René Descartes: Racionalismo, Método y Fundamentos del Conocimiento Moderno

René Descartes (1596-1650)

René Descartes (1596-1650) nació en La Haye (Francia).

A los 14 años, ingresó en una escuela de enseñanza jesuita, lo que le permitió conocer y acercarse a la obra de uno de los autores de la filosofía clásica, Aristóteles.

Es considerado el padre de la filosofía moderna. La vida de Descartes coincide con el Renacimiento, donde surgen otras corrientes filosóficas tales como el racionalismo, que se caracteriza por la afirmación de que el conocimiento procede de la razón y, por lo tanto, por la existencia de ideas innatas. Se desvaloriza así el conocimiento sensible. Se rechaza igualmente el modelo del conocimiento propuesto por Aristóteles, ya que consideraba que el conocimiento se produce por abstracción, es decir, la captación de sustancias por medio de la sensibilidad. Se afirmará la intuición intelectual de ideas y principios evidentes, a partir de los cuales comienza la deducción del saber. En esta época, recurrirá a fuerzas ocultas o desconocidas; apelar a esencias imposibles para explicar lo que ocurría en la naturaleza había fracasado, ya que esta pasa a ser una realidad dinámica compuesta por cuerpos en movimiento y sometida a la estructura matemática. Aparece, por lo tanto, la idea de que es necesario un nuevo método, ya que el escolástico había fracasado. Surgen científicos importantes, tales como Galileo o Copérnico. Se propone un método con capacidad para descubrir y no solo para explicar, y la aplicación de dicho método irá de la mano con el descubrimiento de la verdad. Emerge al mismo tiempo una nueva clase social, como es la burguesía; se abandona el modo feudal; se renuevan las relaciones entre Iglesia-Estado, modificándose de dicho modo el panorama social y político, además de numerosos cambios culturales.

Nos encontramos frente a una nueva forma de hacer filosofía, rompiéndose la tradición medieval. Nos encontramos ahora con filósofos que hacen obras personales y no basadas en la reflexión colectiva.

Estudió derecho y medicina. Su vida se vio envuelta también por la Guerra de los Treinta Años, durante la cual permaneció en los Países Bajos.

Viajó por Italia y Francia, y se afincó finalmente en París, donde se relacionó con los científicos de la época. Tras la condena de Galileo, regresó a los Países Bajos, donde cumpliría sus objetivos filosóficos. En el año 1649, la reina Cristina de Suecia llamó a Descartes a Estocolmo para que le enseñara sus métodos. Allí fallecería de neumonía; sin embargo, investigaciones posteriores concluirían afirmando que se trató de un homicidio y que fue envenenado con arsénico.

Pensamiento Filosófico

Existen, según Descartes, dos modos de conocimiento: Intuición y Deducción. La intuición es como una “luz o instinto natural” que tiene por objeto las naturalezas simples; por medio de esta, captamos inmediatamente conceptos simples, sin posibilidad de duda o error.

La intuición es “un concepto de la mente pura y atenta, tan fácil y distinto que no queda duda ninguna sobre lo que pensamos.”

Todo el conocimiento intelectual se despliega a partir de la intuición en naturalezas simples. La deducción no es más que una sucesión de intuiciones de las naturalezas simples y de las conexiones que se establecen entre las mismas.

La Duda Metódica

Descartes propone la duda metódica como punto de partida de su método, para tratar de explicar cómo surge el conocimiento humano. Considera que debemos dudar de los sentidos e incluso de la razón. Los sentidos nos inducen muchas veces al error, y no debemos fiarnos de quien nos engaña una vez.

También dice que no somos capaces de distinguir el sueño de la vigilia. A veces, los sueños nos muestran objetos extraños y, al despertar, descubrimos que tales universos no tienen existencia real; esto permite dudar de la existencia de las cosas y el mundo. Establece al mismo tiempo la hipótesis del genio maligno, un espíritu que haría que tomásemos como cierto aquello que no lo es; es decir, que el entendimiento humano es de tal naturaleza que se equivoca siempre.

Sin embargo, Descartes descubre una verdad absoluta, inmune a toda duda: la existencia del propio sujeto que piensa y duda. Si pienso que el mundo existe, tal vez me equivoque en cuanto a su existencia, pero no cabe error en cuanto a que yo pienso, y por lo tanto, yo existo:

“Pienso, luego existo” (Cogito ergo sum).

Deduce Descartes que todo lo percibido con claridad y distinción será verdadero. Esta es la primera verdad indudable, a la que Descartes denominó el Cogito.

Las Ideas

Afirma que el conocimiento se produce por la percepción clara y distinta de las ideas, y solo estas podrán ser consideradas verdaderas. Lo que representa las cosas en la mente son las ideas. Una idea, por tanto, es una imagen o representación mental de algo que está fuera de ella. Distingue distintos tipos de ideas:

  • Ideas innatas: Son aquellas que se dan en el entendimiento. Nacemos con ellas, están en nuestra mente desde el primer momento, antes de ningún tipo de contacto con la naturaleza.
  • Ideas adventicias: Son las venidas de fuera a través de los sentidos y por ello tienen escasa fiabilidad.
  • Ideas facticias: Son las inventadas por uno mismo y por tanto engañosas.

Habla también de la claridad y distinción de las ideas:

  • Ideas claras: Aquellas que se imponen simplemente con su presencia.
  • Ideas oscuras: Lo contrario a las claras.
  • Ideas distintas: Aquellas que no pueden confundirse con ninguna otra.
  • Ideas confusas: Lo contrario a las distintas.
  • Ideas claras y distintas: Serán las verdaderas.

Pruebas de la Existencia de Dios

Para Descartes, la idea de infinito no es adventicia, porque no hay nada en lo que observan los sentidos que sea infinito, ni facticia, pues él mismo no es infinito; es, pues, una idea innata. Un ser infinito la pondría en mi mente, quedando afirmada así la idea y existencia de Dios, y es Él quien garantiza la existencia de ideas claras y distintas.

Consiguió demostrar la existencia del yo; al menos, existe como cosa que piensa, pues toda actividad necesita de un ser que lo realice. Define al hombre como una sustancia finita pensante. Para él, las ideas innatas fundamentales son la de pensamiento, la de mundo y la de Dios. Sin embargo, él trata de explicar la existencia de Dios, ayudándose para ello de argumentos que recuerdan al argumento ontológico de San Anselmo y a un argumento causal basado en la idea de un ser perfecto/infinito (relacionado con ideas presentes en San Agustín), así como a la Tercera Vía de Tomás de Aquino (aunque esta última referencia es menos central en sus pruebas directas).

El argumento ontológico afirma que si tengo en mi mente la idea de Dios como un ser perfecto, entre sus perfecciones habrá de encontrarse la existencia.

El argumento causal basado en la idea de infinito dice que la idea de ser infinito tiene realidad objetiva que necesita una causa; por lo tanto, ha de existir un ser infinito que la puso en mi mente: Dios.

La Tercera Vía tomista afirma que la realidad requiere un fundamento necesario y ese sería Dios.

Así pues, Dios existe. Dice Descartes que ese ser perfecto y bueno no puede permitir que vivamos engañados; por ello, la convicción de que las realidades físicas existen realmente es cierta.

El Método Cartesiano

El método de Descartes propone una serie de reglas:

  • Regla de la Evidencia: Solo se admitirán como ciertas aquellas ideas que se presenten de forma clara y distinta, libres de toda duda.
  • Regla del Análisis: Lo complejo se dividirá en tantas partes simples como sea posible, para que en ellas se recoja toda evidencia.
  • Regla de la Síntesis: Se rehace el camino hasta llegar a lo complejo, partiendo de lo simple.
  • Regla de la Revisión: Se repasan todos los pasos que se han ido dando para asegurarnos de que no hay lagunas y, por lo tanto, error.

De este modo, de la descomposición de una idea compleja en sus partes más simples, del uso de la intuición y deducción, surge el conocimiento verdadero.

Las Sustancias Cartesianas

Descartes pretendió alcanzar una explicación verdadera de la realidad. Mediante el camino del idealismo, intenta demostrar la existencia del mundo, el ser humano y Dios.

Existe el mundo externo y su atributo es la extensión. Consigue, por tanto, explicar no solo el proceso de conocimiento de un modo racional, sino que al mismo tiempo demuestra la existencia de dichas sustancias fundamentales.

De este modo, Descartes demuestra que Dios garantiza la veracidad de ideas claras y distintas, de los atributos del pensamiento para el yo (Res Cogitans) y la extensión de la materia (Res Extensa), al igual que la existencia del mundo.

Conclusión y Legado

Más tarde, Descartes recopilará sus obras para realizar una crítica de las mismas. Coincide con Aristóteles en la idea de que existen en la realidad tres sustancias, aunque con diferencias conceptuales. Para Aristóteles, una sustancia es aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir (en un sentido primario, el individuo concreto), mientras que Descartes dice que dichas sustancias (Dios, Res Cogitans, Res Extensa) son realidades cerradas y aisladas de las demás, no comunicables entre sí (excepto en su dependencia de Dios como sustancia infinita).

Aristóteles creía que el hombre estaba formado por cuerpo y alma unidos sustancialmente, mientras que para Descartes dicha unión era accidental (dualismo sustancial).

Afirmaba Descartes que esas tres sustancias tienen atributos principales diferentes (pensamiento para la Res Cogitans, extensión para la Res Extensa, infinitud para Dios), mientras que para Aristóteles hay tantas formas sustanciales como realidades, ya que cada sustancia posee la suya. Descartes plantea una visión mecanicista frente a la visión teleológica de Aristóteles. Por lo tanto, mientras que Descartes es considerado el padre del racionalismo, Aristóteles es una figura clave del realismo filosófico.

La influencia de Descartes fue notable en las matemáticas, especialmente con la sistematización de la geometría analítica.

Formuló la regla cartesiana de los signos y realizó aportaciones a la óptica, sobre el ángulo de incidencia, demostrando que era igual al ángulo de reflexión, al igual que a la fisiología.