La Segunda República Española (1931-1936)
Proclamación y la Constitución de 1931
En abril de 1931, la Segunda República Española fue proclamada tras la victoria de las candidaturas republicanas en las elecciones municipales, extendiéndose rápidamente por varias ciudades y provocando el exilio del rey Alfonso XIII. El Gobierno provisional, liderado por fuerzas progresistas, implementó reformas significativas para modernizar el país.
Las elecciones a Cortes Constituyentes celebradas el 28 de junio resultaron en una victoria clara de la conjunción republicano-socialista, cuyo objetivo principal era redactar una nueva Constitución para reemplazar la monárquica de 1876. Sin embargo, esta generó controversia por su enfoque en la cuestión religiosa y su sistema político unicameral con un presidente elegido cada seis años.
Tras la aprobación de la Constitución, Niceto Alcalá Zamora fue elegido primer presidente de la República y Manuel Azaña, jefe del Gobierno.
El Bienio Progresista (1931-1933)
El Gobierno de Manuel Azaña, durante el denominado Bienio Progresista, enfrentando agitación social y la oposición de la derecha, buscó profundizar en las siguientes reformas:
- Reforma Agraria: Se promulgó la Ley de Reforma Agraria de 1932, que buscaba modernizar la agricultura, pero enfrentó la oposición de los grandes terratenientes.
- Reforma Educativa: Se priorizó la alfabetización, influida por la Institución Libre de Enseñanza, mediante la creación de escuelas y la mejora del nivel de los maestros.
- Reforma Militar: Se redujo el tamaño del ejército y se introdujeron la Ley Azaña y la creación de la Guardia de Asalto, lo que provocó sublevaciones como la del general Sanjurjo en 1932.
- Reforma Religiosa: Se promovió la libertad de culto, el matrimonio civil y la disolución de la Compañía de Jesús.
- Reforma Territorial: Se impulsó la descentralización política con estatutos de autonomía para las regiones (como el de Cataluña en 1932).
- Reforma Social y Laboral: Se implementaron medidas como la reducción de la jornada laboral y la creación de seguros sociales.
Este Bienio dejó un país polarizado y dividido, con un Gobierno incapaz de hacer frente a la crisis económica y social. Surgió una nueva fuerza política de derecha, la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Ante esta situación, se convocaron elecciones en noviembre de 1933.
El Bienio Derechista (1933-1936)
El Bienio Derechista (también conocido como Bienio Radical-Cedista o Conservador), comprendido entre noviembre de 1933 y febrero de 1936, se divide en dos etapas significativas en la historia política de España. Durante la primera etapa, hasta octubre de 1934, el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, encargó el Gobierno al radical Alejandro Lerroux, a pesar de que la CEDA había sido el partido más votado. Esta decisión se tomó debido a la desconfianza hacia el líder de la CEDA, José María Gil Robles, por sus supuestas simpatías hacia regímenes totalitarios fascistas y nazis, y provocó una creciente polarización política entre la izquierda y la derecha. Por otro lado, la UGT (Unión General de Trabajadores) organizó una huelga general de campesinos, que fue duramente reprimida.
La entrada de tres ministros de la CEDA en el Gobierno en octubre de 1934 provocó la preparación de una insurrección por parte de la izquierda obrera, que resultó en la Revolución de Asturias y la proclamación del Estado Catalán, ambas duramente reprimidas, con el general Franco dirigiendo las operaciones en Asturias. Este período hasta 1936 estuvo marcado por la violencia política, la rectificación de las reformas progresistas, escándalos de corrupción como el del «Straperlo», y una gran inestabilidad, lo que llevó a la dimisión de Lerroux y a la convocatoria de nuevas elecciones por parte de Alcalá Zamora para febrero de 1936.
El Frente Popular (1936)
En las elecciones de febrero de 1936, se formaron dos bloques políticos claramente diferenciados: el Frente Popular, que incluía a partidos de izquierda como Izquierda Republicana, el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y el PCE (Partido Comunista de España), entre otros; y el Bloque Nacional (la derecha), representado por monárquicos, la Falange Española, las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista) y la CEDA, apoyada por las clases medias conservadoras y la derecha católica. La campaña electoral transcurrió en un clima de gran tensión y las elecciones resultaron en una ajustada victoria del Frente Popular. La derecha triunfó en las zonas rurales del interior y del norte, mientras que la izquierda lo hizo en las grandes ciudades y en regiones mineras y de latifundio. Tras las elecciones, el Gobierno fue presidido por Manuel Azaña. Posteriormente, Niceto Alcalá Zamora fue destituido como presidente de la República, cargo para el que fue elegido Manuel Azaña, siendo Santiago Casares Quiroga designado nuevo jefe del Gobierno. El clima de confrontación política y social se agudizó, llevando al país al borde de la Guerra Civil.
El Régimen Franquista (1939-1975)
La Creación del Estado Franquista
El Estado Franquista, liderado por el general Francisco Franco tras su victoria en la Guerra Civil Española en 1939, fue una dictadura personal inspirada en fundamentos ideológicos diversos como el fascismo, el nacionalcatolicismo y el anticomunismo. Caracterizado por el tradicionalismo, el militarismo y el nacionalcatolicismo, el régimen se basó en un sistema unipartidista (Falange Española Tradicionalista y de las JONS), corporativista y represivo, con una fuerte planificación económica estatal en sus inicios. Franco concentró todos los poderes gubernamentales (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) de forma personalista y buscó equilibrar las diversas familias políticas del régimen, como la Falange, militares, sectores católicos (Opus Dei) y monárquicos, para asegurar la lealtad y la eficacia del sistema por encima de las diferencias ideológicas.
Evolución Política y Coyuntura Exterior
La dictadura franquista suprimió la Constitución de 1931 y todas las libertades democráticas, estableciendo un corpus legal propio a través de las Leyes Fundamentales del Reino, que consolidaron la autoridad absoluta de Franco. Este concentró poderes a través de órganos como el Consejo Nacional del Movimiento. El régimen adaptó su discurso y sus alianzas exteriores para perpetuarse: desde una inicial sintonía con las potencias del Eje (fascismo italiano y nazismo alemán) durante la Segunda Guerra Mundial (aunque manteniendo a España oficialmente neutral o no beligerante), hasta presentarse como un baluarte del anticomunismo durante la Guerra Fría, lo que le granjeó el apoyo de Estados Unidos. Intentó enmascarar su autoritarismo con la denominada «democracia orgánica», un sistema de representación no democrático basado en corporaciones. Se promulgaron leyes clave como la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947), que definía a España como un Reino y preveía la restauración monárquica tras Franco, y la Ley Orgánica del Estado (1967), que pretendía institucionalizar el régimen.
Evolución Económica y Social
Período de Reconstrucción y Autarquía (1939-1959)
Tras la Guerra Civil, España quedó devastada económica y socialmente, y aislada internacionalmente. El régimen franquista aplicó una política de autarquía económica, buscando la autosuficiencia nacional con una fuerte intervención estatal. Sin embargo, esta política fracasó debido a la escasez de recursos, el atraso industrial, la corrupción y la falta de inversión. La agricultura era ineficiente, lo que llevó al racionamiento de alimentos y al auge del mercado negro (estraperlo). Se impulsó la industria mediante el Instituto Nacional de Industria (INI), creado en 1941, aunque con resultados limitados en esta primera etapa. A partir de 1950, la Guerra Fría propició una tímida apertura internacional y la llegada de ayuda exterior (especialmente de EE. UU. tras los acuerdos de 1953), lo que permitió importar recursos e iniciar una lenta recuperación y el abandono progresivo de la autarquía.
El Desarrollismo Español (1959-1973)
Con el Plan de Estabilización de 1959, impulsado por los tecnócratas del Opus Dei, se liberalizó parcialmente la economía, abriéndola al exterior y buscando la estabilidad monetaria. En los años sesenta, España vivió un intenso crecimiento económico conocido como el «milagro español» o Desarrollismo, gracias al turismo masivo, la inversión extranjera y las remesas de los emigrantes españoles en Europa. Se impulsaron los Planes de Desarrollo Económico y Social para planificar el crecimiento, aunque el último (1972-1975) fue interrumpido por la crisis del petróleo de 1973 y la creciente inestabilidad política. La industrialización se aceleró, surgió una importante clase media urbana y se consolidó una sociedad de consumo. No obstante, persistieron problemas como la inflación, los desequilibrios regionales, la dependencia exterior y una creciente conflictividad social y laboral, con el resurgimiento del movimiento obrero y estudiantil.
El Final del Franquismo
En los últimos años del régimen franquista (tardofranquismo), se observó un notable deterioro físico de Franco, lo que llevó a la designación de Luis Carrero Blanco como presidente del Gobierno en junio de 1973, en un intento de asegurar la continuidad del régimen («atado y bien atado»). Sin embargo, en diciembre de ese mismo año, Carrero Blanco fue asesinado en un atentado de la organización terrorista ETA. Su sucesor fue Carlos Arias Navarro. Este período estuvo marcado por una serie de factores que contribuyeron a la crisis del régimen, tanto externos como internos. Externamente, la crisis del petróleo de 1973, la Revolución de los Claveles en Portugal en 1974 (que acabó con la dictadura salazarista), y la Marcha Verde sobre el Sáhara Español en 1975, que forzó la descolonización apresurada del territorio, ejercieron una enorme presión sobre el régimen. Internamente, la división entre los distintos sectores del franquismo (el «búnker» inmovilista y los «aperturistas») se profundizó. La oposición democrática (partidos políticos clandestinos, sindicatos, movimientos estudiantiles y vecinales) se fortaleció. El régimen respondió con un endurecimiento represivo en un intento desesperado de mantener el control, culminando con las últimas ejecuciones en septiembre de 1975. Franco falleció el 20 de noviembre de 1975, abriéndose el camino hacia la Transición democrática.
La Guerra Civil Española (1936-1939)
El Inicio de la Sublevación
El 17 de julio de 1936 marcó el inicio de la sublevación militar en el protectorado español de Marruecos (Melilla), extendiéndose rápidamente a otras guarniciones. Este acontecimiento sorprendió al jefe de Gobierno, Santiago Casares Quiroga, quien inicialmente minimizó la gravedad de la rebelión y tardó en tomar medidas. Al día siguiente, 18 de julio, generales como Queipo de Llano en Sevilla o Mola en Pamplona se unieron al golpe de Estado, que triunfó en varias regiones de España, incluyendo Navarra, gran parte de Castilla y León, Galicia, Baleares (excepto Menorca), Canarias y zonas de Andalucía Occidental. En otros lugares como Zaragoza, La Coruña y Oviedo, la sublevación también se impuso tras duros combates. A pesar de los éxitos iniciales de los sublevados, el golpe fracasó en puntos cruciales como Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao y la mayor parte de Asturias, el País Vasco, Cataluña y la franja mediterránea, donde las fuerzas leales a la República y las organizaciones obreras lograron sofocar la rebelión. La clave del éxito o fracaso de la sublevación en cada lugar radicó en la rapidez y coordinación de sus protagonistas, la decisión de los mandos militares y, fundamentalmente, en la reacción de las fuerzas populares y la Guardia Civil. A partir del día 19, la entrega o retención de armas por parte de gobernadores civiles y alcaldes, junto con la actitud de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto, fueron determinantes para inclinar la balanza hacia uno u otro bando.
Las Primeras Semanas de Guerra
En la mañana del 21 de julio, la situación en España reflejaba un país fracturado por el golpe de Estado, con aproximadamente la mitad del territorio y de la población en cada bando. Veintinueve capitales de provincia estaban bajo control de los sublevados y veintiuna permanecían leales a la República. El territorio sublevado abarcaba dos grandes zonas discontinuas al norte y al sur de la Península, además del protectorado de Marruecos y las islas Canarias y Baleares (excepto Menorca). Aunque el bando republicano controlaba las principales zonas industriales (País Vasco, Cataluña, Asturias, Madrid) y contaba con las reservas de oro del Banco de España, los sublevados tenían una clara superioridad en cuanto a oficiales experimentados y el disciplinado Ejército de África. La flota y la aviación quedaron divididas, aunque inicialmente la mayoría permaneció leal a la República. Los primeros días de la guerra fueron cruciales para consolidar los frentes. Milicias obreras y populares detuvieron el avance de las columnas nacionales hacia Madrid en la Sierra de Guadarrama, mientras Queipo de Llano consolidaba el control sublevado en Andalucía Occidental. El 5 de agosto, gracias a un puente aéreo organizado con ayuda alemana e italiana, el Ejército de África comenzó su traslado masivo a la Península. Las tropas lideradas por el general Yagüe avanzaron rápidamente, tomaron Badajoz (donde se produjo una brutal represión) y lograron unir las dos zonas sublevadas.
La Organización de los Dos Estados Enfrentados
En el bando sublevado (autodenominado «nacional»), los generales establecieron en Burgos, el 24 de julio de 1936, la Junta de Defensa Nacional como órgano de gobierno provisional, presidida por el general Cabanellas. Se tomaron medidas como el restablecimiento de la bandera rojigualda, la imposición de la censura y la militarización de la sociedad. El 1 de octubre de 1936, Francisco Franco fue nombrado Jefe del Gobierno del Estado Español y Generalísimo de los ejércitos, concentrando un poder casi absoluto, apoyado por Alemania e Italia. En contraste, en el bando republicano, el Gobierno de José Giral (y posteriormente el de Largo Caballero y Negrín) vio su autoridad erosionada en los primeros momentos por el poder de facto de los comités de partidos y sindicatos (CNT, UGT, POUM, etc.), que protagonizaron una profunda transformación social y económica conocida como la «revolución social» (colectivizaciones, control obrero, etc.), especialmente en Cataluña y Aragón. Esta situación debilitó la capacidad militar y productiva del bando republicano y su imagen ante las democracias liberales. La violencia política y la represión (los «paseos», las sacas de las cárceles, los tribunales populares) se desataron en ambas retaguardias desde el inicio del conflicto. A nivel internacional, mientras Francia y Gran Bretaña impulsaron una política de «No Intervención» a través del Comité de No Intervención de Londres (que en la práctica perjudicó a la República), la Alemania nazi y la Italia fascista brindaron un apoyo militar, económico y logístico crucial al bando sublevado. Por otro lado, la Unión Soviética y, en menor medida, México, apoyaron a la República con material bélico, asesores y ayuda humanitaria, mientras las Brigadas Internacionales, compuestas por voluntarios antifascistas de todo el mundo, lucharon junto al ejército republicano.
Desarrollo del Conflicto Bélico
Durante la Guerra Civil Española, la Batalla de Madrid (noviembre 1936 – marzo 1937) fue un punto crucial. Las fuerzas nacionales, tras tomar Toledo, avanzaron sobre Madrid, pero la feroz resistencia republicana (con el lema «¡No pasarán!») y la llegada de las primeras Brigadas Internacionales y armamento soviético lograron frenar el asalto directo. El Gobierno republicano se trasladó a Valencia. Siguieron batallas sangrientas en torno a la capital como la del Jarama (febrero 1937) y Guadalajara (marzo 1937), donde el Cuerpo Expedicionario Italiano (Corpo Truppe Volontarie, CTV) fue derrotado. Fracasado el intento de tomar Madrid, Franco cambió de estrategia y se centró en la Campaña del Norte (primavera-otoño 1937), conquistando la franja cantábrica republicana (Vizcaya, Santander y Asturias), vital por su industria y recursos mineros. Durante esta campaña se produjo el bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor alemana. Posteriormente, la guerra se trasladó al frente de Aragón. La República intentó contrarrestar sus pérdidas con ofensivas como la de Brunete (julio 1937) y Belchite (agosto-septiembre 1937), y más tarde Teruel (diciembre 1937 – febrero 1938), que fue inicialmente una victoria republicana pero la ciudad fue rápidamente reconquistada por las tropas de Franco. La ofensiva franquista en Aragón (primavera 1938) dividió el territorio republicano en dos. La última gran ofensiva republicana fue la Batalla del Ebro (julio-noviembre 1938), un intento desesperado de revertir el curso de la guerra cruzando el Río Ebro. Tras meses de encarnizados combates, las fuerzas republicanas fueron derrotadas, sufriendo enormes pérdidas humanas y materiales que sellaron prácticamente el destino de la República. A principios de 1939, las tropas franquistas conquistaron Cataluña, provocando un éxodo masivo de refugiados a Francia. La guerra finalizó el 1 de abril de 1939 con la victoria total del bando franquista, tras la caída de Madrid y la rendición de las últimas bolsas de resistencia republicana.
Consecuencias de la Guerra
La Guerra Civil Española (1936-1939) dejó un legado de inmensa devastación y profundo sufrimiento en España. Las consecuencias fueron catastróficas en todos los ámbitos:
- Demográficas: Cientos de miles de muertos (en combate, por la represión en ambas retaguardias, bombardeos, hambre y enfermedades), un descenso drástico de la natalidad y un masivo exilio republicano (cerca de medio millón de personas) que privó al país de una parte importante de su capital humano e intelectual.
- Económicas: Destrucción de infraestructuras (viviendas, industrias, comunicaciones), pérdida de reservas de oro, endeudamiento y un drástico descenso de la producción agrícola e industrial, lo que sumió al país en una larga posguerra de miseria y racionamiento.
- Sociales: Una sociedad profundamente dividida y traumatizada por el odio y la violencia. La victoria de Franco supuso la aniquilación de los vencidos, sometidos a una dura represión (fusilamientos, encarcelamientos masivos, depuraciones, trabajos forzados) y la imposición de un nuevo orden social basado en los valores de los vencedores. Se perdieron los avances sociales y culturales de la República.
- Políticas: El fin de la experiencia democrática de la Segunda República y la instauración de una larga dictadura militar (el Franquismo) que duraría casi cuarenta años, caracterizada por la ausencia de libertades, la represión política y el aislamiento internacional inicial.
Los bombardeos aéreos indiscriminados sobre ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia y, simbólicamente, Guernica, quedaron grabados en la memoria colectiva como paradigmas de la brutalidad de la guerra moderna. Las consecuencias humanas, sociales, económicas y políticas de la Guerra Civil Española perduraron durante décadas, dejando cicatrices profundas en la sociedad española y marcando trágicamente su historia contemporánea.