Las Vertientes Hidrográficas Españolas
Dentro de un río podemos diferenciar varios elementos clave:
- La cuenca hidrográfica es el territorio que drena un río principal y sus afluentes.
- La divisoria de aguas es el elemento que separa una cuenca de otra y suele ser una línea de montañas.
- La vertiente es la región cuyos ríos vierten sus aguas a un mismo mar y está formada por varias cuencas hidrográficas.
- El lecho es el fondo o la superficie sobre la que discurre la corriente de agua.
- El cauce es el espacio delimitado por el máximo nivel del agua.
- El nacimiento es el lugar donde surge un río.
- El curso es la corriente de agua que forma el río, que a su vez se divide en tres partes:
- Curso alto o cabecera: en las proximidades del nacimiento.
- Curso medio: donde el río desempeña su mayor acción erosiva y de arrastre, y donde se acumulan sedimentos formando las vegas y las terrazas fluviales. En ocasiones, el río discurre sobre fracturas o rocas fácilmente erosionables, encajándose en el terreno en profundos cañones y desfiladeros.
- Curso bajo: es la parte final del río donde el caudal es mayor y la corriente más lenta; se depositan los limos más finos que el agua aún transportaba en suspensión, y siguen formándose meandros y terrazas.
- La desembocadura es el lugar donde el río vierte sus aguas. Puede estar en otro río, en un lago o en el mar. Cuando desemboca en el mar, pueden aparecer fiordos y rías si el terreno es abrupto. Cuando el mar impide la acumulación de limos y arenas, se forman estuarios; pero si las aguas son tranquilas, se depositan sedimentos, el curso se divide en varios brazos y se forman los deltas.
La red hidrográfica española es asimétrica, lo que provoca una diferencia importante entre la superficie peninsular que vierte sus aguas al Atlántico (69%) y la que lo hace en el mar Mediterráneo (31%).
Vertiente Atlántica
Es la más extensa, ocupando el 69% del espacio peninsular. En ella podemos diferenciar dos sectores:
- Los ríos del norte peninsular (vascos, cántabros, asturianos y gallegos), reunidos en la cuenca norte.
- Los grandes colectores de la Meseta y la Depresión Bética.
La Cuenca Norte
Está integrada por ríos cortos debido a la proximidad de la Cordillera Cantábrica al mar. Al tener su nacimiento a considerable altura y a escasa distancia de la desembocadura, han de salvar un gran desnivel, por lo que poseen una gran fuerza erosiva, excavando profundos valles. Su régimen es pluvial, y en algunos ríos, pluvio-nival. Su caudal es abundante y constante (regular), con crecidas en otoño e invierno (debido a las abundantes precipitaciones) y en primavera (por el deshielo), por lo que el estiaje en verano es poco acusado.
Los Grandes Colectores de la Meseta y la Depresión Bética
Los grandes ríos de la Meseta están adaptados a las condiciones del relieve y a la inclinación de la Meseta, por lo que siguen una dirección de este a oeste; son largos y de pendiente suave. Su régimen es pluvial, excepto el Guadalquivir en su nacimiento (pluvio-nival) y el Duero (pluvio-nival). Su caudal es medio e irregular, con crecidas en invierno y primavera y estiaje acusado en verano.
Vertiente Mediterránea
Ocupa el 31% de la superficie peninsular, extendiéndose de norte a sur desde Gerona hasta Gibraltar. Hacia el interior, la divisoria de aguas está formada por el Sistema Ibérico y los Sistemas Béticos. En esta vertiente desaguan ríos desiguales; el de mayor longitud, caudal y regularidad es el Ebro, pues recibe agua de sus afluentes pirenaicos e ibéricos. En los restantes, es patente la influencia de los relieves cercanos al mar que limitan su longitud y condicionan su pendiente. El régimen es pluvial, a excepción del Ebro en su cabecera, que es nival. El caudal es escaso e irregular (a excepción del Ebro), con crecidas en otoño e invierno que suelen ser torrenciales. El estiaje es muy acusado en verano, llegando a desaparecer algunos ríos, que son las denominadas ramblas o torrenteras, salvo el Ebro, que crece en primavera debido al deshielo.
Los Ríos y las Cuencas Hidrográficas
Las Cuencas Hidrográficas
En la vertiente atlántica, diferenciamos la cuenca norte y los grandes colectores de la Meseta y la Depresión Bética.
En la cuenca norte destacan:
- Los ríos vascos, como el Bidasoa y el Nervión, son los más regulares.
- Los cántabros (Besaya) y asturianos (Sella, Nalón, Navia) tienen una gran potencia erosiva.
- Los ríos gallegos (Eo, Tambre, Ulla, Miño) presentan un curso más suave.
- El Miño es el río gallego por excelencia. Nace en las montañas septentrionales de la provincia de Lugo, con un recorrido de norte a sur hasta unirse a su afluente el Sil cerca de Ourense. Desde allí toma dirección suroeste, desembocando en Tui tras hacer frontera con Portugal. Tiene una longitud de 343 km y es uno de los ríos más caudalosos de España.
En la Meseta y la Depresión Bética los ríos más importantes son:
- El Duero es la cuenca más extensa de la Península. Discurre por la Submeseta Norte y recoge las aguas de las cordilleras Cantábrica, Ibérica y Central. Nace en los Picos de Urbión y, tras atravesar las tierras castellanas, se encaja en los Arribes del Duero, salvando el desnivel entre tierras españolas y portuguesas. Desemboca en Oporto tras un recorrido de 913 km.
- Sus afluentes de la margen derecha (Pisuerga y Esla) son más caudalosos que los de la margen izquierda (Adaja, Tormes), y su régimen de alimentación es pluvio-nival.
- El Tajo, en la Submeseta Sur, discurre entre el Sistema Central, el Sistema Ibérico y los Montes de Toledo. Es el río más largo de la Península; nace en la Sierra de Albarracín y desemboca en Lisboa formando un gran estuario.
- Sus principales afluentes de la margen derecha son el Jarama, Alberche, Tiétar y el Alagón. Los de la izquierda son menos caudalosos, como el Almonte. Su régimen de alimentación es pluvio-nival.
- El Guadiana, también en la Submeseta Sur, extiende su cuenca entre los Montes de Toledo y Sierra Morena. Nace en las Lagunas de Ruidera y desemboca en Ayamonte (Huelva), haciendo frontera con Portugal. Es un río de caudal pobre e irregular, con acusados estiajes. La litología caliza presente en la cuenca favorece la circulación subterránea de las aguas. Su régimen de alimentación es pluvial, y sus afluentes (Záncara y Cigüela por la derecha, y Jabalón y Zújar por la izquierda) aportan poca agua al curso principal.
- El Odiel y el Tinto son ríos cortos que recorren la provincia de Huelva.
- El Guadalquivir recorre la Depresión Bética, recogiendo aguas de Sierra Morena y las Subbéticas. Nace en la Sierra de Cazorla (Jaén), atraviesa la provincia de Córdoba y, desde Sevilla, discurre por una llanura casi horizontal hasta su desembocadura en Sanlúcar de Barrameda, en el golfo de Cádiz, donde se forman las marismas del Guadalquivir. Su régimen de alimentación es pluvial, aunque su afluente el Genil, que nace en Sierra Nevada, tiene régimen nival. Sus afluentes de la margen derecha, como el Guadalimar o el Guadiaro, son cortos y utilizados para embalses; por la margen izquierda destacan el Guadiana Menor y el Genil.
En la vertiente mediterránea se pueden dividir los ríos por regiones. De norte a sur:
- Los ríos catalanes, como el Ter y el Llobregat, tienen un régimen de alimentación mixto, siendo algo más caudalosos que el resto.
- El Ebro es una excepción en la vertiente mediterránea. Es un río largo, de extensa cuenca y caudal importante. Nace en la Cordillera Cantábrica, en Fontibre, cerca de Reinosa (Cantabria), por lo que su cabecera es pluvial. Atraviesa la Depresión del Ebro, donde la aridez se impone en la parte central, y tras atravesar el Sistema Costero-Catalán, desemboca en el Mediterráneo formando un delta en Tortosa. Su régimen de alimentación es pluvio-nival debido al aporte de sus afluentes pirenaicos (Aragón, Gállego y Segre); los afluentes del Sistema Ibérico (Jalón o Guadalope) tienen un caudal más pobre.
- Los ríos levantinos (Mijares, Turia, Júcar y Segura) tienen una cuenca de mediana extensión, con régimen pluvial o pluvio-nival, caudal pobre y gran irregularidad, con peligrosas crecidas en otoño debido a la gota fría.
- Los ríos del sur (Almanzora en Almería, Guadalfeo en Granada y Guadalhorce en Málaga) tienen un régimen pluvial, son cortos e irregulares y, al igual que los levantinos, presentan fuertes crecidas.
Regulación de los Cursos Fluviales: El Agua Embalsada
Se estima que dos tercios de las precipitaciones peninsulares son devueltos a la atmósfera por evapotranspiración, quedando solo un tercio como aportación a la red fluvial. Esta cantidad se distribuye de manera muy irregular sobre el territorio; por ello, el balance de agua en la Península arroja saldos positivos al norte del Tajo y déficits acusados en el sur.
El régimen hidrológico español, en tránsito continuo de la sequía a la inundación, ha constituido un acicate histórico para la construcción de infraestructuras hidráulicas que paliaran las desastrosas consecuencias de ambos fenómenos y garantizaran la disponibilidad de agua.
Este proceso constructor se extiende desde la época romana (presas de Cornalbo y Proserpina en Mérida, siglo II d.C.), pasando por los árabes, que construyeron presas y canales como Almazán o el Canal de Tauste, o los cristianos, que construyeron el Canal de Aragón o el Canal de Castilla. Durante el siglo XIX, aumentó el consumo de agua y la demanda para las poblaciones (Canal de Isabel II en Madrid) y para el regadío. Ya en 1900, había un importante número de presas, pero fue durante el siglo XX cuando su cifra y la cantidad de agua almacenada crecieron espectacularmente.
Los embalses se ubican con preferencia en el curso de los afluentes por donde desaguan nuestras montañas, aunque también se han construido en los cursos principales de ríos como el Guadiana o el Ebro.
Las presas españolas varían de unas regiones a otras: en el norte son más pequeñas, pues el clima oceánico asegura la reposición regular de agua; en cambio, en la España seca es preciso construir grandes embalses para adaptarse a la irregularidad de las precipitaciones del clima mediterráneo. Se trata de embalses que solo se llenan por completo cada 15 o 20 años.
Las presas han constituido tradicionalmente un motor de la economía española, generando el agua regulada en los embalses grandes beneficios en diversos sectores de aquella, como el regadío, el abastecimiento a la población y la hidroelectricidad.
Todavía en la actualidad, las presas producen grandes beneficios a la economía del país. Todo ello, sin contabilizar uno de los beneficios “ocultos” más importantes, como es el control de las avenidas de agua que constituyen el riesgo natural más significativo en España (2.450 inundaciones en los últimos 500 años) y que han ocasionado numerosas tragedias personales y grandes pérdidas materiales, evaluadas en unos 500 millones de euros/año de media.
Los Regímenes Fluviales
Los elementos del río son:
- El perfil, que indica la pendiente.
- La red de drenaje, que refleja el tipo de rocas sobre el que discurre.
- El caudal, que indica la cantidad de agua que transporta y se mide en metros cúbicos por segundo (m³/s).
Periódicamente, los ríos tienen épocas de crecida o aguas altas (máximo caudal) y periodos de estiaje o de aguas muy bajas (disminución del caudal), reflejando el régimen de lluvias de la cuenca y del área. La escorrentía expresa la parte de agua, producto de la precipitación, que transporta un río. Los arrastres son los materiales que transporta un río. El régimen es la fluctuación en la cantidad de agua que transporta un río a lo largo del año. Como la variación depende mayoritariamente de las condiciones climáticas, se han establecido diferentes tipos de regímenes: nival, pluvial, nivo-pluvial o pluvio-nival, dependiendo de la alimentación del río según si predominan los aportes de nieve o de lluvia.
El régimen nival es característico de los arroyos y pequeños ríos de montaña; los pluvio-nivales responden a altitudes de entre 1600 m y 1800 m. Los nivo-pluviales nacen por encima de los 2000 m o 2500 m, y tienen una aportación de agua importante en primavera con el deshielo y durante el verano. La mayor parte de los ríos peninsulares son pluviales, ya que drenan vertientes por debajo de los 1000 m. Pueden diferenciarse un pluvial oceánico, de mayor caudal en otoño-invierno; un pluvial mediterráneo con estiaje acentuado en verano y crecidas en otoño y primavera; y un pluvial subtropical con sequía estival.
El régimen del río depende de un conjunto de factores geográficos que son externos al propio río, destacando:
- El clima, ya que existe una relación directa entre el total de precipitaciones de un clima y el caudal de sus ríos.
- El relieve, que marca la longitud del río, la pendiente y la velocidad de las aguas, la extensión de la cuenca hidrográfica y la vertiente en la que desemboca.
- El tipo de roca sobre la que discurre el río y su grado de permeabilidad.
- La vegetación, que evita el desplazamiento rápido de las aguas por la ladera, atenuando las crecidas violentas.
- Y la acción del ser humano, que puede variar desde el cauce de un río hasta las aportaciones de agua, creando embalses, infraestructuras para regadíos, etc.
Uso y Aprovechamiento de las Aguas
Desde antiguo, las diferentes culturas que han vivido en la Península han intentado el máximo provecho de los recursos hídricos disponibles. Así, los romanos construyeron acueductos (Segovia) y pantanos (Mérida), trazaron canales para el regadío e incluso para las minas (León); los musulmanes construyeron acequias y canales, destacaron por sus norias (Córdoba) y edificaron también molinos de viento para extraer el agua. Aunque los reinos cristianos llevaron a cabo construcciones para el regadío, la expulsión de los musulmanes significó que en muchas ocasiones sus obras hidráulicas quedaran desatendidas y olvidadas. Habrá que esperar a los siglos XVIII y XIX para que se llevaran a cabo proyectos de cierta envergadura. A principios del siglo XX, empezó a estudiarse la construcción de pantanos, surgiendo así las primeras empresas dedicadas a la obtención de electricidad. Sin embargo, fue durante la Segunda República cuando se proyectó elaborar una planificación global (Plan Nacional de Obras Hidráulicas de 1933). El estallido de la Guerra Civil no permitió que los estudios fueran aplicados hasta la década de 1960.
En los últimos 30 años, se ha producido en España un aumento en la utilización del agua ligado al aumento del nivel de vida, al desarrollo industrial y la expansión urbana, al incremento del número de hectáreas dedicadas a cultivos de regadío, al desarrollo de áreas turísticas de fuerte demanda, a la expansión de las segundas residencias (especialmente en áreas periurbanas), al consumo de agua en parques y jardines, y al importante crecimiento en el consumo doméstico. Actualmente, los principales usos del agua son agrícolas (casi el 80%), industriales y energéticos (el 6%), y urbanos (el 14%).
La mayoría de los grandes ríos atraviesa diversas comunidades autónomas; a veces, ello crea dificultades, porque los intereses y las necesidades de quienes habitan en los cursos altos de un río no tienen por qué ser los mismos que los de los habitantes de los cursos bajos y la desembocadura.
Por eso, se han formado las confederaciones hidrográficas, que llevan los nombres de las cuencas a las que hacen referencia. Las confederaciones controlan la gestión del agua, planifican los recursos en función de las necesidades e intereses, y para ello realizan estudios y planifican las posibles modificaciones que deben aplicarse (trazado de trasvases, construcción de presas, instalación de depuradoras, etc.).
Posteriormente, estos planes son remitidos al Ministerio de Medio Ambiente, quien los somete a la decisión final del Gobierno del Estado.
El desequilibrio entre las cuencas peninsulares ha potenciado que se lleven a cabo proyectos de exportación de agua de una cuenca hidrográfica a otra, es decir, trasvases.
Actualmente, funcionan 38 trasvases; el más conocido es el del Tajo-Segura. Algunos trasvases se efectúan entre ríos de la misma confederación, y otros entre ríos de diferentes confederaciones. Muchos proyectos provocan una gran tensión social en la cuenca exportadora, por ejemplo, el proyecto sobre la cuenca del Ebro.