La Transformación Demográfica de España: Población, Migraciones y Urbanismo en el Siglo XIX

Demografía Española en el Siglo XIX: Crecimiento y Desafíos

Movimientos Naturales de la Población

A lo largo del siglo XIX, la población española experimentó un crecimiento significativo, pasando de 10,5 millones de habitantes en 1800 a 18,5 millones en 1900. Para el recuento de la población, ya se poseen censos modernos (aunque todavía no padrones municipales), que se complementan con los libros de bautismos y de defunciones de las iglesias.

Pese a este aumento, el crecimiento demográfico fue lento e insuficiente, caracterizado por altas tasas de natalidad y mortalidad. La tasa de natalidad española, al terminar el siglo, era del 34 por mil, una de las más altas de Europa. Esto se debía a las consignas de la Iglesia, la ausencia de métodos anticonceptivos eficaces y a que se veía a los hijos como fuerza laboral.

Esta alta natalidad era insuficiente ante la alta mortalidad (29 por mil al final del siglo XIX), debida a múltiples causas:

  • Grandes mortandades derivadas de guerras: (Independencia contra franceses, independencia de Hispanoamérica, represiones de Fernando VII, Guerras Carlistas).
  • Crisis de subsistencia: Generadas por la meteorología (malas cosechas) y el atraso técnico de la agricultura española, que generaba bajos rendimientos y apenas producía excedentes.
  • Carencias de transporte: Impedían llevar productos de las zonas excedentarias a las deficitarias.
  • Epidemias periódicas: Como el cólera, el tifus, la fiebre amarilla y enfermedades endémicas como la tuberculosis y la viruela, que incidían de forma brutal sobre una población con evidentes carencias alimenticias y una deficiente atención sanitaria.

La mortalidad infantil era muy elevada, generando una esperanza de vida muy baja (apenas 29 años a mediados de siglo).

Movimientos Migratorios y Redistribución Geográfica

En relación con los flujos migratorios, hay que destacar dos tipos principales:

1) Migraciones Interiores: El Éxodo Rural

Estos movimientos de población se producían del campo a la ciudad por motivos laborales y de subsistencia. Se aceleraron tras la Desamortización de Madoz (1855), que eliminó las tierras comunales de los pueblos. La entrada de cereales extranjeros, impulsada por las políticas librecambistas tras las medidas de Figuerola, obligó a otra parte del campesinado a abandonar el campo para buscar trabajo en las ciudades.

Lamentablemente, esta emigración estaba compuesta por personas analfabetas y con solo conocimientos agroganaderos, que poco valor tenían en los entornos urbanos. Generalmente, estas migraciones solían ser temporales y protagonizadas por población mayoritariamente joven.

Las principales consecuencias de estas migraciones fueron:

  • Aumento en la oferta de mano de obra con la consiguiente bajada de salarios.
  • Mayor concentración de recursos humanos y una desigual distribución geográfica de la población.
  • Abandono evidente de la Meseta Central (salvo Madrid) hacia las ventajas económicas de las zonas costeras, con clima menos riguroso, tierras más fértiles y nacientes industrias (especialmente Cataluña y País Vasco).

Las zonas receptoras se vieron obligadas a asumir nuevos costes para satisfacer las demandas de una población en crecimiento: nuevos equipamientos e infraestructuras, y un mayor número de viviendas para estas oleadas de campesinos. Por primera vez, se produjo un crecimiento urbano con segregación espacial entre barrios para ricos y barrios para pobres. Por su parte, las zonas rurales vieron su población disminuida y envejecida. Hay que destacar la recepción masiva de inmigrantes en las áreas de Madrid y Barcelona, que elevaron sus tasas demográficas en un 90%. Esta situación de exceso de mano de obra, que generaba pobreza, hizo retrasar el descenso de las tasas de mortalidad frente a otras zonas industriales europeas.

2) Migraciones Exteriores: La Emigración Transoceánica

La escasez de trabajo y las duras condiciones de vida en España obligaron a muchos españoles a emigrar al extranjero, principalmente a dos destinos:

  1. Norte de África: Fue importante durante el siglo XIX, siendo el principal destinatario Argelia, la colonia más importante de Francia. Los emigrantes procedían de las provincias de Alicante, Murcia y Almería. Eran agricultores y mineros que abandonaron sus lugares de origen por las duras condiciones de vida. El empleo de los españoles en Argelia se centró en las obras públicas y en la agricultura.
  2. Ultramar: Muy importante en el siglo XIX. Los países de destino iniciales fueron Argentina, Cuba, Brasil, México y Uruguay y, más tarde, Estados Unidos y Canadá. Estuvo protagonizada por campesinos gallegos, asturianos, cántabros y canarios de escasos recursos.

Las consecuencias de estas migraciones fueron el alivio del mercado laboral y la entrada de divisas. Como aspectos negativos, se registró un coste demográfico en cuanto a población joven, rupturas familiares y despoblamiento de algunas zonas rurales. Algunos de estos inmigrantes regresaron enriquecidos, creándose la figura del indiano.

Desarrollo Urbano y los Grandes Ensanches

En España, el proceso de urbanización fue limitado. El movimiento del campo a la ciudad es un fenómeno muy relacionado con la revolución agrícola y la industrialización. Sin una modernización agrícola y una industrialización lenta y tardía, el éxodo rural no comenzó hasta la segunda mitad del siglo XIX. La mayor parte de la población siguió viviendo en el campo.

Destacaron las siguientes ciudades:

  • Madrid: 300.000 habitantes en 1865 y 775.000 en 1900 (por su condición de capital política).
  • Barcelona: 200.000 en 1865 y 535.000 en 1900 (por ser la cuna de la revolución industrial en el país).
  • Otras ciudades con desarrollo importante: Valencia (213.000), Sevilla (148.000 habitantes) y Bilbao (83.000 habitantes).

La estructura de la ciudad tradicional se quedaba pequeña, por lo que se hizo necesario un ensanche destinado a dar alojamiento a los nuevos pobladores del campo. Los ensanches de Barcelona, Madrid y Bilbao supusieron grandes desafíos urbanísticos a los que hicieron frente los arquitectos españoles de la época.

Los promotores tenían muy clara la segregación por funciones: las fábricas y ferrocarriles se ubicaban cerca de los barrios obreros, mientras que en los barrios de la burguesía se planificaron grandes avenidas con bulevares arbolados, farolas, tranvías, alcantarillado, buenos materiales, agua corriente en los pisos y calefacción.

Surgen así proyectos emblemáticos:

  • El Ensanche de Barcelona, diseñado por Ildefonso Cerdá.
  • El Ensanche de Madrid, planificado por Carlos María de Castro.
  • La Ciudad Lineal de Arturo Soria.
  • El Barrio de Salamanca.

Barcelona se convirtió a finales de siglo en un modelo urbano industrial promocionado por la burguesía, con un trazado de manzanas rectangulares y vías diagonales para la circulación rápida y unos edificios en los que los arquitectos se esforzaron por plasmar el arte modernista catalán como algo propio que la diferenciara de Madrid.