Transformación Económica de España: Del Antiguo Régimen al Capitalismo en el Siglo XIX

La transición del sistema económico del Antiguo Régimen al de tipo capitalista fue un conjunto de actuaciones jurídicas que rompieron las viejas estructuras, sustituyéndolas por otras más adecuadas a los nuevos intereses, tanto económicos como políticos y sociales. El sistema económico del Antiguo Régimen, grosso modo, puede definirse por el predominio de la propiedad vinculada y la renta señorial; por una distribución de factores productivos y productos sujetos a numerosas trabas; por la existencia de unas relaciones de producción fuertemente reglamentadas, y por la constante intervención económica de los poderes públicos (claro ejemplo de lo cual son las actuaciones de tipo mercantilista). Frente a él, el sistema capitalista se caracteriza por la presencia de unas nuevas y radicalmente distintas estructuras, a menudo impuestas tras el compromiso entre los sectores privilegiados del Antiguo Régimen y los nuevos detentadores del poder. Los principales cambios se reflejaron en:

La Transformación de la Propiedad Agraria en España

Contexto y Principios de la Reforma Agraria

Teniendo en cuenta que la propiedad de la tierra es la base de toda sociedad, tal y como dijera Mirabeau resumiendo la realidad de su tiempo, es lógico pensar que las primeras medidas transformadoras se dirigieran a cambiar sus estructuras. Si, en sintonía con los nuevos principios ideológicos, la propiedad debía ser libre, plena, individual y absoluta, la actuación jurídica del nuevo régimen habría de encaminarse contra todas aquellas formas de propiedad que estorbaran tales postulados: los mayorazgos (dado que no permitían la plena y libre propiedad) y los comunales y manos muertas (sistemas igualmente de vinculación, en estos casos colectiva). Las principales medidas fueron:

Medidas Clave de la Reforma Agraria Liberal

  • Abolición del Régimen Señorial

    Mediante los decretos de agosto de 1811 (Cortes de Cádiz) y mayo de 1823, restablecidos por la Ley de agosto de 1837, los señoríos territoriales quedaron convertidos en propiedad privada. Asimismo, se abolieron los señoríos jurisdiccionales y se incorporaron a la nación soberana. En este punto surgió una cuestión problemática: la propiedad de la tierra, que los campesinos usufructuaban y cuya titularidad era confusa. Los decretos, frente a la opinión campesina, transformaron esta tierra en propiedad privada en beneficio de los antiguos señores. Ello, evidentemente, generó un claro descontento en el campesinado.

  • Desvinculación de los Mayorazgos

    Por leyes de agosto de 1836 y agosto de 1841, los mayorazgos se restituyeron a la clase de bienes libres.

  • Desamortización Eclesiástica

    Si bien cuenta con precedentes del Antiguo Régimen (como la Desamortización de Godoy), es fundamentalmente obra del régimen liberal. Tal desamortización se inició con las Cortes de Cádiz (decretos de 1812, incorporando al Estado los bienes de las órdenes religiosas suprimidas por los franceses, y 1813) y el Trienio Liberal (Decreto del 9 de agosto de 1820). Tales disposiciones, anuladas por Fernando VII, serían repuestas y ampliadas por la Desamortización de Mendizábal (Real Decreto del 19 de febrero de 1836, respecto al clero regular; ley del 29 de julio de 1837, referente al secular). El resultado fue la incorporación al Estado de los bienes inmuebles del clero, que fueron sacados a subasta para su enajenación al mejor postor (vinculando desamortización y deuda pública). El Estado, desde este momento, correría a cargo del mantenimiento de los eclesiásticos (contribución de culto y clero). La labor desamortizadora de Mendizábal sería completada por Espartero (ley del 2 de septiembre de 1841) y Madoz (ley del 1 de mayo de 1855).

  • Desamortización Civil

    Efectuada por Pascual Madoz durante el Bienio Progresista (Ley de Desamortización General del 1 de mayo de 1855, tras la suspensión de las medidas desamortizadoras en 1844). Esta ley, continuación del Decreto de 1813 por el que se debían repartir los propios y comunales, supuso la desamortización de los bienes de realengo y municipales, y su enajenación mediante subasta (con claro perjuicio para los integrantes de las comunidades rurales).

Consecuencias y Resultados en la Agricultura

Los resultados de tales medidas desvinculadoras fueron, esencialmente, la transformación de las estructuras de propiedad y la consolidación de un régimen de tenencia en beneficio de la antigua nobleza y las nuevas capas burguesas. Paralelamente, otras medidas jurídicas decretaron la plena disposición de las propiedades: el Decreto del 8 de junio de 1813, restaurado por Real Decreto del 6 de septiembre de 1836, que confirió al propietario la libre utilización de sus fincas (cercamientos); y la Ordenanza General de Montes (22 de diciembre de 1833), que permitió su cercamiento.

La desamortización, además de la modificación de la estructura jurídica de la propiedad, supuso cambios económicos significativos:

  • Incremento del número de propietarios. En algunas zonas, inicialmente se creó una importante masa de pequeños propietarios, prontamente arruinados por su incapacidad de modernizar y rentabilizar sus explotaciones.
  • Incremento de la superficie cultivada (incorporación al cultivo de numerosos comunales y manos muertas), lo que conllevó el aumento de la producción, fundamentalmente la cerealista.
  • La desamortización de los comunales tuvo otra consecuencia importante: al privar a las comunidades campesinas de parte de sus medios de vida, se encuentra en la base de la proletarización de gran parte del campesinado (jornaleros).

Si bien, y solo en cierto modo, se introdujeron en el campo español relaciones de producción capitalistas, ello no significó una modernización del sector. Todo lo contrario: el sector agrario español, en su conjunto, se caracterizó por un notable atraso, manifestado en el predominio del cereal (apoyado por las medidas proteccionistas del Estado), el escasísimo grado de mecanización y unos rendimientos muy por debajo de la media europea.

No obstante, también en el campo español aparecieron sectores novedosos y llenos de vitalidad, generalmente orientados hacia el comercio exterior:

  • Viñedo: (catalán y andaluz), favorecido además por la plaga de la filoxera en el viñedo francés.
  • Hortofrutícola: (principalmente localizado en Levante y concretado en la producción naranjera).
  • Corchotaponero: localizado en Cataluña y centrado en la producción de corcho con fines industriales (en relación a la industria vitivinícola).

El dinamismo de estos sectores reflejó, a su vez, el de parte de la periferia española, cada vez más destacada (económica y poblacionalmente) de las regiones centrales, progresivamente deprimidas.

La Minería en el Siglo XIX

Evolución y Factores Clave

Aunque, tradicionalmente, España había sido uno de los grandes centros de producción minera y, por otro lado, esta es uno de los grandes factores de la industrialización, la explotación de las minas españolas se encontró durante casi todo el siglo XIX en un estado casi letárgico. En el último cuarto del siglo, tal panorama experimentó una evolución en sentido contrario, pasando a ser el sector uno de los más dinámicos de la economía española. Las razones fueron las siguientes:

  • Desamortización del subsuelo: iniciada en 1868, que se tradujo en su privatización y en la aceleración de la extracción mineral en busca de beneficios.
  • Proximidad de los yacimientos a los puertos: (zonas mineras de Málaga, Almería, Cartagena, Huelva, Cordillera Cantábrica), lo que facilitó la exportación.
  • Introducción de técnicas y capitales extranjeros: De hecho, las principales minas fueron controladas por el capital exterior. Ejemplos de ello son:
    • Cobre: Minas de Tharsis, con capital británico.
    • Riotinto: propiedad de un consorcio internacional.
    • Mercurio: Minas de Mercurio de Almadén, controladas por la Banca Rothschild.
    • Hierro: Minas de Hierro de Vizcaya, controladas tanto por el capital británico como por el capital vasco.

No obstante, la intensificación de la producción no afectó grandemente al desarrollo industrial, y ello por un motivo básico: la producción minera (salvo las excepciones del carbón asturiano y el hierro vizcaíno) se orientó de modo masivo a la exportación, lo que subrayó el carácter casi colonial de la economía española.

Industria y Transportes: Un Desarrollo Limitado en la España del Siglo XIX

El Retraso Industrial Español

Durante todo el siglo XIX (y buena parte del XX), la industria española presentó un desarrollo muy débil y limitado, tanto productiva como regionalmente. Hablar de Revolución Industrial española es, en realidad, hacerlo, salvo excepciones, de su fracaso: aunque la industrialización española se inició en fechas tempranas (coincidiendo con su inicio en Francia, Estados Unidos o Alemania), a fines de siglo el proceso industrializador español había quedado retrasado con respecto a dichos países. Las causas pueden hallarse en los siguientes fenómenos:

  • La debilidad demográfica española, reflejada no solo en su bajo ritmo de crecimiento (lo que significó un bajo ritmo de crecimiento del tamaño del mercado nacional), sino en la escasa formación de la población española (que se reflejó en sus altas tasas de analfabetismo y supuso unas bajas posibilidades de su aprovechamiento como mano de obra).
  • El escaso desarrollo de la agricultura, tanto técnico (menores posibilidades de liberar mano de obra para el sector industrial) como productivo.
  • El reducido mercado nacional, reflejado en la baja capacidad de compra, y por tanto de consumo, lo que supuso un fuerte lastre para la producción industrial.
  • La deficiente integración del mercado nacional, que se reflejó en una deficiente red de transportes terrestres. El ferrocarril vino a solucionar en parte tal deficiencia, pero solo en parte, pues la red ferroviaria española obedeció a motivos más políticos que económicos: diferente ancho de vía con respecto al europeo, estructura radial (centrada en Madrid, y no en los principales centros económicos: Cataluña, Vascongadas). Además, se desviaron numerosos capitales que hubieran podido invertirse en la industrialización del país. Así se dio una contradicción: la construcción de una red ferroviaria cuando había un bajo volumen de mercancías para transportar.
  • La baja acumulación de capital, que en gran medida, y antes que hacia la inversión productiva, se orientó a la compra de bienes desamortizados.
  • Dependencia respecto al capital exterior, reflejada en la construcción del ferrocarril (en gran parte financiada por grupos franceses) y en la explotación minera. Esta dependencia produjo una orientación casi colonial de la economía española.
  • Escasez de fuentes de energía o, por otro lado, su baja calidad (por ejemplo, del carbón) y su alejamiento de los principales centros industriales (lo que incrementó los costes de producción).

Focos de Desarrollo Industrial

Por tanto, la nota característica es el atraso industrial español, aunque dentro de él existieron algunos islotes de desarrollo:

  • La industria textil catalana (orientada inicialmente a cubrir la demanda colonial y, tras la pérdida de las últimas colonias en 1898, a cubrir la demanda nacional).
  • El sector siderúrgico vasco (potenciado por la demanda de metal para la red ferroviaria).

El desarrollo de ambas zonas potenció, además, un fenómeno presente incluso en nuestros días: el desequilibrio económico entre las diferentes regiones españolas.