España a Través del Tiempo: De las Civilizaciones Antiguas al Régimen Franquista

Pueblos Prerromanos y Romanización de Hispania

Pueblos Prerromanos

Tartessos (VIII-VI a.C.) se ubicaba en Andalucía occidental. Su economía se basaba en la minería, en la ganadería, en la metalurgia del bronce y en el comercio con fenicios y griegos. Los íberos se asentaron en el sur de la Península y en la costa mediterránea. Su economía se sustentaba en la agricultura, la ganadería y el comercio, llegando a acuñar moneda. La sociedad era tribal, muy jerarquizada y gobernada por monarquías. Desarrollaron la escritura y esculturas como la Dama de Elche y la Dama de Baza. Los celtas procedían del centro de Europa, y ocuparon la Meseta Norte y el noroeste de la Península. Aportaron el uso del hierro, se asentaron en poblados llamados castros y su principal actividad era la ganadería. Los celtíberos se asentaron en el centro peninsular. Los fenicios proceden del Mediterráneo Oriental (actual Líbano). Se asientan en colonias como Gadir (Cádiz), Malaka (Málaga), Sexi (Almuñécar) o Abdera (Adra). Aportaron el torno del alfarero, la escritura y el culto a Melqart. Los griegos fundan Emporion (Ampurias) y Rhode (Rosas). Desarrollan una economía comercial. Los cartagineses entraron en conflicto con Roma. En España fundan Ebusus (Ibiza) y Cartago Nova (Cartagena). Sus más importantes caudillos fueron Amílcar, Asdrúbal y Aníbal.

La Conquista y Romanización de Hispania

La primera fase de la conquista romana (218-197 a. C.) se desarrolló durante la segunda guerra púnica contra los cartagineses de Aníbal. Las guerras celtíbero-lusitanas suponen la segunda fase (155-133 a. C.) y perduraron a través de mitos como el de Viriato o la resistencia de Numancia. Las guerras cántabro-astures (29-19 a.C.), dirigidas por el emperador Augusto, culminaron la conquista romana de la Península. Tras la conquista, la provincia de Hispania fue dividida en tres territorios: la Tarraconense, con capital en Tarraco (Tarragona); la Lusitania, con capital en Emérita Augusta (Mérida); y la Bética, con capital en Corduba (Córdoba). Por romanización se entiende la asimilación de la cultura y las formas de vida romanas por parte de los pueblos conquistados. Se llevó a cabo a través de la extensión de la vida urbana, la influencia del ejército, la fundación de colonias y la concesión de la ciudadanía romana. El latín se impuso sobre las lenguas indígenas. En el arte, destacaron los acueductos como el de Segovia o el de los Milagros en Mérida; los teatros como los de Mérida o Cartagena; y puentes como el de Alcántara en Cáceres. El derecho romano regulaba las relaciones privadas y la administración pública. Por último, durante el Alto Imperio se extendió el cristianismo.

El Reino Visigodo de Toledo

Asentamiento y Organización Política

Los visigodos llegaron a un pacto con Roma, por el que se les concedió tierras en el sur de la Galia (Francia) y en Hispania a cambio de expulsar a los suevos, vándalos y alanos. En un principio se asentaron en Toulouse, hasta que la derrota en Vouillé (507) frente a los francos les obligó a asentarse en la Península, estableciendo su capital en Toledo. La monarquía visigoda era electiva. Para el gobierno el rey se servía del Aula Regia y del Officium Palatinum. Los visigodos pusieron a la cabeza de cada provincia a un gobernador o duque. Posteriormente, dividieron las provincias en condados.

Unificación Religiosa y Jurídica

El rey Recaredo se convirtió al catolicismo en el Tercer Concilio de Toledo (589). A partir de ese momento, los Concilios de Toledo tuvieron carácter de asamblea legislativa. Recesvinto recopiló toda la legislación en el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo. Los únicos que quedaron discriminados fueron los judíos. Al final de la monarquía visigoda surgieron guerras por la sucesión al trono, lo que provocó la irrupción musulmana en el año 711.

Al-Ándalus: Evolución Política y Cultural

La Conquista Musulmana y el Emirato Dependiente

Aprovechando la guerra civil entre los seguidores del rey visigodo Witiza y de don Rodrigo, los musulmanes del norte de África apoyaron el bando witizano. Tariq venció al ejército de don Rodrigo en la batalla de Guadalete (711), lo que puso fin a la monarquía visigoda. Más tarde, Musa cruzó el estrecho, se unió a las tropas de Tariq y se consumó la conquista de la Península. El período del emirato dependiente (714-756) fue una fase de inestabilidad política y de enfrentamientos entre los árabes y los bereberes. Los avances de los musulmanes cesaron en la batalla de Covadonga (722) y la batalla de Poitiers (732).

El Emirato Independiente y el Califato de Córdoba

En la etapa del emirato independiente (756-929), Abd-al-Rahman I, un Omeya que había huido de la matanza de su familia por los Abbasíes de Damasco, consiguió llegar a la Península y se proclamó emir independiente, aunque en el terreno religioso seguía dependiendo del califa de Bagdad. Durante el período del califato de Córdoba (929-1031) Abd-Al-Rahman III se autoproclamó califa y se independizó definitivamente del califato de Bagdad. Asimismo, fue la época de máximo esplendor cultural y artístico de Al-Ándalus. En el terreno militar, la figura más destacada fue Almanzor, quien ejerció el poder bajo una dictadura. Muerto Almanzor, las luchas políticas provocaron la desintegración del califato en los reinos de taifas.

Los Reinos de Taifas y las Invasiones Norteafricanas

La falta de autoridad, el creciente poder del ejército, las tendencias revolucionarias del pueblo y las divisiones étnicas provocaron la caída del Califato en 1031 y la división de Al-Ándalus en los reinos de taifas. La época de los reinos de taifas fue un periodo de crisis política y militar, pero de gran brillantez cultural. Los reyes cristianos ayudaban a las taifas en sus enfrentamientos a cambio de recibir parias (tributos). El Imperio almorávide (1086-1146), en el norte de África, fue llamado por los reyes taifas tras la toma de Toledo por los cristianos (1085), y venció a Alfonso VI en Sagrajas (Badajoz). La decadencia del Imperio almorávide llegó pronto y desembocó en la aparición de una segunda etapa de reinos de taifas. El Imperio almohade (1170-1212) acudió llamado por los reinos de taifas. Tras iniciales victorias (Alarcos, 1195), fueron derrotados por una coalición de los reinos cristianos (Castilla, Aragón y Navarra) en la batalla de las Navas de Tolosa (1212). La pérdida de poder de los almohades supuso una nueva fragmentación de Al-Ándalus en unas terceras taifas, que fueron sometidas a lo largo del s. XIII por los reyes de Castilla y de Aragón. El reino nazarí de Granada (1246-1492) mantuvo su independencia gracias al vasallaje frente a Castilla, la ausencia de tensiones religiosas y la llegada masiva de andalusíes. Durante el siglo XV conoció su máximo esplendor con Yusuf I y Muhammad V.

Los Reinos Cristianos Medievales y la Reconquista

Formación y Expansión de los Reinos Cristianos

En Asturias, la escaramuza que se produjo en 722 en Covadonga, con Pelayo como líder cristiano, permitió la retirada de los musulmanes. Alfonso II sitúa la corte en Oviedo. Alfonso III (866-910) extendió el reino y trasladó la capital a León. En el siglo X, el conde Fernán González consigue la independencia del condado de Castilla. En Navarra, la familia de los Jimeno inicia una dinastía que culmina con Sancho III el Mayor (1030). En Aragón se establece la dinastía de los Galíndez. Los condados catalanes forman parte de la Marca Hispánica de Carlomagno. En el 865 Wifredo el Velloso se convertirá en el primer conde de Barcelona. Borrell II (s. X) consiguió independizarse de los carolingios. Entre los siglos VIII-X los avances cristianos se limitaron a la ocupación de la cuenca del Duero. Entre el siglo XI y la primera mitad del XII los cristianos avanzaron hacia el Tajo. En 1085 Alfonso VI, rey de Castilla y León, conquistó Toledo. Los reinos de taifas llamaron a los almorávides, que vencieron a los cristianos en Sagrajas (1086). A mediados del siglo XII los cristianos alcanzaron el valle del Ebro con la conquista de Zaragoza (1118). En el siglo XIII, tras las victorias de los almohades en Alarcos (1195), los cristianos vencen a los musulmanes en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) y, más tarde, Fernando III ocupa el valle del Guadalquivir. En Aragón, Jaime I el Conquistador conquista las islas Baleares y Valencia.

Sistemas de Repoblación

En la Alta Edad Media (siglos VIII al X) se repobló el valle del Duero por el sistema de presura (Castilla) y aprisio (Aragón y Cataluña). En la Plena Edad Media (XI-XIII) predomina el sistema de concejos, con la concesión de fueros o cartas puebla (Salamanca, Segovia o Sepúlveda). En el sur, el Sistema Ibérico y Levante se repobló mediante maestrazgos concedidos a las Órdenes Militares y el sistema de repartimientos y donadíos de tierras entre la nobleza.

Organización Política y Social de los Reinos Cristianos

La Monarquía y las Cortes

En las monarquías medievales el rey ocupaba la cima del poder feudal y no tenían una capital fija. A partir del siglo XIII surgieron las Cortes, que discutían y votaban las peticiones económicas del rey. En Castilla, el principal órgano municipal era el concejo, gobernado por los regidores y, desde finales del siglo XIV, por los corregidores. En Aragón, el gobierno de los municipios lo desempeñaba un justicia o alcalde. En Cataluña, el municipio era gobernado por los magistrados locales y los consellers. Los reyes cristianos crearon una monarquía autoritaria con la aparición de la Audiencia de Valladolid en 1442, una Hacienda pública, el Consejo Real, un ejército permanente y la figura del corregidor para el gobierno de los municipios.

El Régimen Señorial

El régimen señorial se basaba en los señoríos o territorios concedidos por el rey a un particular o a un colectivo. En los comienzos de la Reconquista apareció el primer tipo de señoríos, los llamados solariegos, que a partir del siglo XII se convirtieron en señoríos jurisdiccionales, cuyo señor asumió las funciones del rey, con lo que el régimen señorial limitó la autoridad de la Corona.

La Sociedad Estamental

La sociedad de los reinos cristianos era una sociedad estamental. Nobleza y clero son los privilegiados, con exención de impuestos y leyes propias. El pueblo llano son los campesinos, artesanos y pequeños burgueses, los cuales pagaban impuestos y no tenían privilegios. Los judíos y mudéjares (musulmanes en territorio cristiano) son grupos menos integrados, pero conviven con los cristianos. Los siervos, campesinos o domésticos, podían serlo por deudas o capturados en guerras, y pueden ser vendidos o liberados.

Instituciones de la Corona de Aragón y Navarra

Las Cortes de Castilla reunían a la nobleza, el clero y de las ciudades. Estas Cortes aprobaban los impuestos, pero no las leyes. La Corona de Aragón se compone de los reinos de Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares. Sus características son el pactismo y la diversidad territorial. Las instituciones más importantes de la Corona de Aragón son: el Consejo Real, la Hacienda Real, la Real Audiencia y las Cortes Generales. Pero cada reino tiene sus cortes particulares. A mediados del s. XIV aparece en Cataluña la Diputación General o Generalitat. Un cargo específico del reino de Aragón fue el Justicia de Aragón, cuya función era la defensa de los fueros de Aragón. Los municipios estaban gobernados por un delegado, unos magistrados (consellers en Cataluña) y una asamblea. En Navarra, las instituciones estaban compuestas por un Consejo Real, unas Cortes y la Diputación de los Tres Estados.

La Guerra Civil Española (1936-1939)

Orígenes y Estallido del Conflicto

Las elecciones de febrero de 1936 dieron la victoria al Frente Popular; desde entonces, una facción del Ejército empezó a conspirar contra el Gobierno. Ya en 1933 se había formado una asociación de militares conservadores y golpistas, la Unión Militar Española (UME), a la que pertenecía Emilio Mola, el general que dirigió el golpe a través de instrucciones reservadas. Los militares contaron con la colaboración y la financiación de una trama civil compuesta por diversos grupos ideológicos que querían acabar con el Gobierno del Frente Popular. En el verano de 1936 ya estaba todo preparado para el golpe, sobre todo tras el asesinato del dirigente derechista Calvo Sotelo. Así, el alzamiento militar contra la República, previsto para el 18 de julio, se inició en Melilla el 17 de julio. El general Franco, tras declarar el estado de guerra en Canarias, se trasladó al Protectorado de Marruecos para ponerse al mando del Ejército de África.

La División del País y los Bandos Enfrentados

Entre el 18 y el 28 de julio el alzamiento militar se extendió al resto de España. Triunfó en parte de Andalucía, donde el general Queipo de Llano se hizo con el poder en Sevilla. El general Mola ocupó Navarra. La rebelión militar también se hizo con el poder en Aragón, Castilla y León, La Rioja, Galicia, Canarias, Mallorca y parte de Extremadura. Sin embargo, en las grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, y en las zonas industriales de Asturias, País Vasco y Cataluña se abortó la sublevación militar. Así, el país quedó dividido en dos zonas enfrentadas. Las primeras medidas del gobierno republicano para contrarrestar la rebelión militar fueron confusas. La desmovilización de los soldados y la distribución de armas a los miembros de las milicias desarticularon al Ejército republicano, además de propiciar una situación revolucionaria que sumió a muchos territorios en el caos. A finales de julio de 1936 la sublevación había derivado en una Guerra Civil, que dividió al país en dos bandos. Los sublevados, que se autodenominaron “nacionales”, justificaron su levantamiento como el único medio para restablecer el orden y exterminar a los “enemigos de la patria”. Contaron con el apoyo de la oligarquía, las clases medias católicas, la CEDA, los falangistas, los carlistas y la Iglesia católica. Por su parte, los republicanos defendían la legitimidad de la República y de la democracia frente al fascismo. No obstante, dentro de este bando existían diferencias ideológicas entre el republicanismo y los sectores revolucionarios.

Intervención Extranjera y Contexto Internacional

La Guerra Civil estalló en un momento de tensión entre las democracias europeas (Francia y Reino Unido) y los totalitarismos (fascismo y nazismo). La reacción inicial francesa de apoyar a la República contó con la oposición del Reino Unido, temeroso de que el conflicto español acabara con la política de apaciguamiento frente a la Alemania nazi. Ante esta situación, Francia y Reino Unido impulsaron la política de no intervención, lo que provocó la firma del Acuerdo de No Intervención entre las principales potencias europeas, incluidas Alemania e Italia. Más tarde se constituyó el Comité de No Intervención. Pero este acuerdo fue una farsa, pues Alemania e Italia no lo respetaron en ningún momento. La República solo pudo contar con el apoyo y la ayuda militar de la URSS de Stalin, tanto en material bélico, técnico y de asistencia política. Asimismo, de la intervención extranjera a favor de la República sobresalen las Brigadas Internacionales, formadas por voluntarios extranjeros, solidarios con la República en su lucha contra el fascismo. Además, la República financió la guerra con las reservas de oro del Banco de España. Razones políticas y estratégicas impulsaron a Hitler y a Mussolini a ayudar a los sublevados. Alemania envió unidades de carros de combate y aviación organizada en la llamada Legión Cóndor. La aportación de Mussolini fue más numerosa en soldados y material bélico. La ayuda militar nazi y fascista fue regular y decisiva para la victoria de los “nacionales”. Además, los sublevados contaron con la ayuda financiera de multinacionales angloamericanas, que les suministraron petróleo y material de transporte.

Fases Militares de la Guerra

Ofensiva sobre Madrid y el Frente Norte (1936-1937)

Al comienzo de la Guerra Civil (1936-1939), el principal objetivo de los militares rebeldes era una rápida conquista de Madrid. Mola inició las operaciones, pero el avance quedó detenido en Guadarrama. El mando recayó en el Ejército de África, dirigido por el general Franco. Una columna de sublevados, conducida por el general Yagüe, inició una rápida marcha sobre Madrid y tomó Badajoz, llevando a cabo una dura represión. Franco decidió aplazar la conquista de Madrid y liberar el Alcázar de Toledo del asedio republicano. Su éxito supuso un triunfo político y propagandístico para Franco, que ordenó la ofensiva sobre Madrid (1936-1937). El gobierno republicano abandonó la capital y se trasladó a Valencia, confiando la resistencia a la Junta de Defensa de Madrid, dirigida por los generales republicanos Miaja y Vicente Rojo. El pueblo de Madrid resistió al grito de “¡No pasarán!”. La batalla de Madrid se prolongó con la batalla del Jarama y la derrota sublevada en la batalla de Guadalajara, lo que obligó a Franco a abandonar la toma de Madrid. Al mismo tiempo, los sublevados ocuparon Málaga. Franco inició una guerra de desgaste y se dirigió contra el norte industrial (1937). La ofensiva sobre Vizcaya fue dirigida por Mola. Con el fin de desmoralizar a la resistencia republicana, aviones nazis de la Legión Cóndor lanzaron bombas sobre Durango y Guernica. Más tarde cayó Bilbao y fue ocupado la totalidad del País Vasco. Sin embargo, para detener la ofensiva sublevada contra el norte, los republicanos prepararon las ofensivas de Brunete, al norte de Madrid, y Belchite, en Zaragoza, aunque ambas fracasaron y no impidieron que los franquistas controlaran todo el norte peninsular.

La Batalla de Teruel y el Ebro (1937-1938)

Para evitar el avance sublevado hacia Madrid, el Ejército republicano llevó a cabo una nueva ofensiva en Teruel. La batalla de Teruel (1937) terminó con la victoria del bando franquista, lo que permitió que los sublevados avanzaran rápidamente y alcanzaran el Mediterráneo, aislando Cataluña. De nuevo, para limitar la presión de los franquistas sobre Cataluña, la República realizó una última ofensiva en la batalla del Ebro (1938), la más sangrienta de la guerra. Fue una batalla de desgaste que dio la victoria a los sublevados y agotó al Ejército republicano.

Evolución Política en el Bando Republicano

En cuanto a la evolución política en el bando republicano, nada más producirse la sublevación militar el gobierno vivió una situación caótica. Fracasado el intento de negociación con los militares sublevados, la República decidió repartir armas a los militantes de las organizaciones obreras. Desde ese momento, y hasta 1937, se desató una revolución social liderada por el sector radical de la izquierda, con colectivizaciones y ejecuciones incontroladas de miembros del clero y de los sectores derechistas. En 1937, Largo Caballero formó un gobierno de coalición cuyos objetivos fueron reconstruir el Estado republicano, frenar la revolución social, formar un ejército regular con un mando centralizado y restablecer el orden público. Sin embargo, las tensiones aumentaron entre socialistas, comunistas y anarquistas, ya que estos últimos no estaban dispuestos a renunciar a la revolución social y centrarse solo en la guerra. Los sucesos de mayo de 1937 en Barcelona desencadenaron un enfrentamiento violento entre socialistas, comunistas y anarquistas. Tras varios días de combate, el gobierno controló la ciudad, aunque estos hechos precipitaron la caída de Largo Caballero. A Largo Caballero le sucedió el socialista Juan Negrín. La acumulación de poder político del Partido Comunista de España (PCE) provocó tensiones en el gobierno republicano. Sin embargo, se consiguió acabar con la etapa revolucionaria, aunque surgió una división entre los partidarios de negociar la paz con Franco (Azaña) y los de resistir a ultranza hasta el estallido de una guerra mundial en Europa, como Negrín, quien expuso su programa en los llamados “Trece puntos”. No obstante, tras la caída de Cataluña en 1939, se produjo el reconocimiento del gobierno de Franco por Francia e Inglaterra. Solo Negrín y los comunistas defendían la necesidad de resistir hasta el final.

Evolución Política en el Bando Sublevado

En el bando sublevado, el ejército fue el pilar fundamental en la formación de un nuevo Estado. Al inicio de la guerra, se constituyó en Burgos una Junta de Defensa Nacional, la cual proclamó el estado de guerra y estableció un régimen autoritario, con la aplicación de una planificada, selectiva y brutal represión para sembrar el terror. El paso siguiente fue establecer un mando unificado, cuyo mejor candidato fue el general Franco, sobre todo tras su heroica liberación del Alcázar de Toledo. En 1936 fue nombrado “Generalísimo” y jefe de gobierno, concentrando en sus manos todo el poder. A partir de ese momento adoptó el título de caudillo, inició una dictadura personal y unificó todas las derechas sublevadas bajo un partido único, Falange Española Tradicionalista y de las JONS, que adoptó la ideología fascista. Desde el principio, la dictadura de Franco llevó a cabo el desmantelamiento de toda la obra de la II República.

Fin de la Guerra Civil y Consecuencias

En 1939, Barcelona fue ocupada por los franquistas y cayó toda Cataluña. En Madrid, el coronel Casado dio un golpe de Estado, acabó con el gobierno de Negrín e intentó la negociación de la paz con Franco, pero este exigió una rendición incondicional. A finales de marzo, los ejércitos franquistas entraban en Madrid sin resistencia, y el 1 de abril de 1939 Franco firmó su último parte de guerra. La Guerra Civil había terminado. Las consecuencias humanas de la guerra aún despiertan controversias, aunque se acepta la cifra de entre 500.000 y 600.000 muertos. Otra de las consecuencias fue el exilio republicano. Además, la Guerra Civil provocó la destrucción de parte del tejido industrial, la producción descendió, la agricultura se estancó, la Hacienda Pública estaba arruinada y aumentó la inflación. Se iniciaban los duros años de la posguerra franquista.

La Dictadura Franquista (1939-1975)

Instauración y Consolidación del Régimen

El Nuevo Estado y la Concentración de Poder

Franco fue un dictador que concentró en sus manos un poder ilimitado del que solo respondía “ante Dios y ante la historia”. Así, el franquismo no fue una dictadura de partido, sino que Franco ejerció el poder en solitario y la fidelidad al líder fue un elemento fundamental para mantener el equilibrio entre las distintas familias políticas que apoyaron al régimen.

Pilares Institucionales y Familias del Régimen

En la instauración y consolidación del régimen colaboraron tres instituciones. El Ejército constituyó la columna vertebral del régimen y sus miembros gozaron de privilegios. La Falange fue una institución fundamental para la formación del régimen y el control de la sociedad, aunque perdió poder político tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. Por último, la Iglesia se identificó con el nuevo régimen y colaboró con su política. Franco la favoreció dejando en sus manos la educación y el control religioso y moral de la sociedad. De la alianza entre el franquismo y el catolicismo nació el nacionalcatolicismo. Las instituciones, asociaciones o corporaciones que se levantaron contra la República constituyeron las “familias del régimen”. Las que tuvieron mayor protagonismo fueron los militares y los falangistas. A su vez, los católicos de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas y del Opus Dei ocuparon puestos en educación y economía. Estos grupos defendían una ideología conservadora y nacionalista, basada en el anticomunismo, el antiparlamentarismo y el catolicismo.

Evolución Política del Franquismo

La Posguerra y la Autarquía (1939-1959)

El franquismo evolucionó a lo largo del tiempo. En la época de la posguerra (1939-1959) se institucionalizó y consolidó a través de la Ley del Fuero del Trabajo (1938), la Ley Constitutiva de las Cortes (1942), el Fuero de los Españoles (1945), la Ley de Referéndum Nacional (1945) y la Ley de Sucesión de la Jefatura del Estado (1946), que configuraron una democracia “orgánica” en torno a las “familias”, el municipio y los sindicatos verticales de tipo fascista. Fue una etapa de represión y de inmovilismo político.

El Desarrollismo Económico (1959-1970)

En la etapa del “desarrollismo” económico (1959-1970), el régimen alcanzó una gran expansión económica gracias a la progresiva liberalización de la economía, la emigración, el turismo, la inversión extranjera y el desarrollo industrial, aunque esta expansión provocó graves desigualdades sociales. El régimen realizó tímidas políticas aperturistas que no lograron cambiar la dictadura, aunque facilitaron la movilización social.

La Etapa Final y el Fin de la Dictadura (1970-1975)

En la etapa final del franquismo (1970-1975), la dictadura no pudo contener la oposición social y política contra el régimen. El atentado de ETA contra Carrero Blanco (1973), jefe del gobierno, precipitó la caída de la dictadura. En 1975 fallecía Franco y se iniciaba la Transición hacia la democracia.

Política Exterior del Franquismo

Neutralidad y Acercamiento al Eje (1939-1945)

En cuanto a la política exterior durante el franquismo, nada más iniciarse la Segunda Guerra Mundial España se declaró neutral, aunque el régimen mostró interés por integrarse en el bloque de las potencias fascistas. En octubre de 1940 Hitler y Franco se reunieron en Hendaya. El encuentro fracasó porque Hitler consideró excesivas las condiciones de Franco. Tampoco se llegó a ningún acuerdo con Mussolini en Bordighera. Aun así, España cambiará su posición de neutralidad por la no beligerancia, lo que permitió el envío de la División Azul.

Aislamiento Internacional y Reconocimiento (1945-1953)

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Franco desplazó a los falangistas del Gobierno y dio más protagonismo a los católicos, para acercarse más a las democracias occidentales. No obstante, en 1946 la ONU excluyó a la dictadura española de la organización, recomendó la salida de Madrid de todos los embajadores y España no fue incluida en las ayudas del Plan Marshall. El inicio de la Guerra Fría favoreció al régimen franquista. El Reino Unido y EE.UU. vieron en Franco un aliado contra el comunismo. En 1950, la Asamblea General de las Naciones Unidas revocó la condena de 1946. Las relaciones diplomáticas se reanudaron y España ingresó en la FAO y la UNESCO. En 1953, el franquismo superó el aislamiento con la firma de un Concordato con la Santa Sede y los Pactos de Madrid con EE.UU., que garantizaban la asistencia económica estadounidense, la ayuda para la defensa mutua, suministros de material de guerra y la cesión a EE.UU. de las bases militares de Rota, Morón, Zaragoza y Torrejón de Ardoz. Estos acuerdos no impidieron que España quedara al margen del Plan Marshall.

Política Económica y Transformaciones Sociales

La Autarquía y sus Consecuencias

Al acabar la guerra, el régimen puso en marcha una política económica intervencionista y autárquica, basada en la autosuficiencia y el proteccionismo. El Estado intervino y controló todas las actividades económicas. En el comercio exterior, se redujeron las importaciones y se impuso el autoabastecimiento. A su vez, en 1941 se creaba el Instituto Nacional de Industria (INI) para nacionalizar la industria pesada y de bienes de equipo (naval, siderúrgica, ferroviaria y automovilística). Surgieron empresas como Iberia y se nacionalizaron la Compañía Telefónica y la Red Nacional de Ferrocarriles (RENFE). La agricultura sufrió una bajada de su producción por el atraso técnico, la larga sequía y la imposición de precios oficiales. Por último, se potenció una política hidráulica con la construcción de embalses para aumentar el suministro de electricidad y el almacenaje de agua. La autarquía provocó una caída de la renta per cápita, aumentó la escasez de alimentos y se encarecieron los productos de primera necesidad. Fueron los “malogrados años cuarenta” o los “años del hambre”, con el aumento de la pobreza extrema y de la mortalidad, la aparición de cartillas de racionamiento, del mercado negro y la corrupción.

El Plan de Estabilización y el “Milagro Español”

La crisis económica inclinó a Franco a realizar un cambio de gobierno a finales de los años cincuenta, con la incorporación de miembros del Opus Dei, como Laurelano López Rodó. Las nuevas medidas económicas introducidas consiguieron que España ingresara en la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) y en el Fondo Monetario Internacional (FMI). El Decreto Ley de Nueva Ordenación Económica (1959), conocido como Plan de Estabilización, estableció medidas fiscales para reducir el gasto público y aumentar los impuestos, y medidas comerciales para favorecer las inversiones extranjeras y las importaciones. A corto plazo, el Plan de Estabilización empeoró las condiciones de vida de los españoles, pero con posterioridad aumentó el empleo y las exportaciones, equilibró la balanza de pagos y se controló la inflación, lo que permitió la expansión de los años sesenta. Entre 1964 y 1975 se pusieron en marcha tres Planes de Desarrollo Económico y Social, con el objetivo de favorecer las zonas menos desarrolladas a través de los polos de desarrollo. Sin embargo, la ejecución de los planes de desarrollo impulsó el crecimiento económico sin alcanzar los resultados esperados, ya que aumentaron los desequilibrios y las desigualdades territoriales y sociales. No obstante, el desarrollo económico de los sesenta fue industrial y el ritmo de crecimiento fue tan excepcional que fue calificado de “milagro español”. Entre los factores que intervinieron en este desarrollo están la competitividad de los productos, la mejora de la productividad y el uso de nuevas tecnologías. Aun así, la estabilidad económica dependió de las exportaciones, la inversión extranjera, el aumento del turismo y las divisas que enviaron los emigrantes desde los países europeos.

Cambios Demográficos y Sociales

A este respecto, las mejoras económicas permitieron un crecimiento demográfico espectacular, el llamado “baby boom”. Sin embargo, la pobreza de algunas zonas rurales impulsó el éxodo rural a las ciudades, que no podían absorber toda la mano de obra disponible, por lo que las autoridades favorecieron la emigración masiva a los países europeos de casi un millón y medio de españoles. Con el aumento del empleo y de los salarios, la España rural dio paso a una España urbana más abierta y libre. La marginación de la mujer al inicio del franquismo dio paso a una mujer más formada e independiente. Los cambios se notaron en las relaciones familiares y sociales, y en el abandono de las prácticas religiosas. Aumentó la demanda de bienes de consumo como los electrodomésticos y se generalizó el uso del automóvil con el popular SEAT 600. Por último, las asociaciones vecinales tuvieron un gran protagonismo reivindicativo frente al régimen. Algunos políticos franquistas defendieron la necesidad de acometer tímidas reformas, como la Ley de Convenios Colectivos y la Ley Sindical de 1971, o la Ley de Prensa de 1966 (Manuel Fraga Iribarne), que eliminaba la censura previa. Sin embargo, la aprobación de la Ley Orgánica del Estado en 1967 no cambió el carácter dictatorial y represivo del régimen.

Oposición al Régimen y Crisis Final

Movimientos de Oposición Social

El crecimiento económico y los cambios sociales despertaron movimientos de oposición que amenazaron los cimientos de la Dictadura. Desde los años sesenta la oposición social adquirió mayor protagonismo. El desarrollo industrial favoreció la organización de la clase trabajadora. En este contexto nacieron las Comisiones Obreras (1964), un movimiento democrático de orientación comunista que fue ilegalizado por el Gobierno, además de encarcelar a sus dirigentes. La movilización de estudiantes convirtió a la Universidad en un foco de oposición al franquismo, que reprimió con dureza las manifestaciones, expulsó a profesores y clausuró algunas facultades. No obstante, el enfrentamiento fue continuo entre grupos ultraderechistas y de izquierdas. A su vez, el movimiento vecinal se manifestó contra la precariedad de los servicios públicos y la mala calidad de las viviendas protegidas. En la Iglesia también se produjeron cambios significativos. El Concilio Vaticano II contribuyó a la renovación de la Iglesia española. La actitud crítica de parte del episcopado afectó a sus relaciones con el régimen, lo que dio como resultado una política religiosa más suave.

Partidos y Organizaciones Políticas

Partidos y formaciones políticas protagonizaron la oposición al régimen. El Partido Comunista de España (PCE) fue el más activo, y el que sufrió una mayor censura. En los años sesenta, Enrique Tierno Galván fundó el Partido Socialista del Interior (1968) y el PSOE empezó a organizarse en el Congreso de Suresnes (1974). Además, surgieron organizaciones de extrema izquierda o terroristas, como el FRAP. En 1962, los opositores al franquismo fueron invitados al IV Congreso del Movimiento Europeo en Múnich. Se elaboró una declaración a favor de la democracia en España y de condena al régimen. La prensa del Movimiento calificó aquella reunión de “contubernio de Múnich”. Asimismo, por esas fechas surgió en el País Vasco la banda terrorista ETA (1959), que intensificó su actividad como respuesta a la represión de la Dictadura. El franquismo reaccionó imponiendo el estado de excepción permanente en el País Vasco, lo que no hizo sino incrementar el apoyo social a la banda, sobre todo tras el proceso de Burgos (1969).

Tensiones Internas y el Fin de la Dictadura

La evolución del régimen provocó enfrentamientos entre las “familias” franquistas. En el Ejército, la crisis del régimen facilitó el nacimiento de la Unión Militar Democrática (UMD) a mediados de 1974. No obstante, los sucesivos gobiernos franquistas habían intentado modernizar el sistema desde principios de los sesenta a través de la Ley de Convenios Colectivos (1958), la Ley Sindical (1971) o la Ley de Prensa de 1966, que eliminó la censura previa y favoreció la aparición de nuevos medios de comunicación. Aun así, la aprobación de la Ley Orgánica del Estado ese mismo año, o el juramento de fidelidad al régimen del príncipe don Juan Carlos de Borbón, en 1969, mantuvieron intactos los principios del régimen. Al final del franquismo, las tensiones entre las familias políticas provocaron la división dentro del régimen entre los aperturistas (Fraga Iribarne) y los inmovilistas, o el “búnker”, como Carrero Blanco. Escándalos como el de MATESA llevaron a Franco a formar un nuevo gobierno con Carrero Blanco al frente. Así, en 1973 Franco nombraba presidente del gobierno a Carrero Blanco, pero fue asesinado por ETA ese mismo año, lo que aceleró la crisis del régimen. Carlos Arias Navarro fue nombrado nuevo presidente del gobierno y aplicó una política violenta para impedir cualquier reforma democrática o manifestación de signo político. Sin embargo, la caída de las dictaduras en Portugal y Grecia, además de la crisis económica derivada de la del petróleo de 1973, provocaron conflictividad social, incrementaron la actividad terrorista y fortalecieron a los sindicatos. La aprobación de una nueva ley antiterrorista fue incapaz de contener las aspiraciones democráticas del país. Al final, la delicada salud de Franco fue ocultada por el Gobierno con medidas represivas que aceleraron la crisis política. No obstante, ni la movilización internacional ni la presión diplomática consiguieron que Franco suavizara su represión dictatorial. Franco moría el 20 de noviembre de 1975, y con él moría el proyecto político e ideológico que había mantenido su régimen.