Santo Tomás de Aquino: Claves de su Pensamiento sobre Razón, Fe, Ser y Moral

El Pensamiento de Santo Tomás de Aquino

El Conocimiento: Razón y Fe

Distingue Tomás de Aquino, como es habitual en la filosofía cristiana, la razón de la fe. Se trata de dos fuentes de conocimiento, una de carácter natural y la otra de carácter sobrenatural. Entre ellas hay armonía y autonomía. Además, y a pesar de la autonomía, hay un cierto número de verdades (por ejemplo, la existencia de Dios, la creación, etc.) que pueden ser conocidas por fe, pero también por la razón. Aunque bien es verdad que no al mismo tiempo y en el mismo sujeto. Estas verdades comunes se llaman preámbulos de la fe.

Tanto la fe como la razón pueden considerarse en tres aspectos distintos: como actos, como hábitos y como objetos.

  • La fe, en cuanto acto, se define como asentimiento del entendimiento movido por la voluntad, que es a su vez movida por la gracia de Dios.
  • La fe, en cuanto hábito, es una de las virtudes teologales (versa sobre Dios) y es considerada virtud infusa (infundida por Dios, por ejemplo, a través del bautismo).
  • La fe, en cuanto objeto, es decir, el objeto de la fe, es Dios y lo que con Él se relaciona, pero a la luz de la revelación.

La razón, en cuanto acto, hace referencia al conocimiento adquirido mediante el concepto, el juicio o el razonamiento concreto. Este conocimiento es más evidente y claro que el de la fe, pero menos seguro. La teoría del conocimiento de Tomás de Aquino sigue, en gran parte, lo que dice Aristóteles sobre la misma en su libro Sobre el alma. Como está unida al cuerpo, el conocimiento está en relación con la sensación, pues tiene su origen en los sentidos y, a partir de estos, extrae los inteligibles que están en todas las sustancias. Ese elemento inteligible es lo universal, la forma sustancial. Sobre los universales mantuvo Tomás de Aquino la postura llamada realismo moderado. Según ella, el universal existe:

  • Antes de la cosa: en la mente de Dios como idea ejemplar.
  • En la cosa: como forma sustancial de la misma.
  • Después de la cosa: en la mente del hombre como concepto.

Que el conocimiento se origine en los sentidos no significa que la razón no pueda ir más allá de lo sensible en el conocimiento. La razón, en cuanto hábito, refiere a la ciencia, es decir, a la disposición capaz de demostrar. Por último, el objeto de la razón es la realidad entera conocida a la luz natural de esa misma razón.

La ciencia (filosofía, razón, conocimiento natural) se divide de acuerdo al tipo de orden con el que se relaciona:

  • Si se limita a considerar el orden que existe en la realidad y que es previo a la propia consideración de la ciencia, tenemos las ciencias especulativas o teóricas: la física, la matemática y la metafísica (ontología y teología).
  • Si trata acerca del orden que ella misma, en cuanto razón, impone a las cosas que considera, tendremos la lógica (arte liberal).
  • Si trata del orden que, en cuanto razón, impone a las acciones que dependen de la voluntad en orden a la consecución de la felicidad, tendremos la filosofía moral (ética y política).
  • Por último, si trata del orden que ella misma introduce en las cosas al fabricarlas, tendremos la técnica o artes mecánicas.

La Realidad Natural

Es decir, contiene a la realidad creada y a la causa de esa misma realidad creada, que es Dios. Ya hemos dicho que las ciencias que se ocupan de ese orden natural son la física, la matemática y la metafísica. La física de Tomás de Aquino es, básicamente, la misma que la de Aristóteles. Es decir, versa sobre el ente móvil, el estudio del movimiento (cambio), su definición, sus tipos y sus causas. Realmente no cabe gran cosa que añadir a lo que ya sabemos por Aristóteles.

La física o filosofía del ente móvil incluye en Santo Tomás, como ya lo hacía en Aristóteles, el estudio del ente vivo, es decir, la psicología. Acerca de la psicología del hombre, Santo Tomás va a defender una concepción fundamentalmente aristotélica también, salvo por lo que respecta a algunos puntos que ahora trataremos. Igual que Aristóteles, Santo Tomás entiende al hombre como una substancia compuesta de dos coprincipios sustanciales que son el alma y el cuerpo. El cuerpo es la materia y el alma la forma de la sustancia. Su unión es natural, no accidental como en Platón. Además, esa unión no es antinatural (el cuerpo no es una cárcel del alma), sino que es del todo acorde a la naturaleza del hombre. En este existe, como en Aristóteles, una sola forma sustancial o alma que ejerce las funciones vegetativas, sensitivas y racionales. Es, al igual que en Aristóteles, principio de vida y conocimiento. Ahora bien, se diferencia de Aristóteles en lo siguiente:

  • Sin ambigüedades, Santo Tomás declara que el entendimiento agente pertenece al alma personal de cada cual.
  • El alma es inmortal por su propia naturaleza, es decir, porque al ser inmaterial es incorruptible.
  • El alma del hombre ha de ser inmortal.

Por supuesto, Santo Tomás, al igual que San Agustín, creía, por fe, en la resurrección del cuerpo.

La metafísica, sin embargo, hace abstracción de toda materia y se ocupa de nociones inmateriales, bien:

  • Precisivamente inmateriales: pueden existir en la materia, pero no necesariamente (p. ej., la forma, el acto, etc.).
  • Positivamente inmateriales: nunca existen en la materia (p. ej., Dios).

La metafísica se divide en dos partes: la ontología, que trata del ente y equivale al estudio del ente limitado y creado, y la teología natural, que trata del estudio de la causa del ente creado, y que es Dios.

La Ontología

Es el estudio del ente, y aunque se puede llamar a Dios también ente, lo mejor es considerar a Dios como ser (ente ilimitado) y limitar la ontología al estudio del ente creado o limitado, como ya hemos dicho.

El ser en sentido absoluto o ser real presenta las siguientes características según Tomás de Aquino:

  • Es un acto (acto de ser), pero no es forma, pues no determina como ella. La forma es también acto, pero acto determinante. El ser es un acto que solo actualiza.
  • Es acto último (pues en el ente la materia es potencia respecto a la forma, y esta es potencia respecto al acto de ser).
  • Es fijo y estable (no es acto dinámico como lo son la acción o el movimiento).
  • Es lo más íntimo de cada ente.
  • Es lo más perfecto en el ente (pues es acto y no es potencia).

La esencia puede ser entendida según tres relaciones: en relación al acto de ser o existencia, en relación al entendimiento y en relación a las operaciones.

En relación al acto de ser, es aquello en que el ente tiene el ser; por tanto, aquello que lo limita y aquello que lo recibe en la medida limitada por ella misma. La esencia supone una restricción al acto de ser, lo determina a ser tal cosa y no otra. Repárese bien que la esencia no añade nada al acto de ser (pues fuera de este no hay nada), meramente lo limita, lo restringe. La esencia es, por tanto, en el ente creado, todo aquello que en el ente es potencia respecto al acto de ser, y por tanto incluye en el ente creado material, la materia y la forma. Como hay también entes creados no materiales (ángeles), ocurre en ellos que su potencia es su forma sola. La esencia en este sentido no es más que la creación de Dios hecha siguiendo la idea ejemplar que hay en Él y según la cual crea. El acto de ser, por otra parte, no es más que el efecto propio de Dios, que es el ser mismo e ilimitado.

El ente, como noción, tiene las siguientes propiedades lógicas: universalidad máxima (de todo se puede decir que es ente) y analogía (se dice de cualquier cosa, pero no del mismo modo, sino por analogía). Además, el ente tiene las llamadas propiedades trascendentales, que son propiedades reales:

  • Unidad
  • Coseidad (todo ente es cosa)
  • Alicuidad (todo ente es algo)
  • Bondad (todo ente es bueno)
  • Verdad (todo ente es verdadero)

La Teología Natural (Dios)

La proposición «Dios existe» es evidente en sí, dice Tomás de Aquino, pero no lo es para nosotros debido a la limitación de nuestro entendimiento. Por ello, en relación a nosotros no podemos considerar que ya nos es evidente que Dios existe.

En cuanto a si hay o no proporción entre lo que conocemos del mundo y Dios, dice Tomás de Aquino que ciertamente no la hay, pero que basta que conozcamos los efectos para llegar a determinar la existencia de su causa. De modo que podemos demostrar que Dios existe desde sus efectos, aunque no logremos por ello tener una idea clara de la naturaleza de Dios. Pero nos bastará, sin embargo, para tener demostrada su existencia.

La existencia de Dios será demostrada por cinco vías. Todas ellas parten de lo dado a los sentidos y aplican la misma estructura argumentativa. Son todas pruebas a posteriori, por tanto, y en términos de Santo Tomás esto se llama pruebas quia. Frente a ellas estarían las pruebas a priori, es decir, las pruebas llamadas propter quid. Tomás de Aquino rechaza estas últimas porque no tenemos un suficiente conocimiento directo de Dios en la mente.

En todas las vías encontramos, como ya hemos señalado, la misma estructura, que es la que sigue:

  1. Se parte de un hecho que es evidente a los sentidos.
  2. Se aplica el principio de causalidad.
  3. Se limita la aplicación del principio para hacer posible su eficacia.
  4. Se concluye que Dios existe bajo la formalidad del dato inicial.
Primera Vía: El Movimiento

Constatamos por los sentidos que hay seres de este mundo que se mueven. Pero todo lo que se mueve es movido por otro. Si el motor que mueve se mueve a su vez, necesita ser movido por otro, y este por otro. Mas no se puede proceder así hasta el infinito, porque entonces no habría un primer motor y, por consiguiente, tampoco habría movimiento. Por tanto, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie, y este es el que todos entienden por Dios.

Segunda Vía: La Causa Eficiente

Nos consta la existencia de causas eficientes en el mundo sensible. Pero no es posible que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo. Tampoco se puede proceder al infinito en la serie de causas eficientes, pues si no existiera una primera causa, no existirían las intermedias ni la última. Por consiguiente, es necesario afirmar la existencia de una primera causa eficiente, a la que todos llaman Dios.

Tercera Vía: La Contingencia y Necesidad

Hallamos en la naturaleza seres que pueden existir o no existir, es decir, seres contingentes. Pero no todos los seres pueden ser contingentes, porque lo que puede no ser alguna vez no es, y si todos los seres fueran contingentes, llegaría un momento en que nada existiría, y entonces nada podría empezar a existir. Por tanto, es preciso que exista un ser necesario por sí mismo, que no tenga causa de su necesidad fuera de sí, sino que sea causa de la necesidad de los demás. A este ser llamamos Dios.

Cuarta Vía: Los Grados de Perfección

Observamos en los seres diversos grados de perfección (bondad, verdad, nobleza, etc.). Pero estos grados implican la existencia de un ser que posea esas perfecciones en grado sumo, un ser que sea la causa de toda perfección en los demás. A este ser perfectísimo es a lo que llamamos Dios.

Quinta Vía: El Gobierno del Mundo u Orden del Universo

Vemos que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin y alcanzan lo que es mejor. Esto no sucede por casualidad, sino por intención. Pero lo que carece de conocimiento no tiende a un fin si no es dirigido por algún ser cognoscente e inteligente, como la flecha por el arquero. Luego existe un ser inteligente por el cual todas las cosas naturales se ordenan a sus fines. A este ser lo llamamos Dios.

Tenemos tres vías para conocer la esencia de Dios:

  • La vía afirmativa o de analogía: en virtud de la cual podemos predicar de Dios las perfecciones que Él ha causado en los entes. Unas, las puras, propiamente; otras, las mixtas o no puras, virtualmente, es decir, en cuanto Dios tiene el poder de causarlas. Así, de Dios decimos que es bueno, verdadero, y que tiene el poder de causar cuerpos, pero no que Él sea cuerpo.
  • La vía negativa: en virtud de la cual podemos negar de Dios aquello que, siendo propio de los entes creados, implica imperfección o limitación.

El Orden Moral

La filosofía moral se ocupa del orden que la razón introduce en los actos voluntarios. Ser moral consiste, precisamente, en ordenar según la razón esos actos. Si consideramos este orden en relación al individuo, tendremos la ética o filosofía moral del individuo. Si lo consideramos atendiendo a lo colectivo, tendremos la filosofía moral de la sociedad civil o política.

La Ética

El acto voluntario es aquel que procede de un principio intrínseco con conocimiento de fin. Al margen del acto voluntario quedan, por ejemplo, los actos de la potencia vegetativa o los que tenemos comunes con lo no viviente (p. ej., caer). Contrarios a lo voluntario son los actos involuntarios, es decir, aquellos que proceden de causas como la violencia, el miedo, la ignorancia invencible, etc.

Los actos voluntarios se dividen en:

  • Imperados: los produce otra facultad distinta a la voluntad, pero movida por la voluntad (p. ej., me muevo por la facultad locomotriz, pero esa facultad mueve porque la mueve a su vez la voluntad).
  • Elícitos: son los actos mismos de la voluntad.

La voluntad se define como el apetito racional de bien y debe distinguirse del apetito sensible. El bien que la voluntad quiere puede ser de tres tipos:

  • Honesto
  • Deleitable
  • Útil (este último versa sobre los medios, mientras que los dos primeros versan sobre los fines).

El fin último que la voluntad quiere es la felicidad integral, es decir, la felicidad objetivamente considerada (Dios) y la felicidad subjetivamente considerada (la posesión y el gozo de Dios). A Dios se le llama también bien común trascendente.

El camino que nos conduce a esa felicidad (la cual no podremos obtener plenamente más que en la otra vida) viene trazado por la ley moral o ley natural. Esta es la expresión en la naturaleza humana de la ley eterna pensada por la Razón divina. La ley natural surge de aplicar su primer precepto «haz el bien y evita el mal» a las tendencias de la naturaleza humana. Estas tendencias se resumen en tres:

  • Las que inclinan por ser sustancias.
  • Las que inclinan por ser animales.
  • Las que inclinan por ser racionales.

Al aplicar el precepto a las tendencias que surgen por ser sustancias, tendremos como deber el cuidado de nuestra subsistencia y, por tanto, por ejemplo, quedará prohibido el suicidio. En cuanto animales, la tendencia a procrear, por ejemplo, deberá ser acompañada del deber de cuidar a nuestros hijos. En cuanto racionales, la aplicación del precepto obligará a la verdad y a la justicia, entre otras cosas.

Los preceptos (deberes) de la ley natural son universales, evidentes e inmutables.

Las fuerzas que tiene el hombre para estabilizarse en el camino de la ley natural son las virtudes morales. Se trata, por supuesto, de hábitos adquiridos por repetición de actos de la misma especie (como en Aristóteles). Santo Tomás presenta como fundamentales las ya clásicas cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

En la medida en que el bien y el mal de nuestras acciones voluntarias depende de si nos llevan o nos alejan de nuestro fin último (Dios), la ética de Santo Tomás es teleológica, y en la medida en que nuestro Bien supremo es la felicidad, la ética del santo es también eudemonista (o eudaimonista).

La Política

La sociedad civil tiene las siguientes causas:

  • Su origen (causa eficiente) se debe a la naturaleza social del hombre, no a pacto alguno. Que el hombre es naturalmente social se ve por tres razones:
    • El ser humano no se basta a sí mismo.
    • El ser humano requiere de la ayuda de otros.
    • El ser humano es esencialmente comunicativo.
  • La causa final de la sociedad civil es el bien común inmanente, es decir, aquello que hace posible la vida virtuosa de los ciudadanos. Esta requiere de orden, paz, unidad, amistad, salud pública, etc.
  • La causa material (la materia) son los individuos y las sociedades intermedias imperfectas en que se agrupa (familia, ayuntamiento, etc.) y a través de las cuales se integra en la sociedad perfecta (el Estado).
  • La causa formal de la sociedad civil perfecta (el Estado) es aquello que permite su unidad y estructuración, es decir, la autoridad y la ley positiva.

En función de la autoridad, Tomás distingue, como Aristóteles, tres gobiernos justos (monarquía, aristocracia, democracia) y tres que no lo son (tiranía, oligarquía, demagogia). Idealmente, Tomás de Aquino prefería la monarquía, pero siendo realista, prefirió un gobierno mixto que incluyera lo mejor de cada forma justa. Por otra parte, entendió que no podemos asegurar cuál es la forma de gobierno más querida por Dios.

En relación a la ley, Santo Tomás consideró que las leyes positivas deben ser expresión de la ley natural, la cual a su vez es expresión de la ley eterna. Así, aquellas leyes positivas que sean contrarias a las leyes naturales (que sean contranatura) no son leyes buenas y es justo que el ciudadano se niegue a cumplirlas, mientras que aquellas que son conforme a la ley natural son justas y buenas y el ciudadano está obligado a cumplirlas. Dado que la ley natural no establece con total claridad y precisión cada conducta que el hombre debe realizar para su vida comunitaria, el legislador debe utilizar su razón práctica para tratar de dar con la ley positiva acorde con los principios prácticos generales insertos en la naturaleza humana. Por ejemplo, la ley natural establece que el asesinato es moralmente incorrecto, pero no establece con detalle las distintas variantes que esta conducta puede tener, ni las penas que corresponden a cada una de ellas; de ahí que la función principal del legislador sea la de definir, concretar o hacer explícita la ley natural, aplicarla a los casos particulares y establecer los medios coercitivos para hacerla efectiva. La legalidad no siempre coincide con la moralidad: si el legislador promulga una ley contraria a la ley natural y, en último término, a la ley divina, es legítimo o moralmente correcto —aunque no sea legal— que el súbdito se rebele y no la cumpla.

Por último, la concepción de las relaciones entre Iglesia (sociedad sobrenatural perfecta) y Estado (sociedad natural perfecta), Santo Tomás las establece en el mismo sentido que establece las relaciones entre razón y fe, teología revelada y filosofía. Por tanto, autonomía de ambas sociedades, pero en caso de conflicto, la autoridad mayor es la de la Iglesia.