Introducción: El Conflicto Dinástico y la Primera Guerra Carlista
Orígenes y Desarrollo del Conflicto (1833-1839)
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, su hija Isabel II fue proclamada reina bajo la regencia de su madre, María Cristina. Los liberales apoyaron a Isabel, mientras que los absolutistas proclamaron rey a Carlos María Isidro, hermano del difunto monarca. Este conflicto dinástico dio origen a la Primera Guerra Carlista, que enfrentó dos ideologías opuestas:
- El absolutismo carlista, defensor de la monarquía tradicional, la religión y las viejas costumbres.
- El liberalismo isabelino, partidario de una monarquía constitucional y de las reformas políticas y sociales.
Aunque la guerra se extendió por buena parte de España, tuvo especial intensidad en el País Vasco y Navarra, donde los carlistas contaron con un gran apoyo popular, sobre todo entre campesinos, artesanos y el clero, mientras que las ciudades como Bilbao, San Sebastián, Vitoria y Pamplona se mantuvieron fieles al bando liberal. En diciembre de 1833, los carlistas nombraron a Tomás Zumalacárregui jefe de su ejército. Este organizó un cuerpo de voluntarios disciplinado y eficaz, logrando importantes victorias al inicio del conflicto. Sin embargo, su muerte durante el sitio de Bilbao debilitó seriamente al movimiento carlista.
El Fin de la Guerra y el Tratado de Vergara
A partir de entonces, la guerra continuó sin que ninguno de los bandos lograra imponerse claramente. El conflicto se prolongó hasta 1839, año en que los carlistas, ya agotados y sin liderazgo fuerte, fueron derrotados, poniendo fin a una guerra civil que había enfrentado a dos concepciones distintas de España: la tradicional y absolutista frente a la liberal y reformista.
Entre 1833 y 1839 se desarrolló la Primera Guerra Carlista, que comenzó porque Fernando VII murió y su hija Isabel II iba a ser reina, pero su hermano Carlos María Isidro no lo aceptó debido a la Ley Sálica, que impedía que las mujeres heredaran el trono. Los liberales, apoyados por la burguesía y las clases medias, estaban con la Reina Regente María Cristina y querían un país moderno con libertad económica, separación de la Iglesia y un gobierno centralista. Por otro lado, los carlistas defendían el Antiguo Régimen, la religión y los Fueros, apoyando a Carlos, lo que convirtió la guerra en un enfrentamiento entre liberalismo y absolutismo.
Durante el conflicto, María Cristina intentó acercarse a los liberales con el Estatuto Real de 1834, que no les gustó, por lo que volvió a la Constitución de 1812, y luego se aprobó la Constitución de 1837. La muerte del general carlista Zumalacárregui desanimó a los carlistas, y finalmente, en 1839, los generales Maroto y Espartero firmaron el Tratado de Vergara, poniendo fin a la guerra en el norte; los carlistas aceptaban a Isabel II y se prometía respetar los Fueros.
La Cuestión Foral en el Siglo XIX
Los Fueros Vascos antes de 1839
A principios del siglo XIX, Euskal Herria estaba formada por el Reino de Navarra, las provincias de Gipuzkoa y Álava y el Señorío de Bizkaia, y cada uno tenía sus propias leyes llamadas fueros. Estos fueros eran costumbres antiguas que daban mucho autogobierno y funcionaban como un pacto con los reyes de Castilla: los vascos eran leales y el rey respetaba sus leyes. Las Juntas Generales y las Diputaciones Forales se encargaban de los impuestos, la administración y la defensa, y podían aplicar el pase foral si una ley del rey no les convenía.
Los fueros daban ventajas como:
- La hidalguía universal.
- La libertad de comercio.
- Exención de impuestos y del servicio militar.
- Reglas de herencia que protegían las propiedades.
Pero en realidad, todo estaba controlado por los jauntxos, los propietarios rurales ricos, y las ciudades tenían menos voz, lo que provocaba conflictos entre el campo y la burguesía urbana.
Adaptación y Limitación de los Fueros (1839-1876)
El intento de los gobiernos liberales por adaptar los fueros vascos al modelo constitucional centralista fue difícil por la fuerte defensa foral y su larga tradición. Tras la Primera Guerra Carlista, la Ley de 1839 ratificó los fueros, pero permitió su modificación.
La Ley de 25 de octubre de 1839
El texto que se comenta es la Ley de 25 de octubre de 1839, una fuente histórica primaria de carácter jurídico y político, y al ser una ley tiene carácter público. Fue creada por las Cortes, inspirada por el General Espartero y firmada por la Reina Regente María Cristina.
La ley está fechada en Madrid el 25 de octubre de 1839 y publicada al día siguiente en la Gaceta de Madrid. Su objetivo era aplicar lo acordado en el Tratado de Vergara tras la Primera Guerra Carlista, ratificando los Fueros de Bizkaia, Álava, Gipuzkoa y Navarra y adaptándolos al marco constitucional español.
Sin embargo, leyes y decretos posteriores modificaron los Fueros:
- En Navarra, la Ley Paccionada de 1841 abolió en la práctica los fueros, manteniendo solo la autonomía financiera. Ese mismo año, el Decreto de Espartero limitó los fueros de Bizkaia, Gipuzkoa y Álava, aunque conservaban exenciones fiscales y militares.
- En Bizkaia, Álava y Gipuzkoa se eliminó el pase foral y las Juntas Generales en 1841.
- En 1844 se restauraron las Juntas y Diputaciones Forales, pero sin el pase foral ni las aduanas, y bajo control del gobierno central.
- En Navarra se abolieron las Cortes y la Diputación Foral, dejando el autogobierno en manos de la Diputación Provincial.
Para los defensores de los Fueros, esto equivalió prácticamente a su eliminación, ya que pasaron a depender de las decisiones del Parlamento y del gobierno de Madrid.
La Ley de 21 de julio de 1876: Abolición Foral
A mediados del siglo XIX, el sentimiento a favor de los Fueros era muy fuerte en el País Vasco, reforzado por la religión y la cultura. Tras la Revolución de 1868, los carlistas lograron representación política y apoyaron a Carlos VII en la Tercera Guerra Carlista, creando un estado federal en Estella con diputaciones, tribunales y ejército propio.
Tras la derrota carlista, la Ley de 21 de julio de 1876, impulsada por Cánovas del Castillo, abolió los fueros y equiparó fiscal y militarmente a las tres provincias con el resto del Estado, manteniéndose en Navarra la Ley Paccionada. La sociedad vasca se dividió entre quienes aceptaban negociar la aplicación de la ley y quienes la rechazaban. El Gobierno respondió con represión e intervención foral, sustituyendo las Diputaciones Forales por Provinciales.
Comentario de la Ley de 1876
El texto corresponde a la Ley del 21 de julio de 1876, que abolió los Fueros de Bizkaia, Gipuzkoa y Álava tras la Tercera Guerra Carlista. Es una fuente primaria jurídica y política, redactada por las Cortes de la Restauración, firmada por Antonio Cánovas del Castillo y sancionada por Alfonso XII.
De carácter público y alcance nacional, afecta especialmente a las provincias vascas, que pierden sus privilegios forales. Fue sancionada el 21 de julio y publicada el 25 en la Gaceta de Madrid. Su objetivo fue eliminar las exenciones fiscales y militares del régimen foral para igualar estas provincias al resto del Estado y reforzar la unidad nacional.
El Sistema de Conciertos Económicos (1878)
Ante la resistencia de las diputaciones, Cánovas del Castillo negoció en 1878 el Concierto Económico. Finalmente, en 1878, el Decreto de los Conciertos Económicos permitió a las provincias vascas negociar el “cupo“, conservar la recaudación de impuestos y mantener cierta autonomía fiscal y administrativa.
Este sistema favoreció la industrialización y fortaleció el poder de las Diputaciones y la burguesía, que se benefició con impuestos indirectos más altos y directos más bajos. Los Conciertos se renovaron en 1878, 1887, 1894, 1906 y 1925. Aunque Franco suprimió los conciertos en 1937 en Bizkaia y Gipuzkoa, manteniéndolos solo en Álava y Navarra, en 1981 se aprobó un nuevo Concierto Económico.