sus principales objetivos fueron:
- Obtener fondos para asegurar la victoria frente al carlismo.
- Suprimir la deuda pública.
- Atraer el apoyo de los liberales, principales beneficiarios de la desamortización.
- Cambiar la estructura de la propiedad de la tierra.
- Reformar la Iglesia.
Durante este proceso, se pusieron a la venta los bienes del clero secular y regular.
Desamortización General de Madoz (1855)
Esta desamortización, impulsada por Pascual Madoz, puso a la venta los bienes de propiedad colectiva, incluyendo aquellos de la Iglesia que no habían sido vendidos en el período anterior y, de manera significativa, los bienes de los pueblos (tierras comunales o bienes propios). Los beneficios obtenidos de estas ventas se invirtieron principalmente en el proceso de industrialización del país, especialmente en la construcción del ferrocarril. A diferencia de la desamortización anterior, esta amplió considerablemente el número y tipo de compradores.
Las Guerras Carlistas: Conflictos Dinásticos y Políticos
Primera Guerra Carlista (1833-1840)
Este conflicto civil enfrentó a los carlistas, partidarios de Carlos María Isidro de Borbón (hermano de Fernando VII y defensores del Antiguo Régimen y el absolutismo), contra los liberales o cristinos, que apoyaban a la reina regente María Cristina y defendían el liberalismo y el progreso.
La guerra afectó más intensamente al País Vasco, Navarra (donde Don Carlos prometió el reconocimiento de los fueros) y al antiguo reino de Aragón, dejando un saldo de aproximadamente 200.000 muertos.
El carlismo se caracterizaba por:
- La defensa del absolutismo monárquico.
- La intransigencia religiosa.
- La defensa de los fueros y del régimen de propiedad tradicional de la tierra.
- Una postura antiprogesista, en la línea del tradicionalismo europeo, con una fuerte defensa de lo rural y un marcado carácter popular.
Sus filas estaban compuestas por el clero conservador, la pequeña nobleza y la clase campesina de las provincias vascas, Navarra y el Bajo Aragón. Contaron con el apoyo internacional de las monarquías absolutistas de Rusia, Prusia y Austria. Entre sus líderes militares destacaron Zumalacárregui y Maroto.
Por su parte, los liberales o cristinos eran:
- Modernizadores y anticlericales.
- Partidarios de la desamortización.
Contaban con el apoyo de las clases ilustradas, la burguesía y el proletariado urbano, y recibieron el respaldo de Francia, Inglaterra y Portugal. Su principal figura militar fue el general Espartero.
La guerra concluyó con el Convenio de Vergara en 1839, por el cual los carlistas reconocieron a María Cristina como reina a cambio del compromiso de esta de reconocer los fueros vascos y asegurar la carrera militar de los oficiales carlistas.
Segunda Guerra Carlista (1846-1849)
Más que una guerra civil a gran escala, esta fue una insurrección que tuvo lugar durante la Década Moderada, ya que los carlistas seguían siendo la principal fuerza opositora al liberalismo. Se concentró en la zona de los Pirineos, especialmente en Cataluña, donde fue conocida como la “Guerra dels Matiners”, y fue sofocada con relativa facilidad.
Su origen, al menos teóricamente, se debió al fracaso de los intentos de casar a Isabel II con el pretendiente carlista, Carlos Luis de Borbón, una propuesta que había sido impulsada por diversos sectores moderados, singularmente por figuras como Jaime Balmes.
Tercera Guerra Carlista (1872-1876)
Esta última guerra carlista se inició tras el destronamiento de Isabel II, ya en el contexto del Sexenio Revolucionario. El carlismo había resurgido como fuerza política, beneficiado por el clima de libertad introducido por la Revolución de 1868, conocida como la “Gloriosa”.
La llegada de Amadeo de Saboya al trono provocó la insurrección armada de una facción carlista, mientras que otra constituyó una fuerza política opuesta a la nueva monarquía, con posiciones enormemente conservadoras. El pretendiente en esta ocasión era Carlos VII.
El conflicto finalizó con la definitiva derrota del carlismo durante los primeros años del reinado de Alfonso XII. Los generales Martínez Campos y Fernando Primo de Rivera fueron clave en la derrota de los carlistas en Cataluña, Navarra y el País Vasco.
A partir de este momento, los carlistas se dividieron y abandonaron las armas definitivamente:
- Algunos reconocieron a Alfonso XII y se integraron en el sistema político.
- Otros, siguiendo a Nocedal, mantuvieron su ideología tradicional y antiliberal, creando el Partido Carlista, que, con importantes cambios ideológicos, ha llegado hasta nuestros días.
- Un tercer grupo se integró en partidos nacionalistas del País Vasco y Cataluña.