El País Vasco durante el Franquismo: Sociedad, Economía y Resistencia
El final de la guerra en Euskadi, como en todos los lugares, dejó una sociedad profundamente dividida entre vencedores y vencidos. Entre los primeros, además de falangistas y militares, estaban los antiguos partidos dinásticos, los tradicionalistas y los representantes del mundo de los negocios y de la industria. Los segundos eran los nacionalistas, los socialistas y los comunistas. Tras una etapa inicial en la que una intensa represión política servía de marco a la reanudación de la actividad en las fábricas, comenzaron los años del franquismo, en los que se combinaron un importante crecimiento económico y las actividades clandestinas de resistencia a la dictadura.
La economía vasca bajo el Franquismo
La recuperación de la posguerra
Pese a lo que dijo la propaganda franquista, las destrucciones sufridas por las instalaciones industriales durante la guerra no fueron demasiado grandes. Mucho más grave era la carencia de combustible, de materias primas y de mano de obra cualificada. En cualquier caso, pocas semanas después del fin de la guerra la mayoría de las fábricas habían reiniciado su actividad y comenzó una etapa de recuperación económica que está en el origen del crecimiento posterior en los años 60.
Las razones de este rápido crecimiento hay que buscarlas en la gran demanda de productos industriales. Esta demanda, sobre todo pública, se dirigía tanto a los productos siderometalúrgicos como a los mineros o químicos, sectores muy desarrollados en el País Vasco. A las dificultades ya aludidas hay que añadir la fuerte intervención del Estado en la economía que dificultaba el normal desenvolvimiento de la actividad económica, aunque tenía la ventaja de asegurar a los industriales la compra de sus productos.
Por lo demás, cada sector tenía sus propios problemas. Así, la siderurgia hubo de hacer frente a la imposibilidad de seguir utilizando carbón inglés (sustituido por el asturiano) y al agotamiento de las minas de hierro vizcaínas.
El fin de la Segunda Guerra Mundial significó, en cambio, el comienzo de los graves problemas en el suministro de materias primas y de combustibles tras el aislamiento impuesto al régimen franquista. Ello provocó la infrautilización de la capacidad productiva instalada de tal manera que hasta 1955 no se superaron los niveles de producción anteriores a la Guerra Civil.
El desarrollo de los años 60 y 70
Una vez que desde el régimen se decidió acabar con la política autárquica, a partir del Plan de Estabilización de 1959, la economía vasca comenzó una etapa de intenso crecimiento debido a varias razones:
- En primer lugar, la industria vasca contó siempre con abundante mano de obra, producto en parte de la fuerte inmigración.
- En segundo lugar, la existencia de un fuerte ahorro privado canalizado hacia la inversión junto al crédito oficial, a la autofinanciación y a la inversión extranjera (dirigida fundamentalmente a los sectores químicos y metalúrgicos).
- En tercer lugar, el modelo económico, fuertemente intervencionista y proteccionista, significó una ventaja para la industria vasca gracias a la fácil penetración en el mercado español, cerrado a la competencia exterior.
Todo ello dio lugar a un crecimiento económico intenso pero con importantes desequilibrios, tanto por lo que se refiere a la enorme concentración industrial y demográfica que se registra en Vizcaya y Guipúzcoa como a la dependencia de la industria pesada: siderurgia, metalurgia, naval, química, etc., representadas en nombres de empresas como Petronor, Explosivos Riotinto, Sefanitro, Papelera Española. En esta época se establecen en Álava empresas como Tubacex, Aceros de Llodio, Mercedes y Michelín.
La evolución política y la oposición al régimen
La posguerra: Represión y resistencia
Con la ocupación de todo el País Vasco por las tropas franquistas dio comienzo, además del desmantelamiento de las instituciones creadas con el Estatuto de Autonomía aprobado en 1936, la represión tanto de los miembros de los partidos políticos y sindicatos como de todo aquello relacionado con el mundo cultural vasco. Muchos nacionalistas, socialistas o comunistas fueron encarcelados y muchos de ellos condenados y ejecutados. A ello se unía la prohibición expresa de cualquier manifestación cultural vasca (hablar en euskera, tocar el txistu, etc.). En Vizcaya y Guipúzcoa fueron suprimidos los Conciertos Económicos (no así en Álava y Navarra).
En estas condiciones cualquier actividad política tenía que realizarse en la clandestinidad, pero la desaparición de los líderes republicanos y socialistas hace que esta tarea sea difícil. El partido comunista es el mejor organizado y sigue luchando contra el franquismo a través de los maquis, con pequeños atentados y sabotajes.
Los años 40 fueron años de bajos salarios, jornadas larguísimas y malas condiciones de vida. Todo ello provocó un malestar creciente en las grandes empresas de la ría del Nervión y en las áreas industriales guipuzcoanas.
El primer gran acto de oposición al régimen fue la huelga general de la primavera de 1947. Las grandes empresas vizcaínas (Naval, Altos Hornos, Euskalduna, Babcock, etc.) y las guipuzcoanas se declararon en huelga.
Paradójicamente, pese al éxito de esta iniciativa conjunta, la huelga de 1947 marcó el final de la unidad de las fuerzas políticas, incapaces en lo sucesivo de ponerse de acuerdo. Además, la represión posterior significó el desmantelamiento definitivo de las estructuras de la UGT y la CNT.
Los años 50
Fracasados todos los intentos por desarrollar conjuntamente la oposición, los nacionalistas se lanzaron a difundir la lengua y la cultura vasca, para lo cual contaron con la colaboración de numerosos sacerdotes de ideología afín.
Por otro lado, la Iglesia también contribuyó a la creación de las Juventudes Obreras Católicas (JOC) y de la Hermandad de Obreros de Acción Católica (HOAC), organizaciones que sirvieron de semilleros de futuros dirigentes políticos y sindicales.
Pero fue a finales de los 50 cuando surge el movimiento de oposición más importante. Un grupo de estudiantes nacionalistas funda el grupo EKIN, descontentos con la inactividad del PNV, con el que rompen definitivamente y fundan ETA en 1959. En los primeros años se centró casi exclusivamente en los aspectos más etnicistas y culturales del nacionalismo, pero las propias condiciones de clandestinidad y la ruptura con las organizaciones nacionalistas tradicionales le arrastraron progresivamente hacia el activismo, bajo la influencia de los movimientos guerrilleros de liberación que operaban por esos años en países del Tercer Mundo.
Los años 60 y el final del Franquismo
Las tensiones generadas por los comienzos de la liberación de la economía provocan múltiples conflictos a lo largo de todo el país desde finales de 1961.
A comienzos del año siguiente estalla la huelga en la minería asturiana, organizada y dirigida por militantes comunistas que actúan como miembros de los Jurados de Empresa.
Rápidamente, el movimiento huelguista se extiende por toda España en solidaridad. En Vizcaya todas las industrias del metal se declaran en huelga, así como algunas empresas guipuzcoanas. Para hacer frente a las huelgas, el gobierno declara el estado de excepción produciéndose cuantiosos despidos y detenidos.
La huelga tuvo enormes repercusiones ya que a partir de entonces el movimiento obrero consigue hacerse presente en la oposición antifranquista y las reivindicaciones salariales se mezclaban con otras más directamente políticas.
Quizás la más importante de las huelgas de estos años (1966/67) sea la llamada “Huelga de Bandas”, en una empresa de laminación de Echevarría, filial de Altos Hornos de Vizcaya, que se convirtió en la huelga más larga de las que tuvieron lugar durante la dictadura.
Por su parte, ETA comienza a derivar cada vez más rápidamente hacia posiciones más proclives al terrorismo, lo que provocará conflictos y escisiones en su interior. En 1968, da un salto cualitativo ya que se produce el primer atentado contra una persona: el policía Melitón Manzanas, lo que va a provocar, en adelante, la llamada espiral “acción-represión-acción”.
En 1969 son detenidos numerosos militantes, todos ellos juzgados en el Proceso de Burgos en 1970. El juicio va a provocar un amplio movimiento de protestas, tanto en Euskadi como en el resto de España y en el extranjero, que, además de conseguir la conmutación de las penas de muerte impuestas a seis de los acusados, significó el alejamiento definitivo del régimen por parte de sectores sociales que hasta ese momento no habían participado en la oposición al mismo.
A partir del Consejo de Guerra de Burgos los acontecimientos se aceleraron. Los nacionalistas intensificaron sus actividades políticas y culturales y lo mismo ocurrió con las organizaciones sindicales clandestinas y las universidades. De todas formas, no hay que olvidar, que en todas estas actividades participaba un porcentaje bajísimo del total de la población, que en su inmensa mayoría se mantenía apartada de las luchas políticas.
La Iglesia, por su parte, se hará protagonista de las protestas a partir del Concilio Vaticano II. En 1960 varios sacerdotes firmaron un documento contra el franquismo, en 1968 un grupo se encerró en el seminario de Derio, y en 1974 el obispo de Bilbao, Antonio Añoveros, defenderá públicamente el derecho del pueblo vasco a preservar su identidad, y la iglesia vasca se convertirá en la gran defensora y propagadora de la cultura vasca.
Los hechos más relevantes, desde el punto de vista político, en estos últimos años, fue el atentado mortal de ETA contra el almirante Carrero Blanco, Presidente del Gobierno y delfín de Franco, el 20 de diciembre de 1973, que trastocaría los planes hechos para la sucesión del dictador.