El Reinado de Isabel II y la Construcción del Estado Liberal (1833-1868)
Moderados y Progresistas: Dos Visiones del Liberalismo
Con Isabel II se consolidó la monarquía liberal en España, pero surgieron diferencias entre los liberales:
- Moderados: Defendían la soberanía compartida entre las Cortes y el rey, Cortes bicamerales, una organización administrativa centralizada dividida en provincias (los alcaldes eran nombrados por el gobierno), sufragio censitario restringido a las personas a quienes por su profesión o cargo se les reconocía el derecho a voto. Su base social incorporó a la antigua nobleza y la nueva burguesía liberal.
- Progresistas: Partidarios de un liberalismo más amplio, de la soberanía nacional, limitaciones al poder de la Corona, la Milicia Nacional, ayuntamientos electivos y un sufragio más amplio. Se apoyaban en las clases medias y artesanos de las ciudades.
La Regencia de María Cristina y el Estatuto Real de 1834
Tras la muerte de Fernando VII, María Cristina fue nombrada regente. En 1834, llamó a Martínez de la Rosa para formar gobierno. Este buscó un equilibrio entre las tendencias liberales y el carlismo, lo que llevó a la aprobación del Estatuto Real en 1834. Esta fue una carta otorgada donde la Corona no reconocía los derechos individuales ni la división de poderes, y convocaba Cortes con dos cámaras: el Estamento de Próceres y el de Procuradores. Para convocar Cortes, se aprobó la Ley Electoral con un sufragio muy restringido (solo podían votar 1.600 varones de un total de 12 millones). Sin embargo, la cámara exigió reformas, lo que reavivó las diferencias entre moderados y progresistas. Falto de apoyo, Martínez de la Rosa dimitió y fue sustituido por el conde de Toreno, un moderado. Al no poder ganar la guerra carlista, los liberales protagonizaron amotinamientos con asaltos y quema de conventos en Málaga, Barcelona y Zaragoza. Esto llevó a la formación de Juntas revolucionarias progresistas. La regente llamó a Mendizábal, de ideología progresista, en 1835.
La Fase Progresista (1835-1837): Reformas y Constitución de 1837
Mendizábal y la Desamortización Eclesiástica
Mendizábal se encontró con una Hacienda arruinada y una guerra que no terminaba a favor de los isabelinos. Se tomaron medidas como el alistamiento de hombres y la desamortización de bienes eclesiásticos del clero regular para obtener fondos en 1836. La regente no estaba conforme con Mendizábal, por lo que este dimitió y fue sustituido por Istúriz, un moderado. Esto provocó nuevos levantamientos progresistas que exigían la vuelta de la Constitución de 1812.
El Motín de La Granja y la Constitución de 1837
Así, en agosto de 1836, tuvo lugar el Motín de los Sargentos de La Granja, que obligó a la regente a restablecer la Constitución de 1812. El programa de gobierno progresista consistió en establecer un régimen liberal con una monarquía constitucional. Convocadas las Cortes, con mayoría progresista, redactaron leyes que abolieron el régimen señorial y el mayorazgo, suprimieron los privilegios gremiales (reconociendo la libertad industrial y de comercio), establecieron la libertad de imprenta y continuaron la desamortización de fincas y órdenes religiosas. Todo esto culminó con la promulgación de la Constitución de 1837, que reconocía la soberanía nacional y los derechos individuales. Establecía Cortes bicamerales: un Congreso con sufragio censitario y un Senado cuyos miembros eran elegidos por el rey de una lista propuesta por cada provincia. Se aprobó una ley electoral censitaria, pero más amplia que la anterior.
El Retorno de los Gobiernos Moderados (1837-1840)
La Ley de Ayuntamientos y la Caída de la Regencia
Con la nueva Constitución, se celebraron elecciones en las que ganaron los moderados. Estos gobiernos estuvieron influidos por figuras como Espartero (progresista) y Narváez (moderado). El gobierno quiso aprobar una Ley de Ayuntamientos donde las diferencias entre ambos eran notables: los progresistas defendían la elección directa del alcalde por los votantes, mientras que los moderados querían que fuera elegido por los concejales. Las Cortes aprobaron la propuesta de los moderados. Se formaron Juntas progresistas contra el gobierno. Para frenar las insurrecciones, la regente nombró a Espartero jefe de gobierno. La regente renunció al no aceptar el programa de gobierno, quedando Espartero como regente.
La Primera Guerra Carlista (1833-1839): Conflicto Dinástico y Social
Bandos Enfrentados y Fases del Conflicto
Fernando VII murió en 1833 y, días después, Carlos María Isidro reclamó el trono con el Manifiesto de Abrantes. En muchos puntos de España hubo levantamientos a favor de Carlos, lo que desató un enfrentamiento entre los partidarios del Antiguo Régimen y los que querían un Estado Liberal, además de una guerra dinástica. María Cristina se apoyó en los liberales.
Los bandos enfrentados fueron:
- Carlistas: Miembros del clero regular, del ejército y del bajo clero. Defendían el absolutismo monárquico, la religión y los fueros.
- Isabelinos: Contaban con el apoyo de la regente, parte de la nobleza, el funcionariado, altos cargos de la Iglesia y del ejército, la burguesía y las profesiones liberales.
La guerra tuvo tres fases:
- En la primera fase destacaron los triunfos carlistas, aunque el punto de inflexión fue la muerte del coronel Zumalacárregui en el Cerco de Bilbao en 1835.
- La segunda etapa se caracterizó por las expediciones carlistas para enlazar y estimular las partidas carlistas en el país. En 1837, tuvo lugar la Expedición Real, que partió de Navarra bajo dirección de Carlos, llegando a las afueras de Madrid, pero la acción de Espartero le obligó a regresar al País Vasco. Los fracasos militares carlistas comenzaron a dividir a sus dirigentes.
- La tercera fase se caracterizó por el agotamiento de los contingentes. Al final, el general Maroto firmó el Convenio de Vergara en 1839 con Espartero, poniendo fin a la guerra, donde los carlistas aceptaron la derrota, excepto Carlos.
Las consecuencias de la guerra fueron significativas: la monarquía se inclinó definitivamente al liberalismo, los militares adquirieron un mayor protagonismo con numerosos pronunciamientos, y los gastos de la guerra impulsaron la desamortización de las tierras de la Iglesia.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
Proclamado regente por las Cortes, en 1841 los moderados, con el apoyo de figuras cercanas a María Cristina, protagonizaron un pronunciamiento que terminó con el fusilamiento de los generales implicados. Los problemas de Espartero surgieron de su forma de gobierno, personalista y autoritaria, apoyándose en una camarilla de militares. Los enfrentamientos entre las Cortes y el gobierno se agudizaron. Los sucesos de Barcelona contribuyeron a su caída. La inquietud entre empresarios y trabajadores por las noticias sobre un acuerdo librecambista del gobierno con Inglaterra llevó a una insurrección social con barricadas, a la que Espartero respondió con bombardeos en Barcelona en 1842. Esto redujo drásticamente los apoyos del regente. Un grupo de moderados, descontentos, organizó un movimiento conspiratorio con levantamientos liderados por Narváez, quien se enfrentó a Espartero en Torrejón de Ardoz en 1843. Espartero, sin apoyo, abandonó el país rumbo a Londres. Las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel (13 años) y la proclamaron reina. Ella formó gobierno con Gonzalo Bravo, quien duró seis meses antes de ser sustituido por Narváez.
La Restauración Borbónica: Oposición y Nuevos Actores Políticos (Finales del Siglo XIX – Principios del XX)
El Carlismo en la Restauración
Tras su derrota en las guerras carlistas, el movimiento carlista, representado por figuras como Cándido Nocedal, continuó activo en la península. Continuaron defendiendo la monarquía tradicional y los valores religiosos. Sin embargo, su unidad era frágil, hasta el punto de que en 1888 un grupo carlista radical se separó, formando el Partido Integrista.
El Auge de los Nacionalismos Periféricos
Durante la Restauración surgieron movimientos contrarios al centralismo defendido por el Estado Liberal español, apoyados principalmente por la burguesía.
El Nacionalismo Catalán (Catalanismo)
Surgió en un primer momento de la Renaixença, cuyo objetivo era la reivindicación cultural. Sin embargo, las primeras reivindicaciones políticas surgieron de la mano de Valentí Almirall con el Centre Català, fundado en 1882. En 1885, presentaron el Memorial de Greuges, a favor del mantenimiento de los intereses catalanes. Posteriormente, se creó la Unió Catalanista (1891), que aprobó un año después las Bases de Manresa, donde se consideraba a Cataluña como una entidad autónoma dentro de España. Con la crisis de 1898 se acrecentó aún más el espíritu nacionalista, y en 1901 se constituyó la Lliga Regionalista de Catalunya. Así, en las elecciones de 1901, la Lliga triunfó en Barcelona, marcando el inicio de un nuevo panorama político.
El Nacionalismo Vasco
Se vio impulsado por la pérdida de los fueros y por los efectos de la industrialización, que ponían en peligro las tradiciones vascas. El nacionalismo surgió con la figura de Sabino Arana, de ideario tradicionalista y defensor de la superioridad de la etnia vasca. Fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Tras su fallecimiento, el movimiento se suavizó, aceptándose la vía hacia la autonomía.
Los Partidos Republicanos
Tras el fracaso de la Primera República, los partidos republicanos perdieron fuerza y se dividieron. Además, desaparecieron sus líderes principales. Aun así, a comienzos del siglo XX, aparecieron nuevas opciones como la de Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical.
El Movimiento Obrero
Como consecuencia de la explotación obrera surgida con la industrialización, el movimiento obrero comenzó a adquirir fuerza en la península. Se dividió en dos corrientes principales: anarquistas y socialistas. En 1870 se formó la Federación Regional Española (FRE) de la AIT, aunque tuvo que disolverse tras el golpe de Estado de 1874 y el movimiento entró en la clandestinidad.
Los Anarquistas
Pasaron de la clandestinidad a la legalidad en 1881, con la llegada de Sagasta al poder. El movimiento recuperó confianza y en un Congreso celebrado en Barcelona ese mismo año se fundó la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE). Sin embargo, el anarquismo andaluz sufrió una fuerte represión, especialmente por el asunto de la Mano Negra. Además, para destruir el orden político existente, realizaron numerosos atentados, asesinando incluso al presidente del Gobierno Cánovas en 1897. El movimiento predominó principalmente en Levante, Cataluña y Andalucía.
Los Marxistas o Socialistas
Esta otra tendencia del movimiento obrero apenas adquirió fuerza hasta que en 1879 Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Defendían los objetivos marxistas: la conquista del poder por medio de una revolución obrera y la implantación de una dictadura del proletariado para acabar con el capitalismo y las desigualdades sociales. En 1888 se creó el sindicato socialista, la Unión General de Trabajadores (UGT). En cuanto a las zonas de influencia, destacaron Madrid, Vizcaya y Asturias.
La Dictadura de Primo de Rivera y el Fin de la Monarquía (1923-1931)
El Directorio Militar (1923-1925)
En general, el pronunciamiento militar fue bien acogido. Primo de Rivera lo presentó como un «régimen transitorio» para eliminar el caciquismo, poner fin al desorden y al separatismo catalán. Suspendió la Constitución de 1876, disolvió las Cortes y estableció censura de prensa. Se creó la Unión Patriótica, que aportó el personal político que necesitaba la dictadura. Primo de Rivera se mostró muy duro con el catalanismo. Restableció el orden público y ganó popularidad entre la burguesía catalana y el catalanismo moderado de la Lliga de Cambó. Sin embargo, también se ganó enemigos en Cataluña. El problema marroquí se resolvió: Abd-el-Krim atacó a los franceses, lo que dio lugar a la alianza entre Francia y España, y este fue derrotado en el Desembarco de Alhucemas (1925).
El Directorio Civil (1925-1930) y la Oposición
Primo de Rivera transformó el Directorio Militar en el Directorio Civil. Quería institucionalizar el régimen y por ello convocó una Asamblea Nacional Consultiva. En cuanto a la economía, España se benefició de los años prósperos tras la Primera Guerra Mundial. La economía española fue creciendo: se aumentó la producción de varios metales, se extendió la electrificación, se impulsaron las obras públicas y se crearon las confederaciones hidrográficas. En cuanto a la política social, el Estado construyó viviendas baratas, institutos, escuelas, etc. Se crearon comités paritarios para solucionar los conflictos sociales, en los que participaron los socialistas. A partir de 1928, la dictadura carecía de popularidad; se criticaba la falta de libertades y las universidades promovían campañas antidictatoriales. Había desunión entre los liberales y Primo de Rivera renunció el 30 de enero de 1930.
El Fin de la Monarquía (1930-1931)
Berenguer sucedió a Primo de Rivera y formó gobierno. El intento de Alfonso XIII de volver al régimen parlamentario fracasó. Los políticos no colaboraban y la crisis mundial no ayudó. El gobierno de Berenguer era débil. En agosto de 1930, tuvo lugar el Pacto de San Sebastián, un acuerdo de los partidos republicanos que reconocía la autonomía de Cataluña. Se organizó un comité ejecutivo para preparar una insurrección militar que acabara con la monarquía. La guarnición de Jaca dio los primeros pasos, pero fracasó y los miembros del comité fueron detenidos. El gobierno de Berenguer cayó y el almirante Aznar convocó elecciones municipales en 1931. Las candidaturas monárquicas ganaron en el cómputo global, sin embargo, en las capitales de provincia triunfaron los republicanos. El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República y el rey Alfonso XIII abandonó España.