Historia de España: De la Invasión Napoleónica a la Independencia Americana (1808-1833)

La Guerra de la Independencia Española (1808-1814)

Antecedentes y Causas del Conflicto

El reinado de Carlos IV estuvo marcado por la influencia de la Revolución Francesa. Su ministro, Floridablanca, intentó evitar cualquier “contagio” revolucionario. Posteriormente, Carlos IV nombró ministro a Manuel Godoy, una figura clave de este periodo.

España participó en la Guerra de la Convención contra la Francia revolucionaria. Tras esta, firmó la Paz de Basilea, lo que supuso la pérdida de Santo Domingo y la vuelta a la tradicional alianza con Francia contra Inglaterra. Esta alianza se selló en el Tratado de San Ildefonso.

El ascenso de Napoleón Bonaparte llevó a una creciente dependencia de Francia y al inevitable enfrentamiento con Inglaterra. Los españoles fueron derrotados en la Batalla de Trafalgar (1805), un desastre naval que mermó la flota española.

A pesar de los resultados negativos de la alianza con Francia, Godoy firmó con Napoleón el Tratado de Fontainebleau (1807). Este tratado permitía a las tropas francesas pasar por España para invadir Portugal, aliado de Inglaterra.

La derrota de Trafalgar, la profunda crisis económica y el creciente déficit del Estado generaron un gran descontento popular. Esto cristalizó en la formación de un grupo de oposición en torno al Príncipe de Asturias, el futuro Fernando VII, con el objetivo de acabar con Godoy y, en última instancia, con el propio rey Carlos IV.

Bandos en Conflicto y Fases de la Guerra

La entrada de tropas napoleónicas, inicialmente para invadir Portugal, se había convertido en una ocupación de facto del territorio español. El 19 de marzo de 1808 estalló el Motín de Aranjuez, un levantamiento popular que precipitó la caída de Godoy y obligó a Carlos IV a abdicar en favor de su hijo Fernando VII.

Paralelamente, y tras las Abdicaciones de Bayona, donde los Borbones cedieron sus derechos a Napoleón, comenzó el reinado de José Bonaparte, hermano de Napoleón. José I publicó el Estatuto de Bayona, una Carta Otorgada que pretendía modernizar el país bajo influencia francesa.

Sin embargo, el 2 de mayo de 1808 se inició una insurrección en Madrid, que marcó el comienzo de la Guerra de la Independencia (1808-1814). Este conflicto enfrentó al pueblo español (apoyado por Gran Bretaña) contra el ejército francés y los afrancesados (españoles que apoyaban a José I).

Ante el vacío de poder, se formaron las Juntas Provinciales (en nombre del rey Fernando VII), que se unieron para formar la Junta Central Suprema, asumiendo la soberanía nacional y dirigiendo la resistencia.

La guerra se desarrolló en tres etapas principales:

  1. Primera fase (1808): Las tropas españolas consiguieron algún triunfo significativo, como la Victoria de Bailén, que obligó a José I a abandonar Madrid temporalmente.
  2. Segunda fase (1808-1812): Napoleón intervino personalmente, ocupando casi toda la Península Ibérica. Durante este periodo, se inició la Guerra de Guerrillas, una forma de resistencia popular que desgastó enormemente al ejército francés.
  3. Tercera fase (1812-1814): Con la retirada de tropas francesas para la campaña de Rusia, las fuerzas anglo-españolas, lideradas por el Duque de Wellington, lograron importantes victorias. Finalmente, se firmó el Tratado de Valençay, que puso fin a la guerra y supuso el retorno de Fernando VII al trono.

Consecuencias de la Guerra de la Independencia

Entre las principales consecuencias de la guerra destacan:

  • El atraso de la Revolución Industrial en España.
  • El agravamiento de la crisis financiera del Estado.
  • El incremento de la influencia política de la nobleza y el clero.
  • El desarrollo de una conciencia política popular y el surgimiento del liberalismo.
  • El inicio del proceso de independencia de las colonias americanas.

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

La convocatoria de las Cortes se llevó a cabo en un contexto de guerra, mientras gran parte de la sociedad española se enfrentaba a los franceses y, al mismo tiempo, los ilustrados pretendían implantar las ideas francesas para realizar una revolución burguesa.

La gran oportunidad llegó cuando las derrotas militares desacreditaron a la Junta Central, lo que dio paso a una regencia colectiva. La idea de convocar Cortes Generales para reorganizar la vida pública y llenar el vacío de poder ya había sido debatida en la Junta Central, pero la regencia no se decidió a convocarlas hasta que llegó a Cádiz la noticia del establecimiento de poderes locales en distintas ciudades americanas que ponían en peligro el Imperio español.

Las Cortes inauguraron sus reuniones en septiembre de 1810, con el juramento de los diputados de defender la nación. Un conjunto de decretos y la Constitución de 1812 manifestaron su deseo de transformación del país mediante reformas para convertir España en una monarquía liberal y parlamentaria.

Composición y Tendencias Políticas en Cádiz

La composición social de las Cortes estaba formada principalmente por clases medias con formación intelectual, procedentes de ciudades tomadas por José I, así como por clérigos y nobles de ideas reformistas.

En la cámara gaditana se distinguieron tres tendencias políticas principales:

  • Los liberales, partidarios de reformas revolucionarias que implicaban un cambio radical del sistema político y social.
  • Los ilustrados (o jovellanistas), partidarios de reformas moderadas sin cambiar el sistema absolutista en su esencia, buscando un equilibrio entre tradición y modernidad.
  • Los absolutistas, que pretendían mantener el viejo orden monárquico y el Antiguo Régimen sin apenas cambios.

Las Cortes, al declararse Asamblea Constituyente y asumir la soberanía nacional, pusieron en marcha la revolución liberal. Aprobaron una serie de decretos para abolir el Antiguo Régimen, entre ellos el decreto de la libertad de imprenta. Fueron abolidos los señoríos jurisdiccionales, los gremios y la Inquisición. Se decretó la venta pública en subasta de las tierras comunales y se abordó la reorganización política y administrativa del territorio en provincias.

La Constitución de 1812: “La Pepa”

La Constitución de 1812, conocida popularmente como “La Pepa”, fue la primera Constitución española. Se elaboró el 19 de marzo de 1812 por unas Cortes Constituyentes donde se proclamó la soberanía nacional.

Sus principales características fueron:

  • Las Cortes tendrían una sola cámara, elegida por sufragio universal masculino indirecto. Para ser diputado se requería la condición de propietario.
  • Los diputados representaban a la nación, lo que suponía la eliminación de toda otra representación estamental o territorial, careciendo de sentido en una España dividida en provincias y municipios.
  • De esta forma, la Constitución daba un nuevo paso en el proceso de centralización política y administrativa.
  • Los ciudadanos reconocían a Fernando VII como rey de España, pero no como rey absoluto, sino constitucional, limitando su poder.
  • Su idea de nación quedó plasmada en el diseño de un Estado unitario que afirmaba los derechos de los españoles por encima de los históricos de cada reino.
  • Con su afirmación de los derechos individuales y colectivos, sentaba los fundamentos para acabar con un modelo de sociedad de privilegios.
  • Con el fin de conseguir la igualdad de los ciudadanos, la Constitución fijaba una burocracia centralizada, una fiscalidad común, un ejército nacional y un mercado libre de aduanas interiores.
  • Además, se definía como un Estado confesional, reconociendo la religión católica como la única de la nación.

La Constitución de 1812 no tuvo vigencia real en España a causa de la guerra, y Fernando VII la abolió en 1814. Solo tuvo vigencia durante el Trienio Liberal (1820-1823) y unos meses en 1836, pero permanece viva en el recuerdo como símbolo del deseo de libertad y un referente para el liberalismo español.

El Reinado de Fernando VII: Liberalismo vs. Absolutismo y la Independencia Americana

El Retorno al Absolutismo: Sexenio Absolutista (1814-1820)

Tras el Tratado de Valençay, firmado entre Napoleón y Fernando VII, este último retornó a España. A su llegada, entró en contacto con un grupo de diputados absolutistas que le presentaron el llamado Manifiesto de los Persas, donde se defendía la monarquía absoluta y se pedía la derogación de las Cortes de Cádiz y toda su obra legislativa.

Durante el Sexenio Absolutista (1814-1820), el rey restauró el Antiguo Régimen, lo que supuso la vuelta al sistema fiscal anterior y la bancarrota del Estado. Desde la vuelta de Fernando VII, muchos militares se opusieron a su régimen y realizaron pronunciamientos para restablecer las leyes de Cádiz, a menudo con la ayuda de la masonería.

El Trienio Constitucional (1820-1823)

Finalmente, el comandante Rafael del Riego logró obligar a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812, lo que dio comienzo al Trienio Constitucional (1820-1823). Durante este periodo, se tomaron medidas liberales como la eliminación de la Inquisición, la adopción del sistema fiscal aprobado en Cádiz y la supresión de los señoríos.

La aplicación de las reformas provocó una división entre los liberales:

  • Los moderados (o doceañistas) querían implantar un sufragio limitado y una cámara alta en las Cortes, buscando un liberalismo más conservador.
  • Los exaltados (o veinteañistas) defendían el sufragio universal y unas Cortes de una sola cámara, abogando por un liberalismo más radical.

Esta etapa terminó con el acuerdo del Congreso de Verona (22 de noviembre de 1822), que permitió la entrada en España de un ejército francés, los Cien Mil Hijos de San Luis, con el fin de restablecer a Fernando VII en el trono absoluto. El rey invalidó toda la legislación del Trienio y puso fin a este segundo intento de revolución liberal.

La Década Ominosa (1823-1833) y la Cuestión Sucesoria

Así comenzó la Década Ominosa (1823-1833), un periodo de represión absolutista. Durante esta década, se creó el Consejo de Ministros, un órgano de consulta del monarca en quien descansaba el poder ejecutivo. Se iniciaron algunas transformaciones impulsadas por los gobiernos de Fernando VII, que animaron la iniciativa privada y vieron la apertura de la Bolsa de Madrid.

El sector reformista del Gobierno forzó el matrimonio entre Fernando VII y María Cristina de Borbón para asegurarse la sucesión al trono. Tuvieron una hija llamada Isabel, y el rey hizo publicar una Pragmática Sanción que establecía la sucesión tradicional de la monarquía, permitiendo reinar a las mujeres. Esto excluía del trono a Carlos María Isidro (hermano del rey y absolutista) y significaba un triunfo para los moderados y liberales encubiertos en la Corte que apoyaban a la reina.

Los partidarios de Carlos, aprovechando la grave enfermedad del rey, obtuvieron un nuevo documento en el que se derogaba la Pragmática Sanción. Pero, una vez recuperado Fernando VII, confirmó los derechos sucesorios de su hija Isabel y nombró a Cea Bermúdez jefe de Gobierno.

En septiembre de 1833, murió Fernando VII y María Cristina heredó la corona en nombre de su hija Isabel. Carlos María Isidro no aceptó esta decisión y se puso al frente de los carlistas, dando inicio a las Guerras Carlistas, un conflicto dinástico y político que marcaría gran parte del siglo XIX español.

El Proceso de Independencia de las Colonias Americanas

En el siglo XIX, coincidiendo con la crisis del Antiguo Régimen y los intentos de revolución liberal en España, se desarrolló el proceso de independencia de los territorios españoles en América, que se inició con el intento de invadir el territorio de la actual Venezuela por un militar criollo.

Con la abdicación de Fernando VII y su sustitución por José Bonaparte, los españoles americanos se organizaron en Juntas locales, siguiendo el ejemplo peninsular, pero con un creciente deseo de autonomía.

La lucha por la independencia desembocó en una guerra civil entre los partidarios de la secesión y los fieles a la metrópoli. Concluida la guerra hispano-francesa, Fernando VII envió un ejército que logró pacificar algunos territorios, pero no consiguió evitar la independencia de Argentina.

Los triunfos de los libertadores como Simón Bolívar en Colombia y José de San Martín en Chile y Perú fueron decisivos. Los rebeldes siguieron avanzando y se perdieron la mayoría de los territorios americanos, excepto Cuba y Puerto Rico. En México, el miedo a una revolución social los mantuvo fieles a la metrópoli por más tiempo, aunque finalmente también lograría su independencia.