La Crisis del Antiguo Régimen (1808-1833)
Introducción
En Francia, el Antiguo Régimen se desintegró con la Revolución Francesa (1789). Los ejércitos de Napoleón expandieron por Europa las ideas revolucionarias y los principios liberales.
En España, la crisis del Antiguo Régimen se inició con la invasión napoleónica de 1808. En este contexto, se creó una alternativa liberal con las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.
- La derrota de Napoleón por las potencias absolutistas europeas (1815) significó la vuelta al viejo orden (el Antiguo Régimen), pero el liberalismo ya había calado profundamente en las sociedades europeas.
- El reinado de Fernando VII (1814-1833) fue una pugna constante entre quienes querían mantener el Antiguo Régimen y quienes optaban por el nuevo liberalismo.
La Monarquía de Carlos IV (1788-1808)
Carlos IV subió al trono español en 1788 y se vio desbordado por la compleja situación generada por la Revolución Francesa (1789). La Revolución favoreció la difusión del liberalismo (contra el Antiguo Régimen y el absolutismo), y generó un gran rechazo entre los grupos privilegiados. El miedo a la expansión revolucionaria paralizó todas las reformas iniciadas por el despotismo ilustrado de Carlos III.
De esta manera, Carlos IV apartó del gobierno a los ministros ilustrados (Floridablanca, Jovellanos), cerró las fronteras con Francia para evitar el contagio y confió el poder a un joven militar, Manuel Godoy.
El Motín de Aranjuez (1808)
Godoy firmó el Tratado de Fontainebleau (1807) con Napoleón, permitiendo el paso de tropas francesas por España para invadir Portugal. A cambio, se pactó el reparto de Portugal. Los franceses atravesaron los Pirineos en 1808 y se fueron situando en puntos estratégicos de España, irritando a la población y haciendo sospechar que sus intenciones iban más allá de invadir al país vecino. Ante la inseguridad, la propia familia real abandonó Madrid y se trasladó a Aranjuez.
En este contexto se produjo el Motín de Aranjuez (1808), una revuelta con participación popular y militar, dirigida por la nobleza y el clero que exigía la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando. Se evidenciaba así la profunda crisis de la monarquía española. Fernando VII fue proclamado rey y Carlos IV solicitó ayuda a Napoleón para recuperar el trono. Bonaparte se reafirmó en su impresión sobre la debilidad, corrupción e incapacidad de la monarquía española y se decidió definitivamente a invadir el país.
Las Abdicaciones de Bayona y la Monarquía de José Bonaparte (1808)
Napoleón convocó a Carlos IV y Fernando VII en la ciudad francesa de Bayona, donde los retuvo y manipuló para que le cedieran el trono de España. Legitimado por estas abdicaciones, Napoleón nombró a su hermano José Bonaparte rey de España y convocó unas Cortes para aprobar una Constitución que terminase con el Antiguo Régimen en España y reconociera a José I como monarca.
El Estatuto de Bayona (1808)
Se aprobó una Constitución, el Estatuto de Bayona (1808), que contenía las siguientes medidas:
- Se abolían los privilegios de la nobleza y el clero.
- Se abolía el régimen señorial (para que los campesinos dejasen de depender de un señor/noble) y se desvinculaban los mayorazgos (para que las tierras ligadas a un título nobiliario pudieran comprarse y venderse).
- Se proponía la desamortización de tierras de la Iglesia (la venta de las tierras).
- Se reconocía la igualdad de todos los españoles ante la ley y la igualdad para pagar impuestos y para acceder a cargos públicos.
Toda una serie de medidas que hubiesen modernizado al país, pero que contaron con escasos apoyos y total incomprensión. Para gran parte de la población española, el nuevo gobierno era ilegítimo, extranjero y había llegado al poder por la coacción y las armas. Además, la brutalidad de la presencia de las tropas francesas en España (requisas de alimentos, ocupación de viviendas, detenciones, violaciones, fusilamientos…) y el rumor de que Napoleón había secuestrado a los reyes por la fuerza, pusieron al pueblo español en contra de José I y de los franceses.
Ejemplo de la tensión que se estaba viviendo son los acontecimientos del 2 y 3 de mayo de 1808, inmortalizados en los cuadros de Goya. Cuando el 2 de mayo la familia real se preparaba para partir a Bayona, una multitud espontánea se congregó en lugares claves de Madrid para impedir la partida y se alzó contra los franceses. La revuelta fue duramente reprimida por las tropas francesas y a la mañana siguiente se ejecutó a todos los sublevados, tal y como se puede observar en los cuadros del 2 de mayo o la carga de los mamelucos y Los fusilamientos del 3 de mayo.
La Guerra de Independencia (1808-1814)
La Revuelta Popular y la Formación de Juntas
Mientras se producían las abdicaciones de Bayona y la sustitución de la monarquía borbónica por la bonapartista, en España se inició un alzamiento popular contra la presencia francesa, que fue el origen de una larga y compleja guerra. El inicio se puede situar con el alzamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid.
Este acontecimiento, que fue duramente reprimido por el general francés Murat, se repitió por todo el país. Diversos movimientos de resistencia populares frenaron el avance de las tropas francesas. El alzamiento contra los franceses estuvo impulsado por las clases populares y algunos notables locales, a la vez que contó con el clero como eficaz agente movilizador en defensa de la religión católica y de la monarquía.
Incapaces de frenar la ocupación francesa y de controlar la rebelión popular, las instituciones españolas perdieron el control político y se generó un vacío de poder. Los insurrectos, que se denominaron patriotas, crearon juntas (organizaciones políticas populares que asumen la soberanía) integradas por élites locales y personalidades partidarias de Fernando VII (clérigos, militares, nobles…) que pretendían canalizar la agitación popular. Para coordinarse, las juntas locales formaron juntas provinciales y finalmente una Junta Suprema Central; una forma de gobierno radicalmente nueva, que reconocía a Fernando VII como rey de España y asumía la soberanía en su ausencia. La Junta declaró la guerra a Napoleón y buscó la ayuda de Gran Bretaña.
Desarrollo de la Guerra
Napoleón esperaba una guerra rápida, pero se encontró con la resistencia de ciudades españolas que soportaron bombardeos y hambre durante meses. Se protagonizaron algunas victorias iniciales como las de Bruc (Barcelona) y Bailén (Jaén) en 1808, que obligaron a los franceses a replegarse al norte. Pero a pesar de ello, el ejército español era incapaz de oponerse a las fuerzas imperiales.
La resistencia a la invasión se realizó mediante una forma espontánea, popular y más eficaz: las guerrillas, pequeños grupos locales (partidas) de entre 30 y 50 miembros. Muchos eran labradores, artesanos, estudiantes, abogados… aunque sus dirigentes solían pertenecer a las élites (militares y clérigos). Estas guerrillas conocían bien el terreno y hostigaban al ejército francés por sorpresa: destruían sus instalaciones, interferían en sus movimientos, asaltaban sus avituallamientos, sometiendo a los franceses a una presión y desgaste permanente. Como guerrilleros famosos destacamos «El Empecinado» y el «Cura Merino».
En 1812, el curso de la guerra quedó afectado por la invasión de Rusia por parte de Napoleón, que le obligó a retirar miles de efectivos de la Península. Ante ello, las tropas españolas apoyadas por el ejército británico al mando del general Wellington, consiguieron la victoria de Arapiles (Salamanca) que marcó un punto de inflexión en el desarrollo militar. José I abandonó Madrid, e incapaz de mantener dos frentes, Napoleón decidió pactar el fin del conflicto con los españoles. Con el Tratado de Valençay (1813), Napoleón retiraba sus tropas y restablecía la monarquía de Fernando VII.
Actitudes Sociales e Ideológicas
Los afrancesados eran una minoría de españoles (reformistas, intelectuales e ilustrados) que colaboraron con José I. Eran partidarios de las reformas liberales y consideraron la ocupación napoleónica como una oportunidad para modernizar el país. Al finalizar la guerra, muchos tuvieron que exiliarse (como Goya).
El resto de la población española se opuso a la invasión y formó el frente patriótico que agrupaba posiciones muy diferentes:
- Nobleza y clero: Deseaban restaurar el absolutismo con Fernando VII, defendían la tradición, la religión y rechazaban todo cambio que les hiciese perder sus privilegios.
- Ilustrados: Creían que con el regreso de Fernando VII se podrían emprender pequeñas reformas que modernizasen el país dentro de los cauces del Antiguo Régimen y la monarquía absoluta.
- Liberales: Veían en la guerra la oportunidad de implantar en España un sistema liberal basado en una Constitución, en la soberanía nacional, la división de poderes y la abolición de los privilegios estamentales.
Ahora bien, al margen de posiciones ideológicas, gran parte de la población afrontó la guerra como un movimiento de defensa y resistencia contra el invasor extranjero.
Los Costes de la Guerra
La guerra fue larga, cruel y muy destructiva. El ejército se aprovisionaba sobre el terreno mediante requisas y saqueos. Como respuesta a los ataques de las guerrillas, los franceses llevaron a cabo una dura represión contra la población, que incrementó la mortalidad civil (en algunas zonas llegó al 50%) y la consiguiente caída de la natalidad. El pintor Francisco de Goya mostró el horror del conflicto en sus grabados Los desastres de la guerra.
En términos económicos, la producción agraria quedó destruida, las manufacturas colapsadas y el comercio se paralizó. Desaparecieron sectores como el lanero de Castilla, ya que las ovejas fueron sacrificadas como alimento. El coste fue extraordinario y provocó una deuda pública inasumible. En 1815, el déficit era 20 veces superior a los ingresos del Estado.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
La Convocatoria de Cortes (1810)
Durante la guerra, la Junta Suprema Central convocó Cortes para que los representantes de la nación decidieran sobre su organización y destino. Predominaba el sentimiento de que Carlos IV había llevado a la ruina al país y que era necesario limitar el poder del rey. La Junta fue reemplazada en 1810 por una Regencia (gobierno provisional durante la minoría de edad o ausencia del rey) que terminó de organizar la convocatoria de las Cortes en Cádiz (Isla de León/San Fernando), ciudad alejada de los asedios franceses y protegida por la flota británica.
Los diputados (representantes) no siempre pudieron ser elegidos con normalidad por la guerra, y muchas veces tuvieron que ser reemplazados por habitantes de Cádiz. El ambiente liberal de la ciudad influyó en que gran parte de los elegidos tuvieran simpatías por estas ideas. Finalmente, las Cortes se inauguraron en septiembre de 1810. Los liberales consiguieron un gran triunfo al forzar la formación de una cámara única, frente a la tradicional representación estamental. A ello le siguió la aprobación del principio de soberanía nacional, que el poder reside en la nación. Algo totalmente revolucionario que rompía con la tradicional soberanía real y liquidaba los privilegios estamentales al dar poder político a todos los ciudadanos.
La Constitución de 1812
Desde 1810 a 1812, las Cortes desarrollaron una intensa labor legislativa y el 19 de marzo de 1812 se promulgó la primera Constitución Española, conocida popularmente como «La Pepa».
Se sentaban así las bases de un nuevo sistema liberal que terminaba con el Antiguo Régimen. A pesar de la guerra y las diferencias entre absolutistas y liberales, el texto fue muy avanzado para la época y se convirtió en una referencia para otras Constituciones. En sus artículos contenía:
- Declaración de los derechos del ciudadano: Derecho de petición, derecho de educación (enseñanza primaria pública y obligatoria), derecho de propiedad.
- Libertades civiles: Libertad de pensamiento, de opinión y prensa.
- Igualdad jurídica y fiscal: La igualdad de todos los españoles ante la ley y el reparto proporcional de los impuestos.
- Se definía a la nación como el conjunto de ciudadanos de ambos hemisferios (incluyendo a las colonias Americanas), que ejercían su soberanía mediante el sufragio.
- Establecía el sufragio universal masculino indirecto para mayores de 25 años.
Estructura del Estado según la Constitución de 1812
El Estado era una monarquía limitada basada en la división de poderes:
- Poder Legislativo: Recaía en las Cortes (unicamerales) que representaban la voluntad nacional y poseían la potestad de elaborar leyes, aprobar los presupuestos y los tratados internacionales, y mando sobre el ejército.
- Poder Ejecutivo: Encabezado por el monarca, dirigía el gobierno e intervenía en la elaboración de leyes mediante la iniciativa (proponer leyes), sanción (las aprobaba) y tenía veto suspensivo (derecho a prohibir una ley) durante dos años.
- Poder Judicial: Competencia de los tribunales de justicia y se establecían los principios básicos de un Estado de derecho: códigos únicos en materia civil, criminal y comercial.
Otros artículos de la Constitución reconocían:
- La confesionalidad católica del Estado.
- La organización territorial en provincias y municipios que se gobernaban mediante diputaciones y ayuntamientos.
- La creación de un ejército nacional y un servicio militar obligatorio.
- La creación de una Milicia Nacional: un cuerpo armado de ciudadanos diferente al ejército para defender el liberalismo y recordar a las autoridades y gobernantes que el poder reside en el pueblo.
Resumen Contextual de la Constitución de 1812
La Constitución de 1812 se enmarca en la Crisis del Antiguo Régimen (1808-1833), durante la ocupación napoleónica y la Guerra de Independencia (1808-1814), cuando la Junta Suprema Central asumió la regencia (1810) en ausencia de los monarcas y convocó Cortes Constituyentes. Estuvo marcada por las circunstancias bélicas (la situación revolucionaria permitió una Constitución muy avanzada para la época), por el ambiente liberal que había en Cádiz y por las diferencias entre absolutistas y liberales.
- Soberanía: Nacional. El poder reside en la nación representada en las Cortes, entendiendo nación como conjunto de ciudadanos de los dos hemisferios.
- Carácter Ideológico: Liberal.
- Forma de Estado: Monarquía limitada.
- Sufragio: Universal masculino indirecto para mayores de 25 años.
- Declaración de Derechos: Amplia: derecho a petición, educación y propiedad. Libertades de pensamiento, opinión y prensa. Igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.
- Religión: Confesionalidad católica del Estado.
La Abolición del Antiguo Régimen
Además del texto constitucional, las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de leyes y decretos destinados a eliminar el Antiguo Régimen:
- Abolición del régimen señorial: Los campesinos dejaron de estar sometidos a las leyes privadas de sus señores (señorío jurisdiccional) y pasaron a depender de la legislación del Estado. Sin embargo, las tierras siguieron en manos de los señores, que ahora se convirtieron en propietarios, lo que no solucionó el problema del desigual reparto de la tierra en España y originó conflictos con los campesinos que reclamaban la propiedad del terreno que trabajaban durante generaciones.
- Tímida reforma agraria: Se eliminaron los mayorazgos y se desamortizaron (expropiando bienes para ponerlos a la venta) los conventos, tierras comunales y terrenos baldíos (tierras que no eran de nadie).
- Medidas de liberalismo económico: Se suprimieron los gremios y se decretó libertad de oficios y trabajo. Se liberalizó el comercio interior eliminando las aduanas interiores para facilitar la creación de un mercado nacional.
- Abolición de la Inquisición: Se abolieron los tribunales eclesiásticos que perseguían los delitos contra la fe, una medida incompatible con un Estado liberal que reconocía los derechos del ciudadano, aunque contó con una fuerte oposición de los absolutistas y el clero.
La situación revolucionaria de la Guerra de Independencia permitió elaborar una Constitución mucho más avanzada de lo que hubiera sido posible en una situación de normalidad. Ahora bien, la propia guerra impidió ponerla en práctica y las reformas contaron con la oposición de los absolutistas que deseaban el regreso de Fernando VII. Cuando el monarca regresó, se frustró la experiencia liberal y se retornó al absolutismo.
El Reinado de Fernando VII (1814-1833)
La Restauración del Absolutismo (1814-1820) / Sexenio Absolutista
Al finalizar la Guerra, se planteó el problema de integrar al monarca en el nuevo sistema liberal. Fernando VII había abandonado el país como rey absoluto y debía regresar como rey constitucional. Los liberales esperaban que aceptase el nuevo marco político. Pero los absolutistas (nobleza y clero), que deseaban deshacer toda la obra de Cádiz y volver al Antiguo Régimen, se organizaron para demandar la restauración del absolutismo (a través del Manifiesto de los Persas).
Fernando VII, tras su llegada a España, declaró nula la Constitución y los decretos de Cádiz, anunció la vuelta al absolutismo e inició la persecución de los liberales y afrancesados, que fueron detenidos, ejecutados o huyeron al exilio.
La monarquía restauró el Antiguo Régimen en el contexto internacional determinado por la derrota de Napoleón (Waterloo) y el restablecimiento del viejo orden en Europa, mediante el Congreso de Viena (1815) y la creación de la Santa Alianza, pacto entre las potencias absolutistas (Austria, Prusia, Rusia y Francia) que garantizaba la defensa del absolutismo y el derecho de intervención en cualquier país para frenar el avance del liberalismo.
La Independencia de las Colonias Americanas (1808-1824)
Introducción
La crisis de la monarquía borbónica, la desastrosa política colonial y la difusión de ideas revolucionarias liberales fueron las causas que desencadenaron el proceso de independencia de las colonias americanas. Este proceso se inició en 1808 en el contexto de la Guerra de Independencia española y culminó en 1824 con la total independencia de la América hispana, a excepción de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
La América Española
Desde su descubrimiento en 1492, los españoles conquistaron y colonizaron América. Para administrar los nuevos territorios se crearon virreinatos y capitanías:
- Virreinato de Nueva España (México y Centro América).
- Virreinato de Nueva Granada (Colombia, Venezuela y Ecuador).
- Virreinato del Río de la Plata (Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia).
- Virreinato de Perú.
- Capitanía de Chile.
A nivel económico, los territorios de ultramar permitieron un rico comercio de productos de las numerosas plantaciones: café, azúcar y tabaco. A nivel social, los criollos fueron la élite colonial, una rica burguesía formada por habitantes blancos nacidos en el continente americano y descendientes de españoles emigrados. A nivel político, estos criollos estaban descontentos con las autoridades españolas, pues no se les permitía acceder a los altos cargos de la administración ni controlar el comercio. Al malestar por la falta de participación política se sumó el impacto de la independencia de las trece colonias norteamericanas contra Gran Bretaña (1776) y la difusión de las ideas de la Revolución Francesa (1789).
El Proceso de Independencia
a) Primera fase (1808-1814)
Al igual que en España, durante la Guerra de Independencia (1808-1814), en América los criollos optaron por no aceptar la autoridad francesa de José Bonaparte y también formaron juntas, que mantuvieron inicialmente sus lazos con Cádiz. Estas juntas asumieron la soberanía y se enfrentaron a las autoridades coloniales, convirtiéndose en los iniciales focos de la independencia.
Desde el sur, en Buenos Aires, José de San Martín proclamó la independencia de la República Argentina. En el norte, Simón Bolívar lideró la independencia de Nueva Granada y el cura Hidalgo e Iturbide protagonizaron los movimientos independentistas en México.
b) Segunda Fase (1814-1824)
El restablecimiento del absolutismo en España con Fernando VII (1814) supuso el intento de frenar estos procesos de emancipación. Se enviaron buques y soldados (a pesar de carecer de recursos) y la guerra colonial se extendió por todo el continente (1816-1824). Tras la derrota de Ayacucho (1824), España perdió todas sus colonias americanas, excepto Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
El Trienio Liberal (1820-1823)
Fernando VII, conocido como «el Deseado» por el apoyo que le había mostrado la población durante la guerra, gobernó de forma ineficaz y despótica. Rehusó realizar reformas y no tomó medidas ni para reconstruir la sociedad de posguerra ni para sanear la Hacienda. A la crisis por la que pasaba el país hay que sumarle el estallido de la independencia de las colonias americanas, que exigió enormes gastos económicos y militares. Los gobiernos de Fernando VII fracasaron unos tras otros.
La Guerra de Independencia había cambiado la mentalidad de los españoles. Los campesinos no querían volver a pagar las rentas señoriales. La libertad de oficio hacía que se rechazase la rígida reglamentación gremial. Quienes habían adquirido tierras con las desamortizaciones, no las querían perder. Gran parte de la burguesía reclamaba la vuelta al régimen constitucional. La Guerra originó en el ejército un sector liberal partidario de reformas que protagonizó numerosos pronunciamientos militares como método para acceder al poder. Estos consistían en el levantamiento de un sector del ejército a favor de la Constitución, con el apoyo de algunas ciudades. La mayoría de estos pronunciamientos fracasaron, pero evidenciaron el descontento hacia la monarquía absoluta.
En 1820 triunfó un pronunciamiento militar a favor de la Constitución encabezado por el coronel Rafael del Riego, que se sublevó en Cabezas de San Juan (Sevilla) cuando debía embarcar para combatir en las colonias americanas. En su honor se compuso el «Himno de Riego», símbolo de los liberales españoles e himno de la Segunda República.
Este pronunciamiento obligó a Fernando VII a aceptar la Constitución y a conceder amnistía a los liberales perseguidos. Se inició rápidamente una importante obra reformista que pretendía restaurar gran parte de la labor iniciada en Cádiz para terminar con el Antiguo Régimen:
- Se aplicaron las libertades de prensa, asociación y reunión.
- Se suprimieron señoríos y mayorazgos, lo que permitió liberar la tierra para la compra y venta.
- Se buscó limitar el poder de la Iglesia, desamortizando tierras de los conventos que fueron vendidas a particulares. También se volvió a abolir la Inquisición.
- Se realizó una reforma fiscal para aumentar los recursos del Estado.
- Se promulgó un primer Código Penal.
- Se eliminaron los gremios y se impulsó la libertad de oficio.
- Se instauró la Milicia Nacional, un cuerpo de ciudadanos armados para defender el liberalismo.
- Se ordenó el territorio en provincias y municipios.
- Se reformó el ejército y la educación.
Tensiones y Conflictos del Trienio Liberal
Las reformas del Trienio provocaron tensiones y conflictos:
- Oposición de la monarquía y absolutistas: Fernando VII aceptó el nuevo régimen constitucional por la fuerza y paralizó todas las leyes que pudo recurriendo al derecho a veto. Conspiró contra el gobierno, buscando recuperar su poder absoluto mediante el apoyo de las potencias absolutistas europeas.
- Descontento de muchos campesinos: Los campesinos dejaron de estar sometidos a las leyes de sus señores (señorío jurisdiccional), pero no se solucionó el problema del desigual reparto de la tierra en España y originó conflictos con los campesinos que reclamaban la propiedad que trabajaban durante generaciones. Además, los nuevos impuestos que ahora imponía el Estado agravaron su situación.
- Oposición de la nobleza y el clero: Salieron perjudicados al perder sus privilegios y por las expropiaciones y desamortizaciones de sus bienes. Estimularon revueltas y movilizaron a los campesinos contra los gobiernos del Trienio.
- División de los liberales: Las tensiones se produjeron también entre los liberales que se dividieron en dos tendencias: moderados (doceañistas), partidarios de reformas limitadas que no perjudicasen a las élites sociales; y exaltados (veinteañistas/progresistas), que planteaban reformas más radicales favorables a los grupos más populares.
La Década Ominosa (1823-1833)
Sin embargo, no fueron los conflictos ni las divisiones internas lo que provocó el fin del régimen liberal, sino la acción de la Santa Alianza que, atendiendo las peticiones de Fernando VII, intervino en España en 1823 con un ejército conocido con el nombre de los Cien Mil Hijos de San Luis al mando del duque de Angulema, que repuso la monarquía absoluta.
Fernando VII, al igual que hizo en 1814, aplicó una feroz represión contra los liberales, muchos de los cuales tuvieron que volver a exiliarse. Antonio Torrijos, militar liberal que tras un intento de insurrección fue detenido y ejecutado junto a sus hombres en las playas de Málaga, o Mariana Pineda, ajusticiada por el delito de bordar una bandera liberal, fueron los casos más emblemáticos del régimen de terror y la represión de Fernando VII.
La crisis del país se agravó con la pérdida definitiva de las colonias americanas. Ante estos problemas, el rey buscó la colaboración del sector moderado de la burguesía, pero ello hizo incrementar la desconfianza de los absolutistas que fueron agrupándose a favor de Carlos María Isidro, hermano del rey.
El Conflicto Dinástico
En 1830 nació Isabel, la única hija de Fernando VII y María Cristina de Borbón. Ello garantizaba la continuidad borbónica, pero dio lugar a un grave conflicto en la sucesión del trono. La Ley Sálica, de origen francés e implantada por Felipe V en España, impedía el acceso al trono a las mujeres, pero Fernando VII derogó la ley mediante la Pragmática Sanción que abría el camino al trono a su hija.
El sector más conservador de los absolutistas se negó a aceptar a una mujer y apoyó al hermano del rey (los carlistas). En 1832, cuando Fernando VII estaba gravemente enfermo, le presionaron para que anulase la Pragmática Sanción, lo que beneficiaba a su hermano, aunque una vez restablecido, el rey volvió a imponerla.
Estos enfrentamientos no solo eran una disputa acerca de si el futuro monarca sería Carlos o Isabel. Se trataba de una lucha por imponer un modelo u otro de sociedad. Alrededor de Carlos se agrupaban las fuerzas partidarias al Antiguo Régimen y opuestas a cualquier forma de liberalismo. Por el contrario, la reina María Cristina comprendió que si quería salvar el trono para su hija, debía buscar apoyos en sectores cercanos al liberalismo.
En 1833, Fernando VII murió dejando a su hija de tres años como heredera al trono y nombrando regente a María Cristina hasta la mayoría de edad de Isabel. El mismo día, don Carlos se proclamó rey, iniciándose un levantamiento absolutista en el norte de España y Cataluña. Comenzaba así la Primera Guerra Carlista.