Conflictos y Transformaciones en la España del Siglo XIX: Carlistas, Cuba y el 98

La Tercera Guerra Carlista: Origen, Desarrollo y Repercusiones

La Tercera Guerra Carlista fue un conflicto civil que se desarrolló en España entre 1872 y 1876. Enfrentó a los partidarios de Carlos VII, el pretendiente carlista, contra los gobiernos de Amadeo I y, posteriormente, de Alfonso XII.

  • El pretendiente, que llevaba meses preparando la insurrección desde el exilio, se aprovechó del miedo entre los sectores más reaccionarios de la sociedad, provocado por la Revolución de 1868, el posterior fracaso de la monarquía de Amadeo y la proclamación de la Primera República.
  • El conflicto se desarrolló sobre todo en las Provincias Vascongadas, Navarra y Cataluña.
  • Además de la defensa del orden y el catolicismo, la restauración por parte del pretendiente, en julio de 1872, de los fueros abolidos por los Decretos de Nueva Planta de Felipe V, influyó en la fuerza del levantamiento en Cataluña y, en menor medida, en Valencia y Aragón.

Desarrollo y Fin del Conflicto

El pretendiente carlista estableció una corte y formó un gobierno en Estella (Navarra).

  • Tras la Restauración, la primera acción política importante de Alfonso XII fue desplazarse al norte de la Península para dirigir la guerra contra los carlistas. Mientras Alfonso se dirigía hasta la zona del conflicto, ofreció una amplia amnistía, en la que proponía a todos olvidar el pasado y adherirse a la monarquía constitucional que él representaba.
  • El conflicto no se resolvió hasta marzo de 1876, cuando Carlos VII fue vencido definitivamente.
  • Los carlistas ya no volvieron a levantarse en armas, aunque sí que se mantuvo su pensamiento tradicionalista. A partir de su derrota militar, participaron en la vida política, situándose en la extrema derecha del Parlamento.

Consecuencias de la Guerra Carlista

Cánovas aprovechó el fin de la guerra para derogar aspectos esenciales de los fueros vasco-navarros. La guerra provocó entre 7.000 y 50.000 bajas.

La Política Española y el Problema de Cuba

Los restos del imperio colonial español, tras la pérdida de la América continental a principios del siglo XIX, consistían en las dos grandes islas del Caribe: Cuba y Puerto Rico, las islas Filipinas en el Pacífico occidental y un conjunto de islotes y pequeños archipiélagos dispersos por este océano.

  • Cuba y Puerto Rico, islas situadas en las cercanías de EE. UU., tenían una vida económica basada en la agricultura de exportación, con el azúcar de caña y el tabaco como principales productos. Aportaban a la economía española un flujo continuo de beneficios.
  • Debido fundamentalmente a las fuertes leyes arancelarias que el gobierno español imponía a esas colonias, eran un auténtico “mercado cautivo”, sin ninguna capacidad de autogobierno.

El Conflicto Cubano y la Intervención Estadounidense

  • Desde 1868 (con el llamado “Grito de Yara”), las insurrecciones cubanas habían sido permanentes y fueron sofocadas tanto por la vía militar como mediante pactos políticos.
  • En 1878 se firmó la “Paz de Zanjón” que ponía fin a la Guerra de los Diez Años, pero el retraso en aplicar las medidas acordadas en ella provocó un nuevo levantamiento generalizado en 1895, dirigido por José Martí.
  • El envío de numerosas tropas que emplearon una durísima represión no logró poner fin al problema, cuando dos nuevas circunstancias entraron en escena:
    • Por una parte, los liberales, en la oposición, ante la cada vez más impopular guerra entre las clases bajas, empezaron a distanciarse de la política de Cánovas y a pedir una acción más política que militar para resolver esta crisis.
    • Por otra, en Estados Unidos ganaron las elecciones los republicanos. El nuevo presidente McKinley era partidario de intervenir en la contienda y de sustituir a los españoles en el dominio de la isla.
  • En agosto de 1897, tras el asesinato de Cánovas, subió al poder Sagasta, quien intentó solucionar el problema cubano por medios pacíficos, pero esta solución llegaba tarde, además se producía la implicación directa de Estados Unidos en el conflicto.

La Guerra Hispanoamericana y la Paz de París

  • En febrero de 1898, la explosión del acorazado Maine en el puerto de La Habana fue el pretexto para que EE. UU. declarara la guerra a España.
  • La derrota en Santiago de Cuba llevó a la firma de la Paz de París (10 de diciembre de 1898).
  • Por ella, España:
    1. Reconocía la independencia de Cuba.
    2. Cedía el protectorado estadounidense sobre Puerto Rico y Filipinas.
    Los territorios que España conservó en esta zona tras el tratado acabaron siendo vendidos al poco tiempo a Alemania (islas Marianas, las Carolinas…) y a Estados Unidos.

Consecuencias de la Crisis del 98 en España: Ámbitos Económico, Político e Ideológico

La pérdida de los restos del imperio, desde la perspectiva económica, no solo no supuso un “desastre”; al contrario: el fin de la guerra permitió acometer ciertas reformas que posibilitaron un saneamiento de la Hacienda.

  • Se produjo asimismo una repatriación de capitales y, por otro lado, no se perdieron los mercados latinoamericanos.
  • La derrota militar tampoco provocó cambios políticos; el turnismo habitual continuó. Sin embargo, la derrota y la pérdida de unos 50.000 combatientes produjo una gran conmoción en la sociedad española.
  • Tanto políticos como intelectuales promovieron una profunda revisión de la situación de España.

Impacto del “Desastre del 98”

En resumen, el “Desastre del 98” provocó:

  • Una crisis de la conciencia nacional que se expresaría a través de la obra crítica de grandes escritores (Unamuno, Baroja, Maeztu…), la llamada “Generación del 98”.
  • Unas propuestas de reforma y modernización política: el llamado “regeneracionismo”, que tuvo dos vertientes: la de la reforma política y la de la reforma educativa.
  • El regeneracionismo político centró gran parte de sus críticas en las prácticas del régimen parlamentario. Para Joaquín Costa –máximo representante de esta corriente– era fundamental acabar con el caciquismo para recuperar la auténtica democracia.
  • Los nacionalismos periféricos en la península adquirieron mayor empuje y protagonismo.
  • El estamento militar se desprestigiaba, pues se le hacía responsable de la derrota.
  • Finalmente, la vieja presencia en ultramar se trató de sustituir con una mayor atención al norte de África. El control de la franja septentrional del reino de Marruecos se convirtió en uno de los grandes objetivos en la época de Alfonso XIII.