Platón: Cosmología, Teoría de las Ideas y el Símil de la Línea

B1. Cosmología Platónica: El Timeo

Los Principios del Cosmos: Lugar, Demiurgo (Hacedor) y Modelos

Mediante el «mito del Demiurgo» nos expresa Platón su cosmología. Este mito está contenido en un diálogo de vejez, El Timeo, y nos revela, mediante el recurso a un ente mítico, concepciones filosóficas complejas a las que había llegado a lo largo de su vida. El hecho de que recurra a un mito para expresarlas responde a que quería hacer accesible a individuos poco versados en Filosofía su concepción sobre la generación del Mundo Sensible a partir del Mundo Inteligible.

En este mito establece que desde la eternidad existen tres elementos que componen el mundo, a saber:

  • Unos Modelos o Ideas.
  • Una masa caótica de materia en continuo cambio (Lugar).
  • El Demiurgo, que se encarga de dar forma a esa masa caótica, creando así a los diferentes seres que habitan en el Mundo Sensible. Para ello, tomó como modelo los Modelos o Ideas que habitan en el Mundo Inteligible.

De este modo, la masa caótica pasa del caos al orden. Cada objeto es una matización particular de una idea universal, eterna e inmutable; es una réplica, una copia del modelo original. Cada ser en el plano singular-sensible es un punto de intersección de una o varias Formas, Modelos o Ideas. El Mundo Sensible nos resulta significativo, tiene sentido para nosotros, y por patrones que muestran regularidad. Del mismo modo, también introduce un télos (una finalidad) en las cosas que las lleva a aspirar a su perfeccionamiento (parecerse a su modelo). Platón plantea el primer sistema teleológico de la Filosofía occidental, esto es, el primer sistema que explica la realidad sensible desde elementos externos a ella.

B4. El Símil de la Línea: Correspondencia entre Realidad y Conocimiento

La Teoría de las Formas, o Teoría de las Ideas, es el núcleo teórico de la filosofía platónica. La Teoría de las Formas resultó ser objeto de polémica durante siglos: Aristóteles, Plotino y otros filósofos de la Edad Antigua discutieron acerca de ella, y muchos intentaron refutarla. Durante el Medievo fue el tema central de toda la filosofía, dando lugar al llamado «problema de los universales». La Edad Moderna siguió esta estela, convirtiendo los problemas suscitados por la teoría en puntos centrales de reflexión y crítica de todos los trabajos filosóficos del período. Pero, una vez sabido esto, resulta lógico preguntarnos qué afirma la Teoría de las Formas y cuál es la razón de que se convirtiera en algo tan importante para el pensamiento occidental.

¿Qué Afirma la Teoría de las Formas?

Platón partió de la filosofía de su maestro Sócrates y de los problemas y preguntas que este planteó. Partió de ellos para intentar encontrarles solución:

  • ¿Es posible el conocimiento o hemos de sucumbir ante las afirmaciones de Gorgias?
  • ¿Es cierto que el ser deviene y cambia siempre y que, por tanto, no existe un orden, una armonía y una realidad inmutable?
  • ¿Podemos conocer de forma absoluta o el conocimiento es relativo, tal y como afirma Protágoras?

El germen de la Teoría de las Formas se encuentra latente en estas preguntas. El interés de Sócrates y su discípulo por las definiciones universales se comprende a la perfección con un testimonio del propio.

Pero la diferencia que separa a Platón de Sócrates es la siguiente: frente a las objeciones que otros filósofos esgrimieron contra la teoría socrática de las definiciones, Platón se vio obligado a mejorarla, profundizando en ella y yendo más allá de lo afirmado por su maestro. En este proceso, Platón se enfrentó a los argumentos de Protágoras contra las definiciones, y a las afirmaciones de Gorgias acerca del no-ser. En consecuencia, hubo de desarrollar, con el fin de derrotarlos intelectualmente, una mejora de la teoría de las definiciones, profundizando en su aspecto lógico-lingüístico y proporcionándole un estatuto metafísico.

La siguiente conclusión es que a cada nombre común le corresponde una entidad única, a la que se hace referencia en todos los usos de ese nombre. Es decir, y explicado de manera más sencilla, que a cada uno de los términos que se intentan definir (Virtud, Valor, Bondad, Belleza, etc.), nombres comunes (es decir, una sola palabra que designa una pluralidad de cosas), en realidad le corresponde una entidad real, que existe realmente, cuyo nombre es «Virtud» o «Valor» o «Bondad», etc.

Resulta indudable, por la experiencia sensorial que de ello tenemos, que el Mundo Sensible de la materia cambia, deviene y se corrompe, que no es estable. En eso da la razón a Gorgias y Crátilo. No obstante, también resulta evidente que existen tanto el conocimiento como las ciencias y el lenguaje (como afirmaba Sócrates), y esto indica que han de fundamentarse en un ámbito de la realidad o del ser que no sea el propio que se percibe a través de los sentidos, y que permanezca inmutable, que no cambie, pues el conocimiento en tales condiciones es imposible. Este ámbito de la realidad, que Platón identificará con la verdadera realidad, está constituido por las Formas e Ideas, entidades inmutables, perfectas y dotadas de existencia propia y distinta. Lo que para Sócrates eran conceptos abstractos y definiciones lingüísticas al hablar de «la Virtud» o «el Bien», son para Platón entes reales, de naturaleza inteligible (es decir, solo accesible para la razón).

El elemento que una pluralidad de actos, cosas y realidades buenas tenían en común era para Sócrates el concepto abstracto y racional de «lo bueno», objeto de una definición lingüística, pero para Platón «Bien» es una palabra que refiere a una Forma o Idea dotada de existencia en sí misma, y que todas las cosas buenas tienen en común porque participan de ella y, en cierto sentido, la reflejan. Es decir, que para Platón, una pluralidad de realidades «buenas» es un conjunto de realidades que participa de la Idea de Bien (que existe en y por sí misma), una entidad inmutable, perfecta y de naturaleza inteligible, que presta ser e inteligibilidad:

  1. Al resto de Ideas.
  2. A los seres que dependen de ellas.

Para Platón, la realidad la componen dos mundos: el Mundo Sensible y el Mundo Inteligible, así lo expresa el Símil de la Línea Dividida. Esta línea representa una gradación del ser, que va desde la menor a la mayor perfección, y también la gradación del conocimiento, que va desde el menor grado de conocimiento al mayor. Hay una correspondencia entre los grados del ser y los grados del conocer. El Mundo Sensible es copia del Mundo Inteligible, en el que están entidades matemáticas e Ideas, Formas o Modelos que son universales, inmutables, eternas, inmateriales y objetivas.

El Mundo Inteligible, que es universal, permanente, inmutable, eterno, perfecto y se percibe a través de la inteligencia. Su existencia es necesaria ya que constituye la verdadera realidad, la que conforma la esencia de las cosas, y garantiza que el Mundo Sensible tenga orden y armonía.